domingo, 29 de diciembre de 2013

"Mundo Cero" de Lynette Mabel Pérez Villanueva - Paolo Astorga


Mundo Cero
Lynette Mabel Pérez Villanueva
Edición de autor, 2013



Mundo Cero de la poeta puertorriqueña Lynette Mabel Pérez Villanueva, nos muestra desde sus primeros versos el tema de la deshumanización como inicio del mundo. La tendencia autodestructiva del hombre deviene siempre en la depredación de su conciencia y por ende de la vaciedad de su ser. El sujeto poético como profeta del apocalipsis individual se resuelve como un encarcelado en la palabra; siempre en busca de ese placer imposible que sea real. El tono testimonial de los poemas de Lynette nos confirma su desencanto, la muerte de sus deseos y un profundo e inevitable acercamiento hacia la dictadura de lo automático y el control de nuestra humanidad.

El Gran Hermano hala los hilos,
nos disloca las neuronas,
nos quiebra los sueños.
Somos un cuerpo sin alma,
una marioneta del “establishment”.

El sujeto poético busca reestructurarse, rehacerse. En esta reconstrucción interior, la intención no es la de simple rebeldía, sino la de afirmar una libertad cortada. La poeta lo sabe bien, por ello, a lo largo del libro intenta lograr una nueva identidad, pretende –como si se tratara de un ser kafkiano- mostrarnos su ser consciente de su individualidad reprimida por ese “establishment” que aliena y degenera la inocencia en movimiento absurdo y banal, un estado de un mundo contradictorio y degenerado en nada. Prueba de esta contradicción es el poema “I-Kid” cuyo centro es la denuncia contra la indiferencia de una realidad cada vez más olvidada o peor aún, cada vez más superficial donde los niños como símbolo de inocencia y alegría son dopados y seducidos por el placer de la insensibilidad y el consumo como la paranoia de la acumulación sin sentido.

Cuidado con los niños,
toque de queda,
peligro
                                   no natural
                                                          -artificial-

creado
por nosotros.

Bauticemos
al nuevo niño:
Niño-X-Box,
niño Gameboy
no Play Yard,
niña-mercancia
vendiéndose por unos
cuantos pesos
en el Japón,
niño-nómada
surfeando sobre los
trenes
en Brasil,
niño sin fe,
niño-circuito.

Podemos observar que este poema se nos muestra como la pérdida de lo trascendental, alimentando a su vez una transformación mimética hasta consolidar al “humano-cosa”, es decir, la poeta no denuncia solo la conciencia alienada de infancia, sino la profunda necesidad que se ha creado para que el mundo sea homogeneizado y sobre todo se logre instaurar ese “sentimiento estándar” que hace imperar el “disfrutar” sobre el “sentir”. La poeta nos recrea, en suma, un paraíso artificial y posmoderno, donde la única fe es la del consumo.

Por otro lado el libro también critica duramente a la idea de felicidad como un acto de mala fe, como una simple sucesión de momentos alegres, donde impera el placer de lo feliz, pero no la conciencia de la felicidad. Esta idea de felicidad está conectada directamente con lo fugaz. Poemas como “Cortezas desprendidas” o “Mundo Cero” nos hablan directamente de esa soledad del existir, nos recrea esos sucedáneos de placer y alegría que en tiempos donde todos los mitos han muerto, se nos presentan como posibilidades para el feliz engaño, para la brillante farsa que se desea, que se reproduce, se consume y se comparte. Veamos a continuación un fragmento del poema “Mundo Cero”:

Conteo regresivo en donde pierdo la
humanidad que jamás tuve.
Aliento virtual que se desvanece en la noche.
Vitrina de cielos lejanos.
Se vende un infierno.
Un Paraíso en alquiler.
Una baja en la bolsa de valores.
Un alma en desuso.
Fuera de moda.
No admitida en pasarelas.
Una pizca de luz.
Fusión de núcleos
en danza de fuegos.
Vivir o morir.
Trascender o no.

Observamos que en este fragmento existe un tema en común: la necesidad por querer experimentar algo “espectacular”, sin embargo, vemos que hasta el dolor es un producto que se encuentra en venta. La moral es inexistente y solo nos guía el miedo a no disfrutar el mundo, el miedo a no estar allí exhibidos, siendo vedettes para los demás. No hay nada en qué creer, salvo, el rápido placer y de allí un nuevo placer. El ser humano ya no es un individuo, sino un producto comercial. Ya no existe “lo puro” o lo “impuro”, sino solo la voluntad por existir lo más cómodo posible. Pensar como la masa, ser de la especie y no criticar (porque es ocioso) ese es el objetivo.

Por último este intenso poemario nos lleva hacía la idea de lo “descartable” como un viaje hacia lo inútil, la misma nada, el vacío otra vez, al que se trata uno de escapar, pero que al ser parte de nuestra “nueva naturaleza”, es prácticamente imposible resistirse o superar. Esa tendencia hacia convertirse en un ser residual nos plantea un gran problema: La obsolescencia programada del ser humano que siendo cosa o máquina, debe ser reemplazada por un sucedáneo de este. La deshumanización no es la animalidad, sino simplemente la reducción de lo humano a la de un objeto sin importancia, despreciable polvo de poliuretano.

Las emociones eclosionan, unas con otras, en
esta búsqueda del gen asociado.
¿Supra-humanidad?
(Una tortura de vida.)
Un fracaso de experimento.
No quiero podrirme por más tiempo en esta
miserable jaula,
soñar con calles abiertas,
ver tan sólo batas blancas.
La asepsia indignante de este laboratorio.
¿Supra-humana? Hay solo un fallo.
Esas malditas emociones que me vuelven
humana.
No las esperaba, ¿Verdad?
Para ustedes es un simple juego.
Pasan por alto lo más importante: la
humanidad nunca lo es.

Sé que tú me comprendes,
verdad ratita,
después de todo tú también fuiste
artificialmente creada,
y ahora también te has vuelto descartable,
pero en tu caso es más fácil…
tú no pareces humana.

En suma, Mundo Cero de Lynette Mabel Pérez Villanueva, nos deja con una serie de sentimientos vitales. Prevalece el deseo por tomar conciencia de nuestra inutilidad y a partir de esa conciencia construir un nuevo sujeto que se atreva a luchar contra su propio veneno. La posmodernidad y lo banal son tatuajes en el cuerpo, espacios simbólicos para describir la destrucción como obvio devenir, pero que como un estigma amado, se ve nuestro y único en este lúcido poemario.




Paolo Astorga

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