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domingo, 22 de agosto de 2021

Tradiciones peruanas: "Los siete pelos del diablo" de Ricardo Palma con actividades de comprensión lectora

 

TRADICIONES PERUANAS:

LOS SIETE PELOS DEL DIABLO

RICARDO PALMA


 

 

I

 

—¡Teniente Mandujano! —Presente, mi coronel.

—Vaya usted por veinticuatro horas arrestado al cuarto de banderas.

—Con su permiso, mi coronel contestó el oficial; saludó militarmente y se fue, sin rezongar poco ni mu­cho, a cumplimentar la orden.

El coronel acababa de tener noticia de no sé qué pe­queño escándalo dado por el subalterno en la calle del Chivato. Asunto de faldas, de esas benditas faldas que fueron, que son y serán, perdición de Adanes.

Cuando al día siguiente pusieron en libertad al oficial, que al entrar en Melilla no es maravilla, y al salir de ella es ella, se encaminó aquél a la mayoría del cuerpo, donde a la sazón se encontraba el primer jefe, y le dijo:

—Mi coronel, el que habla está expedito para el ser­vicio.

—Quedo enterado— contestó lacónicamente el superior.

—Ahora ruego a usía que se digne decirme el motivo del arresto, para no reincidir en la falta.

—El motivo, ¿eh? El motivo es que ha echado usted a lucir varios de los siete pelos del diablo, en la calle del Chivato, y no le digo a usted más. Puede retirarse.

Y el teniente Mandujano se alejó architurulato y se echó a averiguar qué alcance tenía aquello de los siete pe­los del diablo, frase que ya había oído en boca de viejas.

Compulsando me hallaba yo unas papeletas bibliotecarias, cuando se me presentó el teniente, y después de referirme su percance del cuartel, me pidió la explicación de lo que, en vano, llevaba ya una semana de averiguar.

Como no soy, y huélgome en declararlo, un egoistón de marca, a pesar de que

 

en este mundo enemigo

no hay nadie de quien fiar;

cada cual, cuide de sigo,

yo de migo, y tú de tigo...

y procúrese salvar.

 

como diz que dijo un jesuita que ha dos siglos comía pan en mi tierra, tuve que sacar de curiosidad al pobre militrondo, que fue como sacar ánima del purgatorio, narrán­dole el cuento que dio vida a la frase.

 

 

II

 

Cuando Luzbel, que era un ángel muy guapote y en­greído, armó en el cielo la primera trifulca revolu­cionaria de que hace mención la Historia, el Señor, sin andarse con proclamas ni decretos suspendiendo garan­tías individuales o declarando a la corte celestial y sus alrededores en estado de sitio, le aplicó tan soberano puntapié en salva sea la parte, que, rodando de estrella en estrella y de astro en astro, vino el muy faccioso, in­surgente y montonero, a caer en este planeta que as­trónomos y geógrafos bautizaron con el nombre de Tierra.

Sabida cosa es que los ángeles son unos seres mofle­tudos, de cabellera riza y rubia, de carita alegre, de aire travieso, con piel más suave que el raso de Filipinas, y sin pizca de vello. Y cata que al ángel caído lo que más le llamó la atención en la fisonomía de los hombres fue el bigote; y suspiró por tenerlo y se echó a comprar men­jurjes y cosméticos de esos que venden los charlatanes, jurando y rejurando que hacen nacer el pelo hasta en la palma de la mano.

 

El diablo renegaba del afeminado aspecto de su rostro sin bigote, y habría ofrecido el oro y el moro por unos mostachos a lo Víctor Manuel, rey de Italia. Y aunque sabía que para satisfacer el antojo bastaríale dirigir un memorialito bien parlado, pidiendo esa merced a Dios, que es todo generosidad para con sus criaturas, por pica­ras que ellas le hayan salido, se obstinó en no arriar bandera, diciéndose in pecto:

— ¡Pues no faltaba más sino que yo me rebajase hasta pedirle favor a mi enemigo!

No hay odio superior al del presidiario por el grillete.

—¡Hola! —exclamó el Señor, que, como es notorio, tiene oído tan fino que percibe hasta el vuelo del pen­samiento—. ¿Esas tenemos, envidiosillo y soberbio? Pues tendrás lo que mereces, grandísimo bellaco.

 

 

Arrogante, moro, estáis,

y eso que en un mal caballo

como don Quijote vais;

ya os bajaremos el gallo,

si antes vos no lo bajáis.

 

Y amaneció, y se levantó el ángel protervo luciendo bajo las narices dos gruesas hebras de pelo, a manera de dos viboreznos. Eran la soberbia y la envidia.

Aquí fue el crujir de dientes y el encabritarse. Apeló a tijeras y a navaja de buen filo, y allí estaban, resistentes a dejarse cortar, el par de pelos.

—Para esta mezquindad, mejor me estaba con mi ca­rita de hembra— decía el muy zamarro; y reconco­miéndose de rabia fue a consultarse con el más sabio de las alfajemes, que era nada menos que el que afeita e ins­pira en la confección de leyes a un mi amigo, diputado a Congreso. Pero el socarrón barbero, después de alam­bicarlo mucho, le contestó:

Paciencia y non gurruñate, que a lo que vuestra merced desea no alcanza mi saber.

Al día siguiente despertó el rebelde con un pelito o viborilla más. Era la ira.

—A ahogar penas se ha dicho— pensó el desventurado.

Y sin más encaminóse a una parranda de lujo, de esas que hacen temblar el mundo, en la que hay abundancia de viandas y de vinos y superabundancia de buenas mozas, de aquellas que con una mirada le dicen a un prójimo:

—¡Dése usted preso!

¡Dios de Dios y la mona que se arrimó el maldito! Al despertar miróse al espejo y se halló con dos huéspedes más en el proyecto de bigote: la gula y la lujuria.

Abotagado por los licores y comistrajos de la víspera, y extenuado por las ofrendas en aras de la Venus pacotillera, se pasó Luzbel ocho días sin mo­verse de la cama, fumando cigarrillos de la fábrica de Cuba libre y contando las vigas del techo. Feliz semana para la humanidad, porque sin diablo enredador y perverso, estuvo el mundo tranquilo como balsa de aceite.

Cuando Luzbel volvió a darse a luz le había brotado otra cerda: la pereza.

Y durante años y años anduvo el diablo por la tierra luciendo sólo seis pelos en el bigote, hasta que un día por males de sus pecados, se le ocurrió aposentarse dentro del cuerpo de un usurero, y cuando hastiado de picardías le convino cambiar de domicilio, lo hizo luciendo un pelo más: la avaricia.

De fijo que el muy bellaco murmuró lo de:

 

Dios, que es la suma bondad,

hace lo que nos conviene.

(Pues bien fregado me tiene

Su Divina Majestad.)

Hágase su voluntad.

 

Tal es la historia tradicional de los siete pelos que for­man el bigote del diablo, historia que he leído en un palimpsesto contemporáneo del estornudo y de las cosquillas.

 

ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA

 

1.     ¿Cuál es la diferencia entre el diablo y Dios en esta tradición?

2.     ¿Qué castigo le envía Dios al diablo?

3.     ¿Por qué quería Luzbel poseer un gran bigote?

4.     ¿Por qué le salieron a Luzbel cada uno de los pelos de su bigote?

5.     Cada bigote de Luzbel está relacionado con una acción que él realiza y que está también relacionada con uno de los 7 pecados capitales. Enumera cada pecado con cada acción.

Ejemplo:

a.      Al enterarse de que no podía quitarse el bigote le salió un nuevo que era la Ira.

6.     ¿Por qué cuando Luzbel tuvo unos cuantos bigotes ya no quería tenerlos?

7.     Según tú ¿cómo se mezclan la ficción y la leyenda en esta tradición?

8.     ¿Cuál crees que es el mensaje de esta tradición? ¿Por qué?

9.     ¿Qué crees que había hecho el teniente Mandujano para merecer el arresto?

10.            ¿Qué tradición popular intenta explicar este relato?

11.            ¿Cuál es tu opinión sobre este relato? ¿Por qué?

 

 

ACTIVIDAD CREATIVA:

 

1. Crea un cuento en donde se hable de uno de los 7 pecados capitales. No olvides ser creativo y original.