Mostrando entradas con la etiqueta Marianela. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Marianela. Mostrar todas las entradas

miércoles, 1 de septiembre de 2021

Fragmento de "Marianela" de Benito Pérez Galdós con actividades de comprensión lectora

 

Marianela

(Fragmento)

Benito Pérez Galdós


     Encerrándose en sus conchas, Marianela habló así:

     -Madre de Dios y mía, ¿por qué no me hiciste hermosa? ¿Por qué cuando mi madre me tuvo no me miraste desde arriba?... Mientras más me miro más fea me encuentro. ¿Para qué estoy yo en el mundo?, ¿para qué sirvo?, ¿a quién puedo interesar?, a uno solo, Señora y madre mía, a uno solo que me quiere porque no me ve. ¿Qué será de mí cuando me vea y deje de quererme?... porque ¿cómo es posible que me quiera viendo este cuerpo chico, esta figurilla de pájaro, esta tez pecosa, esta boca sin gracia, esta nariz picuda, este pelo descolorido, esta persona mía que no sirve sino para que todo el mundo le dé con el pie. ¿Quién es la Nela? Nadie. La Nela sólo es algo para el ciego. Si sus ojos nacen ahora y los vuelve a mí y me ve, caigo muerta... Él es el único para quien la Nela no es menos que los gatos y los perros. Me quiere como quieren los novios a sus novias, como Dios manda que se quieran las personas... Señora madre mía, ya que vas a hacer el milagro de darle vista, hazme hermosa a mí o mátame, porque para nada estoy en el mundo. Yo no soy nada ni nadie más que para uno solo... ¿Siento yo que recobre la vista? No, eso no, eso no. Yo quiero que vea. Daré mis ojos porque él vea con los suyos; daré mi vida toda. Yo quiero que D. Teodoro haga el milagro que dicen. ¡Benditos sean los hombres sabios! Lo que no quiero es que mi amo me vea, no. Antes que consentir que me vea, ¡Madre mía!, me enterraré viva; me arrojaré al río... Sí, sí; que se trague la tierra mi fealdad. Yo no debía haber nacido...

     Y luego, dando una vuelta en la cesta, proseguía:

     -Mi corazón es todo para él. Este cieguito que ha tenido el antojo de quererme mucho, es para mí lo primero del mundo después de la Virgen María. ¡Oh! ¡Si yo fuese grande y hermosa; si tuviera el talle, la cara y el tamaño... sobre todo el tamaño de otras mujeres; si yo pudiese llegar a ser señora y componerme!... ¡Ay!, entonces mi mayor delicia sería que sus ojos se recrearan en mí... Si yo fuera como las demás, siquiera como Mariuca... ¡qué pronto buscaría el modo de instruirme, de afinarme, de ser una señora!... ¡Oh! ¡Madre y reina mía, lo único que tengo me lo vas a quitar!... ¿Para qué permitiste que le quisiera yo y que él me quisiera a mí? Esto no debió ser así:

     Y derramando lágrimas y cruzando los brazos, añadió medio vencida por el sueño:

     -¡Ay! ¡Cuánto te quiero, niño de mi alma! Quiéreme mucho, a la Nela, a la pobre Nela que no es nada... Quiéreme mucho... Déjame darte un beso en tu preciosísima cabeza... pero no abras los ojos, no me mires... ciérralos, así, así.

 

(…)

El cambio de actitud de Pablo al recuperar la vista y que ahora empieza a enamorarse de la belleza física de su prima Florentina

 

     -Prima... ¡por Dios! -exclamó Pablo con entusiasmo candoroso- ¿por qué eres tú tan bonita?... Mi padre es muy razonable... no se puede oponer nada a su lógica ni a su bondad... Florentina, yo creí que no podía quererte; yo creí posible querer a otra más que a ti... ¡Qué necedad! Gracias a Dios que hay lógica en mis afectos... Mi padre, a quien he confesado mis errores, me ha dicho que yo amaba a un monstruo... Ahora puedo decir que idolatro a un ángel. El estúpido ciego ha visto ya y al fin presta homenaje a la verdadera hermosura... pero yo tiemblo... ¿no me ves temblar? Te estoy viendo y no deseo más que poder cogerte y encerrarte dentro de mi corazón, abrazándote y apretándote contra mi pecho... fuerte, muy fuerte.

(…)

 

La muerte de Marianela. Una muerte que simboliza la muerte por no lograr lo que se desea (el amor de Pablo), pero también es una muerte simbólica al conocer la realidad, la verdad. En esta escena Teodoro y Florentina tratan de reanimar a Marianela que ha caído enferma y muere.

 

     -¡De muerte! No sé si pensar que ha muerto de vergüenza, de celos, de despecho, de tristeza, de amor contrariado. ¡Singular patología! No, no sabemos nada... sólo sabemos cosas triviales.

     -¡Oh!, ¡qué médicos!

     -Nosotros no sabemos nada. Conocemos algo de la superficie.

     -¿Esto qué es?

     -Parece una meningitis fulminante.

     -¿Y qué es eso?

     -Cualquier cosa... ¡La muerte!

     -¿Es posible que se muera una persona sin causa conocida, casi sin enfermedad?... ¿Señor Golfín, qué es esto?

     -¿Lo sé yo acaso?

     -¿No es usted médico?

     -De los ojos, no de las pasiones.

     -¡De las pasiones! -exclamó hablando con la moribunda-. Y a ti, pobre criatura, ¿qué pasiones te matan?

     -Pregúntelo usted a su futuro esposo.

     Florentina se quedó absorta, estupefacta.

     -¡Infeliz! -exclamó con ahogado sollozo-. ¿Puede el dolor moral matar de esta manera?

     -Cuando yo la recogí en la Trascava, estaba ya consumida por una fiebre espantosa.

     -Pero eso no basta ¡ay!, no basta.

     -Usted dice que no basta. Dios, la Naturaleza dicen que sí.

     -Si parece que ha recibido una puñalada.

     -Recuerde usted lo que han visto hace poco estos ojos que se van a cerrar para siempre. Considere usted que la amaba un ciego y que ese ciego ya no lo es, y la ha visto... ¡la ha visto!... ¡la ha visto!, lo cual es como un asesinato.

     -¡Oh!, ¡qué horroroso misterio!

     -No, misterio no -gritó Teodoro con cierto espanto- es el horrendo desplome de las ilusiones, es el brusco golpe de la realidad, de esa niveladora implacable que se ha interpuesto al fin entre esos dos nobles seres. ¡Yo he traído esa realidad, yo!

     -¡Oh!, ¡qué misterio! -repitió Florentina, que no comprendía bien por el estado de su ánimo.

     -Misterio no, no -volvió a decir Teodoro, más agitado a cada instante- es la realidad pura, la desaparición súbita de un mundo de ilusiones. La realidad ha sido para él nueva vida, para ella ha sido dolor y asfixia, ha sido la humillación, la tristeza, el desaire, el dolor, los celos... ¡la muerte!

     -Y todo por...

     -¡Todo por unos ojos que se abren a la luz... a la realidad!... No puedo apartar esta palabra de mi mente. Parece que la tengo escrita en mi cerebro con letras de fuego.

     -Todo por unos ojos... ¿Pero el dolor puede matar tan pronto?... ¡casi sin dar tiempo a ensayar un remedio!

     -No sé -replicó Teodoro inquieto, confundido, aterrado, contemplando aquel libro humano de caracteres oscuros, en los cuales la vista científica no podía descifrar la leyenda misteriosa de la muerte y la vida.

     -¡No sabe! -dijo Florentina con desesperación-. Entonces ¿para qué es médico?

     -No sé, no sé, no sé -exclamó Teodoro, golpeándose el cráneo melenudo con su zarpa de león-. Sí, una cosa sé, y es que no sabemos más que fenómenos superficiales. Señora, yo soy un carpintero de los ojos nada más.

     Después fijó los suyos con atención profunda en aquello que fluctuaba entre persona y cadáver, y con acento de amargura exclamó:

     -¡Alma! ¿qué pasa en ti?

     Florentina se echó a llorar.

     -¡El alma -murmuró, inclinando su cabeza sobre el pecho- ya ha volado!

     -No -dijo Teodoro, tocando a la Nela-. Aún hay aquí algo; pero es tan poco, que parece ha desaparecido ya su alma y han quedado sus suspiros.

     -¡Dios mío!... -exclamó la de Penáguilas, empezando una oración.

     -¡Oh!, ¡desgraciado espíritu! -murmuró Golfín-. Es evidente que estaba muy mal alojado...

     Los dos la observaron muy de cerca.

     -Sus labios se mueven -gritó Florentina.

     -Habla.

     Sí, los labios de la Nela se movieron. Había articulado una, dos, tres palabras.

     -¿Qué ha dicho?

     -¿Qué ha dicho?

     Ninguno de los dos pudo comprenderlo. Era sin duda el idioma con que se entienden los que viven la vida infinita.

     Después sus labios no se movieron más. Estaban entreabiertos y se veía la fila de blancos dientecillos. Teodoro se inclinó, y besando la frente de la Nela, dijo así con firme acento:

     -Mujer, has hecho bien en dejar este mundo.

     Florentina se echó a llorar, murmurando con voz ahogada y temblorosa:

     -Yo quería hacerla feliz, y ella no quiso serlo.

 

ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:

1.     ¿Cómo se da el tema de la ilusión y la realidad en la obra Marianela?

2.     ¿Por qué crees que Marianela dice que no vale nada, que no es nada?

3.     ¿Quién representa el amor interior y quién el amor exterior? ¿Por qué?

4.     ¿Quién simboliza la razón en la obra? ¿Por qué?

5.   ¿Qué es más importante para ti, el amor físico o el amor espiritual? Fundamenta tu respuesta.

6. Al inicio de este fragmento podemos leer un monólogo de Nela y entendemos que su autoestima no es muy alta, ¿por qué sucede esto?

7.  ¿En el caso tuyo, cómo hubieras reaccionado ante el cambio de actitud de Pablo frente a Marianela?

8.    Qué quiere decir la siguiente frase: “Señora, yo soy un carpintero de los ojos nada más”.

9.     ¿Qué crees que simbolice la palabra “alma” en este fragmento? Fundamenta.

10.  ¿Crees que el amar nos puede llevar a la muerte? ¿Por qué?

11. ¿Estás de acuerdo con la muerte de Marianela al final de la obra? ¿Por qué?

 

ACTIVIDAD CREATIVA:

1. Redacta un texto argumentativo que aborde tu postura sobre el tema de la belleza y la fealdad. Puedes tomar como referencia el fragmento leído. No olvides que la estructura de tu texto argumentativo debe ser la siguiente:

 

ü  TÍTULO: Debe conectar con el tema y llamar la atención del lector.

ü  INTRODUCCIÓN: Se define el tema a tratar planteando así la TESIS o punto de vista. (1 párrafo).

ü  DESARROLLO O ARGUMENTACIÓN: Se deben exponer las razones o pruebas que DEFIENDEN nuestra TESIS o punto de vista. (3 a 4 párrafos).

ü  CONCLUSIÓN: Se establece, a modo de resumen, la reafirmación de la TESIS. (1 párrafo).

 

Ejemplo de texto argumentativo:

 

Expectativas de la belleza y la fealdad

Isabella Jiménez Sánchez

Estudiante de Secundaria


Lo que más resalta en la actualidad es lo superficial. Sin belleza es preferible morir, un dicho bien dicho. La belleza es un tema que acopla definiciones e ideas dependiendo del punto en que sea visto tanto como la fealdad que también es un tema, pero que a diferencia del anterior este intenta encajar en todos, pero resulta no encajar en ninguno. Aunque cabe resaltar que si no existiese la fealdad tampoco existiese la belleza.

En una de las obras literarias donde resaltan ambos temas es la del novelista Benito Pérez Galdós, «Marianela». En ella se puede apreciar en esta novela que sin belleza y sin dinero es mendigar a pedir más, a completar el misterio con que nacimos y con el que uno quiere estar vivo. Sin duda la belleza y la fealdad revelan mucho de uno.

Para definir el contexto de muchos, la belleza es lo sagrado, lo divino por decirlo así, no referente siempre al rostro. El grandísimo filósofo griego Aristóteles sostenía que lo bello es lo que puede apreciarse abarcándolo con placer y de un solo vistazo por simétrico, ordenado y realizado con grandeza.

Hablando de criterios relativos, la belleza es como el poder, algo muy ambicioso que por el lado oscuro es la provocadora de tragedias, de sufrimiento y esto se demuestra en el famoso mito de la manzana de la discordia que terminó desatando ¨La Guerra de Troya¨. Y que hablar de la perfecta arquitectura musulmana ¨Taj Mahal¨, en donde los arquitectos de la obra fueron asesinados para evitar que volvieran a edificar algo de semejante belleza, un final de desgracia.

La fealdad es un tema épico y típico de conversación y de críticas. Ser feo es una desgracia, pero esto cambia cuando la realidad ilumina y cambia las acciones. Por ejemplo, no se aprecia lo que se tiene hasta que se pierde como una parte de tu cuerpo o tal vez, todo tu cuerpo. No estar al día con la moda también significa ser feo por más tonto que suene.

Para concluir estas variaciones sobre el concepto ¨belleza¨ y su subjetividad alcanza muchos estándares y reemplaza otros como las distintas definiciones que cada uno le da. La hermosa belleza y la fea fealdad es conforme la facultad y dificultad. Desde lo más precioso hasta lo más desagradable despierta apetitos, desborda sensualidad, provoca ansiedad y sobre todo induce problemas.

Seamos observadores con nuestro reflejo, con los objetos, con los lugares, los sentimientos, la atmósfera hasta con una hormiga. Estimemos la belleza y no a sus imitaciones, y así aprenderemos a ser felices con nuestros defectos.


RECURSO EXTRA: En este video podrás aprender más sobre la obra MARIANELA de Benito Pérez Galdós: