TRADICIONES PERUANAS:
LOS SIETE PELOS DEL DIABLO
RICARDO PALMA
I
—¡Teniente
Mandujano! —Presente, mi coronel.
—Vaya
usted por veinticuatro horas arrestado al cuarto de banderas.
—Con
su permiso, mi coronel contestó el oficial; saludó militarmente y se fue, sin
rezongar poco ni mucho, a cumplimentar la orden.
El
coronel acababa de tener noticia de no sé qué pequeño escándalo dado por el
subalterno en la calle del Chivato. Asunto de faldas, de esas benditas faldas
que fueron, que son y serán, perdición de Adanes.
Cuando
al día siguiente pusieron en libertad al oficial, que al entrar en Melilla no
es maravilla, y al salir de ella es ella, se encaminó aquél a la mayoría del
cuerpo, donde a la sazón se encontraba el primer jefe, y le dijo:
—Mi
coronel, el que habla está expedito para el servicio.
—Quedo
enterado— contestó lacónicamente el superior.
—Ahora
ruego a usía que se digne decirme el motivo del arresto, para no reincidir en
la falta.
—El
motivo, ¿eh? El motivo es que ha echado usted a lucir varios de los siete pelos
del diablo, en la calle del Chivato, y no le digo a usted más. Puede retirarse.
Y
el teniente Mandujano se alejó architurulato y se echó a averiguar qué alcance
tenía aquello de los siete pelos del diablo, frase que ya había oído en boca
de viejas.
Compulsando
me hallaba yo unas papeletas bibliotecarias, cuando se me presentó el teniente,
y después de referirme su percance del cuartel, me pidió la explicación de lo
que, en vano, llevaba ya una semana de averiguar.
Como
no soy, y huélgome en declararlo, un egoistón de marca, a pesar de que
en
este mundo enemigo
no
hay nadie de quien fiar;
cada
cual, cuide de sigo,
yo
de migo, y tú de tigo...
y
procúrese salvar.
como
diz que dijo un jesuita que ha dos siglos comía pan en mi tierra, tuve que
sacar de curiosidad al pobre militrondo, que fue como sacar ánima del purgatorio,
narrándole el cuento que dio vida a la frase.
II
Cuando
Luzbel, que era un ángel muy guapote y engreído, armó en el cielo la primera
trifulca revolucionaria de que hace mención la Historia, el Señor, sin andarse
con proclamas ni decretos suspendiendo garantías individuales o declarando a
la corte celestial y sus alrededores en estado de sitio, le aplicó tan soberano
puntapié en salva sea la parte, que, rodando de estrella en estrella y de astro
en astro, vino el muy faccioso, insurgente y montonero, a caer en este planeta
que astrónomos y geógrafos bautizaron con el nombre de Tierra.
Sabida
cosa es que los ángeles son unos seres mofletudos, de cabellera riza y rubia,
de carita alegre, de aire travieso, con piel más suave que el raso de
Filipinas, y sin pizca de vello. Y cata que al ángel caído lo que más le llamó
la atención en la fisonomía de los hombres fue el bigote; y suspiró por tenerlo
y se echó a comprar menjurjes y cosméticos de esos que venden los charlatanes,
jurando y rejurando que hacen nacer el pelo hasta en la palma de la mano.
El
diablo renegaba del afeminado aspecto de su rostro sin bigote, y habría
ofrecido el oro y el moro por unos mostachos a lo Víctor Manuel, rey de Italia.
Y aunque sabía que para satisfacer el antojo bastaríale dirigir un memorialito
bien parlado, pidiendo esa merced a Dios, que es todo generosidad para con sus
criaturas, por picaras que ellas le hayan salido, se obstinó en no arriar
bandera, diciéndose in pecto:
—
¡Pues no faltaba más sino que yo me rebajase hasta pedirle favor a mi enemigo!
No
hay odio superior al del presidiario por el grillete.
—¡Hola!
—exclamó el Señor, que, como es notorio, tiene oído tan fino que percibe hasta
el vuelo del pensamiento—. ¿Esas tenemos, envidiosillo y soberbio? Pues
tendrás lo que mereces, grandísimo bellaco.
Arrogante, moro, estáis,
y eso que en un mal caballo
como don Quijote vais;
ya os bajaremos el gallo,
si antes vos no lo bajáis.
Y
amaneció, y se levantó el ángel protervo luciendo bajo las narices dos gruesas
hebras de pelo, a manera de dos viboreznos. Eran la soberbia y la envidia.
Aquí
fue el crujir de dientes y el encabritarse. Apeló a tijeras y a navaja de buen
filo, y allí estaban, resistentes a dejarse cortar, el par de pelos.
—Para
esta mezquindad, mejor me estaba con mi carita de hembra— decía el muy
zamarro; y reconcomiéndose de rabia fue a consultarse con el más sabio de las
alfajemes, que era nada menos que el que afeita e inspira en la confección de
leyes a un mi amigo, diputado a Congreso. Pero el socarrón barbero, después de
alambicarlo mucho, le contestó:
Paciencia
y non gurruñate, que a lo que vuestra merced desea no alcanza mi saber.
Al
día siguiente despertó el rebelde con un pelito o viborilla más. Era la ira.
—A
ahogar penas se ha dicho— pensó el desventurado.
Y
sin más encaminóse a una parranda de lujo, de esas que hacen temblar el mundo,
en la que hay abundancia de viandas y de vinos y superabundancia de buenas
mozas, de aquellas que con una mirada le dicen a un prójimo:
—¡Dése
usted preso!
¡Dios
de Dios y la mona que se arrimó el maldito! Al despertar miróse al espejo y se
halló con dos huéspedes más en el proyecto de bigote: la gula y la lujuria.
Abotagado
por los licores y comistrajos de la víspera, y extenuado por las ofrendas en
aras de la Venus pacotillera, se pasó Luzbel ocho días sin moverse de la cama,
fumando cigarrillos de la fábrica de Cuba libre y contando las vigas del
techo. Feliz semana para la humanidad, porque sin diablo enredador y perverso,
estuvo el mundo tranquilo como balsa de aceite.
Cuando
Luzbel volvió a darse a luz le había brotado otra cerda: la pereza.
Y
durante años y años anduvo el diablo por la tierra luciendo sólo seis pelos en
el bigote, hasta que un día por males de sus pecados, se le ocurrió aposentarse
dentro del cuerpo de un usurero, y cuando hastiado de picardías le convino
cambiar de domicilio, lo hizo luciendo un pelo más: la avaricia.
De
fijo que el muy bellaco murmuró lo de:
Dios, que es la suma bondad,
hace lo que nos conviene.
—(Pues bien fregado me tiene
Su Divina Majestad.)
Hágase su voluntad.
Tal
es la historia tradicional de los siete pelos que forman el bigote del diablo,
historia que he leído en un palimpsesto contemporáneo del estornudo y de las
cosquillas.
ACTIVIDADES
DE COMPRENSIÓN LECTORA
1. ¿Cuál es la diferencia entre el diablo y Dios en
esta tradición?
2. ¿Qué castigo le envía Dios al diablo?
3. ¿Por qué quería Luzbel poseer un gran bigote?
4. ¿Por qué le salieron a Luzbel cada uno de los pelos
de su bigote?
5. Cada bigote de Luzbel está relacionado con una
acción que él realiza y que está también relacionada con uno de los 7 pecados
capitales. Enumera cada pecado con cada acción.
Ejemplo:
a. Al enterarse de que no podía quitarse el bigote le salió un nuevo que era la Ira.
6. ¿Por qué cuando Luzbel tuvo unos cuantos bigotes ya
no quería tenerlos?
7. Según tú ¿cómo se mezclan la ficción y la leyenda
en esta tradición?
8. ¿Cuál crees que es el mensaje de esta tradición?
¿Por qué?
9. ¿Qué crees que había
hecho el teniente Mandujano para merecer el arresto?
10.
¿Qué
tradición popular intenta explicar este relato?
11.
¿Cuál
es tu opinión sobre este relato? ¿Por qué?
ACTIVIDAD CREATIVA:
1. Crea
un cuento en donde se hable de uno de los 7 pecados capitales. No olvides ser
creativo y original.
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