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martes, 19 de octubre de 2021

Fragmento de "El signo de los cuatro" (Capítulo I: La ciencia de la deducción) de Arthur Conan Doyle con actividades de comprensión lectora

 

El signo de los cuatro

(fragmento)

Arthur Conan Doyle

La ciencia de la deducción

 

Mi clientela se ha extendido ya hasta el continente —me dijo Sherlock Holmes—. La semana pasada recibí una consulta de François Le Villard, quien, tal vez usted lo sepa, ha llegado en los últimos tiempos a ser el mejor agente de la policía secreta de Francia. Aquí tengo una carta suya que recibí esta mañana, y en la que me habla de la ayuda que le presté.

Me alargó la carta, toda arrugada. Eché una ojeada sobre el papel y al vuelo encontré una profusión de términos elogiosos que atestiguaban la ardiente admiración del detective francés.

—Habla como un discípulo a su maestro —observé.

—¡Oh! Le Villard exagera mi ayuda —contestó Sherlock Hol­mes—, cuando él mismo posee virtudes muy apreciables; tiene dos de las tres cualidades necesarias para ser un detective ideal: el poder de observación y el de deducción. Lo único que le falta es el conocimiento que, con el tiempo, puede llegar a adquirir. Pero, mi querido doctor Watson, estoy cansándolo con mi charla.

—De ninguna manera —le contesté con ardor—. Usted habla de observación y deducción. En cierta medida, una implica a la otra.

—¿Por qué? ¡Difícilmente! —replicó Holmes, recostándose con pereza en su sillón y despidiendo azules y espesas volutas de humo—. Por ejemplo, la observación me demuestra que usted ha estado esta mañana en la oficina de correos de la calle Wingmore; y la deducción me permite saber que usted fue a esa oficina a expedir un telegrama.

— ¡Justo! —exclamé—. ¡Justo en ambas cosas! Pero, confieso que no alcanzo a ver cómo ha llegado usted a adivinarlo. La idea de ir al correo se me ocurrió de súbito, y a nadie he hablado de eso.

— La cosa es sencillísima —me contestó sonriendo al ver mi sor­presa—, tan absurdamente sencilla que su explicación es superflua, pero voy a hacérsela a usted, porque va a servirme para definir los lí­mites entre la observación y la deducción. La observación me hace ver que usted tiene un poco de barro de color rojizo adherido a su zapato, y precisamente delante de la oficina de correos de la calle Wingmore ha sido removido el pavimento y extraída la tierra de tal manera que es difícil entrar en la oficina sin pisarla. Esa tierra tiene un peculiar co­lor rojizo que, a mi parecer, no existe en ningún otro lugar de nuestro barrio. He aquí la observación; el resto es deducción.

— ¿Y cómo deduce usted lo del telegrama?

—Desde luego sé que usted no ha escrito carta alguna, pues toda la mañana hemos estado sentados frente a frente. Después he visto que en su escritorio, que está abierto, tiene usted una hoja entera de estampillas y un grueso paquete de tarjetas postales. ¿A qué iría usted, pues, a la oficina de correos, si no fuese a enviar un telegrama? Eliminan­do factores, el que queda tiene que ser verdadero.

—En este caso así es —contesté, después de reflexionar un instante—. Y además estoy de acuerdo en que la cuestión es de las más sencillas. ¿Me calificaría usted de im­pertinente si quisiera someter sus teorías a una prueba más severa?

—Al contrario —me contestó—. Tendré muchísimo gusto en estudiar cualquier pro­blema que usted someta a mi consideración.

—Le he oído decir que es difícil que un hombre use diariamente un objeto sin dejarle impresa su individualidad, hasta el punto de que un observador ejercitado puede leerla en el objeto. Pues bien; aquí tengo un reloj que llegó a mi poder hace poco. ¿Tendría us­ted la amabilidad de darme su opinión respecto al carácter y costumbres de su anterior dueño?

Le entregué el reloj, ocultando un ligero sentimiento de burla, pues, en mi opinión, la prueba era imposible y la había propuesto como una lección contra el tono, en cierto modo dogmático, que Holmes asumía a veces. Mi amigo volvió el reloj de un lado a otro, miró fijamente la esfera, abrió las tapas de atrás, y examinó la máquina, primero a simple vista y luego con un poderoso lente convexo. Trabajo me costó no reírme al ver la expre­sión de su rostro, cuando por fin cerró las tapas y me devolvió el reloj.

—Apenas si he encontrado algo —observó—. Ese reloj ha sido limpiado reciente­mente y sustrae de mi vista los hechos más sugerentes.

—Tiene usted razón —le contesté—. Antes de enviármelo lo limpiaron.

En el fondo de mi corazón yo acusaba a mi compañero de invocar una cómoda excu­sa para ocultar su fracaso. ¿Qué datos habría podido proporcionarle el reloj aun cuando no hubiera sido limpiado?

—Si bien insatisfactoria, mi investi­gación no ha sido completamente inútil — agregó Holmes, fijando en el techo sus ojos soñadores y apagados—. Salvo recti­ficaciones que usted pueda hacer, me pa­rece que ese reloj ha pertenecido a su her­mano mayor, quien lo heredó de su padre.

—Eso lo calcula usted sin duda por las iniciales H. W. grabadas atrás.

—Así es; la W es el apellido de us­ted. El reloj ha sido fabricado hace unos cincuenta años y las iniciales son tan antiguas como el reloj mismo, lo que quiere decir que este fue he­cho para la generación anterior a la nuestra. Las joyas pasan general mente a poder del hijo mayor, y este tiene casi siempre el mismo nombre de su padre. Si mal no recuerdo, el padre de usted murió hace años, y por consiguiente, el reloj ha estado en manos de su hermano mayor.

—Hasta ahí, todo es exacto —contesté.

—El hermano de usted era de costumbres desordenadas; sí, muy descuidado y ne­gligente. Cuando murió su padre, quedó en buenas condiciones, pero desperdició todas las oportunidades de progresar, y por algún tiempo vivió en la pobreza, con raros inter­valos de prosperidad, hasta que se dio a beber y, por fin, murió. Eso es todo cuanto he podido saber.

—Por vida de cuanto puede ser maravilloso, ¿de qué manera ha podido usted cono­cer los hechos que acaba de citar? Todos ellos son absolutamente correctos hasta en sus más mínimos detalles.

— ¡Ah!, veo que he tenido suerte, pues tenía un cincuenta por ciento de probabilida­des de acertar y no creí ser tan exacto.

— ¿Pero cómo ha procedido usted? ¿Por simple adivinación?

—No, no; yo nunca trato de adivinar. Esa costumbre es perniciosa, destructiva de la facultad lógica. La extrañeza de usted proviene de que no sigue el curso de mis pensamientos ni observa los pequeños hechos de que pueden derivarse ambas consecuencias. Yo comencé, por ejemplo, por asegurar que su hermano era descuidado; si usted observa con detenimiento el reloj, verá que no solo está abollado en dos partes, sino también todo rayado y marcado, porque lo han tenido en el mismo bolsillo con otros objetos duros, como llaves o monedas; y no es seguramente una hazaña suponer que el hombre que trata con tanto desenfado un reloj que cuesta cincuenta guineas, es muy descuidado.

Con un movimiento de cabeza le hice ver que seguía su razonamiento.

—Es costumbre general entre los prestamistas ingleses, cada vez que reciben un reloj en empeño, trazar el número de la pa­peleta con un alfiler en la parte inferior de la tapa; esto es más cómodo que ponerle un letrero, pues así no hay riesgo de que el número se pierda o extravíe. Pues bien, en el interior de la tapa de ese reloj hay no menos de cuatro de esos números, visi­bles con la ayuda de mi lente. Primera conclusión: su hermano se veía frecuentemente en aguas muy bajas. Segunda conclusión: tenía a veces sus ráfagas de prosperidad, sin lo cual no hubiera podido reunir recursos con que rescatar la prenda. Por último, le ruego que mire usted la tapa interior, en la que está el agujero de la llave. ¿Qué manos de un hombre que no hubiera bebido po­drían haber hecho todas esas marcas con la llave? En cambio, nunca verá usted un reloj de borracho que no las tenga; el borracho da cuer­da por la noche a su reloj y deja en él los rastros de la inseguridad de su mano. ¿Dónde está el misterio de esto?

—Es tan claro como la luz del día —contesté.

 

ACTIVIDADADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:

1.     ¿Cuáles son las diferencias entre la observación y la deducción? Escriba un ejemplo que puede inferir a partir del texto

2.     ¿Qué es lo que le hace falta a François Le Villard para ser un buen agente? ¿Por qué?

3.     ¿Crees que es importante la deducción en nuestra vida? ¿Por qué?

4. Se puede deducir que el proceso deductivo sigue la siguiente línea: Observación - conocimiento - deducción. Ejemplifique un caso deductivo siguiendo los pasos para ello.

5.     ¿Por qué dice Sherlock Holmes que adivinar es una "costumbre perniciosa, destructiva de la facultad lógica

6.     ¿Qué dedujo Sherlock Holmes respecto al reloj que le dio Watson?

 

ACTIVIDAD CREATIVA:

1.  Crea un cuento de una cara de extensión en donde se use la deducción. No olvides ser muy original y creativo.