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lunes, 15 de noviembre de 2021

Cuento "El origen del mal" de León Tolstói con actividades de comprensión lectora

 

El origen del mal

León Tolstói


En medio de un bosque vivía un ermitaño, sin temer a las fieras que allí moraban. Es más, por concesión divina o por tratarlas continuamente, el santo varón entendía el lenguaje de las fieras y hasta podía conversar con ellas.

En una ocasión en que el ermitaño descansaba debajo de un árbol, se cobijaron allí, para pasar la noche, un cuervo, un palomo, un ciervo y una serpiente. A falta de otra cosa para hacer y con el fin de pasar el rato, empezaron a discutir sobre el origen del mal.

-El mal procede del hambre -declaró el cuervo, que fue el primero en abordar el tema-. Cuando uno come hasta hartarse, se posa en una rama, grazna todo lo que le viene en gana y las cosas se le antojan de color de rosa. Pero, amigos, si durante días no se prueba bocado, cambia la situación y ya no parece tan divertida ni tan hermosa la naturaleza. ¡Qué desasosiego! ¡Qué intranquilidad siente uno! Es imposible tener un momento de descanso. Y si vislumbro un buen pedazo de carne, me abalanzo sobre él, ciegamente. Ni palos ni piedras, ni lobos enfurecidos serían capaces de hacerme soltar la presa. ¡Cuántos perecemos como víctimas del hambre! No cabe duda de que el hambre es el origen del mal.

El palomo se creyó obligado a intervenir, apenas el cuervo hubo cerrado el pico.

-Opino que el mal no proviene del hambre, sino del amor. Si viviéramos solos, sin hembras, sobrellevaríamos las penas. Más ¡ay!, vivimos en pareja y amamos tanto a nuestra compañera que no hallamos un minuto de sosiego, siempre pensando en ella “¿Habrá comido?”, nos preguntamos. “¿Tendrá bastante abrigo?” Y cuando se aleja un poco de nuestro lado, nos sentimos como perdidos y nos tortura la idea de que un gavilán la haya despedazado o de que el hombre la haya hecho prisionera. Empezamos a buscarla por doquier, con loco afán; y, a veces, corremos hacia la muerte, pereciendo entre las garras de las aves de rapiña o en las mallas de una red. Y si la compañera desaparece, uno no come ni bebe; no hace más que buscarla y llorar. ¡Cuántos mueren así entre nosotros! Ya ven que todo el mal proviene del amor, y no del hambre.

-No; el mal no viene ni del hambre ni del amor -arguyó la serpiente-. El mal viene de la ira. Si viviésemos tranquilos, si no buscásemos pendencia, entonces todo iría bien. Pero, cuando algo se arregla de modo distinto a como quisiéramos, nos arrebatamos y todo nos ofusca. Sólo pensamos en una cosa: descargar nuestra ira en el primero que encontramos. Entonces, como locos, lanzamos silbidos y nos retorcemos, tratando de morder a alguien. En tales momentos, no se tiene piedad de nadie; mordería uno a su propio padre o a su propia madre; podríamos comernos a nosotros mismos; y el furor acaba por perdernos. Sin duda alguna, todo el mal viene de la ira.

El ciervo no fue de este parecer.

-No; no es de la ira ni del amor ni del hambre de donde procede el mal, sino del miedo. Si fuera posible no sentir miedo, todo marcharía bien. Nuestras patas son ligeras para la carrera y nuestro cuerpo vigoroso. Podemos defendernos de un animal pequeño, con nuestros cuernos, y la huida nos preserva de los grandes. Pero es imposible no sentir miedo. Apenas cruje una rama en el bosque o se mueve una hoja, temblamos de terror. El corazón palpita, como si fuera a salirse del pecho, y echamos a correr. Otras veces, una liebre que pasa, un pájaro que agita las alas o una ramita que cae, nos hace creer que nos persigue una fiera; y salimos disparados, tal vez hacia el lugar del peligro. A veces, para esquivar a un perro, vamos a dar con el cazador; otras, enloquecidos de pánico, corremos sin rumbo y caemos por un precipicio, donde nos espera la muerte. Dormimos preparados para echar a correr; siempre estamos alerta, siempre llenos de terror. No hay modo de disfrutar de un poco de tranquilidad. De ahí deduzco que el origen del mal está en el miedo.

Finalmente intervino el ermitaño y dijo lo siguiente:

-No es el hambre, el amor, la ira ni el miedo, la fuente de nuestros males, sino nuestra propia naturaleza. Ella es la que engendra el hambre, el amor, la ira y el miedo.

 

 

ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:

1. ¿Quién es el protagonista? ¿Qué habilidad inusual tenía?

2. ¿Por qué el cuervo dice que el mal procede del hambre? Explica.

3. ¿Por qué la paloma dice que el mal procede del amor? Explica.

4. ¿Por qué la serpiente dice que el mal viene de la ira? Explica.

5. ¿Por qué el ciervo dijo que el mal provenía del miedo? Explica.

6. Al final de la discusión el ermitaño dice que el mal viene de nuestra propia naturaleza. ¿Estás de acuerdo con él? ¿Por qué?

7. Para ti, ¿cuál es el origen del mal? Justifica tu respuesta.

8. ¿Crees que el mal en el mundo puede desaparecer? ¿Por qué?

9. Para ti, ¿qué es el mal?  Justifica tu respuesta.

10. ¿Cuál crees que haya sido la intención del autor al escribir este cuento? Explica tu respuesta.

11. ¿Saber cuál es el origen del mal nos puede ayudar a combatirlo? ¿Por qué?

 

ACTIVIDAD CREATIVA:

1. Crea un cuento breve donde abordes tu propia visión de lo que es el mal. No olvides ser creativo y original.

martes, 5 de octubre de 2021

Cuento "El poder de la infancia" de León Tolstói con actividades de comprensión lectora

El poder de la infancia

León Tolstói



-¡Que lo maten! ¡Que lo fusilen! ¡Que fusilen inmediatamente a ese canalla…! ¡Que lo maten! ¡Que corten el cuello a ese criminal! ¡Que lo maten, que lo maten…! -gritaba una multitud de hombres y mujeres, que conducía, maniatado, a un hombre alto y erguido. Éste avanzaba con paso firme y con la cabeza alta. Su hermoso rostro viril expresaba desprecio e ira hacia la gente que lo rodeaba.

Era uno de los que, durante la guerra civil, luchaban del lado de las autoridades. Acababan de prenderlo y lo iban a ejecutar.

“¡Qué le hemos de hacer! El poder no ha de estar siempre en nuestras manos. Ahora lo tienen ellos. Si ha llegado la hora de morir, moriremos. Por lo visto, tiene que ser así”, pensaba el hombre; y, encogiéndose de hombros, sonreía, fríamente, en respuesta a los gritos de la multitud.

-Es un guardia. Esta misma mañana ha tirado contra nosotros -exclamó alguien.

Pero la muchedumbre no se detenía. Al llegar a una calle en que estaban aún los cadáveres de los que el ejército había matado la víspera, la gente fue invadida por una furia salvaje.

-¿Qué esperamos? Hay que matar a ese infame aquí mismo. ¿Para qué llevarlo más lejos?

El cautivo se limitó a fruncir el ceño y a levantar aún más la cabeza. Parecía odiar a la muchedumbre más de lo que ésta lo odiaba a él.

-¡Hay que matarlos a todos! ¡A los espías, a los reyes, a los sacerdotes y a esos canallas! Hay que acabar con ellos, en seguida, en seguida… -gritaban las mujeres.

Pero los cabecillas decidieron llevar al reo a la plaza.

Ya estaban cerca, cuando de pronto, en un momento de calma, se oyó una vocecita infantil, entre las últimas filas de la multitud.

-¡Papá! ¡Papá! -gritaba un chiquillo de seis años, llorando a lágrima viva, mientras se abría paso, para llegar hasta el cautivo-. Papá ¿qué te hacen? ¡Espera, espera! Llévame contigo, llévame…

Los clamores de la multitud se apaciguaron por el lado en que venía el chiquillo. Todos se apartaron de él, como ante una fuerza, dejándolo acercarse a su padre.

-¡Qué simpático es! -comentó una mujer.

-¿A quién buscas? -preguntó otra, inclinándose hacia el chiquillo.

-¡Papá! ¡Déjenme que vaya con papá! -lloriqueó el pequeño.

-¿Cuántos años tienes, niño?

-¿Qué van a hacer con papá?

-Vuelve a tu casa, niño, vuelve con tu madre -dijo un hombre.

El reo oía ya la voz del niño, así como las respuestas de la gente. Su cara se tornó aún más taciturna.

-¡No tiene madre! -exclamó, al oír las palabras del hombre.

El niño se fue abriendo paso hasta que logró llegar junto a su padre; y se abrazó a él.

La gente seguía gritando lo mismo que antes: “¡Que lo maten! ¡Que lo ahorquen! ¡Que fusilen a ese canalla!”

-¿Por qué has salido de casa? -preguntó el padre.

-¿Dónde te llevan?

-¿Sabes lo que vas a hacer?

-¿Qué?

-¿Sabes quién es Catalina?

-¿La vecina? ¡Claro!

-Bueno, pues…, ve a su casa y quédate ahí… hasta que yo… hasta que yo vuelva.

-¡No; no iré sin ti! -exclamó el niño, echándose a llorar.

-¿Por qué?

-Te van a matar.

-No. ¡Nada de eso! No me van a hacer nada malo.

Despidiéndose del niño, el reo se acercó al hombre que dirigía a la multitud.

-Escuche; máteme como quiera y donde le plazca; pero no lo haga delante de él -exclamó, indicando al niño-. Desáteme por un momento y cójame del brazo para que pueda decirle que estamos paseando, que es usted mi amigo. Así se marchará. Después…, después podrá matarme como se le antoje.

El cabecilla accedió. Entonces, el reo cogió al niño en brazos y le dijo:

-Sé bueno y ve a casa de Catalina.

-¿Y qué vas a hacer tú?

-Ya ves, estoy paseando con este amigo; vamos a dar una vuelta; luego iré a casa. Anda, vete, sé bueno.

El chiquillo se quedó mirando fijamente a su padre, inclinó la cabeza a un lado, luego al otro, y reflexionó.

-Vete; ahora mismo iré yo también.

-¿De veras?

El pequeño obedeció. Una mujer lo sacó fuera de la multitud.

-Ahora estoy dispuesto; puede matarme -exclamó el reo, en cuanto el niño hubo desaparecido.

Pero, en aquel momento, sucedió algo incomprensible e inesperado. Un mismo sentimiento invadió a todos los que momentos antes se mostraron crueles, despiadados y llenos de odio.

-¿Saben lo que les digo? Deberían soltarlo -propuso una mujer.

-Es verdad. Es verdad -asintió alguien.

-¡Suéltenlo! ¡Suéltenlo! -rugió la multitud.

Entonces, el hombre orgulloso y despiadado que aborreciera a la muchedumbre hacía un instante, se echó a llorar; y, cubriéndose el rostro con las manos, pasó entre la gente, sin que nadie lo detuviera.

 


ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:


1. En el cuento «El poder de la infancia», un guardia que ha disparado contra los pobladores durante la guerra civil va a ser ejecutado. Cuando lo atrapan, ¿se arrepiente de lo que ha hecho?, ¿qué es lo que piensa?

2. Infiere: ¿Por qué la gente fue invadida por una furia salvaje? Explica

3. ¿Por qué van a llevar a la plaza al guardia?

4. ¿Por qué un hombre le dice al niño que regrese a casa con su mamá?

5. ¿Qué piensas de esto que dice el guardia: “Escuche; máteme como quiera y donde le plazca; pero no lo haga delante de él”? Explica tu respuesta.

6. ¿Por qué engañan al hijo del guardia?

7. Infiere: ¿Por qué la palabra “papá” es significativa en este cuento?

8. Explica por qué el cuento «El poder de la infancia» se titula así.

9. ¿Qué opinas del final de este cuento? ¿Qué mensaje nos quiere dejar? Explica tu respuesta.

 

ACTIVIDAD CREATIVA:

1. Crea un cuento breve que tenga un título que empiece con “El poder de…” y luego, al escribirlo, relaciona tu cuento con el título. No olvides ser creativo y original.

 

viernes, 12 de marzo de 2021

Cuento "El primer destilador" de León Tolstói con actividades de comprensión lectora

 

El primer destilador

León Tolstói

En cierta ocasión un mísero mujik sa­lió al campo a trabajar sin haber comido nada. Sus provisiones se reducían a un pedazo de pan que, antes de iniciar su fae­na, lo dejó bajo las ramas de una zarza, cu­briéndolo con un caftán.

Llevaba ya mucho tiempo labrando, el caballo empezó a dar muestras de cansan­cio; hasta que su amo le desunció para que pastara libremente, mientras él iba en bus­ca de su pan. Acercóse a la zarza, levantó el capote y no halló el pan. Muy sorpren­dido, buscó y rebuscó entre la zarza y el caftán, pero sin ningún resultado. El pan no aparecía.

El campesino estaba intrigado por tan extraña desaparición.

-¡Qué cosa más rara! -pensaba-. Na­die ha venido por aquí, pero el caso es que se han llevado el pan.

El autor del hurto no había sido otro que un travieso diablillo que quería pro­bar al mujik, ver si la falta de pan le indu­cía a maldecir. Y allí estaba el diablillo, sen­tado detrás de la zarza, observando las re­acciones del campesino, el cual sin sentir­se contento, ni muchísimo menos, empe­zó a murmurar:

-¡Bah! Porque me falte el pan no me voy a morir de hambre. Posiblemente el que me lo ha quitado lo necesitaba más que yo. Que le haga buen provecho.

Diciendo esto se dirigió al pozo, bebió agua, descansó unos instantes, tornó a un­cir el caballo y reanudó su trabajo.

El diablillo se mostraba muy enfure­cido por no haber logrado hacer pecar al mujik, por lo que fue a pedir consejo a su jefe superior. Explicó cómo había hurta­do el pan del mujik y cómo éste, en vez de irritarse, había dicho: «¡Buen provecho le haga!»

El diablo en jefe se encolerizó y dijo:

-Si ese mujik te ha vencido en esta cuestión, es porque no has cumplido con tu deber y no has sabido cómo conducir­te. Ten en cuenta que no podemos dejar a los mujiks y a sus mujeres que nos desa­fíen de esta manera, pues llevaríamos una vida de perros... La cosa no puede quedar así; vuelve pues, a casa de ese campesino y gánate el pan que has robado, si quieres comértelo. En un plazo que no puede alar­garse más de tres años, has de vencer a ese mujik, de lo contrario, te meteré en agua bendita.

El diablillo sintió un escalofrío de es­panto.

Regresó corriendo al campo, y duran­te mucho tiempo reflexionó sobre cómo podía reparar su falta. A fuerza de pensar dio al fin con lo que necesitaba.

Adquirió la forma de un hombre y en­tró al servicio del mujik. Previniendo que el verano sería muy seco, convenció a su amo de que sembrase trigo en las tierras pantanosas. El mujik hizo caso a las ob­servaciones de su criado y sembró trigo en esas tierras.

El sol excesivo quemó las mieses de los demás mujiks, mientras que las de nuestro campesino crecieron altas y her­mosas. Recogió una cosecha abundante que había de durarle hasta el año próxi­mo, y aún sobrarle.

En el verano siguiente, el diablillo per­suadió al mujik para que sembrara en las tierras altas, y dio la circunstancia de que aquel año fue lluvioso.

Una gran humedad pudrió el trigo de los demás campesinos y las espigas no maduraron, pero el nuestro otra vez re­cogió una excelente cosecha. Tan abundan­te y grueso era el grano, que rebosantes los graneros, no sabía qué hacer con el que le sobraba.

Entonces el criado enseñó al mujik a fabricar vodka, y el campesino se aficio­nó a esta bebida de tal modo, que ya no sólo bebía él, sino que hacía beber a los demás.

Después de esto el diablejo marchó en busca de su jefe superior, alabándose de haber ganado el pedazo de pan; pero el jefe supremo de todos los diablos quiso con­vencerse de ello, acudiendo al lugar de los hechos.

Se presentó en casa del mujik y vio que éste había invitado a los notables de la al­dea y, en aquel momento, los obsequiaba con vodka. La dueña de la casa en perso­na servía de beber, y sucedió que una de las veces, pasó junto a la mesa, tropezó y derribó un vaso.

El mujik, muy enfurecido, riñó a su esposa.

-¡Tonta de todos los demonios! -gritó. ¿Es acaso esto agua de fregar para que la derrames de esa forma?

El diablejo dio con el codo a su jefe supremo.

-Date cuenta -le dijo-; ahora no pasa como cuando el pan.

Tras de reñir a su esposa, el campesi­no quiso servir por sí mismo el vodka y todos bebieron muy regocijados. En esto entró un mujik, al que no se esperaba, y después de saludar se sentó. Viendo a los demás beber vodka, sintió deseos de pro­barlo y reconfortarse, pero nadie le ofrecía, por lo que el pobre mujik hubo de resignarse a tragar saliva.

El dueño de la casa murmuraba por lo bajo:

-He fabricado bastante vodka para ofrecérselo a todo el que se presente

Esto fue muy del agrado del diablo en jefe, e hizo enorgullecerse al diablillo, que exclamó:

-¡Aguarda, que lo mejor viene ahora!

Los ricos mujiks y el dueño de la casa siguieron bebiendo vodka, y cuan-

do el licor comenzó a producir sus efec­tos, empezaron a dirigirse elogios mu­tuos, y sus palabras eran melosas y car­gadas de afecto.

El diablo en jefe oía y felicitaba a su subordinado.

-Con ese brebaje -decía- se hacen hi­pócritas y se engañan los unos a los otros, con lo cual les tendremos a todos en nues­tro poder.

-Espera un poco más y verás lo que va a suceder -repuso el diablillo-. Esperemos a que deban solamente un vaso más. En este momento se parecen a los zorros, que al verse juntos, mueven la cola y tratan de engañarse mutuamente, pero pronto los verás furiosos como si fueran lobos.

Los mujiks bebieron otro vaso, y pron­to comenzaron a gritar y a hablar de un modo grosero. Las palabras melosa fueron substituidas por las injurias, se apoderó de todos un furor extraordinario, y termina­ron golpeándose y estropeándose las na­rices. El propio dueño de la casa, que qui­so intervenir en la pelea, tampoco salió bien librado.

El espectáculo divertía grandemente al diablo en jefe.

-Esto va bien -repetía, frotándose las manos.

Y el diablillo agregaba:

-Espera un poquito más. Deja que be­ban otro vaso y verás entonces. Ahora es­tán como lobos rabiosos; pero pronto se pondrán como cerdos.

Efectivamente, los mujiks bebieron el tercer vaso y quedaron como aturdidos. Murmuraban, gritaban, gruñían sin saber ellos mismos lo que querían y sin prestar­se atención los unos a los otros. Cada cual se fue por su lado: unos solos, otros en grupos de tres o parejas de dos, pero todos cayeron en tierra antes de llegar a sus isbas respectivas.

El dueño de la casa, que salió para des­pedir a sus invitados, cayóse en un char­co, se puso perdido de lodo y fango y allí quedó roncando como un cerdo. Todo esto colmó de satisfacción al dia­blo en jefe.

-¿Sabes -dijo al diablillo- que has in­ventado una famosa bebida? Bien has ga­nado el pedazo de pan. Ahora mismo me vas a explicar cómo has fabricado esa be­bida. Juraría que has puesto en composi­ción estos ingredientes: primero sangre de zorro con lo cual los mujiks se tornaban falsos e hipócritas; luego sangre de lobo, que los volvía malos y feroces, y por últi­mo, sangre de puerco, que los ha transfor­mado en los más asquerosos cerdos.

-No -respondió el diablejo-; no es así como he fabricado el vodka. Me he limi­tado a conseguir que ese mujik tuviera trigo de sobra. Era en él, en su espíritu, donde se hallaba la sangre de todos esos animales, pero esa sangre no podía obrar mientras el trigo diera sólo para mal comer. Entonces era cuando no se lamenta­ba por haber perdido su último pedazo de pan. En cambio, cuando se vio dueño de mucho trigo, hasta rebosar los graneros, se puso a pensar en el modo mejor de utili­zarlo, y aproveché la ocasión para enseñarle a beber vodka. Al destilar para su regalo el don divino, convirtiéndole en vodka, se manifestaron la sangre de zorro, de lobo y de cerdo. Ahora no le queda otra cosa sino continuar bebiéndola para convertirse en semejante de esos animales.

El jefe supremo de los diablos felicitó calurosamente a su subordinado, le entre­gó el pedazo de pan prometido y le ascen­dió al grado inmediato.

 

ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA

 

1.     Haz un resumen sobre lo leído, dividiendo el cuento en incio, nudo y desenlace.

2.     ¿Cuál es el problema que aborda el cuento? ¿Por qué lo crees así? Justifica tu respuesta.

3.     ¿Cuál es la finalidad del diablillo?

4.     ¿Quién es el mujik?

5.     Qué infieres de este fragmento: “Juraría que has puesto en composi­ción estos ingredientes: primero sangre de zorro con lo cual los mujiks se tornaban falsos e hipócritas; luego sangre de lobo, que los volvía malos y feroces, y por últi­mo, sangre de puerco, que los ha transfor­mado en los más asquerosos cerdos”. Explica tu respuesta.

6.     ¿Cómo se presenta la idea de inteligencia en este cuento? Explica.

7.     ¿Qué opinas de este cuento? Fundamenta tu respuesta.

 

ACTIVIDAD CREATIVA

1.     Crea un cuento en donde exista un elemento sobrenatural (en el cuento que leíste es la aparición de un diablillo). No olvides ser original y creativo.