El signo de los cuatro
(fragmento)
Arthur Conan Doyle
La ciencia de la deducción
—Mi clientela se ha extendido ya hasta
el continente —me dijo Sherlock Holmes—. La semana pasada recibí una consulta
de François Le Villard, quien, tal vez usted lo sepa, ha llegado en los últimos
tiempos a ser el mejor agente de la policía secreta de Francia. Aquí tengo una
carta suya que recibí esta mañana, y en la que me habla de la ayuda que le
presté.
Me alargó la carta, toda
arrugada. Eché una ojeada sobre el papel y al vuelo encontré una
profusión de términos elogiosos que atestiguaban la ardiente admiración del
detective francés.
—Habla como un discípulo
a su maestro —observé.
—¡Oh! Le Villard exagera
mi ayuda —contestó Sherlock Holmes—, cuando él mismo posee virtudes muy
apreciables; tiene dos de las tres cualidades necesarias para ser un detective
ideal: el poder de observación y el de deducción. Lo único que le falta es el
conocimiento que, con el tiempo, puede llegar a adquirir. Pero, mi querido
doctor Watson, estoy cansándolo con mi charla.
—De ninguna manera —le
contesté con ardor—. Usted habla de observación y deducción. En cierta medida,
una implica a la otra.
—¿Por qué? ¡Difícilmente!
—replicó Holmes, recostándose con pereza en su sillón y despidiendo azules y
espesas volutas de humo—. Por ejemplo, la observación me demuestra que usted ha
estado esta mañana en la oficina de correos de la calle Wingmore; y la
deducción me permite saber que usted fue a esa oficina a expedir un telegrama.
— ¡Justo! —exclamé—.
¡Justo en ambas cosas! Pero, confieso que no alcanzo a ver cómo ha llegado
usted a adivinarlo. La idea de ir al correo se me ocurrió de súbito, y a nadie
he hablado de eso.
— La cosa es sencillísima
—me contestó sonriendo al ver mi sorpresa—, tan absurdamente sencilla que su
explicación es superflua, pero voy a hacérsela a usted, porque va a servirme
para definir los límites entre la observación y la deducción. La observación
me hace ver que usted tiene un poco de barro de color rojizo adherido a su zapato,
y precisamente delante de la oficina de correos de la calle Wingmore ha
sido removido el pavimento y extraída la tierra de tal manera que es difícil
entrar en la oficina sin pisarla. Esa tierra tiene un peculiar color rojizo
que, a mi parecer, no existe en ningún otro lugar de nuestro barrio. He aquí la
observación; el resto es deducción.
— ¿Y cómo deduce usted lo
del telegrama?
—Desde luego sé que usted
no ha escrito carta alguna, pues toda la mañana hemos estado sentados frente a
frente. Después he visto que en su escritorio, que está abierto, tiene usted
una hoja entera de estampillas y un grueso paquete de tarjetas postales. ¿A qué
iría usted, pues, a la oficina de correos, si no fuese a enviar un telegrama?
Eliminando factores, el que queda tiene que ser verdadero.
—En este caso así es
—contesté, después de reflexionar un instante—. Y además estoy de acuerdo en
que la cuestión es de las más sencillas. ¿Me calificaría usted de impertinente
si quisiera someter sus teorías a una prueba más severa?
—Al contrario —me
contestó—. Tendré muchísimo gusto en estudiar cualquier problema que usted
someta a mi consideración.
—Le he oído decir que es
difícil que un hombre use diariamente un objeto sin dejarle impresa su
individualidad, hasta el punto de que un observador ejercitado puede leerla en
el objeto. Pues bien; aquí tengo un reloj que llegó a mi poder hace poco.
¿Tendría usted la amabilidad de darme su opinión respecto al carácter y
costumbres de su anterior dueño?
Le entregué el reloj,
ocultando un ligero sentimiento de burla, pues, en mi opinión, la prueba era
imposible y la había propuesto como una lección contra el tono, en
cierto modo dogmático, que Holmes asumía a veces. Mi amigo volvió el reloj de
un lado a otro, miró fijamente la esfera, abrió las tapas de atrás, y examinó
la máquina, primero a simple vista y luego con un poderoso lente convexo.
Trabajo me costó no reírme al ver la expresión de su rostro, cuando por fin
cerró las tapas y me devolvió el reloj.
—Apenas si he encontrado
algo —observó—. Ese reloj ha sido limpiado recientemente y sustrae de mi vista
los hechos más sugerentes.
—Tiene usted razón —le
contesté—. Antes de enviármelo lo limpiaron.
En el fondo de mi corazón
yo acusaba a mi compañero de invocar una cómoda excusa para ocultar su
fracaso. ¿Qué datos habría podido proporcionarle el reloj aun cuando no hubiera
sido limpiado?
—Si bien insatisfactoria,
mi investigación no ha sido completamente inútil — agregó Holmes, fijando en
el techo sus ojos soñadores y apagados—. Salvo rectificaciones que usted pueda
hacer, me parece que ese reloj ha pertenecido a su hermano mayor, quien lo
heredó de su padre.
—Eso lo calcula usted sin
duda por las iniciales H. W. grabadas atrás.
—Así es; la W es el
apellido de usted. El reloj ha sido fabricado hace unos cincuenta años y las
iniciales son tan antiguas como el reloj mismo, lo que quiere decir que este
fue hecho para la generación anterior a la nuestra. Las joyas pasan general
mente a poder del hijo mayor, y este tiene casi siempre el mismo nombre de su
padre. Si mal no recuerdo, el padre de usted murió hace años, y por
consiguiente, el reloj ha estado en manos de su hermano mayor.
—Hasta ahí, todo es
exacto —contesté.
—El hermano de usted era
de costumbres desordenadas; sí, muy descuidado y negligente. Cuando
murió su padre, quedó en buenas condiciones, pero desperdició todas las
oportunidades de progresar, y por algún tiempo vivió en la pobreza, con raros
intervalos de prosperidad, hasta que se dio a beber y, por fin, murió. Eso es
todo cuanto he podido saber.
—Por vida de cuanto puede
ser maravilloso, ¿de qué manera ha podido usted conocer los hechos que acaba
de citar? Todos ellos son absolutamente correctos hasta en sus más mínimos
detalles.
— ¡Ah!, veo que he tenido
suerte, pues tenía un cincuenta por ciento de probabilidades de acertar y no
creí ser tan exacto.
— ¿Pero cómo ha procedido
usted? ¿Por simple adivinación?
—No, no; yo nunca trato
de adivinar. Esa costumbre es perniciosa, destructiva de la facultad lógica. La
extrañeza de usted proviene de que no sigue el curso de mis pensamientos ni
observa los pequeños hechos de que pueden derivarse ambas consecuencias. Yo
comencé, por ejemplo, por asegurar que su hermano era descuidado; si usted
observa con detenimiento el reloj, verá que no solo está abollado en dos
partes, sino también todo rayado y marcado, porque lo han tenido en el mismo
bolsillo con otros objetos duros, como llaves o monedas; y no es seguramente
una hazaña suponer que el hombre que trata con tanto desenfado un reloj que
cuesta cincuenta guineas, es muy descuidado.
Con un movimiento de
cabeza le hice ver que seguía su razonamiento.
—Es costumbre general
entre los prestamistas ingleses, cada vez que reciben un reloj en empeño,
trazar el número de la papeleta con un alfiler en la parte inferior de la
tapa; esto es más cómodo que ponerle un letrero, pues así no hay riesgo de que
el número se pierda o extravíe. Pues bien, en el interior de la tapa
de ese reloj hay no menos de cuatro de esos números, visibles con la ayuda de
mi lente. Primera conclusión: su hermano se veía frecuentemente en aguas muy
bajas. Segunda conclusión: tenía a veces sus ráfagas de prosperidad, sin lo
cual no hubiera podido reunir recursos con que rescatar la prenda. Por último,
le ruego que mire usted la tapa interior, en la que está el agujero de la
llave. ¿Qué manos de un hombre que no hubiera bebido podrían haber hecho todas
esas marcas con la llave? En cambio, nunca verá usted un reloj de borracho que
no las tenga; el borracho da cuerda por la noche a su reloj y deja en él los
rastros de la inseguridad de su mano. ¿Dónde está el misterio de esto?
—Es tan claro como la luz
del día —contesté.
ACTIVIDADADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:
1.
¿Cuáles son las
diferencias entre la observación y la deducción? Escriba un ejemplo que puede
inferir a partir del texto
2.
¿Qué es lo que le hace
falta a François Le Villard para ser un buen agente? ¿Por qué?
3.
¿Crees que es importante
la deducción en nuestra vida? ¿Por qué?
4. Se puede deducir que el
proceso deductivo sigue la siguiente línea: Observación - conocimiento -
deducción. Ejemplifique un caso deductivo siguiendo los pasos para ello.
5.
¿Por qué dice Sherlock
Holmes que adivinar es una "costumbre perniciosa, destructiva de la
facultad lógica
6.
¿Qué dedujo Sherlock
Holmes respecto al reloj que le dio Watson?
ACTIVIDAD CREATIVA:
1. Crea un cuento de una
cara de extensión en donde se use la deducción. No olvides ser muy original y
creativo.
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