Entrevista a Héctor Ñaupari
“Mi lenguaje poético, creo, es el
erotismo como lo entendía José Valente, Luis Cernuda o lo grandes poetas
picarescos del XVI, como Prieto Aretino: el erotismo como una forma de
conocimiento, una manera de comunión, una forma de acercarse a lo trascendente,
llámese Dios, creatividad, en fin, como tú quieras”.
Entrevista realizada
por: Paolo Astorga
¿Desde cuándo comenzó a
escribir? ¿Por qué?
Desde
muy joven, cuando estaba en el colegio. Porque me parecía una forma atrevida de
definirme y expresarme. Además, lo veía en ese entonces, como ahora, como un
ejercicio para ser auténtico.
Ahora
bien, tuve dos ingresos a la literatura. El primero de ellos fue con el
Movimiento Cultural Neón. Con ocasión de celebrar los 440 años de mi alma
mater, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en 1991, al estar a cargo
de diversas de las actividades, me presentaron a Rubén Grajeda, líder del
Movimiento. Tras las conversaciones iniciales, me contó del Movimiento que
estaba creando y me sugirió participar, a lo que acepté. Tenía 19 años.
El
Movimiento Cultural Neón animó la escena cultural limeña en los intensos y
difíciles años de la primera mitad de la década del noventa. “Neón significa
luz, luz en la oscuridad”, así lo definió Carlos Oliva, el poeta fundador,
junto con Rubén Grajeda, Miguel Ildefonso, Paolo de Lima y Roberto Salazar, de
este concilio literario, y que le dio el nombre por el cual fue conocido.
Yo participé en el
Movimiento Cultural Neón, porque, como otros jóvenes escritores de mi
generación, estábamos desalentados de la política, con sus corrupciones
paralizantes o sus expresiones extremas y totalitarias; abandonados a nuestra
suerte en un país que parecía no tener ningún futuro y habíase convertido en
“ese reino que nunca quisimos, y que nunca fue nuestro”, como escribió el
poeta; finalmente, dispuestos a no pasarnos la vida debajo de mesas
desprovistas esperando las bombas que nos aniquilen, o a ser desaparecidos por
las fuerzas del orden cualquier noche sin luz y con toque de queda; resolvimos,
sin siquiera racionalizarlo, que la mejor manera de hacerle frente a este apocalipsis
era decir, con poesía, que íbamos a sobrevivir; que no iríamos en silencio
hacia el corazón de las tinieblas; en definitiva, que con coraje y con
resolución, lucharíamos y gritaríamos: ¡vamos a prevalecer!
Mi
segundo ingreso en la literatura fue en la Universidad de Salamanca, en el año
2000. Ya cumplidos los 28 años, con un libro a cuestas, fue Alfredo Pérez
Alencart, notable poeta hispano peruano, quien al leer mis textos tuvo la
fineza de invitarme a los recitales y encuentros que organizaba. De allí que
participara en dos libros que se publicaron al alimón, y constituyeron mi
ingreso a la literatura joven salmantina que allí se gestaba. El tiempo me
llevó a los diversos Congresos y Encuentros en España, invitaciones que debo y
siempre he agradecido a Alfredo.
¿Qué es para usted la
poesía?
Gustave
Flaubert decía que escribir es una manera de vivir. Digamos que para mí la
poesía es una manera de respirar. La poesía es trabajo constante, disciplina,
lecturas, investigación, evocación, rigor. El talento en la literatura, como
todo en la vida, es el fruto de la disciplina. Igualmente, la inspiración el
resultado del trabajo sostenido y sin descanso. La poesía es todo eso, y más.
Cuéntenos sobre su vida,
sus obras, sus proyectos, su actividad literaria
Este
año he publicado un libro en colaboración, Borges,
Paz, Vargas Llosa: Literatura y libertad en Latinoamérica, junto a Carlos
Alberto Montaner, Ángel Soto, Carlos Sabino y Martín Krause, que hemos
presentado en Lima hace unas semanas, y que tendrá presentaciones por toda la
región.
Además,
en unos días saldrá un nuevo libro mío de ensayos, Liberalismo es libertad, con Unión Editorial de España, que reúne
mis artículos, entrevistas, notas, prólogos y recensiones de libros de los
últimos tres años.
Malévola tu ausencia es un nuevo libro de poesía que estoy
escribiendo y que espero publicar pronto. En él estoy hurtando, como título, un
verso maravilloso del vals de Alberto Condemarín que se llama Hermelinda. Conozco el vals por el poema
de Antonio Cisneros, donde el repite como una letanía “acuérdate Hermelinda,
acuérdate de mí”. Antonio me dijo que es el vals más poético jamás escrito.
Entonces lo que yo hago es recrear la vida de alrededor de veinte mujeres
literarias, Penélope, Circe, Safo, Betsabé, Emma Bovary, Constance Chatterley,
desde la perspectiva de sus coprotagonistas literarios. Concluidos los dos
anteriores, éste es mi principal proyecto por el momento.
¿Cómo define su poesía?
Mi
poesía es realista romántica, erótica e íntima. Es realista porque parte de
circunstancias que me han sucedido, que he experimentado, que son resultado de
diversas vivencias mías.
Es
romántica, en el mejor sentido del romanticismo: supremacía del individuo,
adhesión a lo bello, a lo sugestivo, a lo ignoto. Es erótica porque identifico
al erotismo como la pulsión más sublime e inagotable del ser humano. Íntima
porque siempre trato de entrar, con mi poesía, al ser esencial del lector.
Además,
yo nunca he creído en la “poesía social”. Me parece sospechosa, con un doble
estándar, que alaba a los dictadores de izquierda a un nivel repulsivo, usando
la poesía o la novela para justificar sus tropelías, crímenes y abusos.
¿Cree que el poeta es un
ser obsesivo?
Si
uno no es obsesivo con su poesía no es un poeta.
¿Qué escritores o poetas
han influenciado en su producción literaria?
Muchísimos.
Me debo a José Ángel Valente, Carlos Murciano, Alfredo Pérez Alencart, Miguel
Ildefonso, Carlos Germán Belli, Mario Vargas Llosa (quien siempre me deslumbra
como ensayista y de quien mejor he entendido el compromiso del escritor), Ayn
Rand (a quien debo la definición de ser un realista romántico), Enrique
Verástegui, quien siempre escribirá mejor antes que después, el divino Jorge
Luis Borges (su excelsitud me ha hecho ver siempre como el poeta menor de su
díptico magistral), Arthur Rimbaud, Javier Sologuren, Antonio Cisneros (lo leo
siempre que me envuelvo demasiado en el romanticismo, para dotarme de realidad
y cotidianeidad), Jorge Pimentel (su poema Balada
para un Caballo debe figurar entre los cinco poemas en castellano
imprescindibles del siglo XX), César Vallejo (el primer Vallejo, el
modernista), Octavio Paz, Reiner María Rilke, y recientemente he vuelto a
Hemingway. Es una lista muy extensa.
¿Qué tan importante para
usted es la literatura?
Es
una y muchas cosas. Yo no viviría sin ella. La amo como amo a mi esposa y mis
hijas. Esta, como cualquier otra vocación, tiene que ser ejercida con cuatro
características fundamentales: constancia, criterio, disciplina e inteligencia.
Además, la literatura tiene distintas aristas, es decir, uno puede escribir y
hacer discursos, o escribir poemas y luego leerlos, escribir novelas y cuentos,
obras de teatro y guiones; entonces hay toda una performance que se va
añadiendo al hecho mismo de la escritura y hay que comprender, principalmente,
que debe ser ejercida con una exhaustiva disciplina.
¿Es necesario que el
escritor sea un hombre comprometido?
Sólo
con su propia literatura. Cuando el escritor se compromete con la política o
alguna otra cruzada que cree superior a la de su propio arte, prostituye su
vocación. Eso no significa que tenga una posición política, o ideológica. Es
imposible que no la tenga. Pero su literatura o escritura no debe subordinarse
nunca a esa posición.
¿Cuál es el fin de su
poética?
Yo
no persigo un “fin” de mi poética o poesía. Escribir pensando en la finalidad
que ésta tendrá convierte a la poesía en un acto burocrático, insípido,
rutinario. Es una tarea que dejo a los críticos y demás entomólogos literarios,
y a sus propósitos permanentes por clasificarnos.
¿Cómo ha cambiado su
lenguaje poético a través de los años?
Creo
que ha cambiado en la medida de mis lecturas, experiencias y vinculaciones con
otros poetas y escritores. Me considero un “conservador erótico” porque me
gustan las mujeres, sólo escribo sobre ellas. He ejercido un tipo de erotismo
hacia la mujer, quien es el objeto infinito de mi creación literaria, por lo
menos hasta que se me agote la obsesión. Las manifestaciones del amor romántico
y del amor erótico tienen mucho que ver con el modo esencial de relacionarnos y
de cómo defino mi propio arte. En lo personal a mí me gustan los espacios de
intimidad más personal, y la poesía mía busca generar esa comunión.
Mi
lenguaje poético, creo, es el erotismo como lo entendía José Valente, Luis
Cernuda o lo grandes poetas picarescos del XVI, como Prieto Aretino: el
erotismo como una forma de conocimiento, una manera de comunión, una forma de
acercarse a lo trascendente, llámese Dios, creatividad, en fin, como tú
quieras. Llegamos a lo trascendente a través del amor al cuerpo y a la persona
que contiene ese cuerpo. Si es solo un aspecto carnal o animal, el amor está
desprovisto de erotismo y es más bien una pulsión que se detiene en ella misma;
ya que te despeja un poco la cabeza, te plantea los problemas para más
adelante, pero no permite desarrollar lo que es el ejercicio de trascendencia,
aprendes a no conocerte y no conoces al otro.
Es
decir, en el ejercicio de la pulsión erótica pura y animal en realidad eres tú
el que se está satisfaciendo y no compartes nada, y la otra persona, ya sea a
través de sexo pagado o no, solo está cumpliendo un trabajo, por lo tanto lo
hace sin ningún disfrute y al final del día se va, se acabó: en ese ejercicio
no hay una conversación. El erotismo nace mucho de la conversación. En cierto
modo, me siento un creador de atmósferas eróticas y creo que es una de las
mejores que se puede crear; porque estas en contacto con la realidad misma del
ser humano, es decir, su cuerpo, su quehacer, sus sentimientos, su manera de
plantearse.
Dentro de su producción
literaria, ¿Qué obra elegiría usted por optar en una en especial?
Creo
que sería irrespetuoso con toda mi producción literaria escoger una en
especial. Todas ellas tienen su propio valor. La única manera que encuentro de
responder, dentro de lo que cabe, y con muchas comillas de por medio, a esta
pregunta, es señalando qué poemas suelo escoger para leer y que suelen gustarle
a los diversos públicos donde me he presentado. Entre ellos están los poemas Constance Chatterley o Cuando todos duermen. También Friné y el Poema XXVI de “En los sótanos del crepúsculo”, mi primer libro.
¿Qué hace antes de
escribir?
Primero,
evocar: todo empieza con una imagen. Sea de algo que ves, algo que hayas
recordado, o evocado, o que te conmueva o hiera profundamente. Siempre he
considerado a la rutina como una enfermedad mortal, peor que el cáncer. Así que
intento hacer una catarsis evocativa a través del texto. Luego, con ese primer
esbozo, investigo. Intento fijar un tema al texto, ya sea de otros poetas,
novelistas, dramaturgos. Y luego empiezo a escribir, y a corregir, hasta llegar
a odiar el texto. En estos casos, como en el vino recién abierto, es bueno
dejarlo respirar, así que lo abandono y lo olvido unos días, para a
continuación volver a él y concluirlo. Claro está, hay que decir que todo escritor que se precie
de serlo sabe que su mejor obra es la que jamás escribirá. Con todo, es un
boceto de lo que vendrá. La búsqueda no tiene término, como definió a su propia
vida el filósofo Karl Popper.
En
este escenario, creo que el único criterio antes de escribir es el
deslumbramiento, como el amante que contempla con ilusión la voluptuosidad del
cuerpo femenino, por ejemplo, y que a pesar del paso de los años y el
decrecimiento de sus facultades, no deja de enardecerlo. Pienso en los ancianos
ante quienes Friné se desnuda para salvar la vida y evitar su condena. Es la
descripción esencial ante el buen poema. Debe asombrarnos, conmovernos, su
fuerza debe completarnos. Otros vendrán a hacer las descripciones lingüísticas,
gramaticales y metalingüísticas, si éstas caben. A mí que me dejen con la
pasión del poema, requisito indiscutible para escribirlo.
¿Qué opinión tiene usted
sobre la poesía que se publica en la actualidad?
Que
es un buen punto de partida.
¿Qué es para usted un buen
libro?
El
que me atrapa desde el primer momento, me genera una adicción por concluirlo, y
ganas de leer más al terminarlo.
¿Cómo ve usted hoy por hoy
la industria editorial? ¿Cómo autor, qué soluciones le daría a este problema?
Un
solo problema: la ausencia de lectores. No hay lectores por el enorme
analfabetismo crónico y funcional de los peruanos. Creo que la única cruzada en
la que todos los escritores deberíamos estar comprometidos es en hacer que los
peruanos, de toda condición, lean en el Perú. Ricos y pobres en el Perú no
leen. Y eso es una tragedia inenarrable. Todos nuestros esfuerzos, nuestra
creatividad, nuestro voluntariado, deberían ir en dirección de superar el
analfabetismo en nuestro país.
¿Cree en los concursos o
certámenes literarios?
Que
son una buena manera de darse a conocer o alcanzar algún reconocimiento. Ahora
bien, si un escritor somete su literatura a los dictados de los jurados,
entonces es un literato de concursos. No creo que haya una manera más
mercantilista de escribir.
¿Qué opina de las nuevas
formas de difusión literaria por Internet, como revistas literarias, blogs,
páginas sobre literatura, redes sociales, entre otras?
Que
son un magnífico soporte y que deberían usarse de manera más intensa, creativa
y rica. Nos permite acercarnos, comparar nuestros trabajos, leer en tiempo
real, y romper con los cenáculos y las capillas literarias. Ahora todos pueden
escribir y publicar. Hay que ampliar todos estos medios de difusión, por
supuesto.
¿Cuáles son las obras que
recomienda leer?
Ficciones, de Jorge Luis Borges; La Odisea, de Homero; Madame Bovary, de Gustave Flaubert; Poesía reunida, de Antonio Cisneros; Contra viento y marea, de Mario Vargas
Llosa; El manifiesto romántico, de
Ayn Rand; Libertad bajo palabra, de
Octavio Paz; Los heraldos negros, de
César Vallejo; París era una fiesta,
de Ernest Hemingway; y, Angelus Novus,
de Enrique Verástegui. Luego, he estado leyendo la autobiografía del Presidente
Nelson Mandela, Conversaciones conmigo
mismo, un libro que recomiendo intensamente. Finalmente, he leído dos veces
el estupendo libro de David Boaz, Liberalismo,
un gran trabajo, de rotunda calidad, sobre la libertad y sus principales
manifestaciones.
¿Cuál es el consejo que
daría a los nóveles poetas?
Creo
que han hecho bien en romper con la costumbre de unirse en grupos. Creo que
deben leer más, e investigar con denuedo. Creo que su único compromiso como
escritores debería concentrarse en lograr que cada vez más peruanos lean y
comprendan lo que leen. Si no hay lectores, nada será posible en el Perú.
Insisto: nada. Ni el progreso, ni el desarrollo, ni la modernidad, ni la
cultura.
Por último: ¿desea agregar
algo más?
Sí.
Que los escritores sigan su vocación mediante un permanente ejercicio
introspectivo que tiene que ser complementado con lecturas, bibliotecas,
vivencias, acercarse uno mismo y ver lo que efectivamente a uno le gusta. Que
no renuncien nunca a sus sueños y que procuren tener una vocación a largo
plazo. Que no escriban por el reconocimiento o la fama, sino por la necesidad
de escribir. Si quieren ser famosos dedíquense a la farándula. Que los escritores
generalmente encuentran su destino en el camino que tomaron para evitarlo. Que
hay decisiones en la vida que se tienen que tomar, y aunque la vida siempre da
revanchas y segundas oportunidades, lo mejor es que piensen primero en ellos y
su vocación antes que en nadie o nada más. Y que siempre tengan presente que
los trabajos alimenticios son para sobrevivir, y que la literatura es para
vivir. No se sientan desgraciados ni traidores a su vocación si un oficio les
da de comer y les permite alimentar a su literatura. Así es la vida.
Surco, 15 de mayo de 2015.
Poemas de Héctor Ñaupari
IX
La meta es el olvido.
Yo he llegado antes.
Jorge Luis
Borges, Quince monedas, Un poeta menor.
Este
es el poema del amor y la muerte.
En
él diré que soy el vértigo,
el
corazón roto de la ciudad
el
sacerdote disoluto que ofrenda violetas al invierno.
En
cambio, tú eres la herida que no sangra
la
noche de veloces estrellas, el filo del suicidio
como
un edificio alto o un puente largo como la sombra de un mástil.
Este
es el poema del amor y la muerte.
Tú
sabes que cuando te devoro estiro tu piel, la separo del músculo y la sangre y
tan sólo mastico los tendones y el tuétano de tus huesos.
Recorro
la dulce curvatura de tu cráneo y lo imagino impenetrable como las ciudades
sumerias, entristecidas por la soledad y los leprosos.
Tú
sabes que pruebo el vaporoso calor de tu carne palpitante extendida en mi
secreto altar que comeré tu vestido de tul corroído por los gusanos sosteniendo
tu intestino hirviente en los oscuros recodos de mis fauces.
Tú
sabes que te amaré hasta que te pudras y hiedas en lo profundo de la tierra.
Este
es el poema del amor y la muerte.
Y
en medio del tibio repaso de tus ávidos dedos, soy la condenada desolación, que
vaga por la eternidad, desesperado de ti por muchos siglos de búsqueda y
asedio.
De En los sótanos del
crepúsculo – 1999
XII
Son las seis de
la tarde.
Dime ninfa,
¿Oyes acaso la respiración de las paredes?
Por favor, bebe
el minuto constante donde no hay tiempo definido.
Quiero saber qué
tesoros escondes en tus templos.
Dime, ¿Bajo qué
friso esmaltado descifraste el enigma, con qué encantamiento nos negaste el
agua?
Son las seis de
la tarde, y ahora habito en ti: no hay rastro de estatuas en la piel ciega del
delirio.
Ninfa, flama
sutil y sugestiva
al verte
estallan flores en cada uno de mis poros.
¿Porqué no me
respondes?
Sabes que soy el
delicioso contagio que se propaga en todas las fronteras de tu piel, y que
inflama en tu boca un agua inextinguible.
Son las seis de
la tarde, y te he desnudado sólo con el tibio repaso de mis ávidos dedos.
Tu boca
entreabierta como la última mirada del ciego observa mi mágico cuerpo desolado
y danza en él.
Eres un
desesperado cervatillo
que se acerca al
cazador sinuoso sin saberlo.
Tu piel brilla
como la hoja de una espada
que hiere y
abrasa todo lo que a su paso encuentra.
Son las seis de
la tarde, no has respondido a mis preguntas, y me ofreces por toda respuesta la
llamarada de tu vientre, una flor abierta ante el acoso de mis lluvias.
Mi rocío se
desliza como la miel por esa pálida obertura de placer que ni siquiera tú
conoces.
En todo el
corazón del crepúsculo era mía, oh ninfa ansiosa, y de tus poros mana el almíbar de dátiles
maduros, mientras mis manos como arañas nocturnas se multiplican en la anarquía
de tu cabello hirviente.
Son las seis de
la tarde, y en ese instante eres en la mitad del mundo la espada que desgarra
la piel de mis arcanas tribus, y de tus manos soy el príncipe que a tu terrible
desnudez alimenta.
De En los sótanos del
crepúsculo – 1999
ANTIGUA, ESCOMBROS Y
TROMBAS
Cuando llueve ¿dónde están los dioses?
¿se dirá que hacen brotar el agua de los cántaros,
qué sueltan los torrentes?
Dylan Thomas,
Se dirá los dioses cascan las nubes.
Hemos
llegado a la ciudad de los antiguos escombros y las trombas implacables,
nos
invaden las flores raras que crecen en los recodos de las piedras blancas que
fueron hace mucho bóvedas y naves,
y
también nos envuelve una especie de indulgencia que transmuta el milagroso
aguacero que habita entre nosotros en una niebla de verano
este
paraje de catedrales devastadas y densos nubarrones se ha vuelto nuestra patria
personal.
No
la buscamos, se descubrió ante nosotros como dos amantes que se toman por sorpresa.
Y
era tal como la imaginamos,
una
diócesis donde la agonía se detuvo apenas un instante, y la dejó desconsolada
luego de estremecerla.
Nos
cobijamos en el ruinoso altar del ángel para besarnos
sin
vernos
saltamos
hacia sus columnas rotas por los cataclismos,
para
que nos abrace la garúa que crepita sin apremio hacia el extravío.
Y
allí te habito espléndida
súbitamente
me entrego a ti, resistiéndome, como los últimos días del invierno no se
someten a la primavera que inevitable nace
hasta
que son vencidos,
y
así con tus piernas entrelazadas como una guirnalda de siemprevivas entre mi
cintura y mi espalda salimos a las calles
nos
ven las vacías cuencas de los santos enmohecidos de estas iglesias
despojadas
de sus córneas e irises
por
el celo devastador de una naturaleza apasionada,
la
misma naturaleza que poseyó su humana arquitectura en un delirio desesperado y
magnífico, proyectado en tus ojos inéditos
entonces
atrapamos este momento tal como Nabokov sus mariposas para retenerlo en los
labios la memoria y esta ciudad que sediciosa nos oculta.
De Rosa de los vientos
– 2006
ELOGIO DEL BUEN AMOR
....puesto que yo soy eso,
yo soy lo que el murmullo de aquellos bebederos
me dejo en el oído, soy el rico sabor
que entregó el bello fruto, una vez, a mis labios...
Rainer Maria
Rilke, A la esperada.
Aún no llega la
hora plena de claridad y te veo estremecida en una esquina de la cama.
La alcoba a
oscuras nos traiciona y muestra el caos en que fuimos marinos a la deriva,
enloquecidos
cálices de crisantemos dorados arrebatados por el goce de los colibríes.
Las sábanas se
diluyen en tu cuerpo de gladiolos, tus nalgas conservan el carmesí de nuestros
secretos alegatos.
Nuestro buen
amor
ha sido un
perfecto salto al vacío.
Ah tus caderas
vibrantes tensadas entre mi cuerpo como el miedo intuitivo de un acróbata
ciego.
Este largo amor
nos mantuvo despiertos
como una espera
que no da tregua alguna
semejante a un
soneto que repica y refulge al mismo tiempo
y que cedió sus
pausas a los puntos suspensivos
que sueltan los
cabellos de tu imaginación.
Nuestro buen
amor
tiene el sabor
de la piel recién lavada.
Ahora te miro
con ese mismo
asombro antiguo del que escribió el poeta.
No te recuerdo
como hace un instante, en esta misma alcoba donde en su hora más umbría,
te presentabas
ante mí más nítida que un mediodía de enero
y donde
impacientes y urgidos nos acometíamos tensos y sobrecogidos como dos duelistas,
sin más motivos
que esta impaciencia por tocarnos,
sin más armas
que
nuestra piel
sudorosa y febril,
nuestra piel
anhelante
como una
adolescente que se toca desnuda por vez primera,
viniendo a mí
sin más dote que
tu furor por cabalgar embelesada en mi cuerpo y sostenerte en mi pecho
sorprendido por el feroz arrebato de tus manos, devorado por el clavel tinto de
tu boca
suplicante de ti
como un viejo vigía desterrado del mar
en ese instante
en que por fin
la luz te toca y me llamas.
De Rosa de los vientos
– 2006
PENÉLOPE
Sólo perduran en el tiempo las cosas
que no fueron del tiempo.
Jorge Luis
Borges, Quince Monedas, Eternidades.
Deja que te vea
como un ardor pálido y desnudo, puro como el agua del primer día de la
creación.
Permite que sea
tu padre, arropándote en tu hora primera.
Consiente que te
sorprenda como una fiera que, incógnita y enloquecida, irrumpa ante ti
buscando tu piel
erizada de pánico
o tu pecho
detenido en el fúlgido instante de la muerte.
No impidas que
mi amor se extravíe en tu boca, donde nacen todos los pétalos o se atesora el
rocío último.
Me parece que
hemos vivido antes este sueño
donde te poseo y
te contemplo al mismo tiempo
tal
vez la mañana antes de partir, o la noche de conocernos,
en que arrobados
como el suicida
decidido e inmisericorde
nos dejamos
caer, desventurados, a las entrañas del vacío.
No lo recuerdo
bien. Hace ya veinte años de dejarte.
Pero todavía
guardo invictas, algunas fuerzas,
para imaginar,
por última vez, tu nocturno recorrido a los brumosos bordes del mar.
Me advierto
incesante en tu larga carrera hacia las olas.
A ellas te
acercas sin más vestidos que la noche, sumergiéndote desesperada y obsedida en
sus brazos.
Su vaivén soy
yo, tu esposo, que te sueña.
Y al advertir
nuestro lecho nupcial convertido en una encendida ausencia, te extraño, esposa.
Entonces,
invadido por la melancolía, cobras súbita forma.
Tu cuerpo
resplandece delicado entre los arroyos donde nos entrevimos
asombrados como
dos amantes estrenados y jóvenes
desafiando al
tiempo implacable que no conoce
de nuestros
ardores intactos como tus muslos cerrados en mí.
No le
pertenecemos.
Y pensar que
estando tan lejos nos sentimos más juntos.
Ahora esa
distancia tan lejana nos une.
En eso, que me
aproximo a nuestras tierras de perpetua niebla, donde nada separa a las sombras
de la luz, termina el sueño.
Bien sé que han
llegado hasta ti terribles historias. Nada temas.
Circe
Calypso
Nausicaa
Jamás fueron
esposas ni amantes ni afiebradas alucinaciones para soportar la soledad insomne
de un hombre perdido.
Son únicamente
las doloridas sombras
de este atormentado
contador de historias
que debía
inventar hechiceras, diosas y princesas
para no
enfrentar la infeliz realidad de su protagonista:
vencedor de un
combate sin héroes
un náufrago sin
nombre
la víctima más
famosa del mar inagotable.
Por eso seré el
asesino de tus pretendientes y mis remordimientos.
Los desollaré
vivos como a los celos que te consumen.
Dejaré que su
sangre se apelmace en tu lengua para que jamás pronuncies sus nombres.
Y entonces,
encallarás para siempre en mi pecho tiznado y
sumergido en una fiebre que no espera,
y las huellas de
tus pies no irán más hacia las olas
pues marcarán
irremediablemente mis hombros y caderas simultáneamente
en una postura
tan imposible como nuestra
Y en ese
movimiento que titila como el brillo solar que antecede al crepúsculo
nos quedaremos,
al fin, extraviados pero unidos
como la memoria
y el olvido.
De Malévola tu ausencia y otros poemas -
2015
CONSTANCE CHATTERLEY
Y en mis noches te sueño.
José
Escajadillo, Yo perdí el corazón.
Te
estoy buscando, Constance, te estoy buscando.
En
cada gota de la garúa que hizo infeliz a Melville.
En
cada paso de los años
también
por el vientre desnudo de los claustros,
que
se hallaban igual de desnudos que tus caderas, hermosas y fieras, acezantes,
febriles y acombadas como el tigre de Blake, o el de Borges.
Te
estoy buscando, Constance, te estoy buscando.
Para
volver a amordazar tu boca y hacer de nuestro amor lleno de tierra y hojas
secas un condado de silencios y cadáveres exquisitos, una ruta de heridas
apenas curadas en tu piel, un rosario de mentiras para que tu marido no se
entere,
Y
así te busco, Constance,
¡Oh
cómo pugnaba tu lengua por salir de la trampa!
¡Oh
cómo no poder liberar tu boca pues sería la mía devorada!
Ante
ti, bacante mía, mi lengua arrebatada de raíz como una rosa en el ojo de un
huracán, consternado la veía sangrienta en tu úvula espléndida, mis dientes y
mejillas sometidos a tu capricho, ah Perséfone de mis crepúsculos más
siniestros.
Te
estoy buscando, Constance, te estoy buscando.
Te
busco sin hallarte en esos momentos nuestros, cuando tus manos eran noches cada
vez más nocturnas, cuando tus muslos eran tallos cada vez más frágiles
temblando entre mis piernas,
Cuando
nuestros labios se parecían tanto a las jóvenes extraviadas en el laberinto de
Creta de nuestros besos,
Cuando
decías, sé mi Minotauro, embísteme sin tregua, come mi carne, bebe mi sangre,
libérame de una vez de este estupor cotidiano, apártame de este maldecido
calvario de días que se suceden, todos iguales.
Quiero
ser libre, musitabas, quiero estar sumergida sin cesar hasta tus más álgidos
vellos, gritar más allá del frenesí del vino, como una Ménade delirante.
Quiero
que seas mi mujer y yo tu hombre, rogabas, el que rasga tus vestidos y te hace
suya sin ningún juego previo y sin pedir permiso.
Quiero
invadirte como las olas a la orilla del mar o el olvido al tiempo.
Quiero
acercarme a ti hasta que no exista más distancia entre nosotros que tu cuerpo
en el mío y el mío en el tuyo.
Quiero
abandonarme en tu sexo imparable como una inundación hasta la eternidad sin
pausas que se prometen los amantes que nunca más volverán a verse.
Y
quiero que, cuando agotados todos los susurros que del fuego vienen, cuando se
hayan vueltos negros por el hollín de la chimenea donde nos conocimos y fuimos
otros, o tal vez los mismos, sólo queden flores como poemas en tus venas.
Y
así te busco, Constance, Constance,
desenredándote
en mi pecho, en mis huesos, en mi espalda,
te
busco en el borde de la cama donde tomaba tus muñecas, para tensarte y
contraerte como un músculo expuesto,
donde
te bebía, copa mía, hasta dejarte vacía,
donde
te encendía, tea insondable, para no dejar sino cenizas.
Te
estoy buscando, Constance, te estoy buscando.
Repaso
con mi lengua y mi cuerpo todo el frío piso donde te sometía bruscamente como
la tormenta del otoño.
Te
estoy buscando, Constance, en el recuerdo de la curva rotunda de tu culo
perfecto,
alzado
vibrante
dispuesto
viniendo
a mí arrogante como los ejércitos de Jerjes dispuestos a morir en su entrega,
como moría yo cada tarde en tus brazos.
Y
ahora que muero, en la penumbra, será tu nombre
la
última palabra que mi boca pronuncie:
Constance
Constance
Constance.
De Malévola tu ausencia y otros poemas -
2015
Sobre el autor:
Héctor Ñaupari (Lima, 1972). Poeta, ensayista y conferencista
internacional. Se graduó en forma sobresaliente en la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos, Perú, tiene estudios concluidos en la Maestría en Derecho
Civil del citado centro de estudios, y un Diploma en Estudios Superiores de
Derecho de la Universidad de Salamanca, España. Es autor de los libros En los sótanos del crepúsculo (1999), Páginas libertarias (2004), Rosa de los vientos (2006), Libertad para todos (2008), Sentido liberal, el sendero urgente de la
libertad (2012), Malévola tu ausencia
y otros poemas (2015) y Liberalismo
es libertad (2015). Obtuvo la mención honrosa en el III y V Concurso de
Ensayos Caminos de la Libertad de México, en el 2008 y 2010 respectivamente.
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