Cleopatra
Mario Benedetti
El hecho de ser la única mujer entre seis
hermanos me había mantenido siempre en un casillero especial de la familia. Mis
hermanos me tenían (todavía me tienen) afecto, pero se ponían bastante pesados cuando
me hacían bromas sobre la insularidad de mi condición femenina. Entre ellos se
intercambiaban chistes, de los que por lo común yo era destinataria, pero
pronto se arrepentían, especialmente cuando yo me echaba a llorar, impotente, y
me acariciaban o me besaban o me decían: Pero, Mercedes, ¿nunca aprenderás a no
tomarnos en serio?
Mis hermanos tenían muchos amigos, entre ellos
Dionisio y Juanjo, que eran simpáticos y me trataban con cariño, como si yo
fuese una hermana menor. Pero también estaba Renato, que me molestaba todo lo
que podía, pero sin llegar nunca al arrepentimiento final de mis hermanos. Yo
lo odiaba, sin ningún descuento, y tenía conciencia de que mi odio era
correspondido.
Cuando me convertí en una muchacha, mis padres
me dejaban ir a fiestas y bailes, pero siempre y cuando me acompañaran mis
hermanos. Ellos cumplían su misión cancerbera con liberalidad, ya que, una vez
introducidos ellos y yo en el jolgorio, cada uno disfrutaba por su cuenta y
sólo nos volvíamos a ver cuando venían a buscarme para la vuelta a casa.
Sus amigos a veces venían con nosotros, y
también las muchachas con las que estaban más o menos enredados. Yo también
tenía mis amigos, pero en el fondo habría preferido que Dionisio, y sobre todo
Juanjo, que me parecía guapísimo, me sacaran a bailar y hasta me hicieran
alguna “proposición deshonesta”. Sin embargo, para ellos yo seguía siendo la
chiquilina de siempre, y eso a pesar de mis pechitos en alza y de mi cintura,
que tal vez no era de avispa, pero sí de abeja reina. Renato concurría poco a
esas reuniones, y, cuando lo hacía, ni nos mirábamos. La animadversión seguía
siendo mutua.
En el carnaval de 1958 nos disfrazamos todos
con esmero, gracias a la espontánea colaboración de mamá y sobre todo de la tía
Ramona, que era modista. Así mis hermanos fueron, por orden de edades: un
mosquetero, un pirata, un cura párroco, un marciano y un esgrimista. Yo era
Cleopatra, y por si alguien no se daba cuenta, a primera vista, de a quién
representaba, llevaba una serpiente de plástico que me rodeaba el cuello. Ya sé
que la historia habla de un áspid, pero a falta de áspid, la serpiente de
plástico era un buen sucedáneo. Mamá estaba un poco escandalizada porque se me
veía el ombligo, pero uno de mis hermanos la tranquilizó: “No te preocupes,
vieja, nadie se va a sentir tentado por ese ombliguito de recién nacido.”
A esa altura yo ya no lloraba con sus bromas,
así que le di al descarado un puñetazo en pleno estómago, que le dejó sin habla
por un buen rato. Rememorando viejos diálogos, le dije: “Disculpa, hermanito,
pero no es para tanto”, ¿cuándo aprenderás a no tomar en serio mis golpes de
kárate?
Nos pusimos caretas o antifaces. Yo llevaba un
antifaz dorado para no desentonar con la pechera áurea de Cleopatra. Cuando
ingresamos en el baile (era un club de Malvín) hubo murmullos de asombro, y
hasta aplausos. Parecíamos un desfile de modelos. Como siempre nos separamos y
yo me divertí de lo lindo. Bailé con un arlequín, un domador, un paje, un
payaso y un marqués. De pronto, cuando estaba en plena rumba con un chimpancé,
un cacique piel roja, de buena estampa, me arrancó de los peludos brazos del
primate y ya no me dejó en toda la noche. Bailamos tangos, más rumbas, boleros,
milongas, y fuimos sacudidos por el recién estrenado seísmo del rock-and-roll.
Mi pareja llevaba una careta muy pintarrajeada, como correspondía a su
apelativo de Cara Rayada.
Aunque forzaba una voz de máscara que
evidentemente no era la suya, desde el primer momento estuve segura de que se
trataba de Juanjo (entre otros indicios, me llamaba por mi nombre) y mi corazón
empezó a saltar al compás de ritmos tan variados. En ese club nunca contrataban
orquestas, pero tenían un estupendo equipo sonoro que iba alternando los
géneros, a fin de (así lo habían advertido) conformar a todos. Como era de
esperar, cada nueva pieza era recibida con aplausos y abucheos, pero en la
siguiente era todo lo contrario: abucheos y aplausos. Cuando le llegó el turno
al bolero, el cacique me dijo: Esto es muy cursi, me tomó de la mano y me llevó
al jardín, a esa altura ya colmado de parejas, cada una en su rincón de sombra.
Creo que ya era hora de que nos encontráramos
así, Mercedes, la verdad es que te has convertido en una mujercita. Me besó sin
pedir permiso y a mí me pareció la gloria. Le devolví el beso con hambre
atrasada. Me enlazó por la cintura y yo rodeé su cuello con mis brazos de
Cleopatra. Recuerdo que la serpiente me molestaba, así que la arranqué de un
tirón y la dejé en un cantero, con la secreta esperanza de que asustara a alguien.
Nos besamos y nos besamos, y él murmuraba
cosas lindas en mi oído. También me acariciaba de vez en cuando, y yo diría que
con discreción, el ombligo de Cleopatra y tuve la impresión de que no le
parecía el de un recién nacido. Ambos estábamos bastante excitados cuando
escuché la voz de uno de mis hermanos: había llegado la hora del regreso. Mejor
te hubieras disfrazado de Cenicienta, dijo Cara Rayada con un tonito de
despecho, Cleopatra no regresaba a casa tan temprano. Lo dijo recuperando su
verdadera voz y al mismo tiempo se quitó la careta.
Recuerdo ese momento como el más desgraciado de mi juventud. Tal vez ustedes lo hayan adivinado: no era Juanjo, sino Renato. Renato, que, despojado ya de su careta de fabuloso cacique, se había puesto la otra máscara, la de su rostro real, esa que yo siempre había odiado y seguí por mucho tiempo odiando. Todavía hoy, a treinta años de aquellos carnavales, siento que sobrevive en mí una casi imperceptible hebra de aquel odio. Todavía hoy, aunque Renato sea mi marido.
ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:
1.
¿Quién es la protagonista? ¿Cómo es su personalidad?
2.
¿Cómo se siente ella hacia Renato? ¿Y él hacia ella?
3.
¿Cuándo pudo ir a fiestas y bajo qué condición?
4.
¿Quién creía la narradora que era el cacique? ¿Quién terminó siendo realmente?
5.
¿A qué hace referencia esta expresión: “Recuerdo ese momento como el más
desgraciado de mi juventud”? Explica.
6.
¿Qué infieres acerca del final del cuento? Fundamenta tu respuesta
7.
¿Cómo puedes explicar que una relación pueda cambiar del odio al amor? Explica.
8.
En una palabra, ¿cuál es el tema del texto? Explica tu respuesta.
9.
Según tu capacidad deductiva, ¿qué simboliza la idea de CLEOPATRA en este
cuento? Fundamenta tu respuesta.
10.
¿Qué parte del cuento te llamó la atención? ¿Por qué?
11.¿Cuál
crees que fue la intención del autor al crear este cuento? Explica tu
respuesta.
12.
¿Qué opinas del cuento? ¿Por qué?
ACTIVIDAD
CREATIVA:
1. Redacta un cuento (de una cara de
extensión) cuyo tema se relacione con MÁSCARA, DOBLE IDENTIDAD O FIESTA.
esta historia estubo muy hermosa un poco yaoi pero me encato
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