¿Quién mató
a la viuda?
Mario Benedetti
La prensa le había dado al crimen una cobertura destacadísima,
casi escandalosa. El hecho de que la señora de Umpiérrez (argentina, natural
de Córdoba) fuera una viuda de primera clase y que además formara parte de lo
que en el Río de la Plata se suele nombrar como Patria Financiera, conmovió a
las variadas capas sociales (argentinas, uruguayas) de Punta del Este.
El cadáver no había aparecido en su lujosa mansión,
rodeada de césped cuidadísimo, sino encadenado a la popa de uno de los yates
que en verano ocupan y decoran los muelles del puerto.
Ya habían pasado quince días de eso que los periodistas
llamaron, como siempre, «macabro hallazgo». La policía había seguido numerosas
pistas sin el menor resultado. En las comisarías y en las redacciones de
Maldonado, Punta del Este y Montevideo se recibían a diario llamadas anónimas
que proporcionaban datos siempre falsos. En casos como éste los bromistas
cavernosos se reproducen como hongos.
Por fin llegó de Buenos Aires un tal Gonzalo
Aguilar, famoso detective privado, a quien la acongojada familia Umpiérrez
había encomendado la investigación y la eventual solución del caso.
Tras dos semanas de agotadores registros, gestiones,
entrevistas, búsquedas, análisis, indagatorias y conjeturas, los periodistas
presionaron a Gonzalo Aguilar para que concediera una conferencia de prensa. La
reunión tuvo lugar en un amplio salón del hotel más lujoso del balneario.
El implacable bombardeo de los cronistas no turbó
al detective, que siempre acompañaba sus ambiguas respuestas con una sonrisa
socarrona.
Después de dos horas de áspero diálogo, un periodista
porteño, más agresivo que los demás, dejó caer un comentario que era casi un
juicio:
-Le confieso que me parece decepcionante que un
investigador de su talla no haya llegado a ninguna conclusión acerca de quién
cometió el crimen.
-¿Quién le ha dicho eso?
-¿Acaso usted sabe quién es el asesino?
-Claro que lo sé. A esta altura, ignorarlo
significaría un fracaso que mi reputación profesional no puede permitirse.
-¿Entonces?
-Entonces, tome nota, muchacho. El asesino soy yo.
El detective abrió su portafolio y extrajo del mismo
un revólver de lujo. Casi instintivamente, la masa de periodistas se contrajo
en un espasmo de miedo.
-No se asusten, muchachos. Esta preciosa arma la
compré en Zúrich, hace diez años. Fue con ella que maté a la pobre señora,
después de un breve pero inquietante recorrido a bordo de su yate Neptunia. Me permitirán que, por lógica
reserva profesional, me reserve los motivos de mi agresión. No quiero manchar
su memoria ni la mía. Y bien: mi orgullo no puede permitir que otro colega, y
menos si es un compatriota, descubra quién fue el autor de esa muerte tan misteriosa.
Ah, pero además, como siempre me ha gustado que el culpable sufra su castigo,
he decidido hacer justicia conmigo mismo. O sea que tienen un buen tema para
primera página. Por favor, no se asusten con el disparo. Y un pedido casi
póstumo: que alguno de ustedes se preocupe de que este hermoso revólver
acompañe a mis cenizas.
ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN
LECTORA
1.
¿Qué elementos del cuento policial clásico encuentras en este relato?
2.
¿Cómo describe el narrador a la prensa? Explica tu respuesta.
3.
¿Quién era la señora Umpiérrez? ¿Qué pasó con ella?
4.
¿Quién era Gonzalo Aguilar?
5.
¿Quién era el asesino de la señora Umpiérrez?
6.
Resuelve el enigma: ¿Por qué fue asesinada la señora Umpiérrez? Argumenta
tu respuesta de la manera más lógica posible. Puedes tomar partes de este
cuento para usarlas como sustento de tu respuesta.
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