jueves, 27 de abril de 2023

FICHA DE LECTURA: Un cuento para reflexionar sobre la indiferencia ante el dolor y la miseria: “Un asunto vulgar” de Arkadi Avérchenko

 

FICHA DE LECTURA: Un cuento para reflexionar sobre la indiferencia ante el dolor y la miseria: “Un asunto vulgar” de Arkadi Avérchenko
 


LECTURA:
Un asunto vulgar
Arkadi Avérchenko
 
La víspera de Navidad.
El frío era muy intenso, el viento atacaba furioso las casas y los árboles y no perdonaba a los transeúntes, que hacían todo lo posible para librar de sus ataques las mejillas, la nariz y la frente. Cuando se cansaba de callejear, se encaramaba sobre los altos edificios, en busca de un campo de acción más despejado, más abierto, y daba rienda suelta a su furia salvaje, rugía como un león, saltaba de tejado en tejado, se colaba por las chimeneas.
El novelista Dojov y el pintor Poltorakin marchaban por la acera, cubierta de nieve, envueltos en buenos abrigos.
Iban a una fiesta infantil que se celebraba aquella noche en casa del editor Sidayev, y pensaban con placer en la grata velada que les esperaba en los ricos y tibios salones, ante el árbol de Navidad, rodeados de niños felices, alegres.
El frío arreciaba.
—Es muy difícil escribir cuentos de Navidad —decía Dojov—. O hay que desarrollar un asunto vulgar, o pintar una serie de horrores más vulgar aún…
De pronto se detuvo y volvió la cabeza hacia las gradas de una casa de la acera opuesta, medio cubiertas de nieve.
—¡Mira! ¿Qué es eso?
—¿El qué?
—Ese bulto, en las gradas… A la derecha, en el fondo…
Los dos amigos se acercaron y vieron acurrucado en el rincón a un muchacho.
—¿Qué haces ahí?
—¡Eh, chico! ¿Qué haces ahí, a estas horas?
El muchacho se removió, y surgieron de entre los andrajos que lo cubrían una manita roja de frío y una cara de ojos brillantes, mojados de lágrimas. Debía de tener ocho o nueve años.
—¡Me muero de frío! —balbuceó, castañeteando los dientes.
—¡No es extraño! —comentó, compasivo, el pintor—. Mira qué miserables harapos…
El novelista se inclinó, pensativo, sobre el muchacho.
—¡Poltorakin! —preguntó con acento solemne—. Esta noche es Nochebuena, ¿no?
—Sí, Nochebuena.
—Pues… ¡ya ves!
—Sí, ya veo…
El novelista señaló al chiquillo.
—¿Te has hecho cargo…?
—¿De qué?
—¡Qué torpe eres! ¡Este es el niño que se muere de frío!
—¡Vaya una noticia!
—Este es el famoso muchacho que se muere de frío en Nochebuena —añadió el novelista, en el tono de un hombre que acaba de hacer un importante descubrimiento científico—. ¡Hele aquí! ¡Por fin lo veo con mis propios ojos!
El pintor se inclinó también sobre la pobre criatura.
—¡Sí, no hay duda —dijo, examinándola atentamente—, es él en persona! Mañana es Navidad, si no mienten nuestros calendarios… Y no deben de mentir, cuando Sidayev nos ha invitado…
—Quizá haya por aquí algún árbol de Navidad encendido. Eso completaría el cuadro. La música, la sala iluminada, los alegres gritos de los niños en torno del árbol y, a algunos pasos de distancia, un pobre muchacho muriéndose de frío…
—¡Mira! —gritó el pintor—. En aquella casa, en la de la esquina, en el cuarto piso, la cuarta, quinta y sexta ventanas están muy iluminadas… Allí hay, seguramente, un árbol de Navidad iluminado.
—¡Entonces, todo está en regla!
—¿Qué?
—Que parece un cuento de Navidad… ¡Es curioso! He leído y hasta he escrito una porción de cuentos sobre el tradicional muchacho que se muere de frío en Nochebuena, pero no lo había visto nunca.
—Sí, se abusa un poco de ese asunto. Basta abrir en estos días cualquier periódico para tropezarse con un muchacho helado, protagonista de una narración sentimental.
—Desde hace algunos años suelen leerse también, en estos días, sátiras más o menos ingeniosas de tal abuso; pero esas sátiras también se han hecho ya vulgares. Ningún escritor que se respete se atreve a servirse, ni en broma ni en serio, del tradicional muchacho.
—Sí, es verdad… Si contamos en casa de Sidayev que acabamos de ver a un muchacho muriéndose de frío, como en los cuentos de Navidad, no nos creen.
—Se echan a reír.
—Se burlan de nosotros.
—Se encogen de hombros.
—No, más vale no contarlo. ¡Un niño que se muere de frío! ¡Qué vulgaridad! Es una cosa que no puede tomar en serio ninguna persona dotada de un poco de gusto literario.
—Figúrate —dijo el novelista— que se encuentran a esta criatura unos obreros, unos hombres toscos e iletrados, que no han leído nunca cuentos de Navidad. Se la llevan a su casa; le dan de cenar, le iluminan un arbolito… Y mañana se despierta en una cama limpia y caliente, y ve inclinado sobre él a un obrero de hirsuta barba, que le sonríe con ternura…
El pintor miró al novelista con ojos burlones.
—¡Caramba, qué improvisación! ¡A que acabas por escribir algo sobre el tradicional muchacho!
El novelista se rio.
—Sí, le he dado rienda suelta a mi imaginación. Pero ¡no!… ¡Dios me libre! Detesto todo lo vulgar. ¡Vámonos!
—Pero… ¿vamos a dejar helarse a este niño? Podíamos llevarlo a algún sitio donde pudiese entrar en calor y cenar…
—Sí, sí —repuso, irónico, mordaz, el novelista—. Y mañana se despertaría en la camita caliente y vería inclinado sobre sí el rostro barbudo… como en los cuentos de Navidad.
Estas sarcásticas palabras azoraron mucho al pintor, que no se atrevió a insistir.
—Bueno, como quieras… Sigamos nuestro camino.
Y los dos amigos se alejaron, reanudando la conversación interrumpida. Sus voces fueron apagándose en la distancia. El muchacho se quedó solo, acurrucadito en el rincón, y la nieve siguió cubriéndolo…
El pobre no sabía que era —¡pícara suerte!— un asunto vulgar.
 
 

PREGUNTAS DE COMPRENSIÓN LECTORA:

1. ¿Por qué se dice que el frío rugía “como un león”? Explica tu respuesta.
2. Infiere: Según el contexto del cuento, ¿qué significado tiene la frase: “un asunto vulgar”? Explica tu respuesta.
3. Al final del cuento, el novelista no ayuda al muchacho porque dice que si lo hace se sería “como en los cuentos de Navidad”. ¿Qué significa esto? Explica tu respuesta.
4. Infiere: ¿Por qué se dice que el pobre muchacho que estaba en muriéndose de frío era “un asunto vulgar”? Explica tu respuesta.
5. Aunque el cuento no lo hace explícito, ¿qué es lo que critica este? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.
6. ¿Qué opinas de la actitud del novelista y el pintor con respecto al muchacho que se estaba muriendo de frío? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.
 
 

POSIBLES RESPUESTAS:
1. La expresión "el frío rugía como un león" es una metáfora que se utiliza para darle un carácter más vívido y descriptivo al fenómeno del viento frío que soplaba en la calle. Al utilizar la imagen del rugido de un león, se busca transmitir una sensación de poderío y ferocidad, lo que a su vez ayuda a crear una atmósfera de tensión y peligro.
 
2. En el contexto del cuento, la frase "un asunto vulgar" se refiere al hecho de que el protagonista, el novelista, considera que el muchacho que está muriéndose de frío en la calle es algo común y corriente, algo que no llama demasiado la atención ni despierta su interés. Esta actitud indiferente del protagonista se debe en parte a su arrogancia y a su falta de empatía, pero también refleja la actitud generalizada de la sociedad hacia los más pobres y desfavorecidos.
 
3. Cuando el novelista se niega a ayudar al muchacho, argumentando que hacerlo sería "como en los cuentos de Navidad", se refiere a que sería algo tan vulgar, es decir, común. Pero como el novelista no quiere caer en lo “vulgar”, termina por no hacer nada. Esta actitud egoísta y desapegada es precisamente lo que el autor del cuento está criticando, al poner de manifiesto cómo la sociedad ha perdido la capacidad de preocuparse por los demás y ha abandonado los valores de la solidaridad y la empatía.
 
4. La expresión "un asunto vulgar" se utiliza para describir al muchacho que está muriéndose de frío en la calle, y sugiere que la situación de pobreza y desamparo en la que se encuentra es algo que se ve con demasiada frecuencia como para despertar la atención o la simpatía de la gente. Esta actitud de indiferencia y desdén hacia los más pobres es precisamente lo que el autor del cuento está denunciando, al mostrar cómo la sociedad ha perdido su sensibilidad y su capacidad de compasión hacia los más desfavorecidos.
 
5. Aunque el cuento no lo hace explícito, se puede inferir que lo que está criticando es la falta de empatía y solidaridad de la sociedad hacia los más pobres y desfavorecidos. El autor denuncia cómo la gente ha perdido la capacidad de preocuparse por los demás y se ha vuelto indiferente al sufrimiento ajeno, lo que ha llevado a una creciente polarización y desigualdad social. Asimismo, el cuento cuestiona la actitud nada empática de aquellos que, como el novelista y el pintor, prefieren mirar hacia otro lado antes que implicarse en la solución de los problemas sociales.
 
6. En mi opinión, la actitud del novelista y el pintor hacia el muchacho que se estaba muriendo de frío es reprochable e inhumana. A pesar de que ambos tenían la capacidad y los recursos para ayudar al muchacho, decidieron no hacer nada al respecto. En lugar de actuar con empatía y compasión, se preocuparon más por su propia imagen y por cómo serían percibidos por los demás. Su falta de acción demuestra una falta de valores humanos básicos como la compasión y la solidaridad, y refleja la falta de responsabilidad social en la sociedad de la época.

martes, 25 de abril de 2023

Cuento “Leyenda china” de Hermann Hesse con actividades de comprensión lectora

 

Cuento “Leyenda china” de Hermann Hesse con actividades de comprensión lectora


 
LECTURA:
Leyenda china
Hermann Hesse
 
 
Esto se cuenta acerca de Meng Hsie.
Cuando supo que últimamente los artistas jóvenes se ejercitaban en colocarse cabeza abajo, decían que para ensayar una nueva visión, inmediatamente Meng Hsie practicó también este ejercicio. Y después de probarlo un rato declaró a sus discípulos:
-Cuando me coloco cabeza abajo se me presenta el mundo bajo un aspecto nuevo y más hermoso.
Esto se comentó, y los jóvenes artistas se ufanaban no poco de que el anciano maestro hubiese respaldado así sus experimentos.
Se sabía que apenas hablaba, y que enseñaba a sus discípulos no mediante doctrinas sino con su simple presencia y su ejemplo. Por eso sus manifestaciones llamaban mucho la atención y se difundían por todas partes.
Poco después de que aquellas palabras suyas hubiesen hecho las delicias de los innovadores y sorprendido e incluso indignado a muchos de los antiguos, se supo que había hablado otra vez. Contaban que había dicho:
-Es bueno que el hombre tenga dos piernas, porque ponerse cabeza abajo no favorece la salud. Además, cuando se incorpora el que estuvo cabeza abajo el mundo se le representa doblemente más hermoso que antes.
Estas palabras del maestro escandalizaron a los jóvenes antipodistas, que se sintieron traicionados o burlados, y también a los mandarines.
-Tal día dice Meng Hsie tal cosa, y al día siguiente dice lo contrario -comentaban los mandarines-. Es imposible que ambas sean verdaderas. ¿Quién hace caso del anciano cuando le flaquea el entendimiento?
Algunos fueron a contarle al maestro lo que decían de él tanto los innovadores como los mandarines. Él se limitó a reír. Y como sus seguidores le demandaran una explicación, dijo:
-La realidad existe, pequeños míos, y ésa es incontrovertible. Verdades, en cambio, es decir, opiniones acerca de la realidad expresadas mediante palabras, hay muchas, y todas ellas son tan verdaderas como falsas.
Y por mucho que insistieron, los discípulos no consiguieron sacarle una palabra más.
 

PREGUNTAS DE COMPRENSIÓN LECTORA:
1. ¿Quién es Meng Hsie?
2. ¿Cómo enseñaba Meng Hsie?
3. Meng Hsie, ¿aceptó o criticó el ejercicio de colocarse cabeza abajo? ¿Por qué?
4. Qué quiere decir la frase: “le flaquea el entendimiento”. Explica tu respuesta.
5. ¿Qué significa que Meng Hsie se haya limitado a reír de lo que decían de él los innovadores y los mandarines? Explica tu respuesta.
6. Lee nuevamente la explicación de Meng Hsie: “La realidad existe, pequeños míos, y ésa es incontrovertible. Verdades, en cambio, es decir, opiniones acerca de la realidad expresadas mediante palabras, hay muchas, y todas ellas son tan verdaderas como falsas”. ¿Estás de acuerdo con lo dicho Meng Hsie? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.

martes, 18 de abril de 2023

Cuento “El muchacho indefenso” de Bertolt Brecht con preguntas y respuestas de comprensión lectora

 

Cuento “El muchacho indefenso” de Bertolt Brecht con preguntas y respuestas de comprensión lectora

 


LECTURA:
El muchacho indefenso
Bertolt Brecht
 

Un transeúnte preguntó a un muchacho que lloraba amargamente cuál era la causa de su congoja.

—Había reunido dos monedas para ir al cine —dijo el interrogado—, pero se me ha acercado un chico y me quitó una —y señaló a un chiquillo que estaba a cierta distancia.

—¿Y no pediste ayuda? —preguntó el hombre.

—Claro que sí —replicó el muchacho, sollozando con más fuerza.

—¿Y nadie te oyó? —siguió preguntando el hombre, al tiempo que lo acariciaba tiernamente.

—No —gimió el niño.

—¿Y no puedes gritar más fuerte? —preguntó el hombre.

—No —replicó el chico, mirándolo con ojos esperanzados, pues el hombre sonrió.

—Entonces, dame la que te queda —dijo el hombre, y quitándole la última moneda de la mano, prosiguió despreocupadamente su camino.

 

PREGUNTAS DE COMPRENSIÓN LECTORA:

1. ¿Qué le pasaba al muchacho que lloraba amargamente?

2. Infiere: Según el relato qué significa la frase “el hombre sonrió”. Explica tu respuesta.

3. ¿Qué piensas sobre el final del relato? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.

4. Si pudieras resumir el cuento en una palabra, ¿cuál sería? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.

5. Valora: ¿Con qué palabra caracterizarías al niño llorando y al hombre que le habla? Explica tu respuesta.

6. ¿Qué mensaje crees que nos intenta dar el autor con este relato? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.

7. ¿Qué opinas sobre el relato? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.



POSIBLES RESPUESTAS:
1. El muchacho lloraba amargamente porque alguien le había robado una de las dos monedas que había reunido para ir al cine.
 
2. La frase "el hombre sonrió" podría interpretarse de varias maneras, pero en este contexto, podría entenderse como una señal de que el hombre no tiene intención de ayudar al niño, sino más bien de aprovecharse de su situación de vulnerabilidad.
 
3. El final del relato es irónico y sorprendente, ya que el hombre que inicialmente parecía mostrar compasión por el niño termina robándole la última moneda que le quedaba. Esta conclusión abrupta y desconcertante podría interpretarse como una crítica social sobre la falta de empatía y la hipocresía en la sociedad.
 
4. Si tuviera que resumir el cuento en una palabra, elegiría "vulnerabilidad", ya que el relato muestra la indefensión de un niño que es robado y no recibe ayuda de nadie.
 
5. Al niño llorando lo caracterizaría como "indefenso", ya que no tiene la capacidad de defenderse o protegerse a sí mismo. Al hombre que le habla lo caracterizaría como "cínico", ya que parece mostrar compasión por el niño, pero luego aprovecha la situación para robarle.
 
6. El mensaje que el autor intenta transmitir con este relato podría interpretarse como una crítica social a la falta de empatía y la hipocresía en la sociedad. La historia muestra cómo la vulnerabilidad de los más débiles es explotada por aquellos que tienen más poder o recursos, en lugar de ayudarlos y protegerlos.
 
7. En mi opinión, el relato es una crítica social perspicaz y conmovedora sobre la vulnerabilidad y la explotación de los más débiles en la sociedad. La historia es breve pero efectiva, y utiliza la ironía para señalar las contradicciones y las hipocresías en la conducta humana. En general, considero que es una obra muy valiosa y significativa.


APRENDE MÁS SOBRE EL CUENTO CON ESTE VIDEO:




lunes, 17 de abril de 2023

¿CÓMO ANALIZAR UN TEXTO NARRATIVO?

 

¿CÓMO ANALIZAR UN TEXTO NARRATIVO?
Cómo analizar un texto narrativo

APRENDE MÁS SOBRE EL TEMA CON ESTE VIDEO:


UN TEXTO NARRATIVO es aquel en el que cuenta una historia en la cual se ven inmersos unos personajes que realizan una serie de acciones que se desarrollan en un tiempo y lugar determinado.
 
Todo texto narrativo posee una estructura más o menos fija:
 
✔️ INICIO: Permite plantear la situación inicial del texto.
✔️ NUDO: Donde surge el tema principal del texto, el problema.
✔️ DESENLACE: Que es donde se resuelve el conflicto del nudo.
 
Ahora bien, ¿cómo analizar un texto narrativo? En este artículo te enseñaré a redactar un texto narrativo de manera eficiente, analizando los elementos que constituyen dicho texto y realizando una serie de inferencias al mismo. Para ejemplificar ello, leamos un cuento que luego analizaremos. Comencemos:
 
La rana que quería ser una rana auténtica
Augusto Monterroso


Había una vez una rana que quería ser una rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.
 
Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.
 
Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una rana auténtica.
 
Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.
 
Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo.
 
FIN
 

Bien, después de leer atentamente el texto, elaboramos algunas inferencias sobre el cuento La rana que quería ser una rana auténtica de Augusto Monterroso. No olvides que inferir, es decir poder sacar conclusiones a partir de la historia que se nos narra.
 
Inferir es llegar a una conclusión a partir de las relaciones que establecemos con la información.
 
✔️ Se puede inferir que este es un cuento con mucho sarcasmo, pues la rana que quiere ser auténtica solo imitar a otros y no es realmente auténtica.
✔️ Se infiere que el autor no quiere solo mostrar su sarcasmo, sino hacernos ver que la verdadera autenticidad consiste en aceptarnos como somos, sin buscar la aprobación de los demás.
✔️ Se infiere, además, que las palabras “auténtica” y “aprobación” son muy importantes en el cuento ya que dan sentido a la historia, por ende, estas dos son las palabras clave del texto.
✔️ Podríamos hacernos la pregunta: ¿por qué quería ser auténtica la rana? Y allí llegaríamos a la conclusión de que la rana no quería ser auténtica, sino ser aceptada, y más todavía, ser admirada.
✔️ Acerca de la frase final, se infiere que no solo no llegó a ser auténtica, sino que terminaron confundiéndola con un pollo. Murió por ser demasiado vanidosa.
✔️ Se infiere, por último, que la rana no quería ser auténtica, sino ser bella y esto lo notamos en el último párrafo.
 
Por último, usando todas estas inferencias, redactamos nuestro análisis del cuento. Para ello se sugiere la siguiente estructura:
 

A) TÍTULO: Debe ser interesante y conectar con el tema del cuento.
Ejemplo:

La idea de autenticidad en “La rana que quería ser una rana auténtica” de Augusto Monterroso
 
B) INTRODUCCIÓN: Aquí debes empezar escribiendo un resumen del cuento leído, puedes usar los marcadores textuales como: El siguiente trabajo trata sobre… / El cuento (título del cuento) del escritor (nombre completo del escritor) nos relata la historia de… (2 párrafos)

El cuento “La rana que quería ser una rana auténtica” de Augusto Monterroso, es la historia tipo fábula de una rana que deseaba ser auténtica y que hizo de todo para serlo.
 
Sin embargo, mientras más quería ser auténtica, menos lo era, a tal grado de obsesionarse con lo que los demás pensaban de ella. Tal fue su obsesión por ser aceptada que terminó por dejarse arrancar las ancas y morir.
 
C) CUERPO: Aquí debes plantear tu opinión o punto de vista, es decir, tu tesis para luego sustentarla con una serie de argumentos que la defenderán. Se recomienda, por último, que en esta parte utilices las inferencias que antes ya has hecho sobre el cuento y las integres en tu análisis. (3 párrafos)

En primer lugar, resulta muy interesante el cuento, pues desde el sarcasmo y la ironía, el autor nos muestra la idea que hoy muchos tienen sobre lo que es ser auténtico: ser aceptados por los demás. Sin embargo, ser auténtico es en primer lugar aceptarse tal como somos, entendiendo no solo nuestras imperfecciones, sino también nuestras fortalezas, es decir aquello que nos hace únicos.
 
Además, yo creo que la rana no solo no era auténtica, sino que fue demasiado vanidosa. Su obsesión se transformó en falta de autoestima y, finalmente, en tragedia. Esto es un claro mensaje que deja el autor sobre la obsesión por querer ser perfectos físicamente hablando, pero sin reflexionar sobre nuestras propias emociones.
 
Por último, creo que este es un cuento sencillo, pero muy profundo sobre la relación que existe entre ser auténtico y ser aceptado. Yo pienso que más importante que ser aceptado es reconocer que todos somos diferentes y únicos. Si logramos reconocer esto, no solo habremos llegado a ser auténticos, sino también libres.
 
D) CONCLUSIÓN: Aquí debes hacer un pequeño resumen de todo lo planteado y reafirmar tu punto de vista. No olvides que puedes empezar con el marcador: En conclusión, en suma, finalmente. (1 párrafo)
 
En conclusión, el cuento “La rana que quería ser una rana auténtica” de Augusto Monterroso es hermoso cuento de fácil acceso sobre la importancia de aceptarnos a nosotros mismos tal como somos.
 
Como vemos, analizar un texto narrativo exige que el lector vaya más allá de la literalidad del texto y pueda establecer una serie de relaciones simbólicas, metafóricas o inferenciales en el texto. Y es que un texto narrativo no debe interpretarse de manera literal, sino literaria, es decir, estableciendo una relación entre lo que se cuenta y su el significado connotativo de lo que se cuenta de esta manera el texto se enriquece con múltiples lecturas y modos de interpretación.
 

Cuento “Nos han dado la tierra” de Juan Rulfo con preguntas y respuestas de comprensión lectora

 

Cuento “Nos han dado la tierra” de Juan Rulfo con preguntas y respuestas de comprensión lectora

 

Nos han dado la tierra
Juan Rulfo


Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye el ladrar de los perros.
Uno ha creído a veces, en medio de este camino sin orillas, que nada habría después; que no se podría encontrar nada al otro lado, al final de esta llanura rajada de grietas y de arroyos secos. Pero sí, hay algo. Hay un pueblo. Se oye que ladran los perros y se siente en el aire el olor del humo, y se saborea ese olor de la gente como si fuera una esperanza.
Pero el pueblo está todavía muy allá. Es el viento el que lo acerca.
Hemos venido caminando desde el amanecer. Ahorita son algo así como las cuatro de la tarde. Alguien se asoma al cielo, estira los ojos hacia donde está colgado el sol y dice:
-Son como las cuatro de la tarde.
Ese alguien es Melitón. Junto con él, vamos Faustino, Esteban y yo. Somos cuatro. Yo los cuento: dos adelante, otros dos atrás. Miro más atrás y no veo a nadie. Entonces me digo: “Somos cuatro”. Hace rato, como a eso de las once, éramos veintitantos, pero puñito a puñito se han ido desperdigando hasta quedar nada más que este nudo que somos nosotros.
Faustino dice:
-Puede que llueva.
Todos levantamos la cara y miramos una nube negra y pesada que pasa por encima de nuestras cabezas. Y pensamos: “Puede que sí”.
No decimos lo que pensamos. Hace ya tiempo que se nos acabaron las ganas de hablar. Se nos acabaron con el calor. Uno platicaría muy a gusto en otra parte, pero aquí cuesta trabajo. Uno platica aquí y las palabras se calientan en la boca con el calor de afuera, y se le resecan a uno en la lengua hasta que acaban con el resuello. Aquí así son las cosas. Por eso a nadie le da por platicar.
Cae una gota de agua, grande, gorda, haciendo un agujero en la tierra y dejando una plasta como la de un salivazo. Cae sola. Nosotros esperamos a que sigan cayendo más y las buscamos con los ojos. Pero no hay ninguna más. No llueve. Ahora si se mira el cielo se ve a la nube aguacera corriéndose muy lejos, a toda prisa. El viento que viene del pueblo se le arrima empujándola contra las sombras azules de los cerros. Y a la gota caída por equivocación se la come la tierra y la desaparece en su sed.
¿Quién diablos haría este llano tan grande? ¿Para qué sirve, eh?
Hemos vuelto a caminar. Nos habíamos detenido para ver llover. No llovió. Ahora volvemos a caminar. Y a mí se me ocurre que hemos caminado más de lo que llevamos andado. Se me ocurre eso. De haber llovido quizá se me ocurrieran otras cosas. Con todo, yo sé que desde que yo era muchacho, no vi llover nunca sobre el llano, lo que se llama llover.
No, el llano no es cosa que sirva. No hay ni conejos ni pájaros. No hay nada. A no ser unos cuantos huizaches trespeleques y una que otra manchita de zacate con las hojas enroscadas; a no ser eso, no hay nada.
Y por aquí vamos nosotros. Los cuatro a pie. Antes andábamos a caballo y traíamos terciada una carabina. Ahora no traemos ni siquiera la carabina.
Yo siempre he pensado que en eso de quitarnos la carabina hicieron bien. Por acá resulta peligroso andar armado. Lo matan a uno sin avisarle, viéndolo a toda hora con “la 30” amarrada a las correas. Pero los caballos son otro asunto. De venir a caballo ya hubiéramos probado el agua verde del río, y paseado nuestros estómagos por las calles del pueblo para que se les bajara la comida. Ya lo hubiéramos hecho de tener todos aquellos caballos que teníamos. Pero también nos quitaron los caballos junto con la carabina.
Vuelvo hacia todos lados y miro el llano. Tanta y tamaña tierra para nada. Se le resbalan a uno los ojos al no encontrar cosa que los detenga. Sólo unas cuantas lagartijas salen a asomar la cabeza por encima de sus agujeros, y luego que sienten la tatema del sol corren a esconderse en la sombrita de una piedra. Pero nosotros, cuando tengamos que trabajar aquí, ¿qué haremos para enfriarnos del sol, eh? Porque a nosotros nos dieron esta costra de tapetate para que la sembráramos.
Nos dijeron:
-Del pueblo para acá es de ustedes.
Nosotros preguntamos:
-¿El Llano?
– Sí, el llano. Todo el Llano Grande.
Nosotros paramos la jeta para decir que el llano no lo queríamos. Que queríamos lo que estaba junto al río. Del río para allá, por las vegas, donde están esos árboles llamados casuarinas y las paraneras y la tierra buena. No este duro pellejo de vaca que se llama Llano.
Pero no nos dejaron decir nuestras cosas. El delegado no venía a conversar con nosotros. Nos puso los papeles en la mano y nos dijo:
-No se vayan a asustar por tener tanto terreno para ustedes solos.
-Es que el llano, señor delegado…
-Son miles y miles de yuntas.
-Pero no hay agua. Ni siquiera para hacer un buche hay agua.
-¿Y el temporal? Nadie les dijo que se les iba a dotar con tierras de riego. En cuanto allí llueva, se levantará el maíz como si lo estiraran.
– Pero, señor delegado, la tierra está deslavada, dura. No creemos que el arado se entierre en esa como cantera que es la tierra del Llano. Habría que hacer agujeros con el azadón para sembrar la semilla y ni aun así es positivo que nazca nada; ni maíz ni nada nacerá.
– Eso manifiéstenlo por escrito. Y ahora váyanse. Es al latifundio al que tienen que atacar, no al Gobierno que les da la tierra.
– Espérenos usted, señor delegado. Nosotros no hemos dicho nada contra el Centro. Todo es contra el Llano… No se puede contra lo que no se puede. Eso es lo que hemos dicho… Espérenos usted para explicarle. Mire, vamos a comenzar por donde íbamos…
Pero él no nos quiso oír.
Así nos han dado esta tierra. Y en este comal acalorado quieren que sembremos semillas de algo, para ver si algo retoña y se levanta. Pero nada se levantará de aquí. Ni zopilotes. Uno los ve allá cada y cuando, muy arriba, volando a la carrera; tratando de salir lo más pronto posible de este blanco terregal endurecido, donde nada se mueve y por donde uno camina como reculando.
Melitón dice:
-Esta es la tierra que nos han dado.
Faustino dice:
-¿Qué?
Yo no digo nada. Yo pienso: “Melitón no tiene la cabeza en su lugar. Ha de ser el calor el que lo hace hablar así. El calor, que le ha traspasado el sombrero y le ha calentado la cabeza. Y si no, ¿por qué dice lo que dice? ¿Cuál tierra nos han dado, Melitón? Aquí no hay ni la tantita que necesitaría el viento para jugar a los remolinos.”
Melitón vuelve a decir:
-Servirá de algo. Servirá aunque sea para correr yeguas.
-¿Cuáles yeguas? -le pregunta Esteban.
Yo no me había fijado bien a bien en Esteban. Ahora que habla, me fijo en él. Lleva puesto un gabán que le llega al ombligo, y debajo del gabán saca la cabeza algo así como una gallina.
Sí, es una gallina colorada la que lleva Esteban debajo del gabán. Se le ven los ojos dormidos y el pico abierto como si bostezara. Yo le pregunto:
-Oye, Teban, ¿de dónde pepenaste esa gallina?
-Es la mía- dice él.
-No la traías antes. ¿Dónde la mercaste, eh?
-No la merqué, es la gallina de mi corral.
-Entonces te la trajiste de bastimento, ¿no?
-No, la traigo para cuidarla. Mi casa se quedó sola y sin nadie para que le diera de comer; por eso me la traje. Siempre que salgo lejos cargo con ella.
-Allí escondida se te va a ahogar. Mejor sácala al aire.
Él se la acomoda debajo del brazo y le sopla el aire caliente de su boca. Luego dice:
-Estamos llegando al derrumbadero.
Yo ya no oigo lo que sigue diciendo Esteban. Nos hemos puesto en fila para bajar la barranca y él va mero adelante. Se ve que ha agarrado a la gallina por las patas y la zangolotea a cada rato, para no golpearle la cabeza contra las piedras.
Conforme bajamos, la tierra se hace buena. Sube polvo desde nosotros como si fuera un atajo de mulas lo que bajara por allí; pero nos gusta llenarnos de polvo. Nos gusta. Después de venir durante once horas pisando la dureza del Llano, nos sentimos muy a gusto envueltos en aquella cosa que brinca sobre nosotros y sabe a tierra.
Por encima del río, sobre las copas verdes de las casuarinas, vuelan parvadas de chachalacas verdes. Eso también es lo que nos gusta.
Ahora los ladridos de los perros se oyen aquí, junto a nosotros, y es que el viento que viene del pueblo retacha en la barranca y la llena de todos sus ruidos.
Esteban ha vuelto a abrazar su gallina cuando nos acercamos a las primeras casas. Le desata las patas para desentumecerla, y luego él y su gallina desaparecen detrás de unos tepemezquites.
-¡Por aquí arriendo yo! -nos dice Esteban.
Nosotros seguimos adelante, más adentro del pueblo.
La tierra que nos han dado está allá arriba.
 

PREGUNTAS DE COMPRENSIÓN LECTORA:
1. ¿Qué significado simbólico tiene la tierra que reciben los hombres en el cuento? Explica tu respuesta.
2. ¿Crees que en este cuento se da un acto de injusticia? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.
3. Tomando como referencia lo narrado en el cuento, qué significa esta frase: “No se vayan a asustar por tener tanto terreno para ustedes solos”. Explica tu respuesta.
4. Si pudieras resumir el cuento con una palabra, ¿cuál sería? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.
5. ¿Consideras que el narrador protagonista está resignado ante la situación en la que se encuentra cuando al final del cuento dice: “La tierra que nos han dado está allá arriba”? Justifica tu respuesta.
6. ¿Crees que fue justo el reparto de tierras que se le dieron a aquellos hombres? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.
 
 
 
POSIBLES RESPUESTAS:
1. La tierra simboliza pobreza, miseria y muerte, ya que, al ser llanura, es decir, desierto no se podría cultivar nada y eso solo generaría más miseria.
2. Sí, se puede argumentar que hay un acto de injusticia en el cuento. El hecho de que los hombres hayan recibido una tierra tan árida y desolada para trabajar es injusto, ya que les hace difícil sobrevivir y prosperar. Además, se sugiere que la tierra fue dada a ellos por alguien más poderoso (el gobierno), lo que implica una desigualdad en la distribución de los recursos.
3. La frase tiene un tono sarcástico, ya que, aunque efectivamente se les ha dado una gran extensión de tierra, esta es árida y nada se puede cultivar.
4. Si tuviera que resumir el cuento con una palabra, sería "desigualdad". El cuento muestra cómo los hombres pobres son oprimidos y tratados con desigualdad por aquellos que tienen más poder (el gobierno), y cómo la distribución desigual de la tierra perpetúa esta opresión.
5. Sí, el narrador protagonista parece resignado ante la situación en la que se encuentra al final del cuento. La frase "La tierra que nos han dado está allá arriba" sugiere una sensación de impotencia y resignación frente a la realidad de que la tierra que recibieron no es suficiente para vivir y prosperar. Es una expresión de frustración y desesperanza ante la injusticia de la situación.
6. Considero que no fue justo la repartición de tierras, porque es evidente que la distribución es desigual. Los hombres no van a poder cultivar nada en ese terreno tan árido. Como los protagonistas son pobres, se los puede seguir explotando.


MIRA ESTE VIDEO: RESUMEN Y ANÁLISIS DE "PEDRO PÁRAMO" DE JUAN RULFO:

miércoles, 12 de abril de 2023

Cuento “Me alquilo para soñar” de Gabriel García Márquez con actividades de comprensión lectora

 

Cuento “Me alquilo para soñar” de Gabriel García Márquez con actividades de comprensión lectora

 
Gabriel García Márquez

LECTURA:
Me alquilo para soñar
Gabriel García Márquez

 
A las nueve de la mañana, mientras desayunábamos en la terraza del Habana Riviera, un tremendo golpe de mar a pleno sol levantó en vilo varios automóviles que pasaban por la avenida del malecón, o que estaban estacionados en la acera, y uno quedó incrustado en un flanco del hotel. Fue como una explosión de dinamita que sembró el pánico en los veinte pisos del edificio y convirtió en polvo el vitral del vestíbulo. Los numerosos turistas que se encontraban en la sala de espera fueron lanzados por los aires junto con los muebles, y algunos quedaron heridos por la granizada de vidrio. Tuvo que ser un maretazo colosal, pues entre la muralla del malecón y el hotel hay una amplia avenida de ida y vuelta, así que la ola saltó por encima de ella y todavía le quedó bastante fuerza para desmigajar el vitral.
Los alegres voluntarios cubanos, con la ayuda de los bomberos, recogieron los destrozos en menos de seis horas, clausuraron la puerta del mar y habilitaron otra, y todo volvió a estar en orden. Por la mañana no se había ocupado nadie del automóvil incrustado en el muro, pues se pensaba que era uno de los estacionados en la acera. Pero cuando la grúa lo sacó de la tronera descubrieron el cadáver de una mujer amarrada en el asiento del conductor con el cinturón de seguridad. El golpe fue tan brutal que no le quedó un hueso entero. Tenía el rostro desbaratado, los botines descosidos y la ropa en piltrafas, y un anillo de oro en forma de serpiente con ojos de esmeraldas. La policía estableció que era el ama de llaves de los nuevos embajadores de Portugal. En efecto, había llegado con ellos a La Habana quince días antes, y había salido esa mañana para el mercado manejando un automóvil nuevo. Su nombre no me dijo nada cuando leí la noticia en los periódicos, pero en cambio quedé intrigado por el anillo en forma de serpiente y ojos de esmeraldas. No pude averiguar, sin embargo, en qué dedo lo usaba.
Era un dato decisivo, porque temí que fuera una mujer inolvidable cuyo nombre verdadero no supe jamás, que usaba un anillo igual en el índice derecho, lo cual era más insólito aún en aquel tiempo. La había conocido treinta y cuatro años antes en Viena, comiendo salchichas con papas hervidas y bebiendo cerveza de barril en una taberna de estudiantes latinos. Yo había llegado de Roma esa mañana, y aún recuerdo mi impresión inmediata por su espléndida pechuga de soprano, sus lánguidas colas de zorros en el cuello del abrigo y aquel anillo egipcio en forma de serpiente. Me pareció que era la única austríaca en el largo mesón de madera, por el castellano primario que hablaba sin respirar con un acento de quincallería. Pero no, había nacido en Colombia y se había ido a Austria entre las dos guerras, casi niña, a estudiar música y canto. En aquel momento andaba por los treinta años mal llevados, pues nunca debió ser bella y había empezado a envejecer antes de tiempo. Pero en cambio era un ser humano encantador. Y también uno de los más temibles.
Viena era todavía una antigua ciudad imperial, cuya posición geográfica entre los dos mundos irreconciliables que dejó la Segunda Guerra había acabado de convertirla en un paraíso, del mercado negro y el espionaje mundial. No hubiera podido imaginarme un ámbito más adecuado para aquella compatriota fugitiva que seguía comiendo en la taberna estudiantil de la esquina solo por fidelidad a su origen, pues tenía recursos de sobra para comprarla de contado con todos sus comensales dentro. Nunca dijo su verdadero nombre, pues siempre la conocimos con el trabalenguas germánico que le inventaron los estudiantes latinos de Viena: Frau Frida. Apenas me la habían presentado cuando incurrí en la impertinencia feliz de preguntarle cómo había hecho para implantarse de tal modo en aquel mundo tan distante y distinto de sus riscos de vientos del Quindío, y ella me contestó con un golpe:
—Me alquilo para soñar.
En realidad, era su único oficio. Había sido la tercera de los once hijos de un próspero tendero del antiguo Caldas, y desde que aprendió a hablar instauró en la casa la buena costumbre de contar los sueños en ayunas, que es la hora en que se conservan más puras sus virtudes premonitorias. A los siete años soñó que uno de sus hermanos era arrastrado por un torrente. La madre, por pura superstición religiosa, le prohibió al niño lo que más le gustaba, que era bañarse en la quebrada. Pero Frau Frida tenía ya un sistema propio de vaticinios.
—Lo que ese sueño significa —dijo— no es que se vaya a ahogar, sino que no debe comer dulces.
La sola interpretación parecía una infamia, cuando era para un niño de cinco años que no podía vivir sin sus golosinas dominicales. La madre, ya convencida de las virtudes adivinatorias de la hija, hizo respetar la advertencia con mano dura. Pero al primer descuido suyo el niño se atragantó con una canica de caramelo que se estaba comiendo a escondidas, y no fue posible salvarlo.
Frau Frida no había pensado que aquella facultad pudiera ser un oficio, hasta que la vida la agarró por el cuello en los crueles inviernos de Viena. Entonces tocó para pedir empleo en la primera casa que le gustó para vivir, y cuando le preguntaron qué sabía hacer, ella solo dijo la verdad: “Sueño”. Le bastó con una breve explicación a la dueña de casa para ser aceptada, con un sueldo apenas suficiente para los gastos menudos, pero con un buen cuarto y las tres comidas. Sobre todo el desayuno, que era el momento en que la familia se sentaba a conocer el destino inmediato de cada uno de sus miembros: el padre, que era un rentista refinado; la madre, una mujer alegre y apasionada de la música de cámara romántica, y dos niños de once y nueve años. Todos eran religiosos, y por lo mismo propensos a las supersticiones arcaicas, y recibieron encantados a Frau Frida con el único compromiso de descifrar el destino diario de la familia a través de los sueños.
Lo hizo bien y por mucho tiempo, sobre todo en los años de la guerra, cuando la realidad fue más siniestra que las pesadillas. Solo ella podía decidir a la hora del desayuno lo que cada quien debía hacer aquel día, y cómo debía hacerlo, hasta que sus pronósticos terminaron por ser la única autoridad en la casa. Su dominio sobre la familia fue absoluto: aun el suspiro más tenue era por orden suya. Por los días en que estuve en Viena acababa de morir el dueño de casa, y había tenido la elegancia de legarle a ella una parte de sus rentas, con la única condición de que siguiera soñando para la familia hasta el fin de sus sueños.
Estuve en Viena más de un mes, compartiendo las estrecheces de los estudiantes, mientras esperaba un dinero que nunca llegó. Las visitas imprevistas y generosas de Frau Frida en la taberna eran entonces como fiestas en nuestro régimen de penurias. Una de esas noches, en la euforia de la cerveza, me habló al oído con una convicción que no permitía ninguna pérdida de tiempo.
—He venido solo para decirte que anoche tuve un sueño contigo —me dijo—. Debes irte enseguida y no volver a Viena en los próximos cinco años.
Su convicción era tan real, que esa misma noche me embarcó en el último tren para Roma. Yo, por mi parte, quedé tan sugestionado, que desde entonces me he considerado sobreviviente de un desastre que nunca conocí. Todavía no he vuelto a Viena.
Antes del desastre de La Habana había visto a Frau Frida en Barcelona, de una manera tan inesperada y casual que me pareció misteriosa. Fue el día en que Pablo Neruda pisó tierra española por primera vez desde la Guerra Civil, en la escala de un lento viaje por mar hacia Valparaíso. Pasó con nosotros una mañana de caza mayor en las librerías de viejo, y en Porter compró un libro antiguo, descuadernado y marchito, por el cual pagó lo que hubiera sido su sueldo de dos meses en el consulado de Rangún. Se movía por entre la gente como un elefante inválido, con un interés infantil en el mecanismo interno de cada cosa, pues el mundo le parecía un inmenso juguete de cuerda con el cual se inventaba la vida.
No he conocido a nadie más parecido a la idea que uno tiene de un papa renacentista: glotón y refinado. Aun contra su voluntad, siempre era él quien presidía la mesa. Matilde, su esposa, le ponía un babero que parecía más de peluquería que de comedor, pero era la única manera de impedir que se bañara en salsas. Aquel día en Carballeira fue ejemplar. Se comió tres langostas enteras descuartizándolas con una maestría de cirujano, y al mismo tiempo devoraba con la vista los platos de todos, e iba picando un poco de cada uno, con un deleite que contagiaba las ganas de comer: las almejas de Galicia, los percebes del Cantábrico, las cigalas de Alicante, las espardenyas de la Costa Brava. Mientras tanto, como los franceses, solo hablaba de otras exquisiteces de cocina, y en especial de los mariscos prehistóricos de Chile que llevaba en el corazón. De pronto dejó de comer, afinó sus antenas de bogavante, y me dijo en voz muy baja:
—Hay alguien detrás de mí que no deja de mirarme.
Miré por encima de su hombro, y así era. A sus espaldas, tres mesas más allá, una mujer impávida con un anticuado sombrero de fieltro y una bufanda morada masticaba despacio con los ojos fijos en él. La reconocí en el acto. Estaba envejecida y gorda, pero era ella, con el anillo de serpiente en el índice.
Viajaba desde Nápoles en el mismo barco que los Neruda, pero no se habían visto a bordo. La invitamos a tomar el café en nuestra mesa, y la induje a hablar de sus sueños para sorprender al poeta. Él no le hizo caso, pues planteó desde el principio que no creía en adivinaciones de sueños.
—Solo la poesía es clarividente —dijo.
Después del almuerzo, en el inevitable paseo por las Ramblas, me retrasé a propósito con Frau Frida para refrescar nuestros recuerdos sin oídos ajenos. Me contó que había vendido sus propiedades de Austria y vivía retirada en Porto, Portugal, en una casa que describió como un castillo falso sobre una colina desde donde se veía todo el océano hasta las Américas. Aunque no lo dijera, en su conversación quedaba claro que de sueño en sueño había terminado por apoderarse de la fortuna de sus inefables patrones de Viena. No me impresionó, sin embargo, porque siempre había pensado que sus sueños no eran más que una artimaña para vivir. Y se lo dije.
Ella soltó su carcajada irresistible. “Sigues tan atrevido como siempre”, me dijo. Y no dijo más, porque el resto del grupo se había detenido a esperar que Neruda acabara de hablar en jerga chilena con los loros de la Rambla de los Pájaros. Cuando reanudamos la charla, Frau Frida había cambiado de tema.
—A propósito —me dijo—: Ya puedes volver a Viena.
Solo entonces caí en la cuenta de que habían transcurrido trece años desde que nos conocimos.
—Aun si tus sueños son falsos, jamás volveré —le dije. Por si acaso.
A las tres nos separamos de ella para acompañar a Neruda a su siesta sagrada. La hizo en nuestra casa, después de unos preparativos solemnes que de algún modo recordaban la ceremonia del té en el Japón. Había que abrir unas ventanas y cerrar otras para que hubiera el grado de calor exacto y una cierta clase de luz en cierta dirección, y un silencio absoluto. Neruda se durmió al instante, y despertó diez minutos después, como los niños, cuando menos pensábamos. Apareció en la sala restaurado y con el monograma de la almohada impreso en la mejilla.
—Soñé con esa mujer que sueña —dijo.
Matilde quiso que le contara el sueño.
—Soñé que ella estaba soñando conmigo —dijo él.
—Eso es de Borges —le dije.
Él me miró desencantado.
—¿Ya está escrito?
—Si no está escrito se va a escribir alguna vez —le dije. Será uno de sus laberintos.
Tan pronto como subió a bordo, a las seis de la tarde, Neruda se despidió de nosotros, se sentó en una mesa apartada, y empezó a escribir versos fluidos con la pluma de tinta verde con que dibujaba flores y peces y pájaros en las dedicatorias de sus libros. A la primera advertencia del buque buscamos a Frau Frida, y al fin la encontramos en la cubierta de turistas cuando ya nos íbamos sin despedirnos. También ella acababa de despertar de la siesta.
—Soñé con el poeta —nos dijo.
Asombrado, le pedí que me contara el sueño.
—Soñé que él estaba soñando conmigo —dijo, y mi cara de asombro la confundió—. ¿Qué quieres? A veces, entre tantos sueños, se nos cuela uno que no tiene nada que ver con la vida real.
No volví a verla ni a preguntarme por ella hasta que supe del anillo en forma de culebra de la mujer que murió en el naufragio del Hotel Riviera. Así que no resistí la tentación de hacerle preguntas al embajador portugués cuando coincidimos, meses después, en una recepción diplomática. El embajador me habló de ella con un gran entusiasmo y una enorme admiración. “No se imagina lo extraordinaria que era”, me dijo. “Usted no habría resistido la tentación de escribir un cuento sobre ella”. Y prosiguió en el mismo tono, con detalles sorprendentes, pero sin una pista que me permitiera una conclusión final.
—En concreto —le precisé por fin—: ¿qué hacía?
—Nada —me dijo él, con un cierto desencanto—. Soñaba.
 

RESPONDE:
1. ¿Qué sucede al inicio del cuento?
2. ¿Qué encontraron en el auto incrustado en el muro?
3. ¿Quién es Frau Frida?
4. ¿A qué se dedicaba Frau Frida? ¿En qué consistía aquello?
5. ¿Qué significado simbólico tiene la palabra “Sueño” en el cuento?
6. ¿Por qué en los años de Guerra Frau Frida hacia mejor su trabajo?
7. Qué significa esta frase: “que siguiera soñando para la familia hasta el fin de sus sueños”. Explica tu respuesta.
8. ¿Qué le dice Frau Frida al narrador en una taberna? ¿Por qué se lo dice?
9. Tomando como referencia el cuento, ¿qué podría simbolizar el anillo de serpiente en el índice derecho? Justifica tu respuesta.
10. ¿Qué hecho misterioso sucedió entre Frau Frida y el poeta Pablo Neruda?
11. Según el final del cuento, ¿qué paso al final con Frau Frida? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.
12. ¿Crees que existe un elemento fantástico en este cuento? ¿Por qué? Explica tu respuesta.
13. Si pudieras resumir el cuento en una palabra, ¿cuál sería? ¿Por qué? Fundamenta tu respuesta.
14. Reflexiona: En el cuento el poeta Pablo Neruda dice que no creía en las adivinaciones de los sueños. Él dice que “solo la poesía es clarividente”. ¿Qué significaría ello? ¿Por qué? Explica tu respuesta.
15. ¿Te pareció interesante este cuento? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.

sábado, 1 de abril de 2023

Cuento de ciencia ficción: "Los ojos hacen algo más que ver" de Isaac Asimov con actividades de comprensión lectora

 

Los ojos hacen algo más que ver

Isaac Asimov

Después de cientos de miles de millones de años, pensó de súbito en sí mismo como Ames. No la combinación de longitudes de ondas que a través de todo el universo era ahora el equivalente de Ames, sino el sonido en sí. Una clara memoria trajo las ondas sonoras que él no escuchó ni podía escuchar.

Su nuevo proyecto le aguzaba sus recuerdos más allá de lo usualmente recordable. Registró el vórtice energético que constituía la suma de su individualidad y las líneas de fuerza se extendieron más allá de las estrellas.

La señal de respuesta de Brock llegó.

Con seguridad, pensó Ames, él podía decírselo a Brock. Sin duda, podría hablar con cualquiera.

Los modelos fluctuantes de energía enviados por Brock comunicaron:

—¿Vienes, Ames?

—Naturalmente.

—¿Tomarás parte en el torneo?

—¡Sí! —Las líneas de fuerza de Ames fluctuaron irregularmente—. Pensé en una forma artística completamente nueva. Algo realmente insólito.

—¡Qué despilfarro de esfuerzo! ¿Cómo puedes creer que una nueva variante pueda ser concebida tras doscientos mil millones de años? Nada puede haber que sea nuevo. Por un momento Brock quedó fuera de fase e interrumpió la comunicación, y Ames se apresuró en ajustar sus líneas de fuerza. Captó el flujo de los pensamientos de otros emanadores mientras lo hizo; captó la poderosa visión de la extensa galaxia contra el terciopelo de la nada, y las líneas de fuerza pulsada en forma incesante por una multitudinaria vida energética, discurriendo entre las galaxias.

—Por favor, Brock —suplicó Ames—, absorbe mis pensamientos. No los evites. Estuve pensando en manipular la Materia. ¡Imagínate! Una sinfonía de Materia. ¿Por qué molestarse con Energía? Es cierto que nada hay de nuevo en la Energía. ¿Cómo podría ser de otra forma? ¿No nos enseña esto que debemos experimentar con la Materia?

—¡Materia!

Ames interpretó las vibraciones energéticas de Brock como un claro gesto de disgusto.

—¿Por qué no? —dijo—. Nosotros mismos fuimos Materia en otros tiempos… ¡Oh, quizás un trillón de años atrás! ¿Por qué no construir objetos en un medio material? O con formas abstractas, o... escucha, Brock... ¿Por qué no construir una imitación nuestra con Materia, una Materia a nuestra imagen y semejanza, tal como fuimos alguna vez?

—No recuerdo cómo fuimos —dijo Brock—. Nadie lo recuerda.

—Yo lo recuerdo —dijo Ames con seguridad—. No he pensado sino en eso y estoy comenzando a recordar. Brock, déjame que te lo muestre. Dime si tengo razón. Dímelo.

—No. Es ridículo. Es... repugnante.

—Déjame intentarlo, Brock. Hemos sido amigos desde los inicios cuando irradiamos juntos nuestra energía vital, desde el momento en que nos convertimos en lo que ahora somos. ¡Por favor, Brock!

—De acuerdo, pero hazlo rápido.

Ames no sentía aquel temblor a lo largo de sus líneas de fuerza desde... ¿desde cuándo? Si lo intentaba ahora para Brock y funcionaba, se atrevería a manipular la Materia ante la Asamblea de Seres Energéticos que, durante tanto tiempo, esperaban algo novedoso.

La Materia era muy escasa entre las galaxias, pero Ames la reunió, la juntó en un radio de varios años-luz, escogiendo los átomos, dotándola de consistencia arcillosa y conformándola en sentido ovoide.

—¿No lo recuerdas, Brock? —preguntó suavemente—. ¿No era algo parecido?

El vórtice de Brock tembló al entrar en fase.

—No me obligues a recordar. No recuerdo nada.

—Existía una cúspide y ellos la llamaban cabeza. Lo recuerdo tan claramente como te lo digo ahora. —Efectuó una pausa y luego continuó—. Mira, ¿recuerdas algo así? Sobre la parte superior del ovoide apareció la «cabeza».

—¿Qué es eso? —preguntó Brock.

—Es la palabra que designa la cabeza. Los símbolos que representan el sonido de la palabra. Dime que lo recuerdas, Brock.

—Había algo más —dijo Brock con dudas—. Había algo en medio.

Una forma abultada surgió.

—¡Sí! —exclamó Ames—. ¡Es la nariz! —Y la palabra «nariz» apareció en su lugar—. Y también había ojos a cada lado: «Ojo izquierdo..., Ojo derecho».

Ames contempló lo que había conformado, sus líneas de fuerza palpitaban lentamente. ¿Estaba seguro que era algo así?

—La boca y la barbilla —dijo luego— y la nuez de Adán y las clavículas. Recuerdo bien todas las palabras. —Y todas ellas aparecieron escritas junto a la figura ovoide.

—No pensaba en estas cosas desde hace cientos de millones de años —dijo Brock—. ¿Por qué me haces recordarlas? ¿Por qué?

Ames permaneció sumido en sus pensamientos.

—Algo más. Órganos para oír. Algo para escuchar las ondas acústicas. ¡Oídos! ¿Dónde estaban? ¡No puedo recordar dónde estaban!

—¡Olvídalo! —gritó Brock—. ¡Olvídate de los oídos y de todo lo demás! ¡No recuerdes!

—¿Qué hay de malo en recordar? —replicó Ames, desconcertado.

—Porque el exterior no era tan rugoso y frío como eso, sino cálido y suave. Los ojos miraban con ternura y estaban vivos y los labios de la boca temblaban y eran suaves sobre los míos.

Las líneas de fuerza de Brock palpitaban y se agitaban, palpitaban y se agitaban.

—¡Lo lamento! —dijo Ames—. ¡Lo lamento!

—Me has recordado que en otro tiempo fui mujer y supe amar, que esos ojos hacían algo más que ver y que no había nadie que lo hiciera por mí... y ahora no tengo ojos para hacerlo.

Con violencia, ella añadió una porción de materia a la rugosa y áspera cabeza y dijo:

—Ahora, deja que ellos lo hagan —y desapareció.

Y Ames vio y recordó que en otro tiempo él fue un hombre. La fuerza de su vórtice partió la cabeza en dos y partió a través de las galaxias siguiendo las huellas energéticas de Brock, de vuelta al infinito destino de la vida.

Y los ojos de la destrozada cabeza de Materia aún centelleaban con lo que Brock colocó allí en representación de las lágrimas. La cabeza de Materia hizo lo que los seres energéticos ya no podían hacer y lloró por toda la humanidad y por la frágil belleza de los cuerpos que abandonaron un billón de años atrás.

 

 

ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:

RESPONDE A LAS SIGUIENTE PREGUNTAS DE COMPRENSIÓN LECTORA:

 

 

1. ¿Qué tipo de texto es el que acabas de leer?

a)     Narrativo

b)    Expositivo

c)     Argumentativo

d)    Instructivo


2. ¿En qué formato se encuentra este texto?

a)     Múltiple

b)    Mixto

c)     Discontinuo

d)    Continuo


3. Indica el orden en el cual ocurren los sucesos en el texto.

I. Ames se propone experimentar con la materia.

II. Ames juntó la materia y le dio forma.

III. Ames se contacta con Brock.

IV. Ames revela que participará en el torneo.

V. Brock recordó con dolor que antes había sido una mujer.

a. IV-V-III-II-I

b. III-IV-I-II-V

c. IV-III-II-V-I

d. III-IV-II-V-I

 

4. Tomando como referencia lo expresado por Brock, ¿a qué alude el título “Los ojos hacen algo más que ver”?

a)     La parte física del ser humano que contribuye a la expresión de emociones y sentimientos.

b)    El sentido de la vista es el más importante para la comunicación de los seres humanos.

c)     Usamos nuestros ojos para percibir el mundo externo, y para valorarlo.

d)    La carencia del sentido de la vista recuerda a Brock lo que una vez fue.


5. Ames quiso construir una imitación de él, con materia, porque:

a)     Deseaba que Brock recordara quién era antes.

b)    Necesitaba recordar cómo era antes.

c)     Tenía la ilusión de generar una materia igual a ellos.

d)    Quería crear algo completamente novedoso.


6. Del texto se puede afirmar que Ames es .............. y ............:

a)     Altruista - Dadivoso.

b)    Ingenioso - Inteligente.

c)     Sensible – emocional.

d)    Silencioso – Nostálgico.

 

7. Señala la idea que se concluye a partir del siguiente fragmento:

“La cabeza de Materia hizo lo que los seres energéticos ya no podían hacer y lloró por toda la humanidad y por la frágil belleza de los cuerpos que abandonaron un billón de años atrás”.

a)     La belleza interior de las personas permanece en el tiempo y sobrevive a lo material.

b)    El recuerdo de su amistad hizo que la cabeza de Materia llore por toda la humanidad.

c) La dimensión material del ser humano contribuye a la expresión de emociones y sentimientos.

d)    Las personas perseverantes siempre pueden lograr las metas que se proponen.


8. ¿Cuál es el tema del cuento?

a)     Angustia por los cambios radicales de la humanidad en el futuro.

b)    Valoración de la materia en la constitución del universo.

c)     Importancia de la forma corporal en la condición humana.

d)    Transformaciones que deberá enfrentar la sociedad del futuro.


9. Del cuento se deduce que:

a)     Los planetas podrían desaparecer en el futuro, si el ser humano no los cuida.

b)    La Tierra será habitada no por seres humanos, sino por seres energéticos.

c)     En el futuro, los seres humanos podrían abandonar su condición material.

d)    En el futuro, la humanidad empleará las mismas formas de comunicación.


10. ¿Con qué intención el autor ha utilizado un narrador omnisciente en el relato?

a)     Para hacer más ágil la narración de la historia.

b)    Para que podamos conocer mejor el escenario en el que ocurre la historia.

c)     Para que podamos conocer todo lo que los personajes piensan y sienten.

d)    Para facilitar la lectura porque se trata de un texto de ciencia ficción.

 

ACTIVIDAD CREATIVA:

 

1. Crea un cuento de ciencia ficción que aborde los problemas por los que pasarán los humanos en el futuro (por ejemplo: guerras, pandemias, hambre, cambio climático, enfermedad, etc.).