Camping en el país de las
maravillas
Camping en el país de las
maravillas
Rebeca Urbina
Carpe Diem,
2014
Camping en el país de las maravillas (Carpe Diem, 2014), de la poeta peruana Rebeca Urbina (Lima, 1983) nos
introduce desde un discurso descriptivo y confesional a un mundo plagado de
nostalgia y simbologías de la vida cotidiana. Existe en cada poema una
reflexión frente a las cosas y su significado a partir de la interacción con
las mismas. Esta interacción hace que los poemas de Rebeca se conviertan en
oberturas existenciales donde cada experiencia perfila el mundo interior y
configura una conciencia integradora. La primera parte del libro Casa en el
árbol, se nos muestra desde las experiencias del mundo familiar de la infancia.
La intimidad es un signo explorado a lo largo de este apartado. La intimidad es
un lugar para extraer la textualidad de la poesía. Un ejemplo de ello es el
poema “Arché” donde el nacer se nos presenta como una experiencia angustiante
pero asombrosa, un arrojo al mundo como una forma simbólica de iniciación,
donde el mundo es, al fin y al cabo, un encuentro con el azar que construimos y
del que, paradójicamente, intentamos huimos.
¿Con qué derecho me exiliaron al
escalofrío?
Tomaron fotografías sin hablar
con mi agente
¿Por qué ponerme de cabeza y
darme palmaditas?
Exponerme desnuda en una caja de
cristal
Esto es un rapto. No cabe duda.
No sé dónde estoy ni adonde iré a
parar
No sé si volveré a ese hotel de
cinco estrellas
Rompieron el camino frente a mis
ojos.
Esta travesía poética nos muestra una serie de escenas donde la poesía
es esencia de las reminiscencias, del recuerdo que es frugal y efímero. Sin
embargo, su vitalidad radica en la exploración de las cosas que rodean esos
recuerdos. El cuestionamiento, la reflexión que acrecienta los significados.
Por otro lado los poemas alternan dos realidades: la realidad real donde los
objetos y los deseos se mueven en un mundo de desesperanza, frustración y
desilusión y en otro mundo fantástico, donde la inocencia se sostiene en la
ignorancia, en la majestuosidad de la pureza, que sin embargo, crea un choque,
una ruptura entre el conocimiento y la frustración de los deseos. Un
ejemplo es el poema Turbulencia.
Tengo ocho años y un soplo al
corazón.
Nos lo dijo el doctor de bigotes
antes del viaje a Cusco.
Yo lo sabía hace tiempo, pero
nunca dije nada.
La primera vez que lo sentí tenía
cinco años
Mamá metió mis juguetes en cajas
“dale un beso a tu papá”
Besé su cachete mojado y sentí el
aire frío
en la garganta en el corazón en la barriga.
En el taxi volvió el soplido: “tu papaya no te quiere”
Yo empecé a golpearlo con mi puño
para que se calle
Un domingo en casa de papá vi a
una señora de pelo teñido
y sentí como si una corriente
helada me estuviera arrancando
el corazón.
Felizmente no lo logró, no sé
dónde conseguiría otro.
Algunas noches en el camarote el
corazón empieza a silbarme.
Yo lo sobo suavecito para que no
despierte a mamá.
Mis padres dicen que los
problemas son cosas de grandes.
Yo creo que son como soplos al
corazón.
La ficción, la fantasía, funcionan como elementos mágicos frente a la
cruda realidad que nos hace entender la vacuidad de nuestra existencia. La
poeta lo sabe, por ello, nos muestra esas heridas en un ánimo de formarnos una
imagen de las vivencias íntimas y salvarlas de la desolación a través del
lirismo. Expresar con la metáfora la vida familiar, sus matices,
contraposiciones y belleza. Un ejemplo de ello es el poema “Fotografía de
alcoba familiar” cuyo lenguaje está muy relacionada a la de la poeta Alessandra
Tenorio en Porta / Retrato, un mirar
hacia atrás con ojos de nostalgia donde la experiencia vital es una veta para
la creación poética frente a las iniquidades del presente.
En la siguiente sección denominada Del amor y otros estropicios, el
discurso se configura más cercano a las relaciones amorosas y a la frustración
como materia para la creación. El amor es un escape, un estado de antisoledad.
Poemas como “Parque Kennedy” nos muestran las primeras experiencias amorosas y
su frustrante brevedad. El amor como un anhelo inhallable, como violencia y
conocimiento, son para la poeta instantes donde la palabra se hace cumbre y
necesidad:
Leía a solas en una banca del parque
y sentí que alguien se acercaba.
Apenas levanté la mirada, ya
estaba a mi lado.
Un gato con larga cola a rayas y
mirada desafiante.
Había muchas personas en el
parque leyendo, dibujando, riendo, pero me eligió a mí.
Había muchos gatos en el parque,
retozando, durmiendo, maullando, pero entre todos lo escogería a él.
Los primeros minutos se mostró
receloso, daba pequeños pasos por la banca, ojeaba mi libro como si no le
interesara, se erizaba en señal de alerta.
Poco después empezó a acurrucarse
en mis piernas, a lamer mis codos y hasta a rascarse con desesperación,
tirándome encima sus pulgas. No lo regañé, si aceptaba sus ojos hipnotizantes,
también aceptaba sus plagas.
Intercalaba la lectura de mi
libro con los planes a corto plazo: Cómo convencería a mi madre para que lo
acepte en casa, en qué parte de mi cuarto podría dormir, si le gustaría más la
leche entera o la descremada.
De pronto sentí frío y volteé a
acariciarlo. El bellaco ya no estaba ahí. Me había abandonado con imperceptible
frialdad. A lo lejos lo vi contornearse seduciendo a su próxima víctima.
Veleidosos son los gatos y sus
apegos, pero siempre habrá suficientes en el parque.
En la tercera y última parte denominada Archipiélago, el discurso se
centra en la pérdida de la inocencia y la insatisfacción ante el dolor y el
tiempo. La incomunicación y la frustración son motivos de los poemas que aquí
se presentan. La soledad y las miserias, temas que se tocan en este apartado, expresan
la naturaleza y la vida que discurren como música suave por el verbo. Sin
embargo, es en esta parte del libro donde hay un despojo de la metáfora
entreverada y se abre paso a un tono muy profundo y confesional. Quizás el
poema mejor logrado de este apartado es “Marina”, donde podemos observar a modo
de suma poética la necesidad de darle un significado a la vida y al tiempo.
Vemos que en la confesión, en la narración de lo vivido, se nos muestra la
belleza y su arrogante veleidad.
Entre la arena
busco las
curiosidades marinas
más perfectas. Mis
manos se pierden,
se ensucian, se
refugian. Son muchos corales
y tengo sólo dos
manos. Los revuelvo. Los escojo.
Los estrujo. Los
desprecio. Los pierdo. Sé que no
puedo estar
eternamente mezclada con el mar.
La orilla me
llama, me mira, exige mi regreso.
Cedo a su imponente
autoridad. Cojo mis
riquezas y
emprendo el doloroso
camino sin mirar
atrás. La perla preciosa sigue escondida en la arena.
En suma, Camping en el país de las maravillas es un poemario muy original y con grandes
cuotas de lirismo. Una invitación al disfrute y a la reflexión desde una
filosofía de lo cotidiano. Es un libro vivo y con una gran luz que intenta
hacernos rememorar ese tiempo que no vuelve, sino que se reconstruye interminablemente en nuestros gastados
corazones.
Paolo Astorga
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