Los bosques del
silencio
Los bosques del silencio
Jaime Osvaldo Bernales
Abarca
(Edición de Autor, 2013)
“Uno de los puntos discursivos más importantes de este libro
está en la ironía como medio de denuncia contra una sociedad que se ha diluido
en las apariencias de felicidad y estabilidad, pero que en ese escape, en ese
paliativo existencial del consumo y el hedonismo la tiranía del dominante
continúa.”
Escrito por: Paolo Astorga
Los
bosques del silencio
(Edición de Autor, 2013), del poeta chileno Jaime Osvaldo Bernales Abarca (La
Calera, Chile, 1950), nos presenta desde sus primeros versos nos muestra la
desolación y la destrucción como un signo ineludible. El poeta se ha convertido
en una especie de testigo de la destrucción, de la sordidez. Esto lo podemos
ver de forma patente en el poema que abre el libro llamado “Yo camino”. Leamos
un fragmento:
Yo
camino entre brújulas destrozadas,
timones destrozados,
manubrios destrozados,
puntos cardinales destrozados,
sentimientos destrozados.
timones destrozados,
manubrios destrozados,
puntos cardinales destrozados,
sentimientos destrozados.
Yo
camino sin rumbo, extraviado
entre ires y venires.
entre ires y venires.
Como
vemos el libro parte de una especie de apocalipsis donde la destrucción es el
presente, pero también la posibilidad para “reconstruirnos” a partir de
nuestras cenizas. La solidaridad que convoca, que intenta una unión fraternal
ante el dolor de las pérdidas, ante la irracionalidad.
Aquí
estoy, abrazando fraternalmente
a
los marginados de esta sociedad
que
no entiendo:
abrazo
a las lesbianas y a los homosexuales,
abrazo
a las mujeres que han abortado,
abrazo
a las madres solteras,
abrazo
a los cesantes,
abrazo
a las parteras,
abrazo
a los muchachos que no estudian ni trabajan,
abrazo
a los indigentes que hacen largas filas en los hospitales,
abrazo
a los que viven a orillas de los ríos.
Abrazo
al suicida y le digo al oído:
hermano
mío, hermano mío. Y dos
lágrimas
solitarias, mías, besan
sus
mejillas moribundas.
Abrazo
a las prostitutas,
abrazo
a los sidosos,
abrazo
a los que han abofeteado a los jefes,
abrazo
a los que han quemado las banderas,
abrazo
a los que bailan mientras escuchan la Canción Nacional,
abrazo
a los que rompen fronteras,
abrazo
a los que escupen a los uniformados.
El yo poético
intenta una expresividad desde la necesidad de poblarlo todo, de generar en el
hombre moderno un nuevo acercamiento de retorno. Allí, frente a esa aplastante
realidad donde lo banal, lo superficial reducen al pensamiento a los sentimientos
a ser simples objetos de consumo, el poeta se rebela ante lo establecido con su
canto unificador. Uno de los puntos discursivos más importantes de este libro
está en la ironía como medio de denuncia contra una sociedad que se ha diluido
en las apariencias de felicidad y estabilidad, pero que en ese escape, en ese
paliativo existencial del consumo y el hedonismo, la tiranía del dominante
continúa:
Eufóricas
hiperkinéticas y tumultuosas.
hiperkinéticas y tumultuosas.
Mojadas,
húmedas, extasiadas.
¡Yeah! ¡Yeah! ¡Yeah!
¡Yeah! ¡Yeah! ¡Yeah!
Sin embargo, en
mi Patria Grande,
seguimos encadenados
a la tiranía incontrolada.
seguimos encadenados
a la tiranía incontrolada.
El poemario
está estructurado para mostrarnos dos realidades: Por un lado la miseria y la
violencia que genera la incomunicación y, por otro, la toma de conciencia
respecto a esta sociedad que borda la locura, la insustancialidad, el deseo de
destruir todos los asideros y volverse un imperio de lo inútil. Un ejemplo de
lucha es el poema “Pertenezco” en donde la voz poética se enfrenta a ese mundo
donde “pertenecer” supone algo tan imposible y hasta estúpido, sin embargo
sentirse ligado a una causa, tener la responsabilidad de ser más allá del
simple simular, hacen que el discurso nos arroje, con ironía, un mensaje de
perseverancia frente a la muerte de todos los ideales:
Pertenezco a la
generación perdida:
a la generación de los huérfanos,
de los vagabundos,
de los solitarios,
de los que chutean piedras en las esquinas,
de los que aspiran noprén,
de los que fuman yerba.
a la generación de los huérfanos,
de los vagabundos,
de los solitarios,
de los que chutean piedras en las esquinas,
de los que aspiran noprén,
de los que fuman yerba.
(…)
Pertenezco a la
generación de los que se hundieron en la selva,
de los que se extraviaron en la montaña,
Colombia,
Venezuela,
de los que se extraviaron en la montaña,
Colombia,
Venezuela,
Bolivia,
Brasil,
Guatemala,
Uruguay.
Pertenezco a la
generación perdida,
a todas las generaciones perdidas.
Pertenezco.
a todas las generaciones perdidas.
Pertenezco.
Quizás dentro
del repertorio que compone este poemario el que condensa toda la poética del
mismo es el interesante poema: “Arrepentido”, poema que pone de manifiesto esa
crítica constante a nuestra vida vacía y estúpida donde lo más importante es
inventarse escusas para no afrontar los problemas más esenciales de nuestra
propia existencia:
Estoy
arrepentido,
asustado y triste por haber atentado
contra mi vida, es decir, hablo de suicidio.
asustado y triste por haber atentado
contra mi vida, es decir, hablo de suicidio.
Digo esto por
una razón simple:
de haberlo conseguido
no habría podido beber nunca más Coca – Cola
o vivir en un Mundo de Fantasía como Bliz y Pap
o mostrar mi sonrisa Pep.
de haberlo conseguido
no habría podido beber nunca más Coca – Cola
o vivir en un Mundo de Fantasía como Bliz y Pap
o mostrar mi sonrisa Pep.
Recién ahora
valoro, en toda su dimensión,
a la existencia.
a la existencia.
Las visiones
que muchas veces tenemos del mundo están puestas sobre objetos insignificantes,
pero que para nosotros en nuestra angustia existencial, se convierten en
trascendentales. La muerte aquí como un discurso que también ha perdido
significancia se nos muestra no como un estado de total inexistencia, sino solo
como un medio espectacular para mostrar nuestras heridas que nosotros mismos, como
suicidas idiotas, nos hemos infligido.
En suma, Los
bosques del silencio, es un libro diáfano y a la vez rudo, donde la
búsqueda suprema termina siendo siempre la libertad que hoy por hoy es solo una
fantasmagoría, una mentira, que ha hecho del hombre, no un ser consciente de su
actuar, sino solo un cúmulo de miedos y deseos frustrados que vaga como un
fantasma asombrado por las excitantes nimiedades del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario