lunes, 13 de octubre de 2014

"Desde la montaña grito tu nombre" de Gloria Mendoza Borda - Paolo Astorga

Desde la montaña grito tu nombre


Desde la montaña grito tu nombre
Gloria Mendoza Borda
Lluvia editores, 2013

Desde la montaña grito tu nombre (Lluvia editores, 2013) de la poeta Gloria Mendoza Borda (Ciudad del lago, 1948) nos envuelve desde los primero versos en una atmósfera donde todo comunica, donde lo espiritual es referente y conexión. Los poemas de Gloria tienen una fuerte raíz andina y esto se observa de manera patente, pues podemos captar en cada poema recorrido, una voz que construye un diálogo que no parte de lo posmoderno, sino que se interioriza en la comunión con la naturaleza que entrega sus secretos, su necesaria magia en un mundo signado por el caos. El poema siempre es un nosotros, una necesidad de unión con lo comunal. La naturaleza y el hombre son uno solo y el flujo es movimiento de vida y creación, allí donde el dolor, la soledad y la pérdida son a la vez parte de un ciclo vital, pues:

desempolvando la miel de los balcones
asumo la dimensión de fuego
heredad de historia en lengua de las montañas
en lengua de río en lengua de poeta.

La poeta es la que grita su canto, el canto vivificante hacia la naturaleza que es al fin y al cabo la madre o bastión de todo lo que vive. Es el centro de la reflexión, la conexión mayor. La matriz. El símbolo por antonomasia de la naturaleza como elemento vivo y en constante movimiento es la montaña, es decir, aquel elemento andino que tiene la tutela de un pueblo pues controla desde la geografía, clima, hasta la misma idiosincrasia de un pueblo y sus formas de actuar respecto a la naturaleza. La montaña es el apu, es el dios que protege y que habla, que canta. Por eso el canto de Gloria es un canto que linda el agradecimiento y el asombro, la totalidad de lo que, aunque cotidiano y simple, guarda un secreto que une, solidariza y hermana.

están los campesinos emparentándose
con los cielos y la muerte entre los vivos

nevado horizonte furia desesperanza
agonía de desheredados
a pesar de todo
sois los dueños absolutos de las montañas

dueños del espacio sideral dueños de los árboles y los pájaros
dueños de la leche recién ordeñada / dueños del trigo
y la pureza de las flores.

Una inmensa ternura puebla todo el libro y desnuda una voz que ha logrado reconocer el verdadero ciclo de la vida: la naturaleza como totalidad que aunque venza la muerte, aún la historia y la vida persisten como manifestaciones de la naturaleza vivificada, animada y protegida por el enigmático personaje aymara de Martina que permite la travesía, el necesario encuentro con todas las sombras y las evocaciones.

SEÑORA TRISTEZA
Buenas noches mama Martina acompañada de yatiris
de la lluvia en agonía entre triste trinos
luego de relámpagos de las penas cotidianas

corola deshecha madre tierra entre pólvora y voces

en este movimiento de lava y piedra
sentimos flechazos de pájaros salvajes
en nombre de la inocencia humedecida por lejanos sueños.


La poesía de Gloria Mendoza es una poesía desprovista de oscuridad. La luz es su signo más patente, la búsqueda y la descripción del universo natural. Es a partir del discurso poético que se puede pintar la vida y captar su valor trascendente, la eternidad de los momentos:

EPÍSTOLA PRIMERA

Charco de tierra destruyo la voz del olvido luego del diluvio
acuérdate que existen ovejas en copos de nieve
la trenza airada de mama Martina y la  canción
de la sacerdotisa implorando no al aullido de los perros
no a la boca viperina si a la ruda sí al romero si a las rosas

escucha poeta la estación termina
y las cosas que dejaste
las calles donde las esquina son faros
el cielo multiplicando sus astros
la sonrisa la muerte/ aún todo está intacto.


En suma, Desde la montaña grito tu nombre, es un canto a la vida y a la eternidad de la poesía. Gloria nos demuestra con un estilo agradable y profundo una necesidad por reivindicar, por darle una voz a sus experiencias y sobre todo mostrar ese deseo por perennizarse en la naturaleza viva y en movimiento.




Paolo Astorga

"Ars memoriae" de Miranda Merced y Lynette Mabel Pérez - Paolo Astorga

Ars memoriae




Ars memoriae
Miranda Merced y Lynette Mabel Pérez
Verde Blanco Ediciones, 2014

Ars memoriae (Verde Blanco Ediciones, 2014) de las poetas puertorriqueñas Miranda Merced y Lynette Mabel Pérez, es una travesía por la memoria y los recuerdos de la infancia y la adolescencia, donde el amor y la ternura se mezclan con la indiferencia y la violencia. El libro se nos va presentando como pequeñas estampas de momentos vividos donde cada poema nos va dejando su lirismo y complejidad. Por ejemplo en el poema “En un susurro”, nos encontramos ante el discurso de un bebé antes de nacer. A modo de diario observamos cómo un acto tan natural como la evolución en el vientre se transforma en un hermoso discurso poético que mezcla la ternura y la unión de dos vidas mientras revivimos nuestro propio nacimiento. Veamos este fragmento:

Mi cabeza se aplasta contra el ojal. Mi lecho seguro, mi universo, me expulsa de sí. ¡Madre, ayúdame! Otras voces me rodean. Todas suaves, parecidas a la de ella. La confortan. Ella susurra: "Lariii, larariru ruriruuuu, laariii, laaaa". El golpeteo rítmico se apacigua. El ojal se abre. Las paredes me empujan hacia él. Mi cabeza se acomoda a un túnel estrecho, resbaloso, poderoso. Trato de abrir los ojos, de agarrarme a algo. El viaje ya comenzó. Me deslizo. Susurra el mantea. Las mujeres cantan con ella. El túnel comienza a liberarme poco a poco, primero la cabeza, giro un poco, siento que algo me sostiene con fuerza, que me hala mientras el túnel me libera. Ahora el pecho. El recorrido se acelera. Me desata. Extiendo mis brazos. Me siento sin sostén. Ya no me rodea la tibieza. Me abruma el frío, el ruido, la falta de sostén. Me desespero. Un dolor agudo me penetra, entra por mi boca, llega a mi centro, me duele, me duele el centro. Una presión extraordinaria se apodera de mi interior, me siento estallar, escucho un llanto agudo. Soy yo. El llanto libera la presión. Trato de abrir los ojos, pero una brillantez me ciega... Y escucho su voz.

El libro está escrito con fragmentos de recuerdos, con partes de momentos de vida. Cada poema refleja un aprendizaje, el asombro del conocimiento, de la identidad en el mundo. Pero también es en ese viaje hacia las raíces de la infancia lo que hace reconocer las primeras experiencias tristes y dolorosas de la vida que siempre, nos dejan el mensaje de nuestra fragilidad y el reconocimiento de la realidad. Con grandes atisbos de lirismo podemos mapear estas experiencias en el poema “Resurrección” donde un acto tan humano como ir al baño, para un infante, se convierte en una odisea épica que deja su halo transformador de la fantasía en realidad. Veamos:

No pienso en gritar, cada movimiento está enfocado en la salida. Mis pies tratan de apoyarse en la resbaladiza pared. Se deslizan. Mi rostro golpea contra el concreto. No dejo que mis manos suelten las piedras donde me apoyo. Un frío intenso se adueña de la atmósfera. La fetidez cede ante un aroma intenso. La piel se eriza en el momento que siento una enorme mano sosteniendo mi trasero. Es una mano, no tengo duda. Por unos instantes me siento perfectamente acomodada dentro de la palma, siento cómo me aúpa, me acerca al borde de la pared. Me agarro de la fisura, apoyo un pie en el espacio abierto, luego el otro, extiendo mis manos hacia la salida, me impulso. Siento la mano cerca, no la miro, pero la percibo en espera de que salga del peligro, aunque ya no me sostiene. Asomo la cabeza por el hueco frente al inodoro. Me sostengo en los codos. Trepo una pierna, luego la otra, vuelvo a impulsarme. Temblorosa, salgo a la luz, a la libertad detrás de la puerta. Oigo las voces, mi padre llama mi nombre con una voz ronca, intestinal, una voz que sale de un lugar más profundo que la garganta. Mi madre llora. Me levantan. Veo cómo me bañan contra una pared inclinada. Estoy en el lavadero. Huelo a jabón azul, a King Pine. El agua fría se lleva el miedo junto con los excrementos que me cubrían. Las manos pequeñas de mi madre, que en nada se parecían a la que me había elevado en el oscuro foso, estregaban mis oídos, mi pelo, mi cara.
Trató de asegurarse de que no quedara ni un indicio del evento. Pero el jabón no pudo lavar mi memoria profunda, tal vez por eso nunca me gustó Alicia... Porque su país no era el de las maravillas.

Como vemos el libro propone un viaje hacia la infancia como una forma de catarsis, como una forma de reconstruir las identidades, pero además, devela el deseo por mostrar todas las facetas posibles de la infancia ida y, como es de esperarse, el juego es la filosofía de la infancia. Jugar es un signo de liberación, de creación. Ante lo doloroso siempre hay ternura y en la ternura aparece el claroscuro del placer de la infancia, allí, donde el juego es la dictadura del asombro mientras los recuerdos fluyen y se hacen eternidad:

Mis manos tapan mis ojos, me recuerdo jugando a las escondidas, riendo, suavemente, mientras cuento. Uno, dos, tres y allá voy, abro los ojos, quito las manos de mi cara, corro, ando de prisa; voy en busca de mi infancia…

Y en suma este libro es un mapa para observar el crecimiento. Mostrar experiencias universales y a la vez tan íntimas y cotidianas desde un discurso que apela a los sentidos, a la necesidad de las imágenes reminiscentes. Este libro es una llave para el retorno a un tiempo detenido, un tiempo de glorias y derrotas, un tiempo nuestro donde las mejores experiencias, lo que nos permite estar vivos hoy, existió quizás en un solo beso.

Deseaba ¡tanto! conocer el amor. Rebuscarme en la mirada de ese otro ser que se reconocería en mí. Soñaba con el abrazo de ese hombre enamorado. Fantaseaba con su mirada y el campanillear de las estrellas acompañando el beso, ese primer beso que me haría flotar, para el cual me había preparado desde que me supe niña.

En suma Ars  memoriae es un libro muy intenso, donde el esplendor y la luz de la vida se muestran en toda su amplitud. Un libro de retorno y de necesidad. El arte de la memoria siempre es, al fin y al cabo, la humanidad en su pureza y pasión.



Paolo Astorga


lunes, 6 de octubre de 2014

"El peso del tiempo" de Gerardo Pérez Sánchez - Paolo Astorga

El peso del tiempo




El peso del tiempo
Gerardo Pérez Sánchez
Ediciones Aguere – Ediciones Idea, 2013


El peso del tiempo (Ediciones Aguere – Ediciones Idea, 2013) de Gerardo Pérez Sánchez (La Laguna – España, 1972) es una novela de ciencia ficción ambientada en el futurista siglo XXI, siglo donde la vida en la Tierra es insostenible. El libro explora a partir de su personaje central llamado Germán dos aspectos profundos de la condición humana: la idea de tiempo como acumulación de recuerdos y el amor, entre visiones apocalípticas y un buen manejo de la trama narrativa que por momentos se transforma en un elemento importantísimo para toda obra de ciencia ficción: la reflexión sobre el hombre y sus pasiones. El mismo protagonista nos dará el norte de su intención en las primeras páginas del libro: “La verdad es que yo no quería hablar de todo esto. Los problemas de La Tierra y las tramas políticas no hubiesen justificado mi intención de ponerme a escribir, como tampoco el de lanzar todo esto en una cápsula de envío espacial. Aunque tras la lectura de estas líneas cueste creerlo, lo cierto es que lo que quiero contar es una historia de amor y una vivencia personal muy intensa que me produjo un deseo irrefrenable de narrarlo todo, de propagarlo realmente.”

Con el protagonista partiremos de un problema que se presenta como elección: abandonar irremediablemente la Tierra o quedarse siendo parte de unos cuántos “afortunados” que podrán aún habitarla. Germán optará por quedarse en el planeta aceptando el requisito de ser parte de un estudio científico llamado “Estudio del control mental” que consistirá en la grabación de los pensamientos por regresión, es decir una especie de procedimiento de vanguardia donde se pueden captar directamente los pensamientos, vivencias, recuerdos e intimidad de las personas. La finalidad oficial de este procedimiento es impedir que se mienta en procesos judiciales, pero Germán al ser parte del experimento conocerá a Néstor, un científico que hace experimentos paralelos al de los Estudios del control mental y que tratará de probar  una extraña fórmula que supuestamente mide el amor.

El libro no solo se nos presenta como una mera historia de ciencia ficción, sino que a lo largo de la narración, se nos irá develando una relación entre Germán y Elisabeth, una mujer que simboliza el amor ideal que según la trama planteada en el libro es la amada ideal a lo largo de sus muchas vidas.

No obstante debemos decir que El peso del tiempo no solo apunta a la presentación de un amor existencial del futuro no tan lejano, sino que su verdadera sustancia está en la imaginería que Gerardo Pérez utiliza a la hora de narrarnos las contradicciones del sistema en el futuro. Un sistema muy cercano al de 1984 de Orwell, en donde todo es controlado al milímetro, pero a diferencia de Orwell, en El peso del tiempo, el control se nos presenta como una posibilidad directa, es decir, la de adentrarnos en los pensamientos ajenos y poder así destruir la casi nula privacidad existente; el control absoluto.

En conclusión este libro nos muestra al hombre en su deseo por alcanzar lo absoluto en formas de felicidad. El tópico del amor y el poder son importantes en esta novela, pues posibilitan el entendimiento de nuestro presente y los temores que aún en el futuro son patentes respecto a nuestra condición y fragilidad. También se nos presenta, a modo de lucha de contrarios, esa necesidad de alcanzar lo profundo en un mundo devastado donde todos sus habitantes tienen que salir a “parasitar” otros lugares inter espaciales. El tiempo y la lejanía como motivos para la reflexión, permiten darle un tono confesionario e íntimo al libro que capítulo tras capítulo se nos abre como una lucha del hombre contra su destino, pero sobre todo contra sus decisiones. Sin duda un libro que nos sorprende y atrapa, pero también que nos demuestra que la ciencia ficción, no es mirar al futuro con ojos de presente, sino construir un discurso, donde la reflexión sobre lo humano es la médula de la ficción.


Paolo Astorga


"Los delitos del cuerpo" de Samantha Barendson - Paolo Astorga

Los delitos del cuerpo





Los delitos del cuerpo
Samantha Barendson
Chistophe Chomant Éditeur - Francia, 2011

Los delitos del cuerpo (Chistophe Chomant Éditeur - Francia, 2011) de Samantha Barendson (Vilanova i la Geltru – España, 1976), es un intenso libro de poesía bilingüe (español – francés) y donde todo discurso poético se configura alrededor de la ausencia. La ausencia es siempre la maestra de poesía, el motor que nos permite la reflexión, contemplar la verdadera trascendencia de lo amado, de lo que fue amado. Pero es la ausencia lo que importa, la herramienta para tentar lo imposible, para hacer la ficción erótica de las palabras que emanan de los labios que encuentran en su desesperación, en su soledad, el placer de la melancolía. La poeta ha volcado la necesidad de lo deseado como una voluntad por el arte poético de la construcción de las reminiscencias de placer, pero además en esa absoluta memoria e idealización, se estrella contra la realidad, contra la noche, contra un fantasma tan suyo, que solo queda la escritura enfrentando la existencia, el amor después del amor intentando un retorcimiento mágico para reafirmarse, eternizarse en los instantes más intensos del desasosiego.

Te busco
en los pliegues
de un hombre
que no eres tú

En axilas y deseos
ajenos e hijos
de la otredad

Te busco
en las curvas
de hombres
esculpidos por mí

Y no estás


Como observamos, el cuerpo es un flujo, una cúspide y una caída. El cuerpo es un ente para la comunión, para la exploración, para el desarraigo y la rebeldía. El cuerpo es el amante y su vitalidad, el movimiento extático que siempre cambia con las búsquedas y el experimentar hasta que el tiempo lo permita, hasta que el tiempo sea la decadencia de los amantes que ya no recuerdan el nombre de sus ruinas. El cuerpo es geografía del disfrute, pero antes que nada, un recuerdo que invade el corazón.

En la (ti)niebla
tus brazos llenos de lluvia
se evaporan
bajo el sol ardiente
de mi primavera

En la tormenta
el fragor de tus besos
afloja
aunque yo resista
mi corazón armado

El libro nos muestra una necesidad por el encuentro, por la fusión que parte de lo carnal, pero que trasciende el mero sentimiento de pertenencia, el acto animal de la cópula. El cuerpo nuevamente es el escenario central, sin embargo, el acto amoroso es siempre una posibilidad de unión para el disfrute más humano, más cercano a la vida. El verdadero ser amado, aunque lejano, distante y nebuloso, es en la añoranza una fantasía real. Veamos este poema como ejemplo de la necesidad de lo corpóreo para construir la unidad de la comunicación extracorpórea:

Hice el amor
con otro
pensando en ti
mientras hacías el amor
con otra
quizás
pensando en mí

Tenemos que esperar
a que todos se duerman
para permitir que los besos
crucen las montañas

Clavaste tus espinas
debajo de mi piel
abrojos de dulzura
atándome a tu ser

Gritamos en la noche
para que la voz alcance
noctámbulos aullidos
quebrando la pared

Hice el amor
anoche
Nadando en ti
mientras hacías el amor
muy lento
fugaz
gozando en mí

Como vemos, la voz poética nos presenta una estructura definida: El amado es siempre parte de la palabra, es la palabra que se enfrenta a los recuerdos, que los constituye y se hacen patentes en goce y excitación. Sin embargo, este amor es virtualizado, secundado por una vacuidad. El vacío y la soledad pueblan todo el libro y lo sostienen. El delito más grande es el deseo del poseer, de experimentar y eternizarse o fundirse en un solo cuerpo, pensamiento y latido. Pues el amor ya no es amor, sino melancolía de un encuentro que ya pasó, pero que deja sus cenizas aún ardientes en la memoria. Por eso la poeta se entrega sin tregua a ese delito, a ese gran delito de querer ser poseída y poseer en el símbolo eternizado de un simple abrazo:

Cuando la piel tensa
como herida
cuando el ansia la sed
de tu cuerpo ajeno

Cuando la necesidad
de aquellas manos
como bálsamo de afección
y el ardor como única respuesta

Cuando el hilo del deseo
me dobla en dos
en medio de la noche
en medio de la cama
y en medio de la vida

Necesito entonces
tu abrazo

En suma, Los delitos del cuerpo es un libro que con honestidad y sin aspavientos nos canta de una pasión y de una muerte en el desconcierto. Los delitos del cuerpo, no son delitos, es olvido en cuotas de dolor, en gozoso claroscuro entre el placer y la frustración. El viaje poético es sin duda la necesidad, el anhelo por reconstruirse, por ordenar el caos del placer. El amor como sustancia inacabable e indefinible caricia o puñalada que al final solo nos deja con un puñado de hermosos recuerdos y la sospechosa satisfacción de lo nunca logrado:

He quedado sólo el vacío

¿Con qué lo he de llenar?

Estrellas pájaros noches
paseos libros y mar
luces azar alcoholes
música Chopin y Bach
lechos y camas amores
cuerpos de hombres y carnes
y luego
oscuridad

¿Y tú?


Paolo Astorga


"Nuevas Batallas" de Willy Gómez Migliaro - Paolo Astorga

Nuevas Batallas



Nuevas Batallas
Willy Gómez Migliaro
Arteidea, 2013


“Dentro de un estado descompuesto hay esperanza”, con este primer verso, el poeta Willy Gómez Migliaro (Lima, 1968) nos adentra a su libro Nuevas Batallas (Arteidea Editores, 2013), un poemario muy honesto y a la vez fragmentario. El poeta se adentra a una dualidad que se reconoce mientras se viaja por la sustancia del libro. Él nos presenta un espacio degradado por la corrupción, la indiferencia y el hastío de los objetos que nos rodean sin decir nada. La poesía de Willy siempre es antitética. Por un lado el lenguaje construye un mundo posible que emana vida y mensaje, significado que reconstruye una memoria colectiva. Por otro lado, esta voz poética, nos erige su discurso y se extiende entre un neobarroquismo que nos deja en cada lectura un apasionante revelación. Entre lo sórdido, ante lo aplastante, el poeta pretende, cual profeta, mostrarnos una purificación que aún es posible solo si la comunión de espíritus es posible. Sin embargo, la violencia es un cáncer que habita en nuestra propia carne y el poeta lo sabe y, aunque el mundo está plagado de esta, solo le queda librar la batalla contra sí mismo.

Todo el poemario está plagado de un deseo por reconstruir una memoria que sin embargo, no es posible, sino soluble. Al iniciar la travesía, la batalla, la voz nos narra las miserias y esperanzas de un cuerpo que es un país, un individuo, una metáfora. Entiende que el devenir del tiempo sicario es único y nunca relativo. Un hálito de insatisfacción que se hace memoria sangrante puebla este libro, una melancolía posmoderna ante la violencia interna que destruyó nuestra humanidad:

He apostado, qué más da.
Demasiado se nos induce a probar suerte.

Es distinta la imposición y el alcance al entrar a un país,
    al llegar sin demora a un terral
después de viajar 900 Km en ómnibus interprovinciales
y saber que aquí hubo entierros. Demasiada imposición
de imagen.

Iniciaste batallas de viajes y estudios
y al final
solo esencialidades que parten de sus resurrecciones
en un medio de comunicación sin sentido.

Es la frustración y la simbólica violencia del tiempo y la miseria lo que hoy se vive. Willy Gómez ha configurado un universo de antagonismos. Entre el poder y la rebeldía de la naturaleza, de la purificación, de la esperanza; donde coexisten en eterna batalla el paraíso y el infierno:

Pasan la cuenta cuando el poder se vuelve un jardín tecnológico.
Suben con poleas
y los geranios van cayendo. El poder encierra.

Y entonces el antihumanismo lo puebla todo. La batalla ya no es enfrentarse a ese “animal tecnológico”, a ese Poder, sino solo coleccionar y preservar con la palabra, con las imágenes que solo permite lo poético, esa memoria desgarrada de la violencia que no se puede borrar pues es herida abierta y caliente todavía, pues:

La gente desentierra lo que su país esconde,
y en un despegue con las manos sucias vuelven/ trans-
portan salas de emergencia.

Sin embargo en la batalla, en la lucha por aprehender la realidad contradictoria, soluble, el poeta encuentra a su ser contingente y desvalido, ante un país que ha mutado, se ha silenciado en apariencia:

El país se redefine, cielos, qué hice.
Toda mi vida preparando el discurso mientras subía
toda mi vida sin luz & sin ningún papel.

Solo el regreso importaba
o la reconstrucción del quebranto y su estado débil desde el poder.

En suma, Nuevas batallas es un libro donde el enfrentamiento es con nosotros mismos. El discurso recargado y lleno de alusiones a diversos puntos del tejido cultural occidental, enfrentan al poeta a un único signo: El desafío por la reconstrucción y preservación de lo humano que se resiste al abandono de la nada, del olvido que carcome a nuestra sociedad decapitada. El poeta es un maníaco de la libertad, un condenado, que danza en su éxtasis mientras las máscaras de los “extras” se incendian en su hipocresía o indiferencia.


Paolo Astorga