La poesía debe ser
como la bala que mató a Kennedy
La poesía debe ser como la
bala que mató a Kennedy
Pedro Flores
(VI Premio Internacional de
Poesía “Ciudad de Santa Cruz de La Palma”, 2010 – Ediciones La Palma, 2010)
“El amor es el tema central del
libro. Un sentimiento que casi siempre es trágico e irreconocible. Sin embargo,
el poeta desde la ironía y la metáfora busca en la cotidianidad esa belleza del
misterio, pero también la violencia de lo fortuito.”
Escrito por: Paolo Astorga
La
poesía debe ser como la bala que mató a Kennedy (VI Premio Internacional de Poesía
“Ciudad de Santa Cruz de La Palma”, 2010 – Ediciones La Palma, 2010) del poeta
español Pedro Flores (Las Palmas de
Gran Canaria, 1968) Nos ofrece una poética donde la presencia de la muerte se
nos muestra como un símbolo de lo absurdo, pero también como ese misterio que
permite crear la fantasía de las ilusiones. El poeta es nuevamente ese
atormentado, ese insatisfecho que busca en lo incognoscible la belleza de lo
puro, pero también sabe, irónicamente, que el mundo que intenta conocer, es
desolador e irracional.
Una
profunda angustia existencial puebla todo el poemario. El amor es el tema
central del libro. Un sentimiento que casi siempre es trágico e irreconocible.
Sin embargo, el poeta desde la ironía y la metáfora busca en la cotidianidad
esa belleza del misterio, pero también la violencia de lo fortuito. La labor
poética de Pedro Flores es la de reconocer –cual francotirador- el ambiente y
el preciso instante en donde se nos revela la majestuosidad de lo misterioso.
Sin embargo, la frustración y la futilidad es más y permite conocer la
condición humana, mutilada y desesperada por querer expresar, por querer
enunciar un todo que, simplemente, es imposible.
Ahora
bien, el amor, nuevamente, es una historia, es un tiempo, un significado. El
poeta lo sabe por ello busca el símbolo por el cual pueda enunciar sus
significados. De esta manera asistimos, por ejemplo, a la lectura de uno de los
mejores poemas del libro:
De cuando Juan Pablo II no
dejó
que el poeta (y sin embargo sacerdote)
Ernesto Cardenal besara sus pontificias
manos en el aeropuerto de Managua
Tú pudiste
inspirar mejor poesía
Ernesto Cardenal
9:30A.M.
La
plana mayor del gobierno sandinista llega al aeropuerto de
Managua.
Juan
Pablo II despierta de una cabezada en el avión.
10:00A.M.
El poeta y
ministro de cultura del gobierno sandinista Ernesto Cardenal
decide que se arrodillará ante el Papa de Roma y
decide que se arrodillará ante el Papa de Roma y
besará su pontificio anillo,
su temblorosa mano.
su temblorosa mano.
Juan Pablo II discute
con sus asesores los últimos
detalles
antes de ser
recibido por aquella caterva de rojos y de cholos.
10:30A.M.
Los
miembros del gobierno sandinista de Nicaragua forman en la pista.
El avión de Su Santidad baja del cielo
como un ángel negro cualquiera.
10:45A.M.
Se abre la puerta del avión.
Ernesto y los demás miran como Su
Santidad
recibe en su colorado rostro el golpe de
calor del tercer mundo.
10:48A.M.
Juan Pablo besa el suelo.
Ernesto traga saliva.
10: 51 A.M.
El polaco saluda con un mohín de empacho
a la cúpula del gobierno.
Ernesto se arrodilla y se descubre la
blanca cabellera
(si alguien parece un santo esa mañana es
ese nombre arrodillado).
10: 52 A.M.
El poeta ministro sacerdote trata de
besar las rosadas manos de Karol
pero éste las aparta como a un leproso en
Ben-Hur
e increpa al poeta con el dedo
admonitorio de los dibujos del catecismo.
10: 53 A.M.
El beso cae al suelo como una lágrima cayó en la arena.
Cardenal se acuerda de las mujeres
desdeñosas de sus epigramas
y piensa aquéllas sí eran formas de no
amarme.
El Papa se acuerda de Tacho Somoza y
piensa
aquéllos labios si sabrían besar mis
manos.
Yo me acuerdo de una noche con luna en
Getsemaní,
eso sí que fue un beso.
Como
observamos el simple acto simbólico de un beso, es el pretexto para hablar
sobre la condición de amante y la vida misma que se pierde en las
contradicciones, en las más grandes pasiones y violencias. No obstante, hay que
entender que es allí, en esa dualidad contradictoria, donde lo fortuito muestra
nuestra verdadera cara, nuestra más transparente realidad sin espejos.
Por
otro lado, el dolor envuelve nuestras imperfecciones. El dolor es la tensa
desilusión del suicida que ama su cadáver y que lo muestra, cual espectáculo,
para reconocerse humano. El poeta lo sabe, por ello en el poema “Lo que un gato
a un verdugo”, hay un homenaje a César Vallejo, poeta del dolor, que mezcla un
lenguaje crudo con la inocencia de los niños que ven en la crueldad, a veces,
la frágil verdad del mundo. Leamos:
Lo que un gato a un verdugo
¡Pobre mono!... ¡Dame la pata!...
No. La mano, he dicho.
¡Salud! ¡Y sufre!
CÉSAR VALLEJO
COMO UN ASPIRANTE a matarife
aprende en la íntima geografía de los
gatos
qué nervio, qué tendón y qué recuerdo
desencadenan el alarido, sueltan el
esfínter,
qué tenaza en qué cartílago recóndito
de puro pánico nace mendigar la muerte.
Del modo en que aprende el cadetito
hasta dónde ahogar, hasta dónde ensartar,
la penosa frontera entre pesadilla y
locura.
Como un niño inocente en su crueldad
amputa ensimismado las alas a la mosca,
le arrebata el cielo,
pero también la trampa del cristal,
así Vállejo a la poesía. Entiéndaseme.
Y
entonces es la vida lo que nos destruye de a pocos y el premio consuelo es la
simple memoria, la nostalgia y la melancolía. A veces, ni eso, sino solo la
desilusión de no poder ya. Y es que el mundo entero fluye y lo que se hace mito
apenas prevalece en frágiles memorias que el tiempo se encargará de borrar
lentamente:
Antonio en Accio
DESDE
EL PRINCIPIO sabías que esto
no
podía salir bien;
no
porque las sinuosidades de tu reina
escondan
más cocodrilos que los recodos del Nilo.
No
porque Octavio,
el
frágil muchacho,
tenga
en realidad más escamas
que
un viejo centurión fronterizo.
No
porque el poder de Roma sea eterno,
ni
los dioses envidiosos,
ni
el destino tenga lengua de áspid.
Mira
a lo lejos la playa,
Alejandría,
brillante y apestosa,
¿ves
al hombrecillo con levita y con lentes?
¿Puedes
ver su dudosa apostura entre el humo del desastre?
Se
llama Konstantino
y
estabas condenado porque él
cuando
tú sólo seas mito y derrota,
escribirá,
con la caligrafía impecable de los comerciantes,
El
Dios abandona a Antonio.
Nuevamente
asistimos a la dicotomía recuerdo-olvido. El tiempo que te muestra la belleza
del movimiento, pero también la ceniza de lo ya ido, la derrota. El poeta sabe
que su tiempo es tan ínfimo como la de un grano de arena en el universo, sin
embargo, es esa desesperación nacida del apuro, lo que le permite decir, crear,
existir. La angustia, otra vez, es una maestra de mundo y el poeta, con cada
movimiento, el profético vigía que señala el absurdo mientras la muerte lo
devora.
¡Cómo
el olvido ha ido destruyendo
el
mundo aquel que edificamos juntos!
GASTÓN SAQUERO
YA NO EXISTE LA CALLE en que nos vimos,
ni el pequeño y oscuro restaurante
donde por vez primera nos comimos,
mi diosa deseada y deseante.
Ya no existe la música que oímos,
el camino secreto, apasionante,
que llevaba a los cuerpos que tuvimos.
Ya no existe un lugar exuberante
en la árida extensión de mi declive.
Ya no existe aquel nombre al que
quisiste;
soy su reflejo pírrico, iracundo
en el agua verdosa de un aljibe.
Soy el fantasma lunático y triste
que vaga por las ruinas de tu mundo.
En
suma, La poesía debe ser como la bala que mató a Kennedy es un libro
intenso y coloquial. El deseo por la inmortalidad o lo imperecedero es la
ilusión de plasmarse en la inmovilidad del tiempo. La poesía de Pedro Flores es
intensa, pero también desencantada de los objetos amados. Con cada poema somos
partícipes de una nueva lejanía. El mensaje, es sin duda, morir aprendiendo a
morir.
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