Trenes
Trenes
Roxana Crisólogo
(Ediciones El billar de
Lucrecia, 2010)
“Las imágenes respecto a la naturaleza pueblan este
poemario. El anhelo por conectar el mundo que se vive con el mundo que nos
rodea construye un discurso que dispara las experiencias, la necesidad de
explicarlo todo o por lo menos llenar de preguntas ese vacío que nos puebla”.
Escrito por: Paolo Astorga
Trenes (Ediciones El billar de Lucrecia, 2010)
de Roxana Crisólogo (Lima, 1966) nos
adentra a un mundo donde la coloquialidad y la cotidianidad afloran con un
estilo sobrio y reflexivo. Crisólogo intenta una poética del instante, del
disparo de la memoria y la melancolía. Su poesía tiende a una narratividad
fragmentaria donde los momentos son motivos para que la palabra genere el
símbolo del viaje, del tránsito que entre asombro, relaciones y una profunda
soledad, se nos va presentando como vida. El canto es siempre “como un tapiz de
ahogadas voces/ en mi lengua” y es que estos poemas tienen la característica de
la búsqueda o del encuentro. El ir como signo de descubrimiento se recrea en el
lenguaje que aprisiona el tiempo y lo hace discurso de reminiscencias. Estar en
otros lugares, en otros hemisferios y sentirse forastero, es allí donde la
poesía no solo busca las expresividades, el escape de lo insustancial, sino el
encuentro (el reencuentro) con la dualidad de los deseos y la memoria que lo
dinamita todo, que no nos deja escapar de nuestras raíces.
una peruana en el tren
camino a Moscú
y el acicalado frío
de unos labios
que no necesitarán de palabras
el asomo graso desde la espuma
copiosa
de una cerveza
que me invita a un trago
y me hace pensar en ti
madre
y después de intercambiar
algo más
que algunas cervezas
tu nombre se me viene leeeento
como las músicas humildes
y de tus ojos vuelan palomas blancas
exactamente
como en el poema
quiero
besar tu voz
tu
voz
que canta en todas las ramas
de esta mañana
Las
imágenes respecto a la naturaleza pueblan este poemario. El anhelo por conectar
el mundo que se vive con el mundo que nos rodea construye un discurso que dispara
las experiencias, la necesidad de explicarlo todo o por lo menos llenar de
preguntas ese vacío que nos puebla. Por otro lado, el signo de la madre como
reminiscencia de lo que se pierde con la distancia es patente y permite mezclar
no solo el devenir de la vida y la ternura de lo amado, sino también, es un
vehículo para reconocerse y repartirse en esos momentos que intentan ser
reconocidos, asimilados, cantados. La poeta describe este viaje como una serie
de puntos, como pequeños relámpagos que se funden para generar ese contacto con
la patria y “la otra tierra” que nos acoge mostrándonos sus diferencias. El
migrante es un ser que explora y añora, la poeta lo sabe por eso nos dice:
Aquí no se escucha cumbia
aquí no se escucha
nada
y cada paso de baile es un cuento chino
una pisada de pies
una mezcla de tragos
y lo que los latinos
despreocupadamente
ordenan
y me hará volar
los latinos
el guetto de los colores
algunos
fugamos en el heavy metal
que se escucha como un idioma secreto
detrás del baño
los latinos
bailan algo parecido a este sótano
sin luz
algo más o menos cercano
a un desierto
Lo pausado, tan
característico de la poesía de Crisólogo es un recurso para desmontar la
cotidianidad que nos devora, que nos salta a la cara y nos somete con sus
imágenes incitando a nuestros deseos y frustraciones. Y entonces, la poeta
expurga su conciencia y su corazón. Las metáforas son en este libro recorridos
de situaciones donde lo enigmático e íntimo se desnudan y mezclan generando una
atmósfera melancólica. Los personajes que hace alusión la poeta giran en
entornos dobles: por un lado el espacio europeo conlleva a una abstracción
frente a lo extraño, lo nuevo, las costumbres ajenas, la vida “diferente” que
apartan el discurso hacia ese otro lado donde se vive la miseria, la
desigualdad, las injusticias, pero también la esperanza frente a las
adversidades y el dolor: “no tenemos plata pero tenemos honor/ no tenemos
carpetas pero cantamos/ el sol debe ser igual al oro/ que no se ve”. Es en ese
estado, entre la miseria y la esperanza, donde la poeta puede lanzarnos sus
imágenes. Un desdoblamiento, una duplicidad del que es oriundo y del extranjero
que hace de la poeta un megáfono de voces insistiendo su decir, mostrando su
propia magia, la vida misma:
me ha tomado más
de lo que hubiera
imaginado
el camino de regreso
reunir las enseñanzas
del paisaje
es un hecho
no hay tren
y de Pacasmayo a Chilete
ahora se viaja en bus
o a lomo de acémilas
aunque mi otro abuelo
el camionero
jure que un silbato de
tren
arruina su sueño
no creí que fuera tan
difícil
volver a empezar
darle vuelta a este
desierto
recoger azúcar,
querosene y velas
y repartirlas por
pueblos que parecen
hacerse polvo
en las alturas
y que el sol
convierte en mecheros
humanos
es lo que un arriero
acostumbra hacer
y no le queda más que
el privilegio
de sus palabras
En suma, la
poesía de Trenes es intensa, serenada, pero enigmática y sencilla. Hay en ella
un desgarramiento, una sensibilidad agazapada en las evocaciones y los cuerpos
que viajan uniendo las lejanas fronteras de la soledad y la imposibilidad de
volver a beber de ese tiempo perdido. Esta es una poesía que intenta exponernos
la observación más sincera de un mundo que se construye con fragmentos de vida,
de tierra, de sudor y ternura, eminente ternura que nos deja sumidos en el
hondo misterio de las palabras y la existencia.
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