Fausto
Johann Wolfgang von Goethe
(fragmentos)
PRIMERA PARTE:
DE NOCHE
(En
una habitación gótica, estrecha y de altas bóvedas, FAUSTO está sentado en un
sillón ante su pupitre.)
FAUSTO: Ay, he estudiado
ya Filosofía, Jurisprudencia, Medicina y también, por desgracia, Teología, todo
ello en profundidad extrema y con enconado esfuerzo. Y aquí me veo, pobre loco,
sin saber más que al principio. Tengo los títulos de Licenciado y de Doctor y hará
diez años que arrastro mis discípulos de arriba abajo, en dirección recta o
curva, y veo que no sabemos nada. Esto consume mi corazón. Claro está que soy
más sabio que todos esos necios doctores, licenciados, escribanos y frailes; no
me atormentan ni los escrúpulos ni las dudas, ni temo al infierno ni al
demonio. Pero me he visto privado de toda alegría; no creo saber nada con
sentido ni me jacto de poder enseñar algo que mejore la vida de los hombres y
cambie su rumbo. Tampoco tengo bienes ni dinero, ni honor, ni distinciones ante
el mundo. Ni siquiera un perro querría seguir viviendo en estas circunstancias.
Por eso me he entregado a la magia: para ver si por la fuerza y la palabra del
espíritu me son revelados ciertos misterios; para no tener que decir con agrio
sudor lo que no sé; para conseguir reconocerlo que el mundo contiene en su
interior; para contemplar toda fuerza creativa y todo germen y no volver a
crear confusión con las palabras. (…)
GABINETE DE ESTUDIO:
(Encuentro entre FAUSTO y MEFISTÓFELES)
FAUSTO: ¿Esto es lo que
había dentro del perro de aguas? ¿Un estudiante viajero? Esto me hace reír.
MEFISTÓFELES: Saludo al
erudito señor. Me ha hecho usted sudar la gota gorda.
FAUSTO: ¿Cuál es tu
nombre?
MEFISTÓFELES: La pregunta
me parece de poca categoría para alguien que desprecia la Palabra; para alguien
que, desdeñando toda apariencia, busca la esencia ahondando en las
profundidades.
FAUSTO: En vuestro caso,
señor, se puede llegar a la esencia conociendo el nombre; esto ocurriría si
supiera, con toda claridad, si os apellidáis «Dios de las moscas», «Corruptor»
o «Mentiroso». Bueno, ¿quién eres?
MEFISTÓFELES: Una parte
de esa fuerza que siempre quiere el mal y siempre hace el bien.
FAUSTO: ¿Qué significa ese
acertijo?
MEFISTÓFELES: Soy el
espíritu que siempre niega. Y lo hago con pleno derecho, pues todo lo que nace
merece ser aniquilado, mejor sería entonces que no naciera. Por ello, mi
auténtica naturaleza es eso que llamáis pecado y destrucción, en una palabra,
el Mal. (…)
CALLE
(FAUSTO,
MARGARITA se cruza con él.)
FAUSTO: Mi bella señorita,
¿podría atreverme a ofrecerle mi brazo y mi compañía?
MARGARITA: No soy señorita ni
bella, y puedo volver a casa sin compañía de nadie. (Se zafa de él y sigue
andando.)
FAUSTO: ¡Por el cielo, qué
niña más hermosa! Nunca he visto nada igual. Llena de bondad y de virtud, al
tiempo que muestra cierto desdén. Tiene rojos los labios y luminosas las
mejillas. ¡No los podré olvidar en este mundo! Se ha grabado en mi pecho la
forma en que bajó la mirada y el momento en que me replicó brevemente; qué
entusiasmo sentí. (Entra MEFISTÓFELES.) Tienes que conseguirme a esa muchacha.
MEFISTÓFELES: ¿A cuál?
FAUSTO: A esa que acaba de
pasar.
MEFISTÓFELES: ¿Aquella?
Vuelve de hablar con su confesor, que le perdonó todos sus pecados. Me oculté
en el confesionario y pude ver que es una inocente que confiesa faltas
insignificantes. No tengo ningún poder sobre ella.
FAUSTO: Pero tiene al
menos catorce años.
MEFISTÓFELES: Hablas como
un auténtico calavera que deseara poseer todas las flores y se enorgulleciera
de que para él no hay honor ni bien que no se puedan lograr. Pero esto no
siempre ocurre.
FAUSTO: No, elogioso
maese; no me vengas a hablar de la ley. Te lo digo claro y alto: si esta noche
no siento el palpitar de su joven sangre al tenerla entre mis brazos, a
medianoche nos separaremos.
MEFISTÓFELES: ¡Piensa en todo
lo que hay que hacer y deshacer! Al menos necesito dos semanas para encontrar
la ocasión.
FAUSTO: Si tuvieras siete
horas disponibles, no necesitaría del demonio para la seducción de esa
criaturita.
MEFISTÓFELES: Ya habláis
casi como un francés, pero no os enojéis. ¿De qué sirve obtener el placer de
inmediato? Nunca es tan grande el gozo, ni con mucho, como cuando poco a poco,
con todo tipo de embustes, vas encadenando y poniendo en suerte a tu muñequita,
tal como ocurre en algunos cuentos extranjeros.
FAUSTO: Aun sin eso, me
apetece.
MEFISTÓFELES: Ya sin
bromas ni chanzas. Te digo que con esa bella niña no se puede ir tan rápido.
Con el empuje no podrás conseguir nada. Tendremos que servirnos de la astucia.
FAUSTO: ¡Tráeme algo de su
tesoro angélico! ¡Llévame a su lugar de descanso! ¡Haz de su pecho mi pañuelo,
hazle una liga con mi deseo amoroso!
MEFISTÓFELES: Para que
veas que ante tu pena quiero ser diligente y servicial, no perderemos ni un
instante y hoy te llevaré a su cuarto.
FAUSTO: ¿Y podré verla?;
¿y será mía?
MEFISTÓFELES: No. Ella
estará en casa de una vecina. Mientras tanto podrás hacerte con esperanzas de
futuras alegrías en el aire donde ella respira.
FAUSTO: ¿Podemos ir ya?
MEFISTÓFELES: Todavía es
muy pronto.
FAUSTO: Consígueme un
regalo para llevarle. (Se va.)
MEFISTÓFELES: ¡Regalos
ya! ¡Muy bien! ¡Lo acabará consiguiendo! Conozco lugares adecuados donde están
enterrados algunos viejos tesoros. Tengo que volver a echarles un vistazo. (Se
va.)
(…)
PRISIÓN
MARGARITA es apresada por haber matado a su bebe y
también por la muerte de su madre. Enloquecida está delirando en una celda.
FAUSTO: (Con un manojo de
llaves y una lámpara, delante de una puertecita de hierro.)
Se ha apoderado de mí un terror fuera de lo común.
Sufro en este instante toda la miseria de la humanidad. Aquí está ella, tras
estos muros húmedos, y todo su crimen fue un dulce desvarío. Vacilas en llegar
a su presencia; temes volver a verla. Pero, adelante. Tu vacilación hace
avanzar a la muerte. (Toma el candado y dentro se oye cantar.)
MARGARITA:
La cortesana de mi madre
fue la que me mató
y mi padre, el pícaro,
luego me devoró.
Mi pequeña hermanita
mis huesos enterró
en húmedo lugar.
Me convertí en un pájaro.
Mírame cómo vuelo.
FAUSTO: (Abriendo.)
No presiente que su amado la está escuchando ni oye
el chirriar de las cadenas y el crujir de la paja. (Entra.)
MARGARITA: (Escondiéndose en el
camastro.)
Ay, ya viene. ¡Amarga muerte!
FAUSTO: (En voz baja.)
Tranquila, tranquila, vengo a liberarte.
MARGARITA: (Retorciéndose ante él.)
Si eres hombre, siente mi desgracia.
FAUSTO: Vas a despertar al
vigilante. (Toma las cadenas para quitárselas.)
MARGARITA: (De rodillas.): ¿Quién
te ha dado ese poder sobre mí, verdugo? Ya a medianoche vienes a llevarme. Ten
piedad de mí y déjame vivir. ¿No es mañana lo bastante pronto? (Se incorpora.)
¡Soy tan joven!, ¡tan joven! Y tengo que morir. Fui también bella y esa fue mi
perdición. Mi amigo estuvo cerca y ahora está lejos. La guirnalda está
destrozada y desperdigadas están las flores. ¡No me agarres con tanta fuerza!
¡Trátame con cuidado! ¡Qué te he hecho! No me hagas que te suplique
inútilmente. No te he visto en mi vida.
FAUSTO: ¿Podré soportar tanto
dolor?
MARGARITA: Ahora estoy en tu poder.
Pero déjame darle el pecho al niño. Toda la noche he estado acariciándolo: me
lo quitaron para hacerme daño y ahora dicen que lo he matado yo. Nunca volveré
a estar alegre. Me cantan cancioncillas, ¡qué mala es la gente! Así es como
acaba un viejo cuento... ¿Quién les manda contarlo?
FAUSTO: (Arrodillándose.)
A tus pies hay un hombre que te quiere, que viene a
librarte del dolor.
MARGARITA: (Se arrodilla a su
lado.) ¡De rodillas, recemos a los santos! Mira, debajo de esos escalones,
pasado el umbral, brilla el fuego del infierno. El Maligno prorrumpe en
estruendo con espantosa cólera.
FAUSTO: (En voz alta.)
¡Margarita!, ¡Margarita!
MARGARITA: (Con atención.) ¡Esa era
la voz de aquel amigo! (Se pone en pie de un salto. Caen las cadenas sueltas.)
¿Dónde está? Lo he oído llamarme. Soy libre. Nadie habrá de sujetarme. Iré
volando a abrazarlo y descansaré junto a su pecho. Me ha llamado. «¡Margarita!»
Y estaba en el umbral. Entre los aullidos y el crepitar del infierno, a pesar
de las burlas y las muecas de los diablos, reconozco el dulce y amoroso sonido.
FAUSTO: Soy yo.
MARGARITA: ¡Tú, eres tú! ¡Dilo otra
vez! (Abrazándole.) ¡Es él! ¡Es él! ¿Adónde se han ido todas las penas? ¿Adónde
el miedo de la cárcel y los hierros? ¡Eres tú y has venido a salvarme! ¡Estoy
salvada! Otra vez vuelve a estar ante mí la calle donde te vi por primera vez y
el jardín alegre donde Marta y yo te esperábamos.
FAUSTO: (Intentando llevársela.)
¡Ven conmigo!
MARGARITA: ¡Oh, espera!, pues
mientras estoy contigo, me encuentro muy bien. (Acariciándolo.)
FAUSTO: ¡Date prisa! Si no, lo
pagaremos caro.
MARGARITA: ¿Cómo? ¿No puedes ya
besarme? Hace tan poco tiempo que te marchaste y ya no sabes besarme. ¿Por qué
tengo tanto miedo abrazada a ti, cuando antes tus palabras me llevaban al cielo
y me besabas como si quisieras ahogarme? Bésame o te besaré yo. (Lo abraza.)
Pobre de mí, tus labios están fríos, están mudos. ¿Dónde quedó tu amor? ¿Quién
me lo ha quitado? (Le vuelve la espalda.)
FAUSTO: ¡Venga! Sígueme, amor
mío. Ten valor. Te querré con un fuego mil veces más ardiente, pero ahora
sígueme, te lo suplico.
MARGARITA: (Dándole otra vez la
cara.)
¿Y entonces eres tú? ¿Eres tú de veras?
FAUSTO: Sí soy yo. Ven conmigo.
MARGARITA: Has roto las cadenas y
me estrechas de nuevo contra tu pecho. ¿Cómo es que no tienes miedo de mí?
¿Sabes, amigo, a quién estás liberando?
FAUSTO: ¡Ven! Que ya la
oscuridad de la noche empieza a disiparse.
MARGARITA: He matado a mi madre. He
ahogado a mi hijo. ¿No era un don tuyo y mío? ¡También tuyo! ¡Eres tú! Apenas
puedo creerlo. Dame tu mano. Esto no es un sueño. ¡Tu mano querida! Pero...
está húmeda. ¡Sécatela! Me parece que hay sangre en ella. Ah, Dios mío, qué has
hecho. Guarda ya tu daga, te lo suplico.
FAUSTO: Lo pasado, pasado está.
No me mates.
MARGARITA: No, debes seguir vivo.
Te diré cómo serán las sepulturas que deberás cuidar a partir de mañana. Para
mi madre debe ser la mejor y a su lado mi hermano. Yo debo estar un poco aparte
y junto a mi seno derecho, el pequeño. ¡Nadie más yacerá junto a mí! Unirme a
ti fue una tierna alegría. Pero ya no lo consigo, parece como si tuviera que
forzarme para ir hacia ti y tú me rechazaras, aunque sigues siendo tú tan bueno
y tan noble.
FAUSTO: Si me ves así, ven
conmigo.
MARGARITA: ¿Fuera?
FAUSTO: Sí, a la libertad.
MARGARITA: Fuera está la tumba y la
muerte nos aguarda, vamos. Vayamos de aquí al lecho eterno y no demos ni un
paso más. ¿Vas entonces? Oh, Enrique, voy contigo.
FAUSTO: ¿Puedes? Pues ven, la
puerta está abierta.
MARGARITA: No puedo, para mí ya no
hay esperanza. ¿Para qué huir? Me acecharán. Es tan horrible tener que
mendigar, y además con remordimiento de conciencia. Es terrible vagar por
tierra extraña, y me apresarán de todos modos.
FAUSTO: Entonces me quedaré
contigo.
MARGARITA: ¡Huye!, ¡huye! Salva a tu
pobre hijo. Sigue el camino que lleva arriba al arroyo. Atraviesa el puente,
adéntrate en el bosque y ve a la izquierda, donde está el entablado, en el
remanso. Sácalo, quiere salir y aún está pataleando. ¡Sálvalo!, ¡sálvalo!
FAUSTO: Pero vuelve en ti. Un
paso y serás libre.
MARGARITA: Si hubiera pasado ya el
trance... Ahí, sobre una piedra, está sentada mi madre... Siento que se me
congela la sangre. Ahí está mi madre, sentada sobre una piedra, y no mueve la
cabeza, ni asiente ni deniega con ella. Hace tiempo que duerme, nunca
despertará. Ella durmió para que nosotros gozáramos. ¡Qué tiempos más felices!
FAUSTO: Si las palabras y las
súplicas no sirven, te llevaré a la fuerza.
MARGARITA: ¡Déjame! No soporto la
violencia. No me agarres como si fuera un criminal. Yo lo habría hecho todo por
amor.
FAUSTO: ¡El día está
despuntando, amor mío!
MARGARITA: ¡De día! ¡Ya es de día!
¡Ya está llegando mi último día! ¡Tendría que haber sido el día de mi boda! No
le digas a nadie que estuviste con Margarita. Ay de mi guirnalda, todo acabó.
Nos volveremos a ver, pero no bailando. La multitud se agolpa y no se oye nada.
La plaza y las callejuelas no pueden contenerla. La campana repica y ya se ha
quebrado la varilla. ¡Cómo me atan y me agarran! Ya soy llevada al asiento de
la muerte. Todas las nucas se estremecen ante el filo que va a cortar la mía.
El mundo está mudo como una tumba.
FAUSTO: Ojalá no hubiera nacido.
MEFISTÓFELES: (Apareciendo desde fuera.)
Vamos, o estáis perdidos. ¡Qué inútiles
vacilaciones! ¡Qué irresolución! ¡Cuánta palabra! Mis caballos empiezan a
estremecerse. Ya clarea la mañana.
MARGARITA: ¿Qué es lo que está
saliendo por el suelo? Es ese; échalo. ¿Qué hace en lugar sagrado? ¡Ha venido a
buscarme!
FAUSTO: Has de vivir.
MARGARITA: ¡Juicio de Dios, a ti me
he encomendado!
MEFISTÓFELES: (A FAUSTO.): ¡Ven, o te
dejo con ella en la estacada!
MARGARITA: ¡Soy tuya, padre!
¡Sálvame! Vosotros, ángeles, ejército sacro, rodeadme para protegerme.
¡Enrique, siento horror por ti!
MEFISTÓFELES: ¡Está condenada!
VOZ: (Desde arriba.) ¡Está
salvada!
MEFISTÓFELES (A FAUSTO.): Ven conmigo. (Desaparece
con FAUSTO.)
VOZ DE MARGARITA (Desde dentro
resonando):
¡Enrique!, ¡Enrique!
ACTIVIDADES DE
COMPRENSIÓN LECTORA:
1. ¿Qué características del
Romanticismo encuentras en estos fragmentos? Explica cada uno de ellos.
2. Qué quiere decir la frase
de Fausto: “he estudiado ya Filosofía, Jurisprudencia, Medicina y también, por
desgracia, Teología, todo ello en profundidad extrema y con enconado esfuerzo.
Y aquí me veo, pobre loco, sin saber más que al principio”. Fundamenta tu
respuesta.
3. ¿Por qué Mefistófeles le
dice a Fausto “No tengo ningún poder sobre ella” al hacer referencia a
Margarita?
4. ¿Según fragmento cómo se
da el amor y la tragedia en el fragmento?
5. Según el fragmento ¿qué
podría significar la juventud de Margarita? ¿Por qué?
6. ¿Por qué Mefistófeles es
astuto? Explica
7. Infiere: ¿Por qué
Margarita enloquece? Explica
8. Qué nos dice Margarita en
este fragmento: “¡De día! ¡Ya es de día! ¡Ya está llegando mi último día!
¡Tendría que haber sido el día de mi boda! No le digas a nadie que estuviste
con Margarita. Ay de mi guirnalda, todo acabó. Nos volveremos a ver, pero no
bailando. La multitud se agolpa y no se oye nada. La plaza y las callejuelas no
pueden contenerla. La campana repica y ya se ha quebrado la varilla. ¡Cómo me
atan y me agarran! Ya soy llevada al asiento de la muerte. Todas las nucas se
estremecen ante el filo que va a cortar la mía. El mundo está mudo como una
tumba”. Explica.
9. Margarita ¿Se arrepiente?
¿Cómo lo hace? ¿Qué le pasa al final? ¿Se va al infierno?
10. ¿Crees que Margarita es una heroína romántica? ¿Por qué?