Relatos nómadas o cómo vivir la experiencia de
viajar
Escrito por: Paolo Astorga
Relatos nómadas (Ornitorrinco
Ediciones, 2018) de Claudia Oré Butler, son una serie de crónicas de viaje cuyo
tema principal gira en torno al aprendizaje intercultural. A través de una
serie de narraciones amenas y descritas de manera magistral, Claudia nos
contará sus peripecias como trotamundos, pero no solo desde una descripción geográfica
de las maravillas que tiene el mundo, sino sobre todo, de la riqueza humana que
encontrará en cada viaje, en cada anécdota, en cada encuentro. El libro
pretende ofrecernos las experiencias de viaje de una mochilera, de manera
divertida y agradable. Estas crónicas nacen, según la autora, de un diario de
viaje, pero cobran fuerza con el estilo narrativo que se acerca más a la magia
del intercambio cultural con las personas que en una mera enumeración de
aspectos geográficos o turísticos.
Se
podría decir entonces que este es un diario o bitácora del viajero, en donde se
explorará la riqueza de los diversos lugares a donde el trabajo, el placer o el
destino llevarán a la autora. Pero como toda crónica la historia tendrá siempre
un elemento central: un descubrimiento, un develamiento, un nuevo aprendizaje,
que permitirá a los lectores disfrutar el viaje como lo disfrutó (o padeció) la
autora.
El
libro abre con una crónica profundamente anecdótica sobre un viaje a Bogotá.
Uno de los elementos resaltantes en el relato es lo significativo que resultan
los aeropuertos para un viajero. Es como dice la autora: “lugares donde pueden
ocurrir miles de situaciones y contratiempos, donde siempre hay mucha gente
corriendo de un lado a otro, comprando, comiendo, durmiendo, tomando fotos,
despidiéndose, leyendo, etc., pero, sobre todo, esperando… siempre esperando.”
Es pues en los aeropuertos donde el mundo –y sus historias- se entrelazan. Es
más, hay ciertos aeropuertos epicentros del mundo. En el caso de la historia
contada por Claudia, resulta bastante anecdótica. La autora necesita viajar a
Bruselas para un Congreso Internacional de Turismo Social, pero al encontrarse
en el aeropuerto de Bogotá, se le extravían los documentos. El relato nos
acerca a una vicisitud muy común del viajero: perder vuelos, perder documentos
o peor aún, ser víctima de un robo. La historia termina de una manera
reconfortante y deja, además un mensaje, aleccionador, pero sobre todo cargado
de cierto humor.
¿Por
qué dejar testimonio de nuestros viajes? El libro es claro: aprender, conocer,
intercambiar, asombrarse, vivir, son las palabras clave que serían la respuesta
a este libro. Claudia, crónica tras crónica despliega una narración limpia y
atrapante. Su fin no es el de mostrarnos su mundo viajero, sino a las
inolvidables personas que pueblan el libro. Pues al viajar no solo se conoce al
otro, sino también que nos conocemos a nosotros mismos.
En
el libro destacan crónicas como el viaje de Año Nuevo a Cuba y, mientras la
autora nos cuenta sobre lo que le sucedió en aquella isla, también se
reflexiona sobre política, sobre la idiosincrasia y, sobre todo, sobre el
lenguaje, sobre el idioma, tan importante para el viajero.
Recordemos
que Claudia es una especialista en Turismo y hoy por hoy este es visto como una
de las actividades económicas más importantes, sobre todo para países como
Egipto, cuya economía subsiste gracias al turismo.
Ahora
bien, hablando de Egipto, la autora nos narra una serie de aventuras que vivió
en este lejano país. Destacan “Una travesura en las Pirámides de Egipto”, una
crónica llena de misterio y belleza, no exenta de cierto humor, sobre el famoso
espectáculo de luces al amanecer de las Pirámides de Giza. Destaco de la
narración este fragmento:
“Las luces
iluminaban partes de la gran pirámide o a las tres pirámides en simultáneo, de
acuerdo como se iba desarrollando la historia de Egipto. Me pareció muy hermoso
el juego de luces, y estar en el desierto de noche le daba a todo un aire
especial. En el espectáculo, las pirámides hablaban entre sí con voces en off;
cuando hablaba Keops, esta se iluminaba, y cuando contestaba Micerino, se
apagaba Keops; y así sucesivamente.”
También
destacan “Nagib y Annan en el Cairo” o “Una familia feliz en Mádaba”, y la mayoría
de crónicas sobre el Medio Oriente. Aquí, sin duda, lo destacable es la
hospitalidad, la fuerte idea de familia y la sencillez de las personas. Estos
encuentros se pueden resumir con la siguiente cita de la autora: “me gustaba
este intercambio de culturas, de formas de vivir y hablar; de acoger al otro…”
A
lo largo de cada crónica el lector no solo va a “viajar con la autora”, sino
que va a aprender a observar, a escuchar, a sentir (con el lenguaje que nos
ofrece Claudia), no solo las diferencias culturales que tienen las personas de
los diversos lugares del mundo que visita la autora, sino los aspectos humanos
que nos unen, que nos hacen empáticos y una sola persona. Claudia es muy sagaz
en este punto, pues, con cada crónica, con cada relato y aventura, asume el
reto de mostrarnos con honestidad el aspecto no solo público del país
(atractivos turísticos, el espacio geográfico), sino también aspectos privados
(la idea de lo familiar, el hogar, las relaciones humanas). Por ello este libro
es una rareza en lo que respecta a publicaciones relativas a viajes en nuestro
país, pues no se busca para nada lo publicitario o lo artificial (este no es
una simple guía de viajes para el turista), sino que predomina la narración
cálida y sincera de la primera persona y el asombro frente a lo diverso.
Del
libro son rescatables varios aspectos de las crónicas, pero es muy interesante
aquellas que están referidas, como ya dije, al Medio Oriente y África. Allí, la
autora nos deja en claro que para estas poblaciones prima la idea de
hospitalidad y el arraigo a las tradiciones, la familia y el significado
profundo que cobra lo sencillo. Además, es importantísimo rescatar que muchas
de las crónicas que este libro nos presenta no se dan en calidad de turista,
sino de viajero. ¿Hay alguna diferencia? Claro. El turista al viajar planifica
todo posiblemente con una agencia de viajes que va a “organizar” todo su
itinerario convenientemente y de la manera más segura, sin embargo, el viajero,
el mochilero, se arriesga a conocer aquellos lugares a los que viaja y, en ese
riesgo, a conocer realmente a las personas, los lugares y aquellos secretos que
quedan vedados para aquel que ya tiene un itinerario.
Es
destacable, además, el concepto gráfico del libro. Las ilustraciones de Daniel
Maguiña y las fotografías, boletos, mapas y publicidad que la autora nos ofrece
de sus viajes, son testimonio de que viajar es una forma intensa de vivir, pero
también la mejor manera de conectarnos con lo profundo de nosotros y de los
demás.
En
suma Relatos nómadas nos acerca cada
vez más a lo humano, a ese deseo por conocer desde la libertad y la
hospitalidad, desde el asombro y el deslumbramiento. Claudia Oré no solo ha
escrito un libro de viajes, sino una experiencia de vida, nos ha escrito una
invitación para conocer y entender un poco mejor el mundo, nuestro mundo. Por
eso ella termina su travesía con este fragmento: “Observación, mucha
observación, caminar, moverse, conversaciones, mucha gente que te conversa;
costumbres, paisajes, sistemas de organización de los países similares; todos
deben esperar, pasar controles, desvelarse; los países están en movimiento;
llegas a cada capital y allí están sus habitantes trabajando, caminando,
haciendo cola, manejando, recibiéndote, moviéndose. Había perdido la noción del
tiempo y el espacio, tuve sentimientos encontrados al llegar a mi tierra. Era
la misma, pero con miles y miles de impresiones en la memoria y en el espíritu
que jamás olvidaré.”