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domingo, 8 de septiembre de 2019

Cementerio prohibido de Francois Villanueva Paravicino, explorando el terror desde la culpa y la frustración


Cementerio prohibido de Francois Villanueva Paravicino, explorando el terror desde la culpa y la frustración


Escrito por: Paolo Astorga


Cementerio prohibido de Francois Villanueva Paravicino, es un conjunto de seis cuentos que explora de manera frenética y obsesiva el tema de la muerte. Caracterizado con un lenguaje que no solo intenta construir una trama tensiva, el autor nos entrega una serie de narraciones donde la muerte, el misterio, la angustia y la frustración son ejes centrales y detonantes de las más variadas historias.

Estos cuentos se caracterizan además por tener una muy profunda influencia de los clásicos como Poe, Maupassant, Horacio Quiroga, entre otros. Un lenguaje que calza magistralmente con lo que se narra: historias que casi siempre son ambientadas desde la oscuridad de lo gótico, en donde la línea de lo real y lo fantástico se desvanece para mostrarnos el terror de lo más puramente humano.

Ahora, veamos un breve repaso por el contenido de este cuentario:

El verdugo es la frenética historia de un personaje perdido en el África que intenta sobrevivir a lo que parece un ataque caníbal o zombie. La narración en primera persona se hace intensa y por momentos asfixiante. Pero hay algo más: este cuento es una alegoría al tormento, pues mientras el protagonista intenta sobrevivir apertrechado en una cabaña, la culpa y la conciencia deviene en verdadera tragedia, en muerte, pues de alguna manera esos seres que lo atormentan son de alaguna manera la conciencia que lo carcome, que lo azota hasta destruirlo.

Por otro lado, en La condena de Ismael volvemos al tema de la culpa, la condena y un intento de escape. Este cuento que contiene cuotas de mitología y creencias andinas, nos narra la historia de Ismael, un pastor que desde niño es alimentado con historias de ultratumba, debe cruzar un puente de tronco para llegar a su destino. Pero al cruzarlo se encontrará con un misterioso anciano que intenta llegar a Tulluwasi (la tierra de los condenados). Es aquí donde la historia se irá transformando en terrorífica y pesadillesca, en donde la maldición y la condena serán las directrices de la narración.

En Las heladas, asistimos a un cuento cuya inevitable influencia de Pedro Páramo es inevitable. Nuevamente un pueblo llamado El Tambo sufre los embates de la naturaleza, mientras el creciente devenir de lo funesto se va haciendo presente. Aquí el tema de la muerte no es observado como una condena de terror o de misterio, sino que el narrador construye un espacio narrativo donde la muerte es una metáfora de la destrucción que termina en desolación y olvido, a pesar del esfuerzo de los hombres, el azote de la naturaleza es implacable.

En El cuadro inconsciente, va a primar lo premonitorio, lo decadente y también, paradójicamente, lo poético. Quizás este es el cuento mejor logrado del libro, pues más allá de solo narrarnos una historia de misterio o de terror, este cuento explora, desde un ambiente de marginalidad y violencia, la condición humana de un artista que intenta mantener sus ideales frente a un mundo sórdido que lo atomiza, que lo intenta invisibilizar y desaparecer. Además, este cuento también posee una construcción narrativa que linda con lo fantástico, además de tener múltiples influencias como las de Wilde con El retrato de Dorian Gray en lo que respecta a lo bello y a lo monstruoso o de Baudelaire, en lo que respecta al simbolismo que se imprime sobre los personajes. Lucrecio Vencedor, un pintor mediocre sobrevive vendiendo sus pinturas (mezcla de surrealismo e impresionismo) en la Plaza San Martín. Giovanna, su musa, su compañera, vivirá con él la aplastante realidad de una ciudad que los fagocita. La historia tendrá un giro trágico pues Giovanna morirá de una enfermedad y Lucrecio, poco a poco, se adentrará al tormento de su soledad y frustración que intentará vencer infructuosamente con su arte.

Como puente, encontraremos La familia de un conocido, una historia donde lo fantástico nuevamente es el eje de la narración. Además, el tema de la vejez y la inmortalidad serán los temas recurrentes en este breve, pero intenso relato.

Por último, Cementerio prohibido, cuento que le da título al libro, es la historia de una búsqueda que concluye en terror. Alex se encuentra camino al funeral de su hermano. Primero, un sueño que se transforma en pesadilla es el símbolo de lo que le espera, luego, poco a poco, al llegar al lugar todo se irá tornando más misterioso hasta que finalmente la narración desborde en delirio con zombies y asesinos. El cuento, que mezcla muy bien lo onírico con la ciencia ficción nos inserta en su desenlace en una pesadilla donde, otra vez, la muerte es la única salida ante la culpa y el olvido.

Como vemos, el núcleo tramático común en todos los cuentos es sin duda lo funesto, pero no desde una perspectiva violenta, sino más bien encerrada en una poética que intenta observar y reflexionar sobre lo humano. La muerte jamás es puro terror o miedo, sino también un símbolo que nos recuerda nuestra finitud, nuestra contingencia y lo frágil que puede resultar la cordura frente ella.

Por otro lado, es innegable la gran carga descriptiva que impone el autor en sus narraciones. Aunque las descripciones pueden parecer inútiles, en este libro tienen una importancia trascendental para preparar la atmósfera, casi siempre asfixiante, de sus cuentos y poder así entender el tormento, los anhelos, las frustraciones de sus personajes. Quizás es allí que Francoise es el mayor tributario de Poe, pues como dice el maestro del cuento de terror en su ensayo La Teoría Del Cuento Moderno:

Un hábil artista ha construido un relato. Si es prudente, no habrá elaborado sus pensamientos para ubicar los incidentes, sino que, después de concebir cuidadosamente cierto efecto único y singular, inventará los incidentes, combinándolos de la manera que mejor lo ayuden a lograr el efecto preconcebido. Si su primera frase no tiende ya a la producción de dicho efecto, quiere decir que ha fracasado en el primer paso.

Como observamos, es en lo que se llama “efecto” en donde el lector puede encontrar eso que lo integra, que lo adentra al relato. Francoise lo sabe bien, por eso el presente libro goza de una construcción envolvente, donde cada historia, cada escena, cada palabra, busca despabilar nuestra imaginación y sacudir, de alguna manera, nuestra humanidad.

En suma, Cementerio prohibido de Francois Villanueva Paravicino es un libro que atrapa y nos sumerge al abismo de nuestros propios miedos, deseos y frustraciones. Con personajes que se encuentran casi siempre al borde de la muerte, con una atmósfera que mezcla lo fantástico con un lenguaje que por momentos resulta profundamente poético, el autor nos invita a explorar la sordidez de lo humano desde esa geografía aún inhóspita que es la conciencia y la oscuridad.



domingo, 26 de agosto de 2018

UN BREVE COMENTARIO SOBRE LOS AÑOS TRISTES (NOVELA NO APTA PARA SUICIDAS) - Paolo Astorga


UN BREVE COMENTARIO SOBRE LOS AÑOS TRISTES (NOVELA NO APTA PARA SUICIDAS)

Escrito por: Paolo Astorga




Los años tristes (novela no apta para suicidas) (Ediciones Altazor, 2018) del escritor peruano Charly Martínez (Lima, 1984) es una novela que ahonda en la condición humana y sus profundas rispideces. La directriz temática que aborda el autor es la imposibilidad de lo absoluto frente al deseo. El personaje principal, cada vez más abocado a una obsesión irrevocable y un espíritu introvertido, se enfrenta a una contradicción existencial entre el amor, la comprensión y ese otro imposible que se inserta como turbación. Letea, el símbolo de un amor obsesivo, desesperado y lleno de irremediables distancias y Astrid, la pasión prohibida del incesto, son las obsesiones más profundas, pero también, los motivos que impulsan la reflexión a lo largo dela obra. La novela de Martínez no busca solo contar una historia de amor imposible, sobre la locura o las pulsiones tanáticas, sino su discurso narrativo manifiesta una necesidad por penetrar en la psicología del desamparo y de la soledad, en los límites de la existencia y la incomprensión. Por eso la constitución de la trama se fundamenta en la sucesión de momentos que parten del presente hasta la revisita de una infancia plagada de soledad y desencuentros.

A lo largo de la novela vamos a ser testigos de una narrativa rabiosa e inmersiva. El lenguaje pulido y por momentos poético, no solo nos hace disfrutar la historia, sino que nos permite ingresar al alma de los personajes, y sobre todo, a la honesta transparencia de su protagonista. Además, el desear es el elemento central de la novela. El deseo, es una paradoja llena de misterio, es una fatalidad que engendra belleza y desgracia. El protagonista lo sabe, por eso desde su personalidad golpeada por el destino y las inseguridades propias de un ser en constantes desmoronamientos, asistimos a la violencia de las frustraciones, a la incapacidad para insertarse en una realidad que no permite constituirse en el otro sin perderse en la locura.

Esta es una historia que se aborda desde lo reflexivo, desde la identificación. El joven protagonista Charly M.T., nos narra sus desavenencias, pero también sus impresiones sobre el arte y la literatura. Es un escritor joven que a pesar de sus esfuerzos por lograrse un nombre entre el mundillo literario local con su obra Las púas y otras tragedias, no logra más que el pequeño halago y un constante movimiento hacia el abismo del fracaso. Como he planteado antes, es un personaje que intenta no solo contar su historia de amor, sino ofrecernos una visión personal de la vida y la condición humana, tan paradójica y tan compleja.

El joven escritor a lo largo de la obra irá perdiendo toda cordura hasta desmoronarse por completo en la locura. Pero en ese proceso de destrucción habrá grandes cuotas de reflexión y de libros. Y digo libros, porque por esta obra desfilan –como desfilan en el Quijote- obras y autores que marcan de alguna manera la personalidad del protagonista y su deseo por fusionarse emocionalmente en lo amado. Primero en Letea, una mujer mayor con la que intentará consolidad el amor, pero que a la larga solo será una ilusión momentánea, “una caída hacia el abismo del otro”. Luego aparecerá la presencia de Astrid y el incesto, pero también la necesidad de vencer toda esa apabullante soledad e indiferencia que lo sumirá en las profundas depresiones que luego derivarán en “encierro” (¿o liberación?) de locura y sus dos traumáticos internamientos en un hospital psiquiátrico que no harán más que acrecentar los desmoronamientos.

Y es que a lo largo de la novela el signo patente del encierro lo puebla todo. Primero la casa que no es hogar; los familiares que solo ven al protagonista con pena y desprecio por su condición diferente; la ciudad que es un gran monstruo de hostilidad e indiferencia y luego los amores que solo refulgen un momento para luego quedarse en la memoria como un dolor rabioso que madurará en tragedia. Por eso el protagonista en sus desequilibrios vive “encerrado en sí mismo”, y desde allí, intenta “abrirse” paso en el infierno que son los otros. Sin embargo, es innegable que es allí, en ese movimiento de transparencia, de sinceridad con el otro, que las imposibilidades aparecen y devienen en lejanías y desolación.

El protagonista no puede estar alejado de la presencia femenina: La madre neurótica, la abuela Herminia, dulce y llena de esperanza, la presencia de la mujer demente con quien conoce por primera vez la marginalidad de una realidad que brinda la felicidad para algunos y la violencia y dolor para otros, Letea y Astrid, componen el universo narrativo en la novela.

Pero esta novela no apta para suicidas tiene además un elemento constitutivo: la tentación del suicidio. A lo largo de la novela el protagonista sumido ya en la profunda depresión y soledad pensará de manera seria en la muerte como un proyecto redentor. Pero, paradójicamente mientras la trama se desarrolla, asistimos a que, aunque existe un auténtico deseo de autoeliminación, lo que se muere no es el protagonista, sino aquello que ama o que intenta amar. Primero como rechazo, como sordidez, como incomprensión y luego con la muerte misma, patente, fría, inesperada.

No, la novela no habla solo de la desolación y la violencia del tiempo en donde un yo no puede adaptarse a enajenado mundo que lo rodea, sino que todo el libro es un canto a lo vital, es una loa a la vida desde sus límites y la más significativa de sus metas: alcanzar a ser, figurarse en el mundo a pesar de toda las inconsecuencias, de todos los olvidos, de todas las soledades.

Con un manejo magistral de los diálogos y un estilo autobiográfico, Los años tristes (Novela no apta para suicidas) es una búsqueda heroica por comprenderse, por instituirse y caer en el otro desde el amor, desde la magnitud máxima de los deseos, pero sobre todo, desde la más honesta de las humanidades. El protagonista es un hombre que tienta al fracaso –como diría Ribeyro- pero que en ese dolor, en esa tristeza que el destino convierte en miseria y destrucción, el alma que se duele, que sufre, es el alma dotada de un don especial: contemplar lo más inhóspito de lo humano, la belleza y la violencia de la vida misma.