jueves, 1 de julio de 2021

Warma kuyay (Amor de niño) - José María Arguedas (Cuento)

 

Warma kuyay 
(Amor de niño)

José María Arguedas
(Andahuaylas, Perú 1911 - Lima, 1969)


 

      Noche de luna en la quebrada de Viseca.

Pobre palomita, por dónde has venido,
buscando la arena por Dios, por los cielos.

 

       —¡Justina! ¡Ay, Justinita!

 

En un terso lago canta la gaviota,
memoria me deja de gratos recuerdos.

 

       —¡Justinay, te pareces a las torcazas de Sausiyok’!


       —¡Déjame, niño, anda donde tus señoritas!


       —¿Y el Kutu? ¡Al Kutu le quieres, su cara de sapo te gusta!


       —¡Déjame, niño Ernesto! Feo, pero soy buen laceador de vaquillas y hago temblar a los novillos de cada zurriago. Por eso Justina me quiere.


       La cholita se rió, mirando al Kutu; sus ojos chispeaban como dos luceros.
       —¡Ay, Justinacha!


       —¡Sonso, niño, sonso! —habló Gregoria, la cocinera.


       Celedonia, Pedrucha, Manuela, Anitacha… soltaron la risa; gritaron a carcajadas.


       —¡Sonso, niño!


       Se agarraron de las manos y empezaron a bailar en ronda, con la musiquita de Julio el charanguero. Se volteaban a ratos, para mirarme, y reían. Yo me quedé fuera del círculo, avergonzado, vencido para siempre.


       Me fui hacia el molino viejo; el blanqueo de la pared parecía moverse, como las nubes que correteaban en las laderas del Chawala. Los eucaliptos de la huerta sonaban con ruido largo e intenso; sus sombras se tendían hasta el otro lado del río. Llegué al pie del molino, subí a la pared más alta y miré desde allí la cabeza del Chawala: el cerro medio negro, recto, amenazaba caerse sobre los alfalfares de la hacienda. Daba miedo por las noches; los indios nunca lo miraban a esas horas y en las noches claras conversaban siempre dando las espaldas al cerro.


       —¡Si te cayeras de pecho, tayta Chawala, nos moriríamos todos!


       En medio del witron [patio grande], Justina empezó otro canto:

 

Flor de mayo, flor de mayo,
flor de mayo primavera,
por qué no te liberaste
de esa tu falsa prisionera.

 

       Los cholos se habían parado en círculo y Justina cantaba al medio. En el patio inmenso, inmóviles sobre el empedrado, los indios se veían como estacas de tender cueros.


       —Ese puntito negro que está al medio es Justina. Y yo la quiero, mi corazón tiembla cuando ella se ríe, llora cuando sus ojos miran al Kutu. ¿Por qué, pues, me muero por ese puntito negro?


       Los indios volvieron a zapatear en ronda. El charanguero daba voces alrededor del círculo, dando ánimos, gritando como potro enamorado. Una paca-paca empezó a silbar desde un sauce que cabeceaba a la orilla del río; la voz del pájaro maldecido daba miedo. El charanguero corrió hasta el cerco del patio y lanzó pedradas al sauce; todos los cholos le siguieron. Al poco rato el pájaro voló y fue a posarse sobre los duraznales de la huerta; los cholos iban a perseguirle, pero don Froilán apareció en la puerta del witron.


       —¡Largo! ¡A dormir!


       Los cholos se fueron en tropa hacia la tranca del corral; el Kutu se quedó solo en el patio.


       —¡A ése le quiere!


       Los indios de don Froilán se perdieron en la puerta del caserío de la hacienda, y don Froilán entró al patio tras de ellos.


       —¡Niño Ernesto! —llamó el Kutu.


       Me bajé al suelo de un salto y corrí hacia él.


       —Vamos, niño.


       Subimos al callejón por el lavadero de metal que iba desmoronándose en un ángulo del witron; sobre el lavadero había un tubo inmenso de fierro y varias ruedas enmohecidas, que fueron de las minas del padre de don Froilán.


       Kutu no habló nada hasta llegar a la casa de arriba.


       La hacienda era de don Froilán y de mi tío; tenía dos casas. Kutu y yo estábamos solos en el caserío de arriba; mi tío y el resto de la gente fueron al escarbe de papas y dormían en la chacra, a dos leguas de la hacienda.


       Subimos las gradas, sin mirarnos siquiera; entramos al corredor, y tendimos allí nuestras camas para dormir alumbrados por la luna. El Kutu se echó callado; estaba triste y molesto. Yo me senté al lado del cholo.


       —¡Kutu! ¿Te ha despachado Justina?


       —¡Don Froilán la ha abusado, niño Ernesto!


       —¡Mentira, Kutu, mentira!


       —¡Ayer no más la ha forzado; en la toma de agua, cuando fue a bañarse con los niños!


       —¡Mentira, Kutullay, mentira!


       Me abracé al cuello del cholo. Sentí miedo; mi corazón parecía rajarse, me golpeaba. Empecé a llorar. Como si hubiera estado solo, abandonado en esa gran quebrada oscura.


       —¡Déjate, niño! Yo, pues, soy “endio”, no puedo con el patrón. Otra vez, cuando seas “abugau”, vas a fregar a don Froilán.


       Me levantó como a un becerro tierno y me echó sobre mi catre.


       —¡Duérmete, niño! Ahora le voy a hablar a Justina para que te quiera. Te vas a dormir otro día con ella, ¿quieres, niño? ¿Acaso? Justina tiene corazón para ti, pero eres muchacho todavía, tiene miedo porque eres niño.


       Me arrodillé sobre la cama, miré al Chawala que parecía terrible y fúnebre en el silencio de la noche.


       —¡Kutu: cuando sea grande voy a matar a don Froilán!


       —¡Eso sí, niño Ernesto! ¡Eso sí! ¡Mak’tasu!


       La voz gruesa del cholo sonó en el corredor como el maullido del león que entra hasta el caserío en busca de chanchos. Kutu se paró; estaba alegre, como si hubiera tumbado al puma ladrón.


       —Mañana llega el patrón. Mejor esta noche vamos a Justina. El patrón seguro te hace dormir en su cuarto. Que se entre la luna para ir.


       Su alegría me dio rabia.


       —¿Y por qué no matas a don Froilán? Mátale con tu honda, Kutu, desde el frente del río, como si fuera puma ladrón.


       —¡Sus hijitos, niño! ¡Son nueve! Pero cuando seas “abugau” ya estarán grandes.


       —¡Mentira, Kutu, mentira! ¡Tienes miedo, como mujer!


       —No sabes nada, niño. ¿Acaso no he visto? Tienes pena de los becerritos, pero a los hombres no los quieres.


       —¡Don Froilán! ¡Es malo! Los que tienen hacienda son malos; hacen llorar a los indios como tú; se llevan las vaquitas de los otros, o las matan de hambre en su corral. ¡Kutu, don Froilán es peor que toro bravo! Mátale no más, Kutucha, aunque sea con galga, en el barranco de Capitana.


       —¡“Endio” no puede, niño! ¡“Endio” no puede!


       ¡Era cobarde! Tumbaba a los padrillos cerriles, hacía temblar a los potros, rajaba a látigos el lomo de los aradores, hondeaba desde lejos a las vaquitas de los otros cholos cuando entraban a los potreros de mi tío, pero era cobarde. ¡Indio perdido!


       Le miré de cerca: su nariz aplastada, sus ojos casi oblicuos, sus labios delgados, ennegrecidos por la coca. ¡A éste le quiere! Y ella era bonita: su cara rosada estaba siempre limpia, sus ojos negros quemaban; no era como las otras cholas, sus pestañas eran largas, su boca llamaba al amor y no me dejaba dormir. A los catorce años yo la quería; sus pechitos parecían limones grandes, y me desesperaban. Pero ella era de Kutu, desde tiempo; de este cholo con cara de sapo. Pensaba en eso y mi pena se parecía mucho a la muerte. ¿Y ahora? Don Froilán la había forzado.


       —¡Mentira, Kutu! ¡Ella misma, seguro, ella misma!


       Un chorro de lágrimas saltó de mis ojos. Otra vez el corazón se sacudía, como si tuviera más fuerza que todo mi cuerpo.


       —¡Kutu! Mejor la mataremos los dos a ella, ¿quieres?
       El indio se asustó. Me agarró la frente: estaba húmeda de sudor.


       —¡Verdad! Así quieren los mistis.


       —¡Llévame donde Justina, Kutu! Eres mujer, no sirves para ella. ¡Déjala!


       —¡Cómo no, niño, para ti voy a dejar, para ti solito! Mira, en Wayrala se está apagando la luna.


       Los cerros ennegrecieron rápidamente, las estrellitas saltaron de todas partes del cielo; el viento silbaba en la oscuridad, golpeándose sobre los duraznales y eucaliptos de la huerta; más abajo, en el fondo de la quebrada, el río grande cantaba con su voz áspera.

       Despreciaba al Kutu; sus ojos amarillos, chiquitos, cobardes, me hacían temblar de rabia.


       —¡Indio, muérete mejor, o lárgate a Nazca! ¡Allí te acabará la terciana, te enterrarán como a perro! —le decía.


       Pero el novillero se agachaba no más, humilde, y se iba al witron, a los alfalfares, a la huerta de los becerros, y se vengaba en el cuerpo de los animales de don Froilán. Al principio yo lo acompañaba. En las noches entrábamos, ocultándonos, al corral; escogíamos los becerros más finos, los más delicados; Kutu se escupía en las manos, empuñaba duro el zurriago, y les rajaba el lomo a los torillitos. Uno, dos, tres…, cien zurriagazos; las crías se retorcían en el suelo, se tumbaban de espaldas, lloraban; y el indio seguía, encorvado, feroz. ¿Y yo? Me sentaba en un rincón y gozaba. Yo gozaba.


       —¡De don Froilán es, no importa! ¡Es de mi enemigo!


       Hablaba en voz alta para engañarme, para tapar el dolor que encogía mis labios e inundaba mi corazón.


       Pero ya en la cama, a solas, una pena negra, invencible, se apoderaba de mi alma y lloraba dos, tres horas. Hasta que una noche mi corazón se hizo grande, se hinchó. El llorar no bastaba; me vencían la desesperación y el arrepentimiento. Salté de la cama, descalzo, corrí hasta la puerta; despacio abrí el cerrojo y pasé al corredor. La luna ya había salido; su luz blanca bañaba la quebrada; los árboles rectos, silenciosos, estiraban sus brazos al cielo. De dos saltos bajé al corredor y atravesé corriendo el callejón empedrado, salté la pared del corral y llegué junto a los becerritos. Ahí estaba Zarinacha, la víctima de esa noche; echadita sobre la bosta seca, con el hocico en el suelo; parecía desmayada. Me abracé a su cuello; la besé mil veces en su boca con olor a leche fresca, en sus ojos negros y grandes.


       —¡Niñacha, perdóname! ¡Perdóname, mamaya!


       Junté mis manos y, de rodillas, me humillé ante ella.


       —¡Ese perdido ha sido, hermanita, yo no! ¡Ese Kutu canalla, indio perro!
       La sal de las lágrimas siguió amargándome durante largo rato.


       Zarinacha me miraba seria, con su mirada humilde, dulce.


       —¡Yo te quiero, niñacha, yo te quiero!


       Y una ternura sin igual, pura, dulce, como la luz en esa quebrada madre, alumbró mi vida.

       A la mañana siguiente encontré al indio en el alfalfar de Capitana. El cielo estaba limpio y alegre, los campos verdes, llenos de frescura. El Kutu ya se iba tempranito, a buscar “daños” en los potreros de mi tío, para ensañarse contra ellos.


       —Kutu, vete de aquí —le dije—. En Viseca ya no sirves. ¡Los comuneros se ríen de ti, porque eres maula!


       Sus ojos opacos me miraron con cierto miedo.


       —¡Asesino también eres, Kutu! Un becerrito es como una criatura. ¡Ya en Viseca no sirves, indio!


       —¿Yo no más, acaso? Tú también. Pero mírale al tayta Chawala: diez días más atrás me voy a ir.


       Resentido, penoso como nunca, se largó al galope en el bayo de mi tío.
       Dos semanas después, Kutu pidió licencia y se fue. Mi tía lloró por él, como si hubiera perdido a su hijo.


       Kutu tenía sangre de mujer: le temblaba a don Froilán, casi a todos los hombres les temía. Le quitaron su mujer y se fue a ocultar después en los pueblos del interior, mezclándose con las comunidades de Sondondo, Chacralla… ¡Era cobarde!


       Yo, solo, me quedé junto a don Froilán, pero cerca de Justina, de mi Justinacha ingrata. Yo no fui desgraciado. A la orilla de ese río espumoso, oyendo el canto de las torcazas y de las tuyas, yo vivía sin esperanzas; pero ella estaba bajo el mismo cielo que yo, en esa misma quebrada que fue mi nido. Contemplando sus ojos negros, oyendo su risa, mirándola desde lejitos, era casi feliz, porque mi amor por Justina fue un “warma kuyay” y no creía tener derecho todavía sobre ella; sabía que tendría que ser de otro, de un hombre grande, que manejara ya zurriago, que echara ajos roncos y peleara a látigos en los carnavales. Y como amaba a los animales, las fiestas indias, las cosechas, las siembras con música y jarawi, viví alegre en esa quebrada verde y llena del calor amoroso del sol. Hasta que un día me arrancaron de mi querencia, para traerme a este bullicio, donde gentes que no quiero, que no comprendo.


       El Kutu en un extremo y yo en otro. Él quizá habrá olvidado: está en su elemento; en un pueblecito tranquilo, aunque maula, será el mejor novillero, el mejor amansador de potrancas, y le respetarán los comuneros. Mientras yo, aquí, vivo amargado y pálido, como un animal de los llanos fríos, llevado a la orilla del mar, sobre los arenales candentes y extraños.

 

 

VOCABULARIO:

 

Abusar: violentar sexualmente

barranco: abismo, precipicio

bayo: caballo blanco amarillento

bosta: excremento del ganado

bullicio: ruido fuerte

charanguero: el que toca el charango

chispear: brillar

despachar:  arrojar

 daño: se dice cuando un animal entra  a una chacra ajena

en tropa:  en grupo

estaca: palo con puntada  clavado en la tierra

forzar:  tener sexo a la fuerza

fúnebre: macabro

galga: piedra grande

jarawi:  poema- canción quechua

laceador: el que atrapa  a los animales con un lazo

lucero:  astro luminoso

mak tasu:  joven fuerte

maula: cobarde

misti: señor blanco poderoso

paca-paca:  pájaro de la sierra

quebrada: abismo

querencia: lugar amado

terciana: fiebre

torcaza:  paloma

torillito: becerrito

tuya: árbol de hoja verdes

warma kuyay: amor de niño

witron:  patio grande

zurriago: látigo o azote

zurriagazo: latigazo

 

 

 

viernes, 12 de marzo de 2021

Cuento "El primer destilador" de León Tolstói con actividades de comprensión lectora

 

El primer destilador

León Tolstói

En cierta ocasión un mísero mujik sa­lió al campo a trabajar sin haber comido nada. Sus provisiones se reducían a un pedazo de pan que, antes de iniciar su fae­na, lo dejó bajo las ramas de una zarza, cu­briéndolo con un caftán.

Llevaba ya mucho tiempo labrando, el caballo empezó a dar muestras de cansan­cio; hasta que su amo le desunció para que pastara libremente, mientras él iba en bus­ca de su pan. Acercóse a la zarza, levantó el capote y no halló el pan. Muy sorpren­dido, buscó y rebuscó entre la zarza y el caftán, pero sin ningún resultado. El pan no aparecía.

El campesino estaba intrigado por tan extraña desaparición.

-¡Qué cosa más rara! -pensaba-. Na­die ha venido por aquí, pero el caso es que se han llevado el pan.

El autor del hurto no había sido otro que un travieso diablillo que quería pro­bar al mujik, ver si la falta de pan le indu­cía a maldecir. Y allí estaba el diablillo, sen­tado detrás de la zarza, observando las re­acciones del campesino, el cual sin sentir­se contento, ni muchísimo menos, empe­zó a murmurar:

-¡Bah! Porque me falte el pan no me voy a morir de hambre. Posiblemente el que me lo ha quitado lo necesitaba más que yo. Que le haga buen provecho.

Diciendo esto se dirigió al pozo, bebió agua, descansó unos instantes, tornó a un­cir el caballo y reanudó su trabajo.

El diablillo se mostraba muy enfure­cido por no haber logrado hacer pecar al mujik, por lo que fue a pedir consejo a su jefe superior. Explicó cómo había hurta­do el pan del mujik y cómo éste, en vez de irritarse, había dicho: «¡Buen provecho le haga!»

El diablo en jefe se encolerizó y dijo:

-Si ese mujik te ha vencido en esta cuestión, es porque no has cumplido con tu deber y no has sabido cómo conducir­te. Ten en cuenta que no podemos dejar a los mujiks y a sus mujeres que nos desa­fíen de esta manera, pues llevaríamos una vida de perros... La cosa no puede quedar así; vuelve pues, a casa de ese campesino y gánate el pan que has robado, si quieres comértelo. En un plazo que no puede alar­garse más de tres años, has de vencer a ese mujik, de lo contrario, te meteré en agua bendita.

El diablillo sintió un escalofrío de es­panto.

Regresó corriendo al campo, y duran­te mucho tiempo reflexionó sobre cómo podía reparar su falta. A fuerza de pensar dio al fin con lo que necesitaba.

Adquirió la forma de un hombre y en­tró al servicio del mujik. Previniendo que el verano sería muy seco, convenció a su amo de que sembrase trigo en las tierras pantanosas. El mujik hizo caso a las ob­servaciones de su criado y sembró trigo en esas tierras.

El sol excesivo quemó las mieses de los demás mujiks, mientras que las de nuestro campesino crecieron altas y her­mosas. Recogió una cosecha abundante que había de durarle hasta el año próxi­mo, y aún sobrarle.

En el verano siguiente, el diablillo per­suadió al mujik para que sembrara en las tierras altas, y dio la circunstancia de que aquel año fue lluvioso.

Una gran humedad pudrió el trigo de los demás campesinos y las espigas no maduraron, pero el nuestro otra vez re­cogió una excelente cosecha. Tan abundan­te y grueso era el grano, que rebosantes los graneros, no sabía qué hacer con el que le sobraba.

Entonces el criado enseñó al mujik a fabricar vodka, y el campesino se aficio­nó a esta bebida de tal modo, que ya no sólo bebía él, sino que hacía beber a los demás.

Después de esto el diablejo marchó en busca de su jefe superior, alabándose de haber ganado el pedazo de pan; pero el jefe supremo de todos los diablos quiso con­vencerse de ello, acudiendo al lugar de los hechos.

Se presentó en casa del mujik y vio que éste había invitado a los notables de la al­dea y, en aquel momento, los obsequiaba con vodka. La dueña de la casa en perso­na servía de beber, y sucedió que una de las veces, pasó junto a la mesa, tropezó y derribó un vaso.

El mujik, muy enfurecido, riñó a su esposa.

-¡Tonta de todos los demonios! -gritó. ¿Es acaso esto agua de fregar para que la derrames de esa forma?

El diablejo dio con el codo a su jefe supremo.

-Date cuenta -le dijo-; ahora no pasa como cuando el pan.

Tras de reñir a su esposa, el campesi­no quiso servir por sí mismo el vodka y todos bebieron muy regocijados. En esto entró un mujik, al que no se esperaba, y después de saludar se sentó. Viendo a los demás beber vodka, sintió deseos de pro­barlo y reconfortarse, pero nadie le ofrecía, por lo que el pobre mujik hubo de resignarse a tragar saliva.

El dueño de la casa murmuraba por lo bajo:

-He fabricado bastante vodka para ofrecérselo a todo el que se presente

Esto fue muy del agrado del diablo en jefe, e hizo enorgullecerse al diablillo, que exclamó:

-¡Aguarda, que lo mejor viene ahora!

Los ricos mujiks y el dueño de la casa siguieron bebiendo vodka, y cuan-

do el licor comenzó a producir sus efec­tos, empezaron a dirigirse elogios mu­tuos, y sus palabras eran melosas y car­gadas de afecto.

El diablo en jefe oía y felicitaba a su subordinado.

-Con ese brebaje -decía- se hacen hi­pócritas y se engañan los unos a los otros, con lo cual les tendremos a todos en nues­tro poder.

-Espera un poco más y verás lo que va a suceder -repuso el diablillo-. Esperemos a que deban solamente un vaso más. En este momento se parecen a los zorros, que al verse juntos, mueven la cola y tratan de engañarse mutuamente, pero pronto los verás furiosos como si fueran lobos.

Los mujiks bebieron otro vaso, y pron­to comenzaron a gritar y a hablar de un modo grosero. Las palabras melosa fueron substituidas por las injurias, se apoderó de todos un furor extraordinario, y termina­ron golpeándose y estropeándose las na­rices. El propio dueño de la casa, que qui­so intervenir en la pelea, tampoco salió bien librado.

El espectáculo divertía grandemente al diablo en jefe.

-Esto va bien -repetía, frotándose las manos.

Y el diablillo agregaba:

-Espera un poquito más. Deja que be­ban otro vaso y verás entonces. Ahora es­tán como lobos rabiosos; pero pronto se pondrán como cerdos.

Efectivamente, los mujiks bebieron el tercer vaso y quedaron como aturdidos. Murmuraban, gritaban, gruñían sin saber ellos mismos lo que querían y sin prestar­se atención los unos a los otros. Cada cual se fue por su lado: unos solos, otros en grupos de tres o parejas de dos, pero todos cayeron en tierra antes de llegar a sus isbas respectivas.

El dueño de la casa, que salió para des­pedir a sus invitados, cayóse en un char­co, se puso perdido de lodo y fango y allí quedó roncando como un cerdo. Todo esto colmó de satisfacción al dia­blo en jefe.

-¿Sabes -dijo al diablillo- que has in­ventado una famosa bebida? Bien has ga­nado el pedazo de pan. Ahora mismo me vas a explicar cómo has fabricado esa be­bida. Juraría que has puesto en composi­ción estos ingredientes: primero sangre de zorro con lo cual los mujiks se tornaban falsos e hipócritas; luego sangre de lobo, que los volvía malos y feroces, y por últi­mo, sangre de puerco, que los ha transfor­mado en los más asquerosos cerdos.

-No -respondió el diablejo-; no es así como he fabricado el vodka. Me he limi­tado a conseguir que ese mujik tuviera trigo de sobra. Era en él, en su espíritu, donde se hallaba la sangre de todos esos animales, pero esa sangre no podía obrar mientras el trigo diera sólo para mal comer. Entonces era cuando no se lamenta­ba por haber perdido su último pedazo de pan. En cambio, cuando se vio dueño de mucho trigo, hasta rebosar los graneros, se puso a pensar en el modo mejor de utili­zarlo, y aproveché la ocasión para enseñarle a beber vodka. Al destilar para su regalo el don divino, convirtiéndole en vodka, se manifestaron la sangre de zorro, de lobo y de cerdo. Ahora no le queda otra cosa sino continuar bebiéndola para convertirse en semejante de esos animales.

El jefe supremo de los diablos felicitó calurosamente a su subordinado, le entre­gó el pedazo de pan prometido y le ascen­dió al grado inmediato.

 

ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA

 

1.     Haz un resumen sobre lo leído, dividiendo el cuento en incio, nudo y desenlace.

2.     ¿Cuál es el problema que aborda el cuento? ¿Por qué lo crees así? Justifica tu respuesta.

3.     ¿Cuál es la finalidad del diablillo?

4.     ¿Quién es el mujik?

5.     Qué infieres de este fragmento: “Juraría que has puesto en composi­ción estos ingredientes: primero sangre de zorro con lo cual los mujiks se tornaban falsos e hipócritas; luego sangre de lobo, que los volvía malos y feroces, y por últi­mo, sangre de puerco, que los ha transfor­mado en los más asquerosos cerdos”. Explica tu respuesta.

6.     ¿Cómo se presenta la idea de inteligencia en este cuento? Explica.

7.     ¿Qué opinas de este cuento? Fundamenta tu respuesta.

 

ACTIVIDAD CREATIVA

1.     Crea un cuento en donde exista un elemento sobrenatural (en el cuento que leíste es la aparición de un diablillo). No olvides ser original y creativo.

jueves, 19 de noviembre de 2020

EJEMPLO DE TEXTO ARGUMENTATIVO

 

EJEMPLO DE TEXTO ARGUMENTATIVO:

En la actualidad, las fake news o noticias falsas se han convertido en un grave problema que afecta a la sociedad en su conjunto. Este tipo de información falsa o engañosa se crea, presenta y divulga para desvirtuar la realidad casi siempre con fines lucrativos o para engañar deliberadamente a la población y puede causar un perjuicio público en diversos ámbitos, desde amenazas a los procesos electorales hasta la salud pública o la seguridad ciudadana.
 
Uno de los principales factores que han posibilitado el auge de la desinformación son las redes sociales. Su producción es de bajo costo y facilitan la difusión de contenidos de manera masiva, rápida y sencilla, lo que lleva a que los usuarios transmitan las noticias sin pasar por un protocolo de verificación. Esto se debe a que tendemos a asumir la veracidad de la información porque proviene de un amigo o porque el contenido parece tener una capa de veracidad.
 
Para combatir la desinformación, es esencial comenzar desde edades tempranas, acompañando a los niños y jóvenes en el proceso de aprendizaje digital y enseñándoles a localizar fuentes seguras y fiables de información. También es fundamental fomentar valores sociales positivos como la asertividad, la empatía y la tolerancia para que las personas reaccionen ante la desinformación de manera crítica, reflexiva y prudente. Hay que recordar que las noticias falsas buscan apelar a nuestras emociones y confirmación de nuestros sesgos.
 
Otro aspecto importante es practicar la paciencia y evitar la impulsividad. La desinformación crea en las personas la sensación de que es imprescindible compartir la información rápidamente, para así llegar a muchas personas. Por eso es fundamental promover el análisis de la información, contrastar los hechos que presenta y verificar las fuentes.
 
Contrastar la información es crucial para comprobar su veracidad, observando si está publicada en sitios de reconocido prestigio informativo y desconfiando de aquellos medios que parezcan poco profesionales. Es recomendable apoyarse en páginas web especializadas en verificación de información.
 
Por último, es importante no compartir la desinformación en línea y eliminarla del dispositivo, evitando su difusión descontrolada. Rompiendo la cadena, estamos impidiendo que otras personas reciban la información falsa o errónea.
 
En conclusión, la desinformación puede generar un gran perjuicio público en diversos ámbitos. Para combatirla, es fundamental enseñar a las personas a valorar diferentes puntos de vista, localizar fuentes seguras y fiables de información, solo así podremos garantizar una sociedad informada y crítica ante los peligros de la desinformación.

viernes, 28 de febrero de 2020

Las pasiones y los miedos de los escolares en Felizmente no he despertado de Paolo Astorga -


Las pasiones y los miedos de los escolares en Felizmente no he despertado de Paolo Astorga


Reseña por Francois Villanueva Paravicino



El último libro de cuentos de Paolo Astorga, Felizmente no he despertado (Editorial Ámbar, 2019), es, a mi juicio, tal vez la mejor de sus entregas en el género del cuento que ha cultivado desde hace buen tiempo. La prosa está mejor trabajada, ya en la frase o en la precisión de la palabra, y en el plano del relato o las historias que se cuentan, se aprecia una madurez que, por parte del que lo ha escrito, conoce con mayor eficacia la psicología de los personajes o, en un sentido más profundo, ha adquirido la madurez vital que se debe conocer sobre la vida y la existencia humana de los principales protagonistas.
Como se podría mencionar sobre el oficio de docente que el autor ejerce, se puede destacar el fino conocimiento que maneja sobre las alegrías, tristezas, sentimientos, deseos, temores de los adolescentes y escolares; quienes, como se aprecia al continuar leyendo los relatos, ya son vistos como seres en formación y con grandes conflictos, no solo personales o subjetivos, sino también familiares, sociales, económicos y hasta existenciales.
Para mí gusto, los cuentos mejor logrados no son los que desarrollan las historias de amor de adolescentes enamorados, que se desarrollan en una buena cantidad en el libro, sino las que expresan las diversas problemáticas que sufren ciertos escolares, como los miedos a la muerte, el temor a los malos pensamientos, los fracasos o la tristeza a no ser aceptados, como se desarrollan en “Pequeño cuento sobre un suicida”, “¡Yo no la maté!”, o “Fama”.
Uno de los cuentos más peculiares del libro, “El extraño caso de Paula”, es sobre la recriminación y desazón que sienten los adolescentes al tener malos pensamientos, como haber odiado o haber deseado el mal a alguien; pues, aquel mal deseo, al hacerse realidad, causa tristeza, compunción, arrepentimiento y remordimiento. En efecto, es una historia con alto contenido moral; ya que, como se verá al final de la historia, aquel conduce al fracaso y genera autodestrucción. Como bien afirma la frase popular: “El odio envenena el alma y envejece al espíritu”. Por ello, la invitación está hecha para esta interesante propuesta.


domingo, 8 de septiembre de 2019

Cementerio prohibido de Francois Villanueva Paravicino, explorando el terror desde la culpa y la frustración


Cementerio prohibido de Francois Villanueva Paravicino, explorando el terror desde la culpa y la frustración


Escrito por: Paolo Astorga


Cementerio prohibido de Francois Villanueva Paravicino, es un conjunto de seis cuentos que explora de manera frenética y obsesiva el tema de la muerte. Caracterizado con un lenguaje que no solo intenta construir una trama tensiva, el autor nos entrega una serie de narraciones donde la muerte, el misterio, la angustia y la frustración son ejes centrales y detonantes de las más variadas historias.

Estos cuentos se caracterizan además por tener una muy profunda influencia de los clásicos como Poe, Maupassant, Horacio Quiroga, entre otros. Un lenguaje que calza magistralmente con lo que se narra: historias que casi siempre son ambientadas desde la oscuridad de lo gótico, en donde la línea de lo real y lo fantástico se desvanece para mostrarnos el terror de lo más puramente humano.

Ahora, veamos un breve repaso por el contenido de este cuentario:

El verdugo es la frenética historia de un personaje perdido en el África que intenta sobrevivir a lo que parece un ataque caníbal o zombie. La narración en primera persona se hace intensa y por momentos asfixiante. Pero hay algo más: este cuento es una alegoría al tormento, pues mientras el protagonista intenta sobrevivir apertrechado en una cabaña, la culpa y la conciencia deviene en verdadera tragedia, en muerte, pues de alguna manera esos seres que lo atormentan son de alaguna manera la conciencia que lo carcome, que lo azota hasta destruirlo.

Por otro lado, en La condena de Ismael volvemos al tema de la culpa, la condena y un intento de escape. Este cuento que contiene cuotas de mitología y creencias andinas, nos narra la historia de Ismael, un pastor que desde niño es alimentado con historias de ultratumba, debe cruzar un puente de tronco para llegar a su destino. Pero al cruzarlo se encontrará con un misterioso anciano que intenta llegar a Tulluwasi (la tierra de los condenados). Es aquí donde la historia se irá transformando en terrorífica y pesadillesca, en donde la maldición y la condena serán las directrices de la narración.

En Las heladas, asistimos a un cuento cuya inevitable influencia de Pedro Páramo es inevitable. Nuevamente un pueblo llamado El Tambo sufre los embates de la naturaleza, mientras el creciente devenir de lo funesto se va haciendo presente. Aquí el tema de la muerte no es observado como una condena de terror o de misterio, sino que el narrador construye un espacio narrativo donde la muerte es una metáfora de la destrucción que termina en desolación y olvido, a pesar del esfuerzo de los hombres, el azote de la naturaleza es implacable.

En El cuadro inconsciente, va a primar lo premonitorio, lo decadente y también, paradójicamente, lo poético. Quizás este es el cuento mejor logrado del libro, pues más allá de solo narrarnos una historia de misterio o de terror, este cuento explora, desde un ambiente de marginalidad y violencia, la condición humana de un artista que intenta mantener sus ideales frente a un mundo sórdido que lo atomiza, que lo intenta invisibilizar y desaparecer. Además, este cuento también posee una construcción narrativa que linda con lo fantástico, además de tener múltiples influencias como las de Wilde con El retrato de Dorian Gray en lo que respecta a lo bello y a lo monstruoso o de Baudelaire, en lo que respecta al simbolismo que se imprime sobre los personajes. Lucrecio Vencedor, un pintor mediocre sobrevive vendiendo sus pinturas (mezcla de surrealismo e impresionismo) en la Plaza San Martín. Giovanna, su musa, su compañera, vivirá con él la aplastante realidad de una ciudad que los fagocita. La historia tendrá un giro trágico pues Giovanna morirá de una enfermedad y Lucrecio, poco a poco, se adentrará al tormento de su soledad y frustración que intentará vencer infructuosamente con su arte.

Como puente, encontraremos La familia de un conocido, una historia donde lo fantástico nuevamente es el eje de la narración. Además, el tema de la vejez y la inmortalidad serán los temas recurrentes en este breve, pero intenso relato.

Por último, Cementerio prohibido, cuento que le da título al libro, es la historia de una búsqueda que concluye en terror. Alex se encuentra camino al funeral de su hermano. Primero, un sueño que se transforma en pesadilla es el símbolo de lo que le espera, luego, poco a poco, al llegar al lugar todo se irá tornando más misterioso hasta que finalmente la narración desborde en delirio con zombies y asesinos. El cuento, que mezcla muy bien lo onírico con la ciencia ficción nos inserta en su desenlace en una pesadilla donde, otra vez, la muerte es la única salida ante la culpa y el olvido.

Como vemos, el núcleo tramático común en todos los cuentos es sin duda lo funesto, pero no desde una perspectiva violenta, sino más bien encerrada en una poética que intenta observar y reflexionar sobre lo humano. La muerte jamás es puro terror o miedo, sino también un símbolo que nos recuerda nuestra finitud, nuestra contingencia y lo frágil que puede resultar la cordura frente ella.

Por otro lado, es innegable la gran carga descriptiva que impone el autor en sus narraciones. Aunque las descripciones pueden parecer inútiles, en este libro tienen una importancia trascendental para preparar la atmósfera, casi siempre asfixiante, de sus cuentos y poder así entender el tormento, los anhelos, las frustraciones de sus personajes. Quizás es allí que Francoise es el mayor tributario de Poe, pues como dice el maestro del cuento de terror en su ensayo La Teoría Del Cuento Moderno:

Un hábil artista ha construido un relato. Si es prudente, no habrá elaborado sus pensamientos para ubicar los incidentes, sino que, después de concebir cuidadosamente cierto efecto único y singular, inventará los incidentes, combinándolos de la manera que mejor lo ayuden a lograr el efecto preconcebido. Si su primera frase no tiende ya a la producción de dicho efecto, quiere decir que ha fracasado en el primer paso.

Como observamos, es en lo que se llama “efecto” en donde el lector puede encontrar eso que lo integra, que lo adentra al relato. Francoise lo sabe bien, por eso el presente libro goza de una construcción envolvente, donde cada historia, cada escena, cada palabra, busca despabilar nuestra imaginación y sacudir, de alguna manera, nuestra humanidad.

En suma, Cementerio prohibido de Francois Villanueva Paravicino es un libro que atrapa y nos sumerge al abismo de nuestros propios miedos, deseos y frustraciones. Con personajes que se encuentran casi siempre al borde de la muerte, con una atmósfera que mezcla lo fantástico con un lenguaje que por momentos resulta profundamente poético, el autor nos invita a explorar la sordidez de lo humano desde esa geografía aún inhóspita que es la conciencia y la oscuridad.



martes, 18 de diciembre de 2018

Relatos nómadas o cómo vivir la experiencia de viajar - Paolo Astorga


Relatos nómadas o cómo vivir la experiencia de viajar


Escrito por: Paolo Astorga



Relatos nómadas (Ornitorrinco Ediciones, 2018) de Claudia Oré Butler, son una serie de crónicas de viaje cuyo tema principal gira en torno al aprendizaje intercultural. A través de una serie de narraciones amenas y descritas de manera magistral, Claudia nos contará sus peripecias como trotamundos, pero no solo desde una descripción geográfica de las maravillas que tiene el mundo, sino sobre todo, de la riqueza humana que encontrará en cada viaje, en cada anécdota, en cada encuentro. El libro pretende ofrecernos las experiencias de viaje de una mochilera, de manera divertida y agradable. Estas crónicas nacen, según la autora, de un diario de viaje, pero cobran fuerza con el estilo narrativo que se acerca más a la magia del intercambio cultural con las personas que en una mera enumeración de aspectos geográficos o turísticos.

Se podría decir entonces que este es un diario o bitácora del viajero, en donde se explorará la riqueza de los diversos lugares a donde el trabajo, el placer o el destino llevarán a la autora. Pero como toda crónica la historia tendrá siempre un elemento central: un descubrimiento, un develamiento, un nuevo aprendizaje, que permitirá a los lectores disfrutar el viaje como lo disfrutó (o padeció) la autora.

El libro abre con una crónica profundamente anecdótica sobre un viaje a Bogotá. Uno de los elementos resaltantes en el relato es lo significativo que resultan los aeropuertos para un viajero. Es como dice la autora: “lugares donde pueden ocurrir miles de situaciones y contratiempos, donde siempre hay mucha gente corriendo de un lado a otro, comprando, comiendo, durmiendo, tomando fotos, despidiéndose, leyendo, etc., pero, sobre todo, esperando… siempre esperando.” Es pues en los aeropuertos donde el mundo –y sus historias- se entrelazan. Es más, hay ciertos aeropuertos epicentros del mundo. En el caso de la historia contada por Claudia, resulta bastante anecdótica. La autora necesita viajar a Bruselas para un Congreso Internacional de Turismo Social, pero al encontrarse en el aeropuerto de Bogotá, se le extravían los documentos. El relato nos acerca a una vicisitud muy común del viajero: perder vuelos, perder documentos o peor aún, ser víctima de un robo. La historia termina de una manera reconfortante y deja, además un mensaje, aleccionador, pero sobre todo cargado de cierto humor.

¿Por qué dejar testimonio de nuestros viajes? El libro es claro: aprender, conocer, intercambiar, asombrarse, vivir, son las palabras clave que serían la respuesta a este libro. Claudia, crónica tras crónica despliega una narración limpia y atrapante. Su fin no es el de mostrarnos su mundo viajero, sino a las inolvidables personas que pueblan el libro. Pues al viajar no solo se conoce al otro, sino también que nos conocemos a nosotros mismos.

En el libro destacan crónicas como el viaje de Año Nuevo a Cuba y, mientras la autora nos cuenta sobre lo que le sucedió en aquella isla, también se reflexiona sobre política, sobre la idiosincrasia y, sobre todo, sobre el lenguaje, sobre el idioma, tan importante para el viajero.

Recordemos que Claudia es una especialista en Turismo y hoy por hoy este es visto como una de las actividades económicas más importantes, sobre todo para países como Egipto, cuya economía subsiste gracias al turismo.

Ahora bien, hablando de Egipto, la autora nos narra una serie de aventuras que vivió en este lejano país. Destacan “Una travesura en las Pirámides de Egipto”, una crónica llena de misterio y belleza, no exenta de cierto humor, sobre el famoso espectáculo de luces al amanecer de las Pirámides de Giza. Destaco de la narración este fragmento:

“Las luces iluminaban partes de la gran pirámide o a las tres pirámides en simultáneo, de acuerdo como se iba desarrollando la historia de Egipto. Me pareció muy hermoso el juego de luces, y estar en el desierto de noche le daba a todo un aire especial. En el espectáculo, las pirámides hablaban entre sí con voces en off; cuando hablaba Keops, esta se iluminaba, y cuando contestaba Micerino, se apagaba Keops; y así sucesivamente.”

También destacan “Nagib y Annan en el Cairo” o “Una familia feliz en Mádaba”, y la mayoría de crónicas sobre el Medio Oriente. Aquí, sin duda, lo destacable es la hospitalidad, la fuerte idea de familia y la sencillez de las personas. Estos encuentros se pueden resumir con la siguiente cita de la autora: “me gustaba este intercambio de culturas, de formas de vivir y hablar; de acoger al otro…”

A lo largo de cada crónica el lector no solo va a “viajar con la autora”, sino que va a aprender a observar, a escuchar, a sentir (con el lenguaje que nos ofrece Claudia), no solo las diferencias culturales que tienen las personas de los diversos lugares del mundo que visita la autora, sino los aspectos humanos que nos unen, que nos hacen empáticos y una sola persona. Claudia es muy sagaz en este punto, pues, con cada crónica, con cada relato y aventura, asume el reto de mostrarnos con honestidad el aspecto no solo público del país (atractivos turísticos, el espacio geográfico), sino también aspectos privados (la idea de lo familiar, el hogar, las relaciones humanas). Por ello este libro es una rareza en lo que respecta a publicaciones relativas a viajes en nuestro país, pues no se busca para nada lo publicitario o lo artificial (este no es una simple guía de viajes para el turista), sino que predomina la narración cálida y sincera de la primera persona y el asombro frente a lo diverso.

Del libro son rescatables varios aspectos de las crónicas, pero es muy interesante aquellas que están referidas, como ya dije, al Medio Oriente y África. Allí, la autora nos deja en claro que para estas poblaciones prima la idea de hospitalidad y el arraigo a las tradiciones, la familia y el significado profundo que cobra lo sencillo. Además, es importantísimo rescatar que muchas de las crónicas que este libro nos presenta no se dan en calidad de turista, sino de viajero. ¿Hay alguna diferencia? Claro. El turista al viajar planifica todo posiblemente con una agencia de viajes que va a “organizar” todo su itinerario convenientemente y de la manera más segura, sin embargo, el viajero, el mochilero, se arriesga a conocer aquellos lugares a los que viaja y, en ese riesgo, a conocer realmente a las personas, los lugares y aquellos secretos que quedan vedados para aquel que ya tiene un itinerario.

Es destacable, además, el concepto gráfico del libro. Las ilustraciones de Daniel Maguiña y las fotografías, boletos, mapas y publicidad que la autora nos ofrece de sus viajes, son testimonio de que viajar es una forma intensa de vivir, pero también la mejor manera de conectarnos con lo profundo de nosotros y de los demás.

En suma Relatos nómadas nos acerca cada vez más a lo humano, a ese deseo por conocer desde la libertad y la hospitalidad, desde el asombro y el deslumbramiento. Claudia Oré no solo ha escrito un libro de viajes, sino una experiencia de vida, nos ha escrito una invitación para conocer y entender un poco mejor el mundo, nuestro mundo. Por eso ella termina su travesía con este fragmento: “Observación, mucha observación, caminar, moverse, conversaciones, mucha gente que te conversa; costumbres, paisajes, sistemas de organización de los países similares; todos deben esperar, pasar controles, desvelarse; los países están en movimiento; llegas a cada capital y allí están sus habitantes trabajando, caminando, haciendo cola, manejando, recibiéndote, moviéndose. Había perdido la noción del tiempo y el espacio, tuve sentimientos encontrados al llegar a mi tierra. Era la misma, pero con miles y miles de impresiones en la memoria y en el espíritu que jamás olvidaré.”



sábado, 1 de diciembre de 2018

UN PEQUEÑO COMENTARIO SOBRE POLLO FASHION LA BÚSQUEDA DE LA FLOR DE LUZ DE DANIEL MAGUIÑA - Paolo Astorga


UN PEQUEÑO COMENTARIO SOBRE POLLO FASHION LA BÚSQUEDA DE LA FLOR DE LUZ DE DANIEL MAGUIÑA



Escrito por: Paolo Astorga



Pollo Fashion: La búsqueda de la flor de luz (Ediciones Altazor, 2018) del destacado poeta e ilustrador Daniel Maguiña (Lima, 1984) es un viaje mágico y misterioso por la imaginación, la amistad verdadera y el sentido de belleza. Este cómic está orientado a formar una idea principal de lo heroico, pero también a alentar a los niños a la curiosidad e imaginación. En un mundo tan desencantado como el que vivimos, Daniel nos entrega una historia llena de luz, de color y de magia para reconocernos en sus personajes y ser parte de la aventura llena de ternura y poesía.

Este viaje comienza con un problema: En el “Mundo imaginario” el amanecer nunca más apareció y la oscuridad ha cubierto todo el mundo conocido. Los personajes denominados monstruos liderados por Borges emprenden un viaje mágico y épico por diversas islas en donde conocerán lo maravilloso y misterioso que es su mundo. A lo largo del relato podremos observar la evolución de los personajes y la destreza narrativa del autor para construir una entrañable historia. Este es pues un libro contra los miedos, contra lo desconocido y sobre todo, un libro donde la visión de niño, donde la inocencia y la valentía despliegan sus armas contra la indiferencia e incomunicación.

Nuestros héroes: Borges, Armanda, Cubo, Bak y Kusi emprenderán una búsqueda para lograr que vuelva la luz y por ende el amanecer que es en suma un símbolo de lo bello. La luz en este libro está íntimamente relacionada al color y este color a la vida. En su viaje que será de isla en isla, los monstruos amigos conocerán a otros personajes: algunos excéntricos y otros por demás tiernos. Para luego llegar a encontrarse con el Mago, quien ayudará a que Pollo Fashion, un amigo imaginario, vuelva del mundo real al imaginario para lograr que la luz regrese.

A bordo de su barco Borges y CIA, la mancha de monstruos tratarán de lograr el objetivo de hacer que la luz vuelva. Además, será de suma importancia para la trama el uso de herramientas que, como si fueran parte de un videojuego, lograrán hacer que nuestros protagonistas avancen en su travesía imaginaria y llena de misterio.

Uno de los aciertos del libro es, sin duda, la calidad de las ilustraciones, el color como dispositivo estético, pero sobre todo, Daniel ha diseñado sus personajes desde lo onírico, desde lo surreal (uso de figuras geométricas que nos recuerdan lo cubista, mezclas collages, juegos de palabras, etc.) nos recuerda a los movimientos artísticos de Vanguardia de las cuales Maguiña es tributario. Es interesante observar la dinámica narrativa de Daniel: primero el viaje heroico, el problema de la imaginación, la perspectiva del amigo imaginario (véase el caso de Tito), la mezcla entre lo real y lo mágico, y la introducción de personajes reales que bien pudieron ser fantásticos (véase a Nikola Tesla, que es un personaje central para la resolución de la trama). Y obviamente habrá también elementos propios de lo fantástico: el Mago, personaje que permite una conexión entre el mundo real y el imaginario. El Pollo Fashion, quien es el personaje entrañable que será pieza clave para la resolución del problema de la luz y que además, representa el equilibrio entre lo real e imaginario. Este personaje original es amigo imaginario de un niño llamado Salvador, el cual, creo yo, será muy importante para próximas entregas del libro.

Es de suma importancia rescatar la evolución que van a ir teniendo sus personajes: en el viaje no solo podemos asistir a la búsqueda de un objeto, sino al descubrimiento nuevos mundos, personajes y lugares que los personajes no se habían atrevido a conocer por miedo a lo desconocido. Además, como todo viaje heroico, el protagonista Borges, experimentará una trasformación, un reconocimiento de sus potencialidades, de sus virtudes y defectos para luego tomar una posición positiva. Esto está íntimamente relacionado al hecho de pasar de la oscuridad a la luz, pues como diría el antropólogo Joseph Campbell en su ya clásico libro El héroe de las mil caras: “El héroe debe hacer a un lado el orgullo, la virtud, la belleza y la vida e inclinarse o someterse a lo absolutamente intolerable. Entonces descubre que él y su opuesto no son diferentes especies, sino una sola carne”.

Como vemos el viaje por encontrar la luz no es solo una aventura netamente infantil, sino es una búsqueda de la verdad. Y en esa búsqueda (la vida misma) asistimos a una serie de luchas internas y externas de los personajes. El viaje es pues un crisol que templa y hace madurar a los personajes y los empuja a tomar partido por una visión del mundo. Esto se ve de manera patente en la evolución de Borges, como líder, como héroe. Pues como diría Constantino Kavafís en su memorable poema Ítaca:

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.

Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las ítacas.

Como vemos en este emocionante cómic la idea del viaje como símbolo de conocimiento -de uno mismo y de los demás- es apasionante en tanto el autor nos entrega desde la originalidad y la ternura una historia llena de personajes, de deseos y aventuras.

En suma Pollo Fashion: La búsqueda de la flor de luz es una invitación para no dejar desafiar, de imaginar, des ser creativos. He allí el verdadero reto heroico: no dejar nuestro lado humano, nuestra sensibilidad ante una realidad cada vez más mecanizada y unívoca. Este libro invita al deleite, a la alegría y al conocimiento, pero también a entender que la vida y sus riquezas no se encuentran solo en el lugar donde estamos, sino en el viaje, en la exploración, en esa curiosidad por conocer más y saber más. Sin duda este es un libro lleno de ternura y color, un canto a la amistad y a la valentía que todo niño, joven y adulto debe leer.