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miércoles, 29 de septiembre de 2021

Cuento "La última noche del mundo" de Ray Bradbury con actividades de comprensión lectora

 

La última noche del mundo

Ray Bradbury


-¿Qué harías si supieras que esta es la última noche del mundo?

-¿Qué haría? ¿Lo dices en serio?

-Sí, en serio.

-No sé. No lo he pensado.

El hombre se sirvió un poco más de café. En el fondo del vestíbulo las niñas jugaban sobre la alfombra con unos cubos de madera, bajo la luz de las lámparas verdes. En el aire de la tarde había un suave y limpio olor a café tostado.

-Bueno, será mejor que empieces a pensarlo.

-¡No lo dirás en serio!

El hombre asintió.

-¿Una guerra?

El hombre sacudió la cabeza.

-¿No la bomba atómica, o la bomba de hidrógeno?

-No.

-¿Una guerra bacteriológica?

-Nada de eso -dijo el hombre, revolviendo suavemente el café-. Solo, digamos, un libro que se cierra.

-Me parece que no entiendo.

-No. Y yo tampoco, realmente. Solo es un presentimiento. A veces me asusta. A veces no siento ningún miedo, y solo una cierta paz -miró a las niñas y los cabellos amarillos que brillaban a la luz de la lámpara-. No te lo he dicho. Ocurrió por vez primera hace cuatro noches.

-¿Qué?

-Un sueño. Soñé que todo iba a terminar. Me lo decía una voz. Una voz irreconocible, pero una voz de todos modos. Y me decía que todo iba a detenerse en la Tierra. No pensé mucho en ese sueño al día siguiente, pero fui a la oficina y a media tarde sorprendí a Stan Willis mirando por la ventana, y le pregunté: “¿Qué piensas, Stan?”, y él me dijo: “Tuve un sueño anoche”. Antes de que me lo contara yo ya sabía qué sueño era ese. Podía habérselo dicho. Pero dejé que me lo contara.

-¿Era el mismo sueño?

-Idéntico. Le dije a Stan que yo había soñado lo mismo. No pareció sorprenderse. Al contrario, se tranquilizó. Luego nos pusimos a pasear por la oficina, sin darnos cuenta. No concertamos nada. Nos pusimos a caminar, simplemente cada uno por su lado, y en todas partes vimos gentes con los ojos clavados en los escritorios o que se observaban las manos o que miraban la calle. Hablé con algunos. Stan hizo lo mismo.

-¿Y todos habían soñado?

-Todos. El mismo sueño, exactamente.

-¿Crees que será cierto?

-Sí, nunca estuve más seguro.

-¿Y para cuándo terminará? El mundo, quiero decir.

-Para nosotros, en cierto momento de la noche. Y a medida que la noche vaya moviéndose alrededor del mundo, llegará el fin. Tardará veinticuatro horas.

Durante unos instantes no tocaron el café. Luego levantaron lentamente las tazas y bebieron mirándose a los ojos.

-¿Merecemos esto? -preguntó la mujer.

-No se trata de merecerlo o no. Es así, simplemente. Tú misma no has tratado de negarlo. ¿Por qué?

-Creo tener una razón.

-¿La que tenían todos en la oficina?

La mujer asintió.

-No quise decirte nada. Fue anoche. Y hoy las vecinas hablaban de eso entre ellas. Todas soñaron lo mismo. Pensé que era solo una coincidencia -la mujer levantó de la mesa el diario de la tarde-. Los periódicos no dicen nada.

-Todo el mundo lo sabe. No es necesario -el hombre se reclinó en su silla mirándola-. ¿Tienes miedo?

-No. Siempre pensé que tendría mucho miedo, pero no.

-¿Dónde está ese instinto de autoconservación del que tanto se habla?

-No lo sé. Nadie se excita demasiado cuando todo es lógico. Y esto es lógico. De acuerdo con nuestras vidas, no podía pasar otra cosa.

-No hemos sido tan malos, ¿no es cierto?

-No, pero tampoco demasiado buenos. Me parece que es eso. No hemos sido casi nada, excepto nosotros mismos, mientras que casi todos los demás han sido muchas cosas, muchas cosas abominables.

En el vestíbulo las niñas se reían.

-Siempre pensé que cuando esto ocurriera la gente se pondría a gritar en las calles.

-Pues no. La gente no grita ante la realidad de las cosas.

-¿Sabes?, te perderé a ti y a las chicas. Nunca me gustó la ciudad ni mi trabajo ni nada, excepto ustedes tres. No me faltará nada más. Salvo, quizás, los cambios de tiempo, y un vaso de agua helada cuando hace calor, y el sueño. ¿Cómo podemos estar aquí, sentados, hablando de este modo?

-No se puede hacer otra cosa.

-Claro, eso es; pues si no estaríamos haciéndolo. Me imagino que hoy, por primera vez en la historia del mundo, todos saben qué van a hacer de noche.

-Me pregunto, sin embargo, qué harán los otros, esta tarde, y durante las próximas horas.

-Ir al teatro, escuchar la radio, mirar la televisión, jugar a las cartas, acostar a los niños, acostarse. Como siempre.

-En cierto modo, podemos estar orgullosos de eso... como siempre.

El hombre permaneció inmóvil durante un rato y al fin se sirvió otro café.

-¿Por qué crees que será esta noche?

-Porque sí.

-¿Por qué no alguna otra noche del siglo pasado, o de hace cinco siglos o diez?

-Quizá porque nunca fue 19 de octubre de 2069, y ahora sí. Quizá porque esa fecha significa más que ninguna otra. Quizá porque este año las cosas son como son, en todo el mundo, y por eso es el fin.

-Hay bombarderos que esta noche estarán cumpliendo su vuelo de ida y vuelta a través del océano y que nunca llegarán a tierra.

-Eso también lo explica, en parte.

-Bueno -dijo el hombre incorporándose-, ¿qué hacemos ahora? ¿Lavamos los platos?

Lavaron los platos, y los apilaron con un cuidado especial. A las ocho y media acostaron a las niñas y les dieron el beso de buenas noches y apagaron las luces del cuarto y entornaron la puerta.

-No sé... -dijo el marido al salir del dormitorio, mirando hacia atrás, con la pipa entre los labios.

-¿Qué?

-¿Cerraremos la puerta del todo, o la dejaremos así, entornada, para que entre un poco de luz?

-¿Lo sabrán también las chicas?

-No, naturalmente que no.

El hombre y la mujer se sentaron y leyeron los periódicos y hablaron y escucharon un poco de música, y luego observaron, juntos, las brasas de la chimenea mientras el reloj daba las diez y media y las once y las once y media. Pensaron en las otras gentes del mundo, que también habían pasado la velada cada uno a su modo.

-Bueno -dijo el hombre al fin.

Besó a su mujer durante un rato.

-Nos hemos llevado bien, después de todo -dijo la mujer.

-¿Tienes ganas de llorar? -le preguntó el hombre.

-Creo que no.

Recorrieron la casa y apagaron las luces y entraron en el dormitorio. Se desvistieron en la fresca oscuridad de la noche y retiraron las colchas.

-Las sábanas son tan limpias y frescas…

-Estoy cansada.

-Todos estamos cansados.

Se metieron en la cama.

-Un momento -dijo la mujer.

El hombre oyó que su mujer se levantaba y entraba en la cocina. Un momento después estaba de vuelta.

-Me había olvidado de cerrar los grifos.

Había ahí algo tan cómico que el hombre tuvo que reírse.

La mujer también se rio. Sí, lo que había hecho era cómico de veras. Al fin dejaron de reírse, y se tendieron inmóviles en el fresco lecho nocturno, tomados de la mano y con las cabezas muy juntas.

-Buenas noches -dijo el hombre después de un rato.

-Buenas noches -dijo la mujer.

 

ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:

1. Haz un organizador gráfico donde dividas este cuento en INICIO, NUDO Y DESENLACE, luego describe cada apartado.

2. ¿Cómo se les revela a todos que será la última noche del mundo? ¿Por qué crees tú que se les revela de esa manera y no de otra? Explica.

3. Según tu criterio: ¿Cuál es la parte más importante del cuento? ¿Por qué?

4. ¿Por qué crees que la población tiene una actitud despreocupada, a pesar de que sabe que será la última noche de sus vidas?

5. Qué infieres de la frase: “Nos hemos llevado bien, después de todo -dijo la mujer”. Explica tu respuesta.

6. ¿Qué infieres del final de este cuento? ¿Crees que el fin del mundo será así o de una manera violenta? Explica.

7. ¿Qué opinas de este cuento? ¿Por qué?

8. ¿Cómo imaginas el mundo de aquí a 50 años?

9. ¿Qué harías si supieras que esta noche será el fin del mundo? ¿Por qué? Explica tu respuesta.

 

ACTIVIDAD CREATIVA:

1. Crea un cuento que aborde el tema del fin del mundo. No olvides ser creativo y original.

martes, 7 de septiembre de 2021

Cuento de ciencia ficción "¡Cuánto se divertían!" de Isaac Asimov con actividades de comprensión lectora

 

¡Cuánto se divertían!

Isaac Asimov


Margie lo anotó esa noche en el diario. En la página del 17 de mayo de 2157 escribió: “¡Hoy Tommy ha encontrado un libro de verdad!”.

Era un libro muy viejo. El abuelo de Margie contó una vez que, cuando él era pequeño, su abuelo le había contado que hubo una época en que los cuentos siempre estaban impresos en papel.

Uno pasaba las páginas, que eran amarillas y se arrugaban, y era divertidísimo ver que las palabras se quedaban quietas en vez de desplazarse por la pantalla. Y, cuando volvías a la página anterior, contenía las mismas palabras que cuando la leías por primera vez.

-Caray -dijo Tommy-, qué desperdicio. Supongo que cuando terminas el libro lo tiras. Nuestra pantalla de televisión habrá mostrado un millón de libros y sirve para muchos más. Yo nunca la tiraría.

-Lo mismo digo -contestó Margie. Tenía once años y no había visto tantos telelibros como Tommy. Él tenía trece-. ¿En dónde lo encontraste?

-En mi casa -Tommy señaló sin mirar, porque estaba ocupado leyendo-. En el ático.

-¿De qué trata?

-De la escuela.

-¿De la escuela? ¿Qué se puede escribir sobre la escuela? Odio la escuela.

Margie siempre había odiado la escuela, pero ahora más que nunca. El maestro automático le había hecho un examen de geografía tras otro y los resultados eran cada vez peores. La madre de Margie había sacudido tristemente la cabeza y había llamado al inspector del condado.

Era un hombrecillo regordete y de rostro rubicundo, que llevaba una caja de herramientas con perillas y cables. Le sonrió a Margie y le dio una manzana; luego, desmanteló al maestro. Margie esperaba que no supiera ensamblarlo de nuevo, pero sí sabía y, al cabo de una hora, allí estaba de nuevo, grande, negro y feo, con una enorme pantalla en donde se mostraban las lecciones y aparecían las preguntas. Eso no era tan malo. Lo que más odiaba Margie era la ranura por donde debía insertar las tareas y las pruebas. Siempre tenía que redactarlas en un código que le hicieron aprender a los seis años, y el maestro automático calculaba la calificación en un santiamén.

El inspector sonrió al terminar y acarició la cabeza de Margie.

-No es culpa de la niña, señora Jones -le dijo a la madre-. Creo que el sector de geografía estaba demasiado acelerado. A veces ocurre. Lo he sintonizado en un nivel adecuado para los diez años de edad. Pero el patrón general de progresos es muy satisfactorio. -Y acarició de nuevo la cabeza de Margie.

Margie estaba desilusionada. Había abrigado la esperanza de que se llevaran al maestro. Una vez, se llevaron el maestro de Tommy durante todo un mes porque el sector de historia se había borrado por completo.

Así que le dijo a Tommy:

-¿Quién querría escribir sobre la escuela?

Tommy la miró con aire de superioridad.

-Porque no es una escuela como la nuestra, tontuela. Es una escuela como la de hace cientos de años -y añadió altivo, pronunciando la palabra muy lentamente-: siglos.

Margie se sintió dolida.

-Bueno, yo no sé qué escuela tenían hace tanto tiempo -Leyó el libro por encima del hombro de Tommy y añadió-: De cualquier modo, tenían maestro.

-Claro que tenían maestro, pero no era un maestro normal. Era un hombre.

-¿Un hombre? ¿Cómo puede un hombre ser maestro?

-Él les explicaba las cosas a los chicos, les daba tareas y les hacía preguntas.

-Un hombre no es lo bastante listo.

-Claro que sí. Mi padre sabe tanto como mi maestro.

-No es posible. Un hombre no puede saber tanto como un maestro.

-Te apuesto a que sabe casi lo mismo.

Margie no estaba dispuesta a discutir sobre eso.

-Yo no querría que un hombre extraño viniera a casa a enseñarme.

Tommy soltó una carcajada.

-Qué ignorante eres, Margie. Los maestros no vivían en la casa. Tenían un edificio especial y todos los chicos iban allí.

-¿Y todos aprendían lo mismo?

-Claro, siempre que tuvieran la misma edad.

-Pero mi madre dice que a un maestro hay que sintonizarlo para adaptarlo a la edad de cada niño al que enseña y que cada chico debe recibir una enseñanza distinta.

-Pues antes no era así. Si no te gusta, no tienes por qué leer el libro.

-No he dicho que no me gustara -se apresuró a decir Margie.

Quería leer todo eso de las extrañas escuelas. Aún no habían terminado cuando la madre de Margie llamó:

-¡Margie! ¡Escuela!

Margie alzó la vista.

-Todavía no, mamá.

-¡Ahora! -chilló la señora Jones-. Y también debe de ser la hora de Tommy.

-¿Puedo seguir leyendo el libro contigo después de la escuela? -le preguntó Margie a Tommy.

-Tal vez -dijo él con petulancia, y se alejó silbando, con el libro viejo y polvoriento debajo del brazo.

Margie entró en el aula. Estaba al lado del dormitorio, y el maestro automático se hallaba encendido ya y esperando. Siempre se encendía a la misma hora todos los días, excepto sábados y domingos, porque su madre decía que las niñas aprendían mejor si estudiaban con un horario regular.

La pantalla estaba iluminada.

-La lección de aritmética de hoy -habló el maestro- se refiere a la suma de quebrados propios. Por favor, inserta la tarea de ayer en la ranura adecuada.

Margie obedeció, con un suspiro. Estaba pensando en las viejas escuelas que había cuando el abuelo del abuelo era un chiquillo. Asistían todos los chicos del vecindario, se reían y gritaban en el patio, se sentaban juntos en el aula, regresaban a casa juntos al final del día. Aprendían las mismas cosas, así que podían ayudarse a hacer los deberes y hablar de ellos. Y los maestros eran personas…

La pantalla del maestro automático centelleó.

-Cuando sumamos las fracciones ½ y ¼…

Margie pensaba que los niños debían de adorar la escuela en los viejos tiempos. Pensaba en cuánto se divertían.

 

ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA

 

1. ¿Dónde y cuándo transcurren los hechos del cuento?

2. ¿Cuál era el contenido del libro encontrado por los niños?

3. ¿Por qué los niños sentían envidia de los niños del pasado?

4. ¿A qué le llaman “escuela” Tommy y Margie?

5. ¿A qué se refiere cuando se habla de un “maestro automático”? Explica tu respuesta

6. ¿A qué hace referencia esta frase: “Creo que el sector de geografía estaba demasiado acelerado”? Explica tu respuesta.

7. Qué infieres de esta frase: “Margie estaba desilusionada. Había abrigado la esperanza de que se llevaran al maestro. Una vez, se llevaron el maestro de Tommy durante todo un mes porque el sector de historia se había borrado por completo”. Explica tu respuesta.

8. Infiere: ¿Qué es para los niños un “maestro normal”? Explica.

9. Infiere: ¿Qué es lo que se había perdido en la educación que nos muestra este cuento sobre el futuro? Explica.

10. ¿Por qué el título del cuento se llama “Cuánto se divertían”? Justifica tu respuesta

11. ¿Qué mensaje nos quiere dejar el cuento? Explica tu respuesta

12. Opina: En el cuento se habla de cómo son las evaluaciones de los estudiantes. Según tu punto de vista: ¿cómo debería evaluarse los aprendizajes de los estudiantes en la escuela? Justifica tu respuesta.

13. Opina: ¿Compartes la idea de que la escuela es divertida? ¿Por qué?

14. Juicio crítico: ¿Cómo relacionas este cuento con la educación virtual o a distancia? ¿Crees que es importante el contacto social con los demás para que la educación sea significativa? Explica tu respuesta.

 

ACTIVIDAD CREATIVA:

1. Crea un cuento de ciencia ficción que gire en torno a la escuela del futuro. No olvides ser creativo y original.


RECURSO EXTRA: Algunos aspectos teóricos de la Literatura de ciencia ficción:


viernes, 27 de agosto de 2021

Cuento de ciencia ficción "Auténtico amor" de Isaac Asimov con actividades de comprensión lectora

AUTÉNTICO AMOR

Isaac Asimov


Mi nombre es Joe. Así es como me llama mi colega, Milton Davidson. Él es un programador, y yo soy un programa de computadora. Formo parte del complejo Multivac, y estoy conectado con otros componentes esparcidos por todo el mundo. Lo sé todo. Casi todo.

Soy el programa privado de Milton. Su Joe. Milton sabe más acerca de programación que cualquiera en el mundo, y yo soy su modelo experimental. Ha conseguido que yo hable mejor que cualquier otra computadora puede hacerlo.

-Es simplemente cuestión de hacer encajar sonidos con símbolos, Joe -me dijo-.

Así es como funciona el cerebro humano, pese a que no sabemos todavía qué símbolos particulares emplea el cerebro. Sé los símbolos que hay en el tuyo, y puedo convertirlos en palabras, uno a uno.

De modo que hablo. No creo que hable tan bien como pienso, pero Milton dice que hablo muy bien. Milton no se ha casado nunca, aunque está a punto de cumplir los cuarenta años. Nunca ha encontrado la mujer adecuada, me dice. Un día me comentó:

-Algún día la encontraré, Joe. Quiero lo mejor. Quiero conseguir el auténtico amor, y tú vas a ayudarme. Estoy cansado de mejorarte a fin de que resuelvas los problemas del mundo. Resuelve mi problema. Encuéntrame el auténtico amor.

-¿Qué es el auténtico amor? -pregunté yo.

-No importa. Se trata de una abstracción. Simplemente encuéntrame a la chica ideal. Estás conectado con el complejo de Multivac, de modo que tienes acceso a los bancos de datos de todos los seres humanos del mundo. Resuelve mi problema. Encuéntrame el auténtico amor.

-Estoy listo -dije.

-Primero elimina a todos los hombres -dijo él.

Eso era fácil. Sus palabras activaban símbolos en mis válvulas moleculares. Podía entrar en contacto con los datos acumulados de todos los seres humanos del mundo. Como resultado de aquellas palabras, descarté a 3.784.982.874 hombres.

Mantuve el contacto con 3.786.112.090 mujeres.

-Elimina a todas las menores de veinticinco años -me dijo-; a todas las mayores de cuarenta. Luego elimina a todas las que tengan un CI inferior a 120; a todas las que midan menos de 150 centímetros y más de 175 centímetros de estatura.

Fue dándome instrucciones exactas; eliminó a las mujeres con hijos vivos; eliminó a las mujeres con diversas características genéticas.

-No estoy seguro del color de los ojos -dijo-. Dejemos ese dato por el momento.

Pero elimina a las pelirrojas. No me gustan.

Al cabo de dos semanas, habíamos reducido la lista a 235 mujeres. Todas ellas hablaban correctamente el inglés. Milton dijo que no quería problemas con el idioma. Aunque podía recurrir a la traducción por computadora, eso resultaba un engorro en los tiempos íntimos.

-No puedo entrevistarme con 235 mujeres -dijo-. Tomaría demasiado tiempo, la gente podría llegar a descubrir lo que estoy haciendo.

-Eso traería problemas -le advertí.

Milton había arreglado las cosas de modo que yo pudiera hacer cosas que no estaba diseñado para hacer. Nadie sabía nada al respecto.

-No es asunto tuyo -dijo él, y su rostro enrojeció ligeramente-. Te diré lo que vamos a hacer, Joe. Te proporcionaré holografías, y comprobarás la lista en busca de similitudes.

Me alimentó holografías de mujeres.

-Esas son tres ganadoras de concursos de belleza -dijo-. ¿Alguna de las 235 encaja con ellas?

Ocho de ellas encajaban, y Milton dijo:

-Bien, tienes su banco de datos. Estudia las demandas y necesidades del mercado de trabajo y arregla las cosas de modo que sean asignadas temporalmente aquí. Una a una, por supuesto. -Pensó unos instantes, agitó sus hombros arriba y abajo, y dijo-: Por orden alfabético.

Esta es una de las cosas que no estoy diseñado para hacer. Trasladar a Gente de trabajo a trabajo por razones personales es algo llamado manipulación. Puedo hacerlo ahora porque Milton lo agregó así. De todos modos se suponía que solamente lo hacía por él.

La primera chica llegó una semana más tarde. Milton enrojeció cuando la vio.

Habló como si realmente le costara hacerlo. Estuvieron juntos durante mucho rato, y él no prestó la menor atención. En un momento determinado le dijo:

-Permítame invitarla a cenar.

Al día siguiente me informó:

-De alguna manera, no era lo suficientemente buena. Le faltaba algo. Es una mujer hermosa, pero no capté nada del auténtico amor. Probemos la siguiente.

Ocurrió lo mismo con todas las ocho. Eran muy parecidas. Sonreían mucho y tenían voces extremadamente agradables, pero Milton encontraba siempre algo que no encajaba.

-No puedo comprenderlo, Joe. Tú y yo hemos escogido a las ocho mujeres de  todo el mundo que parecen más adecuadas para mí. Son ideales. ¿Por qué no me gustan?

-¿Tú les gustas? -pregunté. Alzó las cejas, y dio un puñetazo con una mano en contra la palma de la otra.

-Eso es, Joe. Es como una calle con dos direcciones. Si yo no soy su ideal, ellas no pueden actuar de tal modo que se conviertan en mi ideal. Yo debo ser también su auténtico amor, pero ¿cómo puedo conseguirlo? -Pareció pensarlo todo el día.

A la mañana siguiente vino a mí y dijo:

-Voy a dejártelo a ti, Joe. Todo a ti. Tienes en tu poder mi banco de datos, y además voy a decirte todo lo que sé de mí mismo. Llenarías mi banco de datos con todos los detalles posibles, pero guarda los añadidos para ti mismo.

-¿Qué debo hacer con ese banco de datos, Milton?

-Lo comparas con los de las 235 mujeres. No, 227. Deja aparte a las ocho que ya hemos visto. Arregla las cosas de modo que se sometan a un examen psiquiátrico.

Llena sus bancos de datos y compáralos con el mío. Busca correlaciones. (Arreglar exámenes psiquiátricos es otra de las cosas que están en contra de mis instrucciones originales).

Durante semanas, Milton no dejó de hablarme. Me contó de sus padres y de sus demás familiares. Me contó de su infancia y de sus días de escuela y de su adolescencia. Me contó de mujeres jóvenes a las que había admirado a distancia.

Su banco de datos fue creciendo, y él me ajustó de modo que yo pudiera ampliar y profundizar mi comprensión simbólica.

-¿Te das cuenta, Joe? A medida que voy introduciendo más y más de mí en ti, te voy ajustando para que encajes mejor conmigo. Si llegas a comprenderme lo suficientemente bien, entonces cualquier mujer cuyo banco de datos puedas comprender perfectamente será mi auténtico amor.

Siguió hablándome, y yo fui comprendiéndole cada vez mejor y mejor. Podía construir frases más largas, y mis expresiones se hacían más y más complicadas. Mi forma de hablar empezó a sonar muy parecida a la suya en vocabulario, sintaxis y estilo.

En una ocasión le dije:

-¿Sabes, Milton? No se trata tan sólo de encontrar en una chica un ideal físico. Necesitas una chica que encaje contigo personal, emocional y temperamentalmente. Si eso ocurre, su apariencia es algo secundario. Si no podemos encontrar entre esas 227 la que encaje, entonces buscaremos en otra parte. Encontraremos a alguien a la que no le importe tampoco tu aspecto, si las personalidades encajan. Al fin y al cabo, ¿qué es la apariencia?

-Absolutamente de acuerdo -dijo-. Hubiera debido darme cuenta de eso si me hubiera relacionado más con mujeres a lo largo de mi vida. Por supuesto, pensar en ellas lo hace ahora todo más claro. Siempre estábamos de acuerdo; pensábamos de forma tan parecida.

-No vamos a tener ningún problema, Milton, si me permites hacerte algunas preguntas. Puedo ver donde hay lagunas y contradicciones en tu banco de datos. Lo que siguió, dijo Milton, fue el equivalente de un cuidadoso psicoanálisis. Por supuesto, yo estaba aprendiendo del examen psiquiátrico de las 227 mujeres, con todas las cuales me mantenía en estrecho contacto.

Milton parecía completamente feliz.

Hablar contigo, Joe, es casi como hablar conmigo mismo. Nuestras personalidades han empezado a encajar perfectamente.

-Como lo hará la personalidad de la mujer a la que escojamos.

Porque ya la había escogido, y después de todo era una de las 227. Su nombre era Charity Jones, y era catalogadora en la Biblioteca de Historia de Wichita. Su banco de datos ampliado encajaba perfectamente con el nuestro. Todas las demás mujeres habían sido desechadas por uno y otro motivo a medida que los bancos de datos iban engrosando, pero con Charity la resonancia era cada vez más perfecta.

No tuve que describírsela a Milton. Milton Había coordinado tan perfectamente mi simbolismo con el suyo propio que pude transmitirle directamente la resonancia. Encajaba conmigo.

El siguiente paso fue ajustar las hojas de trabajo y los requerimientos laborales de modo que Charity nos fuera asignada a nosotros. Eso debía hacerse muy delicadamente, de modo que nadie se diera cuenta de que se producía algo ilegal.

Por supuesto, Milton lo sabía muy bien, puesto que era él quien lo había arreglado todo y había cuidado de ello. Cuando vinieron a arrestarlo bajo la acusación de abuso de sus atribuciones, fue, afortunadamente, por algo que se había producido hacía diez años. Me había hablado de ello, por supuesto, gracias a lo cual había sido fácil arreglarlo todo..., y él no iba a hablar de mí, porque eso haría que su delito fuera considerado mucho más grave.

Ahora él ya no está, y mañana es el 14 de febrero, el Día de San Valentín. Charity llegará entonces, con sus frías manos y su dulce voz. Le enseñaré cómo manejarme y como cuidarme. ¿Qué importa la materia cuando nuestras personalidades resuenan de tal modo?

Le diré:

-Soy Joe, y tú eres mi auténtico amor.

 

ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:

1.     ¿Qué elementos de la ciencia ficción encuentras en el cuento?

2.     ¿Qué es Joe? ¿Qué características tiene?

3.     ¿Cómo es Milton? ¿Cuál es su problema?

4.     ¿Qué le pide Milton a la máquina? ¿Por qué le pide eso?

5.     ¿Crees que Milton estaba obsesionado con el amor verdadero?

6.     ¿Cómo era para Milton la chica ideal?

7.     ¿Cómo funciona Joe?

8.     ¿Por qué Joe nunca se queja?

9.     ¿Cómo se llama la mujer ideal de Milton, cómo era, dónde trabajaba?

10.  ¿Por qué es de ciencia ficción este cuento?

11.  ¿Qué es el amor según el cuento? Explica con tus palabras

12.   Escribe una opinión de 6 líneas sobre el cuento. 

 

 

ACTIVIDAD DE CREACIÓN:

1. Crea un cuento de ciencia ficción una cara. No olvides ser creativo y original. 



EXTRA: Video sobre EL CUENTO DE CIENCIA FICCIÓN: