miércoles, 1 de septiembre de 2021

Fragmento de "Marianela" de Benito Pérez Galdós con actividades de comprensión lectora

 

Marianela

(Fragmento)

Benito Pérez Galdós


     Encerrándose en sus conchas, Marianela habló así:

     -Madre de Dios y mía, ¿por qué no me hiciste hermosa? ¿Por qué cuando mi madre me tuvo no me miraste desde arriba?... Mientras más me miro más fea me encuentro. ¿Para qué estoy yo en el mundo?, ¿para qué sirvo?, ¿a quién puedo interesar?, a uno solo, Señora y madre mía, a uno solo que me quiere porque no me ve. ¿Qué será de mí cuando me vea y deje de quererme?... porque ¿cómo es posible que me quiera viendo este cuerpo chico, esta figurilla de pájaro, esta tez pecosa, esta boca sin gracia, esta nariz picuda, este pelo descolorido, esta persona mía que no sirve sino para que todo el mundo le dé con el pie. ¿Quién es la Nela? Nadie. La Nela sólo es algo para el ciego. Si sus ojos nacen ahora y los vuelve a mí y me ve, caigo muerta... Él es el único para quien la Nela no es menos que los gatos y los perros. Me quiere como quieren los novios a sus novias, como Dios manda que se quieran las personas... Señora madre mía, ya que vas a hacer el milagro de darle vista, hazme hermosa a mí o mátame, porque para nada estoy en el mundo. Yo no soy nada ni nadie más que para uno solo... ¿Siento yo que recobre la vista? No, eso no, eso no. Yo quiero que vea. Daré mis ojos porque él vea con los suyos; daré mi vida toda. Yo quiero que D. Teodoro haga el milagro que dicen. ¡Benditos sean los hombres sabios! Lo que no quiero es que mi amo me vea, no. Antes que consentir que me vea, ¡Madre mía!, me enterraré viva; me arrojaré al río... Sí, sí; que se trague la tierra mi fealdad. Yo no debía haber nacido...

     Y luego, dando una vuelta en la cesta, proseguía:

     -Mi corazón es todo para él. Este cieguito que ha tenido el antojo de quererme mucho, es para mí lo primero del mundo después de la Virgen María. ¡Oh! ¡Si yo fuese grande y hermosa; si tuviera el talle, la cara y el tamaño... sobre todo el tamaño de otras mujeres; si yo pudiese llegar a ser señora y componerme!... ¡Ay!, entonces mi mayor delicia sería que sus ojos se recrearan en mí... Si yo fuera como las demás, siquiera como Mariuca... ¡qué pronto buscaría el modo de instruirme, de afinarme, de ser una señora!... ¡Oh! ¡Madre y reina mía, lo único que tengo me lo vas a quitar!... ¿Para qué permitiste que le quisiera yo y que él me quisiera a mí? Esto no debió ser así:

     Y derramando lágrimas y cruzando los brazos, añadió medio vencida por el sueño:

     -¡Ay! ¡Cuánto te quiero, niño de mi alma! Quiéreme mucho, a la Nela, a la pobre Nela que no es nada... Quiéreme mucho... Déjame darte un beso en tu preciosísima cabeza... pero no abras los ojos, no me mires... ciérralos, así, así.

 

(…)

El cambio de actitud de Pablo al recuperar la vista y que ahora empieza a enamorarse de la belleza física de su prima Florentina

 

     -Prima... ¡por Dios! -exclamó Pablo con entusiasmo candoroso- ¿por qué eres tú tan bonita?... Mi padre es muy razonable... no se puede oponer nada a su lógica ni a su bondad... Florentina, yo creí que no podía quererte; yo creí posible querer a otra más que a ti... ¡Qué necedad! Gracias a Dios que hay lógica en mis afectos... Mi padre, a quien he confesado mis errores, me ha dicho que yo amaba a un monstruo... Ahora puedo decir que idolatro a un ángel. El estúpido ciego ha visto ya y al fin presta homenaje a la verdadera hermosura... pero yo tiemblo... ¿no me ves temblar? Te estoy viendo y no deseo más que poder cogerte y encerrarte dentro de mi corazón, abrazándote y apretándote contra mi pecho... fuerte, muy fuerte.

(…)

 

La muerte de Marianela. Una muerte que simboliza la muerte por no lograr lo que se desea (el amor de Pablo), pero también es una muerte simbólica al conocer la realidad, la verdad. En esta escena Teodoro y Florentina tratan de reanimar a Marianela que ha caído enferma y muere.

 

     -¡De muerte! No sé si pensar que ha muerto de vergüenza, de celos, de despecho, de tristeza, de amor contrariado. ¡Singular patología! No, no sabemos nada... sólo sabemos cosas triviales.

     -¡Oh!, ¡qué médicos!

     -Nosotros no sabemos nada. Conocemos algo de la superficie.

     -¿Esto qué es?

     -Parece una meningitis fulminante.

     -¿Y qué es eso?

     -Cualquier cosa... ¡La muerte!

     -¿Es posible que se muera una persona sin causa conocida, casi sin enfermedad?... ¿Señor Golfín, qué es esto?

     -¿Lo sé yo acaso?

     -¿No es usted médico?

     -De los ojos, no de las pasiones.

     -¡De las pasiones! -exclamó hablando con la moribunda-. Y a ti, pobre criatura, ¿qué pasiones te matan?

     -Pregúntelo usted a su futuro esposo.

     Florentina se quedó absorta, estupefacta.

     -¡Infeliz! -exclamó con ahogado sollozo-. ¿Puede el dolor moral matar de esta manera?

     -Cuando yo la recogí en la Trascava, estaba ya consumida por una fiebre espantosa.

     -Pero eso no basta ¡ay!, no basta.

     -Usted dice que no basta. Dios, la Naturaleza dicen que sí.

     -Si parece que ha recibido una puñalada.

     -Recuerde usted lo que han visto hace poco estos ojos que se van a cerrar para siempre. Considere usted que la amaba un ciego y que ese ciego ya no lo es, y la ha visto... ¡la ha visto!... ¡la ha visto!, lo cual es como un asesinato.

     -¡Oh!, ¡qué horroroso misterio!

     -No, misterio no -gritó Teodoro con cierto espanto- es el horrendo desplome de las ilusiones, es el brusco golpe de la realidad, de esa niveladora implacable que se ha interpuesto al fin entre esos dos nobles seres. ¡Yo he traído esa realidad, yo!

     -¡Oh!, ¡qué misterio! -repitió Florentina, que no comprendía bien por el estado de su ánimo.

     -Misterio no, no -volvió a decir Teodoro, más agitado a cada instante- es la realidad pura, la desaparición súbita de un mundo de ilusiones. La realidad ha sido para él nueva vida, para ella ha sido dolor y asfixia, ha sido la humillación, la tristeza, el desaire, el dolor, los celos... ¡la muerte!

     -Y todo por...

     -¡Todo por unos ojos que se abren a la luz... a la realidad!... No puedo apartar esta palabra de mi mente. Parece que la tengo escrita en mi cerebro con letras de fuego.

     -Todo por unos ojos... ¿Pero el dolor puede matar tan pronto?... ¡casi sin dar tiempo a ensayar un remedio!

     -No sé -replicó Teodoro inquieto, confundido, aterrado, contemplando aquel libro humano de caracteres oscuros, en los cuales la vista científica no podía descifrar la leyenda misteriosa de la muerte y la vida.

     -¡No sabe! -dijo Florentina con desesperación-. Entonces ¿para qué es médico?

     -No sé, no sé, no sé -exclamó Teodoro, golpeándose el cráneo melenudo con su zarpa de león-. Sí, una cosa sé, y es que no sabemos más que fenómenos superficiales. Señora, yo soy un carpintero de los ojos nada más.

     Después fijó los suyos con atención profunda en aquello que fluctuaba entre persona y cadáver, y con acento de amargura exclamó:

     -¡Alma! ¿qué pasa en ti?

     Florentina se echó a llorar.

     -¡El alma -murmuró, inclinando su cabeza sobre el pecho- ya ha volado!

     -No -dijo Teodoro, tocando a la Nela-. Aún hay aquí algo; pero es tan poco, que parece ha desaparecido ya su alma y han quedado sus suspiros.

     -¡Dios mío!... -exclamó la de Penáguilas, empezando una oración.

     -¡Oh!, ¡desgraciado espíritu! -murmuró Golfín-. Es evidente que estaba muy mal alojado...

     Los dos la observaron muy de cerca.

     -Sus labios se mueven -gritó Florentina.

     -Habla.

     Sí, los labios de la Nela se movieron. Había articulado una, dos, tres palabras.

     -¿Qué ha dicho?

     -¿Qué ha dicho?

     Ninguno de los dos pudo comprenderlo. Era sin duda el idioma con que se entienden los que viven la vida infinita.

     Después sus labios no se movieron más. Estaban entreabiertos y se veía la fila de blancos dientecillos. Teodoro se inclinó, y besando la frente de la Nela, dijo así con firme acento:

     -Mujer, has hecho bien en dejar este mundo.

     Florentina se echó a llorar, murmurando con voz ahogada y temblorosa:

     -Yo quería hacerla feliz, y ella no quiso serlo.

 

ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:

1.     ¿Cómo se da el tema de la ilusión y la realidad en la obra Marianela?

2.     ¿Por qué crees que Marianela dice que no vale nada, que no es nada?

3.     ¿Quién representa el amor interior y quién el amor exterior? ¿Por qué?

4.     ¿Quién simboliza la razón en la obra? ¿Por qué?

5.   ¿Qué es más importante para ti, el amor físico o el amor espiritual? Fundamenta tu respuesta.

6. Al inicio de este fragmento podemos leer un monólogo de Nela y entendemos que su autoestima no es muy alta, ¿por qué sucede esto?

7.  ¿En el caso tuyo, cómo hubieras reaccionado ante el cambio de actitud de Pablo frente a Marianela?

8.    Qué quiere decir la siguiente frase: “Señora, yo soy un carpintero de los ojos nada más”.

9.     ¿Qué crees que simbolice la palabra “alma” en este fragmento? Fundamenta.

10.  ¿Crees que el amar nos puede llevar a la muerte? ¿Por qué?

11. ¿Estás de acuerdo con la muerte de Marianela al final de la obra? ¿Por qué?

 

ACTIVIDAD CREATIVA:

1. Redacta un texto argumentativo que aborde tu postura sobre el tema de la belleza y la fealdad. Puedes tomar como referencia el fragmento leído. No olvides que la estructura de tu texto argumentativo debe ser la siguiente:

 

ü  TÍTULO: Debe conectar con el tema y llamar la atención del lector.

ü  INTRODUCCIÓN: Se define el tema a tratar planteando así la TESIS o punto de vista. (1 párrafo).

ü  DESARROLLO O ARGUMENTACIÓN: Se deben exponer las razones o pruebas que DEFIENDEN nuestra TESIS o punto de vista. (3 a 4 párrafos).

ü  CONCLUSIÓN: Se establece, a modo de resumen, la reafirmación de la TESIS. (1 párrafo).

 

Ejemplo de texto argumentativo:

 

Expectativas de la belleza y la fealdad

Isabella Jiménez Sánchez

Estudiante de Secundaria


Lo que más resalta en la actualidad es lo superficial. Sin belleza es preferible morir, un dicho bien dicho. La belleza es un tema que acopla definiciones e ideas dependiendo del punto en que sea visto tanto como la fealdad que también es un tema, pero que a diferencia del anterior este intenta encajar en todos, pero resulta no encajar en ninguno. Aunque cabe resaltar que si no existiese la fealdad tampoco existiese la belleza.

En una de las obras literarias donde resaltan ambos temas es la del novelista Benito Pérez Galdós, «Marianela». En ella se puede apreciar en esta novela que sin belleza y sin dinero es mendigar a pedir más, a completar el misterio con que nacimos y con el que uno quiere estar vivo. Sin duda la belleza y la fealdad revelan mucho de uno.

Para definir el contexto de muchos, la belleza es lo sagrado, lo divino por decirlo así, no referente siempre al rostro. El grandísimo filósofo griego Aristóteles sostenía que lo bello es lo que puede apreciarse abarcándolo con placer y de un solo vistazo por simétrico, ordenado y realizado con grandeza.

Hablando de criterios relativos, la belleza es como el poder, algo muy ambicioso que por el lado oscuro es la provocadora de tragedias, de sufrimiento y esto se demuestra en el famoso mito de la manzana de la discordia que terminó desatando ¨La Guerra de Troya¨. Y que hablar de la perfecta arquitectura musulmana ¨Taj Mahal¨, en donde los arquitectos de la obra fueron asesinados para evitar que volvieran a edificar algo de semejante belleza, un final de desgracia.

La fealdad es un tema épico y típico de conversación y de críticas. Ser feo es una desgracia, pero esto cambia cuando la realidad ilumina y cambia las acciones. Por ejemplo, no se aprecia lo que se tiene hasta que se pierde como una parte de tu cuerpo o tal vez, todo tu cuerpo. No estar al día con la moda también significa ser feo por más tonto que suene.

Para concluir estas variaciones sobre el concepto ¨belleza¨ y su subjetividad alcanza muchos estándares y reemplaza otros como las distintas definiciones que cada uno le da. La hermosa belleza y la fea fealdad es conforme la facultad y dificultad. Desde lo más precioso hasta lo más desagradable despierta apetitos, desborda sensualidad, provoca ansiedad y sobre todo induce problemas.

Seamos observadores con nuestro reflejo, con los objetos, con los lugares, los sentimientos, la atmósfera hasta con una hormiga. Estimemos la belleza y no a sus imitaciones, y así aprenderemos a ser felices con nuestros defectos.


RECURSO EXTRA: En este video podrás aprender más sobre la obra MARIANELA de Benito Pérez Galdós:


martes, 31 de agosto de 2021

Cuento "La noche de los feos" de Mario Benedetti con actividades de comprensión lectora

 

La noche de los feos

Mario Benedetti


1


Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia.

Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de justificación por los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No, de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que enfrentamos nuestro infortunio. Quizá eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de nosotros siente por su propio rostro.

Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin simpatía pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras respectivas soledades. En la cola todos estaban de a dos, pero además eran auténticas parejas: esposos, novios, amantes, abuelitos, vaya uno a saber. Todos -de la mano o del brazo- tenían a alguien. Sólo ella y yo teníamos las manos sueltas y crispadas.

Nos miramos las respectivas fealdades con detenimiento, con insolencia, sin curiosidad. Recorrí la hendidura de su pómulo con la garantía de desparpajo que me otorgaba mi mejilla encogida. Ella no se sonrojó. Me gustó que fuera dura, que devolviera mi inspección con una ojeada minuciosa a la zona lisa, brillante, sin barba, de mi vieja quemadura.

Por fin entramos. Nos sentamos en filas distintas, pero contiguas. Ella no podía mirarme, pero yo, aun en la penumbra, podía distinguir su nuca de pelos rubios, su oreja fresca bien formada. Era la oreja de su lado normal.

Durante una hora y cuarenta minutos admiramos las respectivas bellezas del rudo héroe y la suave heroína. Por lo menos yo he sido siempre capaz de admirar lo lindo. Mi animadversión la reservo para mi rostro y a veces para Dios. También para el rostro de otros feos, de otros espantajos. Quizá debería sentir piedad, pero no puedo. La verdad es que son algo así como espejos. A veces me pregunto qué suerte habría corrido el mito si Narciso hubiera tenido un pómulo hundido, o el ácido le hubiera quemado la mejilla, o le faltara media nariz, o tuviera una costura en la frente.

La esperé a la salida. Caminé unos metros junto a ella, y luego le hablé. Cuando se detuvo y me miró, tuve la impresión de que vacilaba. La invité a que charláramos un rato en un café o una confitería. De pronto aceptó.

La confitería estaba llena, pero en ese momento se desocupó una mesa. A medida que pasábamos entre la gente, quedaban a nuestras espaldas las señas, los gestos de asombro. Mis antenas están particularmente adiestradas para captar esa curiosidad enfermiza, ese inconsciente sadismo de los que tienen un rostro corriente, milagrosamente simétrico. Pero esta vez ni siquiera era necesaria mi adiestrada intuición, ya que mis oídos alcanzaban para registrar murmullos, tosecitas, falsas carrasperas. Un rostro horrible y aislado tiene evidentemente su interés; pero dos fealdades juntas constituyen en sí mismas un espectáculos mayor, poco menos que coordinado; algo que se debe mirar en compañía, junto a uno (o una) de esos bien parecidos con quienes merece compartirse el mundo.

Nos sentamos, pedimos dos helados, y ella tuvo coraje (eso también me gustó) para sacar del bolso su espejito y arreglarse el pelo. Su lindo pelo.

"¿Qué está pensando?", pregunté.

Ella guardó el espejo y sonrió. El pozo de la mejilla cambió de forma.

"Un lugar común", dijo. "Tal para cual".

Hablamos largamente. A la hora y media hubo que pedir dos cafés para justificar la prolongada permanencia. De pronto me di cuenta de que tanto ella como yo estábamos hablando con una franqueza tan hiriente que amenazaba traspasar la sinceridad y convertirse en un casi equivalente de la hipocresía. Decidí tirarme a fondo.

"Usted se siente excluida del mundo, ¿verdad?"

"Sí", dijo, todavía mirándome.

"Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener un rostro tan equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted es inteligente, y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida."

"Sí."

Por primera vez no pudo sostener mi mirada.

"Yo también quisiera eso. Pero hay una posibilidad, ¿sabe?, de que usted y yo lleguemos a algo."

"¿Algo cómo qué?"

"Como querernos, caramba. O simplemente congeniar. Llámele como quiera, pero hay una posibilidad."

Ella frunció el ceño. No quería concebir esperanzas.

"Prométame no tomarme como un chiflado."

"Prometo."

"La posibilidad es meternos en la noche. En la noche íntegra. En lo oscuro total. ¿Me entiende?"

"No."

"¡Tiene que entenderme! Lo oscuro total. Donde usted no me vea, donde yo no la vea. Su cuerpo es lindo, ¿no lo sabía?"

Se sonrojó, y la hendidura de la mejilla se volvió súbitamente escarlata.

"Vivo solo, en un apartamento, y queda cerca."

Levantó la cabeza y ahora sí me miró preguntándome, averiguando sobre mí, tratando desesperadamente de llegar a un diagnóstico.

"Vamos", dijo.

 

 

2

 

No sólo apagué la luz sino que además corrí la doble cortina. A mi lado ella respiraba. Y no era una respiración afanosa. No quiso que la ayudara a desvestirse.

 

Yo no veía nada, nada. Pero igual pude darme cuenta de que ahora estaba inmóvil, a la espera. Estiré cautelosamente una mano, hasta hallar su pecho. Mi tacto me transmitió una versión estimulante, poderosa. Así vi su vientre, su sexo. Sus manos también me vieron.

En ese instante comprendí que debía arrancarme (y arrancarla) de aquella mentira que yo mismo había fabricado. O intentado fabricar. Fue como un relámpago. No éramos eso. No éramos eso.

Tuve que recurrir a todas mis reservas de coraje, pero lo hice. Mi mano ascendió lentamente hasta su rostro, encontró el surco de horror, y empezó una lenta, convincente y convencida caricia. En realidad mis dedos (al principio un poco temblorosos, luego progresivamente serenos) pasaron muchas veces sobre sus lágrimas.

Entonces, cuando yo menos lo esperaba, su mano también llegó a mi cara, y pasó y repasó el costurón y el pellejo liso, esa isla sin barba de mi marca siniestra.

Lloramos hasta el alba. Desgraciados, felices. Luego me levanté y descorrí la cortina doble.

 

ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:

1.     Ubica el inicio – problema o nudo – y desenlace de este cuento.

2.     Ubica a los personajes, el tiempo y el espacio de este cuento.

3.     ¿Cómo inicia el cuento? ¿A quiénes describe? ¿Por qué crees que el autor comienza así su cuento?

4.     ¿Cuál es el tema del cuento? Explica.

5.     ¿Por qué a los personajes se consideran “feos”? ¿Crees que eso es fealdad? Explica.

6.     ¿Cómo nace “el amor” entre estos dos feos?

7.     Infiere: según el cuento ¿qué es ser feo?

8. Qué nos quiere decir el narrador-protagonista con esta frase: “Nos conocimos en la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez examinamos sin empatía, pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras respectivas soledades”.

9. Qué significa la siguiente frase: “Mis antenas están particularmente adiestradas para captar esa curiosidad enfermiza, ese inconsciente sadismo de los que tienen un rostro corriente, milagrosamente simétrico”.

10. A qué se refiere el narrador con esta frase: “En ese instante comprendí que debía arrancarme (y arrancarla) de aquella mentira que yo mismo había fabricado. O intentado fabricar. Fue como un relámpago. No éramos eso. No éramos eso”. Explica tu respuesta.

11.  Qué se infiere de esta última parte del cuento: “Lloramos hasta el alba. Desgraciados, felices. Luego me levanté y descorrí la cortina doble”. Explica tu respuesta.

12.  ¿Estás de acuerdo con el final del cuento? ¿Por qué?

13.  ¿Estás de acuerdo con el concepto de fealdad que plantea el autor? ¿Por qué?


 

ACTIVIDAD CREATIVA:

1. Crea un cuento cuya temática gire en torno a la belleza o fealdad. No olvides trabajar mucho aspectos de la descripción física y psicológica de tus personajes.

domingo, 29 de agosto de 2021

Cuento: "Un artista del trapecio" de Franz Kafka con actividades de comprensión lectora

 

Un artista del trapecio

Franz Kafka


Un artista del trapecio -como se sabe, este arte que se practica en lo alto de las cúpulas de los grandes circos es uno de los más difíciles entre todos los asequibles al hombre- había organizado su vida de tal manera -primero por afán profesional de perfección, después por costumbre que se había hecho tiránica- que, mientras trabajaba en la misma empresa, permanecía día y noche en el trapecio. Todas sus necesidades -por otra parte muy pequeñas- eran satisfechas por criados que se relevaban a intervalos y vigilaban debajo. Todo lo que arriba se necesitaba lo subían y bajaban en cestillos construidos para el caso.

De esta manera de vivir no se deducían para el trapecista dificultades con el resto del mundo. Sólo resultaba un poco molesto durante los demás números del programa, porque como no se podía ocultar que se había quedado allá arriba, aunque permanecía quieto, siempre alguna mirada del público se desviaba hacia él. Pero los directores se lo perdonaban, porque era un artista extraordinario, insustituible. Además era sabido que no vivía así por capricho y que sólo de aquella manera podía estar siempre entrenado y conservar la extrema perfección de su arte.

Además, allá arriba se estaba muy bien. Cuando, en los días cálidos del verano, se abrían las ventanas laterales que corrían alrededor de la cúpula y el sol y el aire irrumpían en el ámbito crepuscular del circo, era hasta bello. Su trato humano estaba muy limitado, naturalmente. Alguna vez trepaba por la cuerda de ascensión algún colega de turné, se sentaba a su lado en el trapecio, apoyado uno en la cuerda de la derecha, otro en la de la izquierda, y charlaban largamente. O bien los obreros que reparaban la techumbre cambiaban con él algunas palabras por una de las claraboyas o el electricista que comprobaba las conducciones de luz, en la galería más alta, le gritaba alguna palabra respetuosa, si bien poco comprensible.

A no ser entonces, estaba siempre solitario. Alguna vez un empleado que erraba cansadamente a las horas de la siesta por el circo vacío, elevaba su mirada a la casi atrayente altura, donde el trapecista descansaba o se ejercitaba en su arte sin saber que era observado.

Así hubiera podido vivir tranquilo el artista del trapecio a no ser por los inevitables viajes de lugar en lugar, que lo molestaban en sumo grado. Cierto es que el empresario cuidaba de que este sufrimiento no se prolongara innecesariamente. El trapecista salía para la estación en un automóvil de carreras que corría, a la madrugada, por las calles desiertas, con la velocidad máxima; demasiado lenta, sin embargo, para su nostalgia del trapecio.

 

En el tren, estaba dispuesto un departamento para él solo, en donde encontraba, arriba, en la redecilla de los equipajes, una sustitución mezquina -pero en algún modo equivalente- de su manera de vivir.

En el sitio de destino ya estaba enarbolado el trapecio mucho antes de su llegada, cuando todavía no se habían cerrado las tablas ni colocado las puertas. Pero para el empresario era el instante más placentero aquel en que el trapecista apoyaba el pie en la cuerda de subida y en un santiamén se encaramaba de nuevo sobre su trapecio. A pesar de todas estas precauciones, los viajes perturbaban gravemente los nervios del trapecista, de modo que, por muy afortunados que fueran económicamente para el empresario, siempre le resultaban penosos.

Una vez que viajaban, el artista en la redecilla como soñando, y el empresario recostado en el rincón de la ventana, leyendo un libro, el hombre del trapecio le apostrofó suavemente. Y le dijo, mordiéndose los labios, que en lo sucesivo necesitaba para su vivir, no un trapecio, como hasta entonces, sino dos, dos trapecios, uno frente a otro.

El empresario accedió en seguida. Pero el trapecista, como si quisiera mostrar que la aceptación del empresario no tenía más importancia que su oposición, añadió que nunca más, en ninguna ocasión, trabajaría únicamente sobre un trapecio. Parecía horrorizarse ante la idea de que pudiera acontecerle alguna vez. El empresario, deteniéndose y observando a su artista, declaró nuevamente su absoluta conformidad. Dos trapecios son mejor que uno solo. Además, los nuevos trapecios serían más variados y vistosos.

Pero el artista se echó a llorar de pronto. El empresario, profundamente conmovido, se levantó de un salto y le preguntó qué le ocurría, y como no recibiera ninguna respuesta, se subió al asiento, lo acarició y abrazó y estrechó su rostro contra el suyo, hasta sentir las lágrimas en su piel. Después de muchas preguntas y palabras cariñosas, el trapecista exclamó, sollozando:

-Sólo con una barra en las manos, ¡cómo podría yo vivir!

Entonces, ya fue muy fácil al empresario consolarlo. Le prometió que en la primera estación, en la primera parada y fonda, telegrafiaría para que instalasen el segundo trapecio, y se reprochó a sí mismo duramente la crueldad de haber dejado al artista trabajar tanto tiempo en un solo trapecio. En fin, le dio las gracias por haberle hecho observar al cabo aquella omisión imperdonable. De esta suerte, pudo el empresario tranquilizar al artista y volverse a su rincón.

En cambio, él no estaba tranquilo; con grave preocupación espiaba, a hurtadillas, por encima del libro, al trapecista. Si semejantes pensamientos habían empezado a atormentarlo, ¿podrían ya cesar por completo? ¿No seguirían aumentando día por día? ¿No amenazarían su existencia? Y el empresario, alarmado, creyó ver en aquel sueño, aparentemente tranquilo, en que habían terminado los lloros, comenzar a dibujarse la primera arruga en la lisa frente infantil del artista del trapecio.


ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:

1.     Explica, con tus propias palabras, ¿qué impulsa al trapecista a vivir en un trapecio?

2. ¿Cómo viajaba el trapecista para reducir el sufrimiento que le causaba no estar en su trapecio?

3.     Cuando el trapecista le pide al empresario que le ponga otro trapecio, pues uno solo ya no es suficiente, ¿qué ventaja encuentra el empresario en esta propuesta? Explica tu respuesta.

4.     ¿Por qué el empresario queda intranquilo luego de haber calmado al trapecista?

5.     Si tuvieras que escribirle una moraleja a este cuento, ¿cuál sería? Explica tu moraleja.

 

ACTIVIDAD CREATIVA: 

1. Soy Kafkiano: Escribe un cuento que tenga elementos que pudiste reconocer en este cuento. El título deberá llevar como nombre: “Un artista…” (Por ejemplo: Un artista del plagio, un artista del amor, un artista de la mentira, un artista de la esperanza, etc.).

viernes, 27 de agosto de 2021

Cuento de ciencia ficción "Auténtico amor" de Isaac Asimov con actividades de comprensión lectora

AUTÉNTICO AMOR

Isaac Asimov


Mi nombre es Joe. Así es como me llama mi colega, Milton Davidson. Él es un programador, y yo soy un programa de computadora. Formo parte del complejo Multivac, y estoy conectado con otros componentes esparcidos por todo el mundo. Lo sé todo. Casi todo.

Soy el programa privado de Milton. Su Joe. Milton sabe más acerca de programación que cualquiera en el mundo, y yo soy su modelo experimental. Ha conseguido que yo hable mejor que cualquier otra computadora puede hacerlo.

-Es simplemente cuestión de hacer encajar sonidos con símbolos, Joe -me dijo-.

Así es como funciona el cerebro humano, pese a que no sabemos todavía qué símbolos particulares emplea el cerebro. Sé los símbolos que hay en el tuyo, y puedo convertirlos en palabras, uno a uno.

De modo que hablo. No creo que hable tan bien como pienso, pero Milton dice que hablo muy bien. Milton no se ha casado nunca, aunque está a punto de cumplir los cuarenta años. Nunca ha encontrado la mujer adecuada, me dice. Un día me comentó:

-Algún día la encontraré, Joe. Quiero lo mejor. Quiero conseguir el auténtico amor, y tú vas a ayudarme. Estoy cansado de mejorarte a fin de que resuelvas los problemas del mundo. Resuelve mi problema. Encuéntrame el auténtico amor.

-¿Qué es el auténtico amor? -pregunté yo.

-No importa. Se trata de una abstracción. Simplemente encuéntrame a la chica ideal. Estás conectado con el complejo de Multivac, de modo que tienes acceso a los bancos de datos de todos los seres humanos del mundo. Resuelve mi problema. Encuéntrame el auténtico amor.

-Estoy listo -dije.

-Primero elimina a todos los hombres -dijo él.

Eso era fácil. Sus palabras activaban símbolos en mis válvulas moleculares. Podía entrar en contacto con los datos acumulados de todos los seres humanos del mundo. Como resultado de aquellas palabras, descarté a 3.784.982.874 hombres.

Mantuve el contacto con 3.786.112.090 mujeres.

-Elimina a todas las menores de veinticinco años -me dijo-; a todas las mayores de cuarenta. Luego elimina a todas las que tengan un CI inferior a 120; a todas las que midan menos de 150 centímetros y más de 175 centímetros de estatura.

Fue dándome instrucciones exactas; eliminó a las mujeres con hijos vivos; eliminó a las mujeres con diversas características genéticas.

-No estoy seguro del color de los ojos -dijo-. Dejemos ese dato por el momento.

Pero elimina a las pelirrojas. No me gustan.

Al cabo de dos semanas, habíamos reducido la lista a 235 mujeres. Todas ellas hablaban correctamente el inglés. Milton dijo que no quería problemas con el idioma. Aunque podía recurrir a la traducción por computadora, eso resultaba un engorro en los tiempos íntimos.

-No puedo entrevistarme con 235 mujeres -dijo-. Tomaría demasiado tiempo, la gente podría llegar a descubrir lo que estoy haciendo.

-Eso traería problemas -le advertí.

Milton había arreglado las cosas de modo que yo pudiera hacer cosas que no estaba diseñado para hacer. Nadie sabía nada al respecto.

-No es asunto tuyo -dijo él, y su rostro enrojeció ligeramente-. Te diré lo que vamos a hacer, Joe. Te proporcionaré holografías, y comprobarás la lista en busca de similitudes.

Me alimentó holografías de mujeres.

-Esas son tres ganadoras de concursos de belleza -dijo-. ¿Alguna de las 235 encaja con ellas?

Ocho de ellas encajaban, y Milton dijo:

-Bien, tienes su banco de datos. Estudia las demandas y necesidades del mercado de trabajo y arregla las cosas de modo que sean asignadas temporalmente aquí. Una a una, por supuesto. -Pensó unos instantes, agitó sus hombros arriba y abajo, y dijo-: Por orden alfabético.

Esta es una de las cosas que no estoy diseñado para hacer. Trasladar a Gente de trabajo a trabajo por razones personales es algo llamado manipulación. Puedo hacerlo ahora porque Milton lo agregó así. De todos modos se suponía que solamente lo hacía por él.

La primera chica llegó una semana más tarde. Milton enrojeció cuando la vio.

Habló como si realmente le costara hacerlo. Estuvieron juntos durante mucho rato, y él no prestó la menor atención. En un momento determinado le dijo:

-Permítame invitarla a cenar.

Al día siguiente me informó:

-De alguna manera, no era lo suficientemente buena. Le faltaba algo. Es una mujer hermosa, pero no capté nada del auténtico amor. Probemos la siguiente.

Ocurrió lo mismo con todas las ocho. Eran muy parecidas. Sonreían mucho y tenían voces extremadamente agradables, pero Milton encontraba siempre algo que no encajaba.

-No puedo comprenderlo, Joe. Tú y yo hemos escogido a las ocho mujeres de  todo el mundo que parecen más adecuadas para mí. Son ideales. ¿Por qué no me gustan?

-¿Tú les gustas? -pregunté. Alzó las cejas, y dio un puñetazo con una mano en contra la palma de la otra.

-Eso es, Joe. Es como una calle con dos direcciones. Si yo no soy su ideal, ellas no pueden actuar de tal modo que se conviertan en mi ideal. Yo debo ser también su auténtico amor, pero ¿cómo puedo conseguirlo? -Pareció pensarlo todo el día.

A la mañana siguiente vino a mí y dijo:

-Voy a dejártelo a ti, Joe. Todo a ti. Tienes en tu poder mi banco de datos, y además voy a decirte todo lo que sé de mí mismo. Llenarías mi banco de datos con todos los detalles posibles, pero guarda los añadidos para ti mismo.

-¿Qué debo hacer con ese banco de datos, Milton?

-Lo comparas con los de las 235 mujeres. No, 227. Deja aparte a las ocho que ya hemos visto. Arregla las cosas de modo que se sometan a un examen psiquiátrico.

Llena sus bancos de datos y compáralos con el mío. Busca correlaciones. (Arreglar exámenes psiquiátricos es otra de las cosas que están en contra de mis instrucciones originales).

Durante semanas, Milton no dejó de hablarme. Me contó de sus padres y de sus demás familiares. Me contó de su infancia y de sus días de escuela y de su adolescencia. Me contó de mujeres jóvenes a las que había admirado a distancia.

Su banco de datos fue creciendo, y él me ajustó de modo que yo pudiera ampliar y profundizar mi comprensión simbólica.

-¿Te das cuenta, Joe? A medida que voy introduciendo más y más de mí en ti, te voy ajustando para que encajes mejor conmigo. Si llegas a comprenderme lo suficientemente bien, entonces cualquier mujer cuyo banco de datos puedas comprender perfectamente será mi auténtico amor.

Siguió hablándome, y yo fui comprendiéndole cada vez mejor y mejor. Podía construir frases más largas, y mis expresiones se hacían más y más complicadas. Mi forma de hablar empezó a sonar muy parecida a la suya en vocabulario, sintaxis y estilo.

En una ocasión le dije:

-¿Sabes, Milton? No se trata tan sólo de encontrar en una chica un ideal físico. Necesitas una chica que encaje contigo personal, emocional y temperamentalmente. Si eso ocurre, su apariencia es algo secundario. Si no podemos encontrar entre esas 227 la que encaje, entonces buscaremos en otra parte. Encontraremos a alguien a la que no le importe tampoco tu aspecto, si las personalidades encajan. Al fin y al cabo, ¿qué es la apariencia?

-Absolutamente de acuerdo -dijo-. Hubiera debido darme cuenta de eso si me hubiera relacionado más con mujeres a lo largo de mi vida. Por supuesto, pensar en ellas lo hace ahora todo más claro. Siempre estábamos de acuerdo; pensábamos de forma tan parecida.

-No vamos a tener ningún problema, Milton, si me permites hacerte algunas preguntas. Puedo ver donde hay lagunas y contradicciones en tu banco de datos. Lo que siguió, dijo Milton, fue el equivalente de un cuidadoso psicoanálisis. Por supuesto, yo estaba aprendiendo del examen psiquiátrico de las 227 mujeres, con todas las cuales me mantenía en estrecho contacto.

Milton parecía completamente feliz.

Hablar contigo, Joe, es casi como hablar conmigo mismo. Nuestras personalidades han empezado a encajar perfectamente.

-Como lo hará la personalidad de la mujer a la que escojamos.

Porque ya la había escogido, y después de todo era una de las 227. Su nombre era Charity Jones, y era catalogadora en la Biblioteca de Historia de Wichita. Su banco de datos ampliado encajaba perfectamente con el nuestro. Todas las demás mujeres habían sido desechadas por uno y otro motivo a medida que los bancos de datos iban engrosando, pero con Charity la resonancia era cada vez más perfecta.

No tuve que describírsela a Milton. Milton Había coordinado tan perfectamente mi simbolismo con el suyo propio que pude transmitirle directamente la resonancia. Encajaba conmigo.

El siguiente paso fue ajustar las hojas de trabajo y los requerimientos laborales de modo que Charity nos fuera asignada a nosotros. Eso debía hacerse muy delicadamente, de modo que nadie se diera cuenta de que se producía algo ilegal.

Por supuesto, Milton lo sabía muy bien, puesto que era él quien lo había arreglado todo y había cuidado de ello. Cuando vinieron a arrestarlo bajo la acusación de abuso de sus atribuciones, fue, afortunadamente, por algo que se había producido hacía diez años. Me había hablado de ello, por supuesto, gracias a lo cual había sido fácil arreglarlo todo..., y él no iba a hablar de mí, porque eso haría que su delito fuera considerado mucho más grave.

Ahora él ya no está, y mañana es el 14 de febrero, el Día de San Valentín. Charity llegará entonces, con sus frías manos y su dulce voz. Le enseñaré cómo manejarme y como cuidarme. ¿Qué importa la materia cuando nuestras personalidades resuenan de tal modo?

Le diré:

-Soy Joe, y tú eres mi auténtico amor.

 

ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:

1.     ¿Qué elementos de la ciencia ficción encuentras en el cuento?

2.     ¿Qué es Joe? ¿Qué características tiene?

3.     ¿Cómo es Milton? ¿Cuál es su problema?

4.     ¿Qué le pide Milton a la máquina? ¿Por qué le pide eso?

5.     ¿Crees que Milton estaba obsesionado con el amor verdadero?

6.     ¿Cómo era para Milton la chica ideal?

7.     ¿Cómo funciona Joe?

8.     ¿Por qué Joe nunca se queja?

9.     ¿Cómo se llama la mujer ideal de Milton, cómo era, dónde trabajaba?

10.  ¿Por qué es de ciencia ficción este cuento?

11.  ¿Qué es el amor según el cuento? Explica con tus palabras

12.   Escribe una opinión de 6 líneas sobre el cuento. 

 

 

ACTIVIDAD DE CREACIÓN:

1. Crea un cuento de ciencia ficción una cara. No olvides ser creativo y original. 



EXTRA: Video sobre EL CUENTO DE CIENCIA FICCIÓN: