lunes, 18 de abril de 2022

Cuento "El buitre" de Franz Kafka con actividades de comprensión lectora

 

El buitre

Franz Kafka


Érase un buitre que me picoteaba los pies. Ya había desgarrado los zapatos y las medias y ahora me picoteaba los pies. Siempre tiraba un picotazo, volaba en círculos inquietos alrededor y luego proseguía la obra.

Pasó un señor, nos miró un rato y me preguntó por qué toleraba yo al buitre.

—Estoy indefenso —le dije— vino y empezó a picotearme, yo lo quise espantar y hasta pensé torcerle el pescuezo, pero estos animales son muy fuertes y quería saltarme a la cara. Preferí sacrificar los pies: ahora están casi hechos pedazos.

—No se deje atormentar —dijo el señor—, un tiro y el buitre se acabó.

—¿Le parece? —pregunté— ¿quiere encargarse del asunto?

—Encantado —dijo el señor—; no tengo más que ir a casa a buscar el fusil, ¿puede usted esperar media hora más?

—No sé —le respondí, y por un instante me quedé rígido de dolor; después añadí—: por favor, pruebe de todos modos.

—Bueno —dijo el señor—, voy a apurarme.

El buitre había escuchado tranquilamente nuestro diálogo y había dejado errar la mirada entre el señor y yo. Ahora vi que había comprendido todo: voló un poco, retrocedió para lograr el ímpetu necesario y como un atleta que arroja la jabalina encajó el pico en mi boca, profundamente. Al caer de espaldas sentí como una liberación; que en mi sangre, que colmaba todas las profundidades y que inundaba todas las riberas, el buitre irreparablemente se ahogaba.

 

ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:

1. Si pudieras resumir este cuento en una palabra o frase, ¿cuál sería? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.

2. Aunque en el cuento no queda claro, deduce: ¿Por qué el buitre atacaba al hombre?

3. ¿Qué puede simbolizar el buitre en este relato? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.

4. ¿Qué puede significar la actitud pasiva del hombre frente al buitre? Explica tu respuesta.

5. ¿Cuál es el sentimiento que predomina en este cuento? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.

6. Al final del cuento se puede leer lo siguiente: "Ahora vi que había comprendido todo: voló un poco, retrocedió para lograr el ímpetu necesario y como un atleta que arroja la jabalina encajó el pico en mi boca, profundamente. Al caer de espaldas sentí como una liberación; que en mi sangre, que colmaba todas las profundidades y que inundaba todas las riberas, el buitre irreparablemente se ahogaba". ¿Qué infieres de este final? Explica tu respuesta.

7. ¿Para qué crees que el autor ha escrito este cuento? Justifica tu respuesta.

8. ¿Cuál es tu valoración final sobre este cuento? Justifica tu respuesta.

miércoles, 13 de abril de 2022

Microrrelato "El niño cinco mil millones" de Mario Benedetti con actividades de comprensión lectora

 

El niño cinco mil millones

Mario Benedetti

 

El niño cinco mil millones

En un día del año 1987 nació el niño Cinco Mil Millones. Vino sin etiqueta, así que podía ser negro, blanco, amarillo, etc. Muchos países, en ese día eligieron al azar un niño Cinco Mil Millones para homenajearlo y hasta para filmarlo y grabar su primer llanto.

Sin embargo, el verdadero niño Cinco Mil Millones no fue homenajeado ni filmado ni acaso tuvo energías para su primer llanto. Mucho antes de nacer ya tenía hambre. Un hambre atroz. Un hambre vieja. Cuando por fin movió sus dedos, éstos tocaron tierra seca. Cuarteada y seca. Tierra con grietas y esqueletos de perros o de camellos o de vacas. También con el esqueleto del niño 4.999.999.999.

El verdadero niño Cinco Mil Millones tenía hambre y sed, pero su madre tenía más hambre y más sed y sus pechos oscuros eran como tierra exhausta. Junto a ella, el abuelo del niño tenía hambre y sed más antiguas aún y ya no encontraba en sí mismo ganas de pensar o creer.

Una semana después el niño Cinco Mil Millones era un minúsculo esqueleto y en consecuencia disminuyó en algo el horrible riesgo de que el planeta llegara a estar superpoblado.


ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:

 

1. Si pudieras sintetizar el tema del cuento en una palabra, ¿cuál sería? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.

2. Interpreta: ¿Qué quiere decir que el niño Cinco Mil Millones viniera “sin etiqueta”? Argumenta tu respuesta.

3. ¿Qué significa que el niño Cinco Mil Millones tenga “un hambre vieja”? Explica tu respuesta.

4. ¿Qué es lo que denuncia o critica este cuento? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.

5. ¿Qué relación existe entre los términos hambre y sobrepoblación? Explica.

6. ¿Qué opinas de este cuento? ¿Por qué? Justifica tu respuesta.

Cuento "La aventura de un automovilista" de Italo Calvino con actividades de comprensión lectora

 

La aventura de un automovilista

Italo Calvino


Apenas salgo de la ciudad me doy cuenta de que ha oscurecido. Enciendo los faros. Estoy yendo en coche de A a B por una autovía de tres carriles, de ésas con un carril central para pasar a los otros coches en las dos direcciones. Para conducir de noche incluso los ojos deben desconectar un dispositivo que tienen dentro y encender otro, porque ya no necesitan esforzarse para distinguir entre las sombras y los colores atenuados del paisaje vespertino la mancha pequeña de los coches lejanos que vienen de frente o que preceden, pero deben controlar una especie de pizarrón negro que requiere una lectura diferente, más precisa pero simplificada, dado que la oscuridad borra todos los detalles del cuadro que podrían distraer y pone en evidencia sólo los elementos indispensables, rayas blancas sobre el asfalto, luces amarillas de los faros y puntitos rojos. Es un proceso que se produce automáticamente, y si yo esta noche me detengo a reflexionar sobre él es porque ahora que las posibilidades exteriores de distracción disminuyen, las internas toman en mí la delantera, mis pensamientos corren por cuenta propia en un circuito de alternativas y de dudas que no consigo desenchufar, en suma, debo hacer un esfuerzo particular para concentrarme en el volante.

He subido al coche inmediatamente después de pelearme por teléfono con Y. Yo vivo en A, Y vive en B. No tenía previsto ir a verla esta noche. Pero en nuestra cotidiana charla telefónica nos dijimos cosas muy graves; al final, llevado por el resentimiento, dije a Y que quería romper nuestra relación; Y respondió que no le importaba, que telefonearía en seguida a Z, mi rival. En ese momento uno de nosotros -no recuerdo si ella o yo mismo- cortó la comunicación. No había pasado un minuto y yo ya había comprendido que el motivo de nuestra disputa era poca cosa comparado con las consecuencias que estaba provocando. Volver a telefonear a Y hubiera sido un error; el único modo de resolver la cuestión era dar un salto a B, explicarnos con Y cara a cara. Aquí estoy pues en esta autovía que he recorrido centenares de veces a todas horas y en todas las estaciones, pero que jamás me había parecido tan larga.

Mejor dicho, creo que he perdido el sentido del espacio y del tiempo: los conos de luz proyectados por los faros sumen en lo indistinto el perfil de los lugares; los números de los kilómetros en los carteles y los que saltan en el cuentakilómetros son datos que no me dicen nada, que no responden a la urgencia de mis preguntas sobre qué estará haciendo Y en este momento, qué estará pensando. ¿Tenía intención realmente de llamar a Z o era sólo una amenaza lanzada así, por despecho? Si hablaba en serio, ¿lo habrá hecho inmediatamente después de nuestra conversación, o habrá querido pensarlo un momento, dejar que se calmara la rabia antes de tomar una decisión? Z vive en A, como yo; está enamorado de Y desde hace años, sin éxito; si ella lo ha telefoneado invitándolo, seguro que él se ha precipitado en el coche a B; por lo tanto también él corre por esta autovía; cada coche que me adelanta podría ser el suyo, y suyo cada coche que adelanto yo. Me es difícil estar seguro: los coches que van en mi misma dirección son dos luces rojas cuando me preceden y dos ojos amarillos cuando los veo seguirme en el retrovisor. En el momento en que me pasan puedo distinguir cuando mucho qué tipo de coche es y cuántas personas van a bordo, pero los automóviles en los que el conductor va solo son la gran mayoría y, en cuanto al modelo, no me consta que el coche de Z sea particularmente reconocible.

Como si no bastara, se echa a llover. El campo visual se reduce al semicírculo de vidrio barrido por el limpiaparabrisas, todo el resto es oscuridad estriada y opaca, las noticias que me llegan de fuera son sólo resplandores amarillos y rojos deformados por un torbellino de gotas. Todo lo que puedo hacer con Z es tratar de pasarlo, no dejar que me pase, cualquiera que sea su coche, pero no conseguiré saber si su coche está y cuál es. Siento igualmente enemigos todos los coches que van hacia A; todo coche más veloz que el mío que me señala afanosamente en el retrovisor con los faros intermitentes su voluntad de pasarme provoca en mí una punzada de celos; cada vez que veo delante de mí disminuir la distancia que me separa de las luces traseras de mi rival me lanzo al carril central con un impulso de triunfo para llegar a casa de Y antes que él.

Me bastarían pocos minutos de ventaja: al ver con qué prontitud he corrido a su casa, Y olvidará en seguida los motivos de la pelea; entre nosotros todo volverá a ser como antes; al llegar, Z comprenderá que ha sido convocado a la cita sólo por una especie de juego entre nosotros dos; se sentirá como un intruso. Más aún, quizás en este momento Y se ha arrepentido de todo lo que me dijo, ha tratado de llamarme por teléfono, o bien ha pensado como yo que lo mejor era acudir en persona, se ha sentado al volante y en este momento corre en dirección opuesta a la mía por esta autovía.

Ahora he dejado de atender a los coches que van en mi misma dirección y miro los que vienen a mi encuentro, que para mí sólo consisten en la doble estrella de los faros que se dilata hasta barrer la oscuridad de mi campo visual para desaparecer después de golpe a mis espaldas arrastrando consigo una especie de luminiscencia submarina. El coche de Y es de un modelo muy corriente; como el mío, por lo demás. Cada una de esas apariciones luminosas podría ser ella que corre hacia mí, con cada una siento algo que se mueve en mi sangre impulsado por una intimidad destinada a permanecer secreta; el mensaje amoroso dirigido exclusivamente a mí se confunde con todos los otros mensajes que corren por el hilo de la autovía; sin embargo, no podría desear de ella un mensaje diferente de éste.

Me doy cuenta de que al correr hacia Y lo que más deseo no es encontrar a Y al término de mi carrera: quiero que sea Y la que corra hacia mí, ésta es la respuesta que necesito, es decir, necesito que sepa que corro hacia ella pero al mismo tiempo necesito saber que ella corre hacia mí. La única idea que me reconforta es, sin embargo, la que más me atormenta: la idea de que si en este momento Y corre hacia A, también ella cada vez que vea los faros de un coche que va hacia B se preguntará si soy yo el que corre hacia ella, deseará que sea yo y no podrá jamás estar segura. Ahora dos coches que van en direcciones opuestas se han encontrado por un segundo uno junto al otro, un resplandor ha iluminado las gotas de lluvia y el rumor de los motores se ha fundido como en un brusco soplo de viento: quizás éramos nosotros, es decir, es seguro que yo era yo, si eso significa algo, y la otra podría ser ella, es decir, la que yo quiero que ella sea, el signo de ella en el que quiero reconocerla, aunque sea justamente el signo mismo que me la vuelve irreconocible. Correr por la autovía es el único modo que nos queda, a ella y a mí, de expresar lo que tenemos que decirnos, pero no podemos comunicarlo ni recibirlo mientras sigamos corriendo.

Es cierto que me he sentado al volante para llegar a su casa lo antes posible, pero cuanto más avanzo más cuenta me doy de que el momento de la llegada no es el verdadero fin de mi carrera. Nuestro encuentro, con todos los detalles accidentales que la escena de un encuentro supone, la menuda red de sensaciones, significados, recuerdos que se desplegaría ante mí -la habitación con el filodendro, la lámpara de opalina, los pendientes-, las cosas que yo diría, algunas seguramente erradas o equivocas, las cosas que diría ella, en cierta medida seguramente fuera de lugar o en todo caso no las que espero, todo el ovillo de consecuencias imprevisibles que cada gesto y cada palabra comportan, levantaría en torno a las cosas que tenemos que decirnos, o mejor, que queremos oírnos decir, una nube de ruidos parásitos tal que la comunicación ya difícil por teléfono resultaría aún más perturbada, sofocada, sepultada como bajo un alud de arena. Por eso he sentido la necesidad, antes que de seguir hablando, de transformar las cosas por decir en un cono de luz lanzado a ciento cuarenta por hora, de transformarme yo mismo en ese cono de luz que se mueve por la autovía, porque es cierto que una señal así puede ser recibida y comprendida por ella sin perderse en el desorden equívoco de las vibraciones secundarias, así como yo para recibir y comprender las cosas que ella tiene que decirme quisiera que sólo fuesen (más aún, quisiera que ella misma sólo fuese) ese cono de luz que veo avanzar por la autovía a una velocidad (digo así, a simple vista) de ciento diez o ciento veinte. Lo que cuenta es comunicar lo indispensable dejando caer todo lo superfluo, reducirnos nosotros mismos a comunicación esencial, a señal luminosa que se mueve en una dirección dada, aboliendo la complejidad de nuestras personas, situaciones, expresiones faciales, dejándolas en la caja de sombra que los faros llevan detrás y esconden. La Y que yo amo en realidad es ese haz de rayos luminosos en movimiento, todo el resto de ella puede permanecer implícito, mi yo que ella, mi yo que tiene el poder de entrar en ese circuito de exaltación que es su vida afectiva, es el parpadeo del intermitente al pasar otro coche que, por amor a ella y no sin cierto riesgo, estoy intentando.

También con Z (no me he olvidado para nada de Z) la relación justa puedo establecerla únicamente si él es para mí sólo parpadeo intermitente y deslumbramiento que me sigue, o luces de posición que yo sigo; porque si empiezo a tomar en cuenta su persona con ese algo -digamos- de patético pero también de innegablemente desagradable, aunque sin embargo -debo reconocerlo-, justificable, con toda su aburrida historia de enamoramiento desdichado, su comportamiento siempre un poco esquivo… bueno, no se sabe ya adónde va uno a parar. En cambio, mientras todo sigue así, está muy bien: Z que trata de pasarme se deja pasar por mí (pero no sé si es él), Y que acelera hacia mí (pero no sé si es ella) arrepentida y de nuevo enamorada, yo que acudo a su casa celoso y ansioso (pero no puedo hacérselo saber, ni a ella ni a nadie).

Si en la autovía estuviera absolutamente solo, si no viera correr otros coches ni en un sentido ni en el otro, todo sería sin duda mucho más claro, tendría la certidumbre de que ni Z se ha movido para suplantarme, ni Y se ha movido para reconciliarse conmigo, datos que podría consignar en el activo o en el pasivo de mi balance, pero que no dejarían lugar a dudas. Y sin embargo, si me fuera dado sustituir mi presente estado de incertidumbre por semejante certeza negativa, rechazaría sin más el cambio. La condición ideal para excluir cualquier duda sería que en toda esta parte del mundo existieran sólo tres automóviles: el mío, el de Y, el de Z; entonces ningún otro coche podría avanzar en mi dirección sino el de Z, el único coche que fuera en dirección opuesta sería con toda seguridad el de Y. En cambio, entre los centenares de coches que la noche y la lluvia reducen a anónimos resplandores, sólo un observador inmóvil e instalado en una posición favorable podría distinguir un coche de otro, reconocer quizá quién va a bordo. Esta es la contradicción en que me encuentro: si quiero recibir un mensaje tendré que renunciar a ser mensaje yo mismo, pero el mensaje que quisiera recibir de Y -es decir, el mensaje en que se ha convertido la propia Y- tiene valor sólo si yo a mi vez soy mensaje; por otra parte el mensaje en que me he convertido sólo tiene sentido si Y no se limita a recibirlo como una receptora cualquiera de mensajes, sino si es el mensaje que espero recibir de ella.

Ahora llegar a B, subir a la casa de Y, encontrar que se ha quedado allí con su dolor de cabeza rumiando los motivos de la disputa, no me daría ya ninguna satisfacción; si entonces llegara de improviso también Z se produciría una escena detestable; y en cambio si yo supiera que Z se ha guardado bien de ir, o que Y no ha llevado a la práctica su amenaza de telefonearle, sentiría que he hecho el papel de un imbécil. Por otra parte, si yo me hubiera quedado en A e Y hubiera venido a pedirme disculpas, me encontraría en una situación embarazosa: vería a Y con otros ojos, como a una mujer débil que se aferra a mí, algo entre nosotros cambiaría. No consigo aceptar ya otra situación que no sea esta transformación de nosotros mismos en el mensaje de nosotros mismos. ¿Pero y Z? Tampoco Z debe escapar a nuestra suerte, tiene que transformarse también en mensaje de sí mismo, cuidado si yo corro a casa de Y celoso de Z, si Y corre a mi casa arrepentida para huir de Z, mientras que Z no ha soñado siquiera con moverse de su casa…

A medio camino en la autovía hay una estación de servicio. Me detengo, corro al bar, compro un puñado de fichas, marco el afijo telefónico de B, el número de Y. Nadie responde. Dejo caer la lluvia de fichas con alegría: es evidente que Y no ha podido dominar su impaciencia, ha subido al coche, ha corrido hacia A. Ahora vuelvo a la autovía al otro lado, corro hacia A yo también. Todos los coches que paso, o todos los coches que me pasan, podrían ser Y. En el carril opuesto todos los coches que avanzan en sentido contrario podrían ser Z, el iluso. O bien: también Y se ha detenido en una estación de servicio, ha telefoneado a mi casa en A, al no encontrarme ha comprendido que yo estaba yendo a B, ha invertido la dirección. Ahora corremos en direcciones opuestas, alejándonos, el coche que paso, que me pasa, es el de Z que a medio camino también ha tratado de telefonear a Y…

Todo es aún más incierto pero siento que he alcanzado un estado de tranquilidad interior: mientras podamos controlar nuestros números telefónicos y no haya nadie que responda, seguiremos los tres corriendo hacia adelante y hacia atrás por estas líneas blancas, sin puntos de partida o de llegada inminentes, atestados de sensaciones y significados sobre la univocidad de nuestro recorrido, liberados por fin del espesor molesto de nuestras personas y voces y estados de ánimo, reducidos a señales luminosas, único modo de ser apropiado para quien quiere identificarse con lo que dice sin el zumbido deformante que la presencia nuestra o ajena transmite a lo que decimos.

El precio es sin duda alto pero debemos aceptarlo: no podemos distinguirnos de las muchas señales que pasan por esta carretera, cada una con un significado propio que permanece oculto e indescifrable porque fuera de aquí no hay nadie capaz de recibirnos y entendernos.

 

ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:

1. ¿Quién es el protagonista de este cuento? ¿Cómo es su personalidad?

2. ¿Por qué el protagonista se ha peleado con Y?

3. ¿Quién es Z para el protagonista?

4. ¿Cuál es el problema que aborda este cuento? Argumenta tu respuesta.

5. Qué infieres de este fragmento: "Correr por la autovía es el único modo que nos queda, a ella y a mí, de expresar lo que tenemos que decirnos, pero no podemos comunicarlo ni recibirlo mientras sigamos corriendo". Justifica tu respuesta.

6. En este cuento se hace referencia a la comunicación, ¿por qué crees que se hace esa referencia? Explica tu respuesta.

7. Lee este fragmento que es la parte final del cuento: "...no podemos distinguirnos de las muchas señales que pasan por esta carretera, cada una con un significado propio que permanece oculto e indescifrable porque fuera de aquí no hay nadie capaz de recibirnos y entendernos". Ahora responde: ¿Qué interpretas sobre el final de este cuento? Justifica tu respuesta.

8. Este cuento tiene un componente psicológico, ¿en qué aspectos del protagonista podemos identificar ese componente?

9. ¿Cuál es tu postura crítica sobre este cuento? Argumenta tu respuesta.

lunes, 11 de abril de 2022

ELEMENTOS DE LA COMUNICACIÓN | Definición, ejemplos y ejercicios

 

ELEMENTOS DE LA COMUNICACIÓN

Elementos de la comunicación

VIDEO SOBRE EL TEMA:


1. LA COMUNICACIÓN: La podemos definir como un proceso interactivo de intercambio de mensajes entre un emisor y un receptor, usando una serie de signos convencionales. Además, el acto comunicativo, es decir, la interacción entre un emisor y un receptor, requiere de una serie de procesos y elementos para que esta pueda darse de manera efectiva. Entre los elementos del proceso comunicativo tenemos:

a) EMISOR: Es el elemento que ordena y envía el mensaje. Este se caracteriza por CODIFICAR un mensaje por medio del lenguaje verbal o no verbal.

b) MENSAJE: Es el contenido de la información que queremos transmitir. Posee una intención comunicativa.

c) CÓDIGO: Cualquier sistema de signos convencionales que usan el emisor y receptor.

d) CANAL:  Es el medio físico a través por donde se transmite el mensaje.

e) REFERENTE: Es el tema al que hace referencia el mensaje.

f) CONTEXTO:  Es el lugar y tiempo en el que se da el acto comunicativo. Sirve para facilitar el entendimiento del mensaje.

g) RECEPTOR: Es el que recibe e interpreta el mensaje, es decir, lo decodifica.


Nota: Adicionalmente existen dos elementos que pueden intervenir en el acto comunicativo:

EL RUIDO: Que es aquella interferencia que no permite que se entienda el mensaje. Por ejemplo, el desconocimiento del idioma entre el emisor y el receptor.

Y también tenemos a:

LA REDUNDANCIA: Que es la reiteración del mensaje con la finalidad de asegurarnos que el receptor haya captado el mensaje el emisor.

 

EJEMPLO DE ACTO COMUNICATIVO:

Ejemplo de acto comunicativo

ANÁLISIS: Determinemos cuáles son los elementos de la comunicación que intervienen en este acto comunicativo:

✔ EMISOR: Brayan

✔ MENSAJE: “Te amaré para toda la vida, Brittany”.

✔ CÓDIGO: Verbal (idioma español).

✔ CANAL: Ondas sonoras.

✔ REFERENTE: Una declaración de amor.

✔ CONTEXTO: De día en un parque.

✔  RECEPTOR: Brittany.

NOTA: luego de que Brittany escucha lo dicho por Brayan, ella responde con “¡Oh, Brayan, ¡cuánto te amo! Esta respuesta convierte a Brittany de receptor a emisor y así el acto comunicativo se sigue dando.


RECURSO: Ejercicios sobre ELEMENTOS DE LA COMUNICACIÓN:


ESQUEMA: ELEMENTOS DE LA COMUNICACIÓN

esquema elementos de la comunicación

Paolo Astorga
Profesor de Lengua y Literatura


viernes, 8 de abril de 2022

Cuento "La mano" de Guy de Maupassant con actividades de comprensión lectora

La mano

Guy de Maupassant


 

Estaban en círculo en torno al señor Bermutier, juez de instrucción, que daba su opinión sobre el misterioso suceso de Saint-Cloud. Desde hacía un mes, aquel inexplicable crimen conmovía a París. Nadie entendía nada del asunto.

El señor Bermutier, de pie, de espaldas a la chimenea, hablaba, reunía las pruebas, discutía las distintas opiniones, pero no llegaba a ninguna conclusión.

Varias mujeres se habían levantado para acercarse y permanecían de pie, con los ojos clavados en la boca afeitada del magistrado, de donde salían las graves palabras. Se estremecían, vibraban, crispadas por su miedo curioso, por la ansiosa e insaciable necesidad de espanto que atormentaba su alma; las torturaba como el hambre.

Una de ellas, más pálida que las demás, dijo durante un silencio:

-Es horrible. Esto roza lo sobrenatural. Nunca se sabrá nada.

El magistrado se dio la vuelta hacia ella:

-Sí, señora, es probable que no se sepa nunca nada. En cuanto a la palabra sobrenatural que acaba de emplear, no tiene nada que ver con esto. Estamos ante un crimen muy hábilmente concebido, muy hábilmente ejecutado, tan bien envuelto en misterio que no podemos despejarlo de las circunstancias impenetrables que lo rodean. Pero yo, antaño, tuve que encargarme de un suceso en que verdaderamente parecía que había algo fantástico. Por lo demás, tuvimos que abandonarlo, por falta de medios para esclarecerlo.

Varias mujeres dijeron a la vez, tan de prisa que sus voces no fueron sino una:

-¡Oh! Cuéntenoslo.

El señor Bermutier sonrió gravemente, como debe sonreír un juez de instrucción. Prosiguió:

-Al menos, no vayan a creer que he podido, incluso un instante, suponer que había algo sobrehumano en esta aventura. No creo sino en las causas naturales. Pero sería mucho más adecuado si en vez de emplear la palabra sobrenatural para expresar lo que no conocemos, utilizáramos simplemente la palabra inexplicable. De todos modos, en el suceso que voy a contarles, fueron sobre todo las circunstancias circundantes, las circunstancias preparatorias las que me turbaron. En fin, éstos son los hechos:

«Entonces era juez de instrucción en Ajaccio, una pequeña ciudad blanca que se extiende al borde de un maravilloso golfo rodeado por todas partes por altas montañas.

«Los sucesos de los que me ocupaba eran sobre todo los de vendettas. Los hay soberbios, dramáticos al extremo, feroces, heroicos. En ellos encontramos los temas de venganza más bellos con que se pueda soñar, los odios seculares, apaciguados un momento, nunca apagados, las astucias abominables, los asesinatos convertidos en matanzas y casi en acciones gloriosas. Desde hacía dos años no oía hablar más que del precio de la sangre, del terrible prejuicio corso que obliga a vengar cualquier injuria en la propia carne de la persona que la ha hecho, de sus descendientes y de sus allegados. Había visto degollar a ancianos, a niños, a primos; tenía la cabeza llena de aquellas historias.

«Ahora bien, me enteré un día de que un inglés acababa de alquilar para varios años un pequeño chalet en el fondo del golfo. Había traído con él a un criado francés, a quien había contratado al pasar por Marsella.

«Pronto todo el mundo se interesó por aquel singular personaje, que vivía solo en su casa y que no salía sino para cazar y pescar. No hablaba con nadie, no iba nunca a la ciudad, y cada mañana se entrenaba durante una o dos horas en disparar con la pistola y la carabina.

«Se crearon leyendas en torno a él. Se pretendió que era un alto personaje que huía de su patria por motivos políticos; luego se afirmó que se escondía tras haber cometido un espantoso crimen. Incluso se citaban circunstancias particularmente horribles.

«Quise, en mi calidad de juez de instrucción, tener algunas informaciones sobre aquel hombre; pero me fue imposible enterarme de nada. Se hacía llamar sir John Rowell.

«Me contenté, pues, con vigilarlo de cerca; pero, en realidad, no me señalaban nada sospechoso respecto a él.

«Sin embargo, al seguir, aumentar y generalizarse los rumores acerca de él, decidí intentar ver por mí mismo al extranjero, y me puse a cazar con regularidad en los alrededores de su dominio.

«Esperé durante mucho tiempo una oportunidad. Se presentó finalmente en forma de una perdiz a la que disparé y maté delante de las narices del inglés. Mi perro me la trajo; pero, cogiendo en seguida la caza, fui a excusarme por mi inconveniencia y a rogar a sir John Rowell que aceptara el pájaro muerto.

«Era un hombre grande con el pelo rojo, la barba roja, muy alto, muy ancho, una especie de Hércules plácido y cortés. No tenía nada de la rigidez llamada británica, y me dio las gracias vivamente por mi delicadeza en un francés con un acento de más allá de la Mancha. Al cabo de un mes habíamos charlado unas cinco o seis veces.

«Finalmente una noche, cuando pasaba por su puerta, lo vi en el jardín, fumando su pipa a horcajadas sobre una silla. Lo saludé y me invitó a entrar para tomar una cerveza. No fue necesario que me lo repitiera.

«Me recibió con toda la meticulosa cortesía inglesa; habló con elogios de Francia, de Córcega, y declaró que le gustaba mucho este país, y esta costa.

«Entonces, con grandes precauciones y como si fuera resultado de un interés muy vivo, le hice unas preguntas sobre su vida y sus proyectos. Contestó sin apuros y me contó que había viajado mucho por África, las Indias y América. Añadió riéndose:

«-Tuve mochas avanturas, ¡oh! yes.

«Luego volví a hablar de caza y me dio los detalles más curiosos sobre la caza del hipopótamo, del tigre, del elefante e incluso la del gorila. Dije:

«-Todos esos animales son temibles.

«Sonrió:

«-¡Oh, no! El más malo es el hombre.

«Se echó a reír abiertamente, con una risa franca de inglés gordo y contento:

«-He cazado mocho al hombre también.

«Después habló de armas y me invitó a entrar en su casa para enseñarme escopetas con diferentes sistemas.

«Su salón estaba tapizado de negro, de seda negra bordada con oro. Grandes flores amarillas corrían sobre la tela oscura, brillaban como el fuego. Dijo:

«-Eso ser un tela japonesa.

«Pero, en el centro del panel más amplio, una cosa extraña atrajo mi mirada. Sobre un cuadrado de terciopelo rojo se destacaba un objeto rojo. Me acerqué: era una mano, una mano de hombre. No una mano de esqueleto, blanca y limpia, sino una mano negra reseca, con uñas amarillas, los músculos al descubierto y rastros de sangre vieja, sangre semejante a roña, sobre los huesos cortados de un golpe, como de un hachazo, hacia la mitad del antebrazo.

«Alrededor de la muñeca una enorme cadena de hierro, remachada, soldada a aquel miembro desaseado, la sujetaba a la pared con una argolla bastante fuerte como para llevar atado a un elefante. Pregunté:

«-¿Qué es esto?

«El inglés contestó tranquilamente:

«-Era mejor enemigo de mí. Era de América. Ello había sido cortado con el sable y arrancado la piel con un piedra cortante, y secado al sol durante ocho días. ¡Aoh, muy buena para mí, ésta.

«Toqué aquel despojo humano que debía de haber pertenecido a un coloso. Los dedos, desmesuradamente largos, estaban atados por enormes tendones que sujetaban tiras de piel a trozos. Era horroroso ver esa mano, despellejada de esa manera; recordaba inevitablemente alguna venganza de salvaje. Dije:

«-Ese hombre debía de ser muy fuerte.

«El inglés dijo con dulzura:

«-Aoh yes; pero fui más fuerte que él. Yo había puesto ese cadena para sujetarle.

«Creí que bromeaba. Dije:

«-Ahora esta cadena es completamente inútil, la mano no se va a escapar.

«Sir John Rowell prosiguió con tono grave:

«-Ella siempre quería irse. Ese cadena era necesario.

«Con una ojeada rápida, escudriñé su rostro, preguntándome: “¿Estará loco o será un bromista pesado?”

«Pero el rostro permanecía impenetrable, tranquilo y benévolo. Cambié de tema de conversación y admiré las escopetas.

«Noté sin embargo que había tres revólveres cargados encima de unos muebles, como si aquel hombre viviera con el temor constante de un ataque.

«Volví varias veces a su casa. Después dejé de visitarlo. La gente se había acostumbrado a su presencia; ya no interesaba a nadie.

«Transcurrió un año entero; una mañana, hacia finales de noviembre, mi criado me despertó anunciándome que Sir John Rowell había sido asesinado durante la noche.

«Media hora más tarde entraba en casa del inglés con el comisario jefe y el capitán de la gendarmería. El criado, enloquecido y desesperado, lloraba delante de la puerta. Primero sospeché de ese hombre, pero era inocente.

«Nunca pudimos encontrar al culpable.

«Cuando entré en el salón de Sir John, al primer vistazo distinguí el cadáver extendido boca arriba, en el centro del cuarto.

«El chaleco estaba desgarrado, colgaba una manga arrancada, todo indicaba que había tenido lugar una lucha terrible.

«¡El inglés había muerto estrangulado! Su rostro negro e hinchado, pavoroso, parecía expresar un espanto abominable; llevaba algo entre sus dientes apretados; y su cuello, perforado con cinco agujeros que parecían haber sido hechos con puntas de hierro, estaba cubierto de sangre.

«Un médico se unió a nosotros. Examinó durante mucho tiempo las huellas de dedos en la carne y dijo estas extrañas palabras:

«-Parece que lo ha estrangulado un esqueleto.

«Un escalofrío me recorrió la espalda y eché una mirada hacia la pared, en el lugar donde otrora había visto la horrible mano despellejada. Ya no estaba allí. La cadena, quebrada, colgaba.

«Entonces me incliné hacia el muerto y encontré en su boca crispada uno de los dedos de la desaparecida mano, cortada o más bien serrada por los dientes justo en la segunda falange.

«Luego se procedió a las comprobaciones. No se descubrió nada. Ninguna puerta había sido forzada, ninguna ventana, ningún mueble. Los dos perros de guardia no se habían despertado.

«Ésta es, en pocas palabras, la declaración del criado:

«Desde hacía un mes su amo parecía estar agitado. Había recibido muchas cartas, que había quemado a medida que iban llegando.

«A menudo, preso de una ira que parecía demencia, cogiendo una fusta, había golpeado con furor aquella mano reseca, lacrada en la pared, y que había desaparecido, no se sabe cómo, en la misma hora del crimen.

«Se acostaba muy tarde y se encerraba cuidadosamente. Siempre tenía armas al alcance de la mano. A menudo, por la noche, hablaba en voz alta, como si discutiera con alguien.

«Aquella noche daba la casualidad de que no había hecho ningún ruido, y hasta que no fue a abrir las ventanas el criado no había encontrado a sir John asesinado. No sospechaba de nadie.

«Comuniqué lo que sabía del muerto a los magistrados y a los funcionarios de la fuerza pública, y se llevó a cabo en toda la isla una investigación minuciosa. No se descubrió nada.

«Ahora bien, tres meses después del crimen, una noche, tuve una pesadilla horrorosa. Me pareció que veía la mano, la horrible mano, correr como un escorpión o como una araña a lo largo de mis cortinas y de mis paredes. Tres veces me desperté, tres veces me volví a dormir, tres veces volví a ver el odioso despojo galopando alrededor de mi habitación y moviendo los dedos como si fueran patas.

«Al día siguiente me la trajeron; la habían encontrado en el cementerio, sobre la tumba de sir John Rowell; lo habían enterrado allí, ya que no habían podido descubrir a su familia. Faltaba el índice.

«Ésta es, señoras, mi historia. No sé nada más.»

Las mujeres, enloquecidas, estaban pálidas, temblaban. Una de ellas exclamó:

-¡Pero esto no es un desenlace, ni una explicación! No vamos a poder dormir si no nos dice lo que según usted ocurrió.

El magistrado sonrió con severidad:

-¡Oh! Señoras, sin duda alguna, voy a estropear sus terribles sueños. Pienso simplemente que el propietario legítimo de la mano no había muerto, que vino a buscarla con la que le quedaba. Pero no he podido saber cómo lo hizo. Este caso es una especie de vendetta.

Una de las mujeres murmuró:

-No, no debe de ser así.

Y el juez de instrucción, sin dejar de sonreír, concluyó:

-Ya les había dicho que mi explicación no les gustaría.

 

ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:

 

1. ¿En qué contexto (lugar y tiempo) transcurre este cuento?

2. ¿Quién es el señor Bermutier? ¿Por qué es importante en el cuento?

3. Una de las mujeres dice que el crimen de Saint-Cloud parecía "sobrenatural" y el señor Bermutier dice más bien que es "inexplicable". ¿Crees que esas dos palabras significan lo mismo? ¿Por qué? Explica tu respuesta.

4. ¿Quién era sir John Rowell? ¿Por qué era un hombre que llamaba la atención?

5. ¿Cómo logra el señor Bermutier encontrarse con sir John Rowell?

6. Infiere: ¿Qué quiere decir sir John Rowel cuando dice que el animal más malo es el hombre y que también los ha cazado? Explica tu respuesta.

7. ¿Por qué resulta importante en este cuento la mano que guardaba sir John Rowel?

8. ¿Por qué el señor Bermutier pensaba que sir John Rowell estaba loco o era un bromista pesado?

9. ¿Cómo había muerto sir John Rowell? ¿Qué infieres de esa forma de morir?

10. ¿Cuál es la explicación lógica que da el señor Bermutier al final de su narración?

¿Por qué el señor Bermutier dice que el crimen de John Rowell es una especie de "vendetta" (venganza)?

11. En este cuento hay un elemento fantástico, ¿cuál sería? Nómbralo y explícalo.

12. Según tu capacidad inferencial y teniendo en cuenta todos los hechos narrados en este cuento, ¿cómo describirías la personalidad del señor Bermutier? Explica tu respuesta.

13. ¿Por qué la explicación que dio el señor Bermutier a la mujeres no les gustó?

14. ¿Qué opinas tú sobre la explicación que da el señor Bermutier sobre la muerte sir John Rowell? Justifica tu respuesta. 

lunes, 4 de abril de 2022

Cuento "Dialéctica de los mocosos" de Mario Benedetti con actividades de comprensión lectora

 

Dialéctica de los mocosos

Mario Benedetti

Dialéctica de los mocosos


-¿Nunca?

-Nunca.

-Para vos ¿qué significa la palabra nunca?

-Jamás.

-Ah, no. A mí «jamás» me parece mucho más categórico, negativo.

-Yo los veo como sinónimos.

-A ver si me entendés. Pensá en la palabra «siempre».

-Pienso.

-Trata de encontrarle un sinónimo. No meras aproximaciones, como «permanentemente» o algo por el estilo, sino un sinónimo puro, certero, incanjeable.

-No lo encuentro.

-¿Viste? Si «siempre» no tiene un sinónimo puro, tampoco va a tenerlo

«nunca», que es su oponente.

-¿Y «jamás»?

-Es una aproximación, apenas eso.

-¿Cuántos años tenés?

-Trece. ¿ Y vos?

-Doce y medio.

-¿Y por qué tenés siempre cara triste?

-Será porque estoy triste.

-¿Nunca estás alegre?

-¿O jamás?

-He dicho nunca.

-¿Y cuándo empezaste a estar triste?

-La primera vez que la vieja me llevó al shopping. Es muy desalentador ver tanta gente que mira y no compra.

-Yo he ido pocas veces, pero recuerdo que un sábado encontré a un viejo, como de treinta años, que no sólo miraba sino que también compraba.

-Sería un turista.

-Puede. En pleno verano se compró una bufanda y todos empezamos a sudar. Y eso que yo jamás sudo.

-¿No sudas nunca?

-Dije jamás.

-Sorry.

-Pero ¿qué es lo que te da tristeza?

-Ver a la gente tan abandonada (aunque vayan de a dos) enfrentándose a las vidrieras como si contemplaran una camisa, cuando en realidad están usando el cristal como espejo.

-¿Vos te miras?

-¿Para qué? Ya me sé de memoria.

-Te aseguro que hay gente que compra. O por lo menos entra en algún puesto.

-Sí, entran al boliche de una gran confitería, y al rato salen chupando un caramelo.

-Y bueno, la tristeza es dulce.

-También me entristece ver a las empleadas, todas planchaditas, mirando con ansia a los muchachos de atuendo deportivo que recorren invictos las avenidas del shopping.

-¿Ansia o seducción?

-Cuando el ansia es invasora no queda sitio para la seducción.

-Qué frasecita, eh. ¿Sabes lo que ocurre? Lo que ocurre es que vos, además de triste incurable, sos un pesimista del carajo.

-¡Si tu abuela te oyera ese vocabulario!

-Bah, mi abuela es más posmoderna que vos y que yo. A menudo dice palabras como pelotudo, mierda, coño, hijo de puta, enchufe.

-Enchufe no es mala palabra.

-En su caso sí lo es, porque la dice escupiendo.

-¿Jugás al fútbol?

-Por supuesto. Soy golero.

-¿Te han metido algún gol?

-Nunca.

-¿O jamás?

-No, aquí sí es nunca, porque una sola vez me metieron un gol pero fue de penal.

-¿Qué vas a ser de grande? ¿Futbolista?

-No, ingeniero, como mi viejo. ¿Y vos?

-Deshonesto.

-¿Como tu viejo?

-Sí, pero un poco más profesional.

-¿No tenés miedo de caer en cana? ¿Nunca?

-Jamás.

 

ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA:

1. ¿Cuál crees que es el tema de este cuento? Explica tu respuesta.

2. Según el cuento, ¿cuál es la diferencia entre «nunca» y «jamás»?

3. ¿Por qué los términos «nunca» y «jamás» son importantes en el diálogo que entablan los niños?

4. ¿Qué infieres de la respuesta que da uno de los niños cuando explica por qué está triste?

5. ¿Por qué el shopping es muy importante para este cuento? Explica tu respuesta.

6. ¿Qué quiere decir uno de los niños cuando asegura que su abuela es «posmoderna»?

7. ¿Cuáles son las diferencia entre los dos niños? Determínalas.

8. ¿Qué infieres cuando uno de los niños le pregunta al otro qué será de grande y el otro le responde que «deshonesto» como su viejo, pero «más profesional»? Explica tu respuesta.

9. ¿Qué infieres del final de este cuento?

10. ¿Cuál crees que haya sido la intención del autor al escribir este cuento?

11. ¿Cuál es la crítica social que hace este cuento? Justifica tu respuesta.

 

ACTIVIDAD CREATIVA:

1. Crea un cuento breve en donde solo predomine el diálogo entre dos personajes. No olvides ser creativo y original.

lunes, 28 de marzo de 2022

¿CÓMO ANALIZAR UN TEXTO ARGUMENTATIVO? 📝

¿CÓMO ANALIZAR UN TEXTO ARGUMENTATIVO? 




Video sobre el tema:


1. ¿QUÉ SON LOS TEXTOS ARGUMENTATIVOS?

El texto argumentativo es aquel que busca convencer o persuadir a un lector sobre un punto de vista o idea específica. Esta idea se llama TESIS y deberá defenderse con ARGUMENTOS, los cuales son justificaciones coherentes y razonables que le dan fuerza a dicha tesis.


2. ESTRUCTURA BÁSICA DE UN TEXTO ARGUMENTATIVO

El texto argumentativo posee tres partes estructurales:

✔ Una introducción: En esta parte se define el tema a tratar y se plantea la tesis a defender.

✔ Un cuerpo (o argumentación): En esta parte se defiende nuestra tesis utilizando argumentos razonables.

✔ Una conclusión: En esta parte se sintetiza o resume el punto de vista o tesis del autor y se puede ofrecer una solución si es que se está abordando un tema problemático de la realidad.

A continuación, leamos un ejemplo de texto argumentativo:

 

Los tres mordientes

Marco Aurelio Denegri


Don Santiago Ramón y Cajal decía que los tres mordientes de la acción eficaz son el interés, la emoción y la atención obstinada, es decir, no la simple atención, sino la atención perseverante y tenaz.

Estos mordientes son también los del estudio y aprendizaje. Mediante aquéllos pueden éstos desenvolverse adecuadamente y ser realmente productivos. Los tres mordientes me permitirán concentrarme, reflexionar profundamente y percatarme debidamente de las cosas, o lo que es lo mismo, me permitirán ser consciente y en consecuencia podré sentir, pensar, querer y obrar sabiendo verdaderamente lo que estoy haciendo.

Sin embargo, la concentración y el estar uno alerta no son estados normales o habituales del cerebro, no son solencias cerebrales, sino insolencias, y sea esto dicho usando el vocablo insolencia en su antiguo sentido de infrecuente, inhabitual, raro, desacostumbrado.

La concentración y el estado de alerta son ocurrencias cerebrales raras. El cerebro tiende más bien a la dispersión y busca siempre estímulos para entretenerse, distraerse y complacerse, pero no para concentrarse ni percatarse.

La concentración y la percatación no son solencias cerebrales, sino rarezas cerebrales. Y hoy lo son más por la extraordinaria multiplicación de estímulos que rige en las sociedades presuntamente civilizadas. Proliferan incontenibles la mar de estímulos y las más de las personas ya no sabrían vivir sin ellos.

Llego, pues, a la inevitable conclusión que hoy es mucho más difícil estudiar y aprender, porque actualmente la gente se concentra y se percata menos que antes. Hoy no somos más humanos, sino menos, porque la videocracia no humaniza, sino animaliza. Esto lo ha demostrado cumplidamente Sartori y sería inútil insistir en ello.


Extraído de: El Comercio

Lima, 7 de noviembre de 2016

 


3. ANALIZAMOS EL TEXTO ARGUMENTATIVO QUE HEMOS LEÍDO

Algunas pautas para leer y analizar un texto argumentativo:

  • Lectura atenta del texto (subrayar ideas importantes, hacerse preguntas, sintetizar lo leído).
  • Buscar el significado de palabras desconocidas:

✔ Mordientes: sustancia empleada en tintorería que sirve para fijar los colores en los productos textiles. Inferencia: en el texto se entiende como aquella actitud que nos permite “fijar” los aprendizajes, es decir, aprender.

✔ Solencias: hechos que ocurren de manera habitual.

✔ Dispersión: Acción de dispersar o dispersarse. Inferencia: en el texto se entiende como aquella acción de distraerse o no poder centrarse en un punto o tema.

✔ Estímulo: es cualquier factor que puede desencadenar un cambio físico o de la conducta. Inferencia: en el texto se entiende como aquellas acciones que no nos permiten la concentración.

✔ Videocracia: Término usado por el pensador italiano Giovanni Sartori para hacer referencia al poderío de las imágenes sobre la opinión pública contemporánea. Inferencia: en el texto se entiende como la capacidad que tienen las imágenes sobre los textos escritos, las cuales se vuelven mucho más fáciles y rápidas de interpretar.

  • Luego debemos determinar si cumple con las características de un texto argumentativo: busca convencernos sobre una idea o tesis. ¿Cuál es la tesis de este texto?

La tesis sería “la concentración y el estar uno alerta no son estados normales o habituales del cerebro, no son solencias cerebrales”.

  • Determinemos el argumento central que sustenta o defiende la tesis: ¿Cuál es el argumento central del texto?

El cerebro suele siempre estar en un estado de dispersión (distracción) y más hoy que nunca, pues estamos asediados de estímulos que nos distraen y no nos permiten concentrarnos, es decir, prestar atención a un punto de manera profunda.

 

4. ¿CÓMO PUEDO HACER SIGNIFICATIVA LA LECTURA DE UN TEXTO ARGUMENTATIVO?

No solo basta con leer un texto argumentativo y llegar a un nivel analítico del mismo, debemos entender que todo texto tiene un mensaje, un contenido significativo que debemos entender y valorar, por ello, te invito a que nos hagamos la siguiente pregunta interpretativa: ¿Qué he entiendo del texto?

✔ El texto me habla de una realidad actual: nuestra poca capacidad para concentrarnos. (Síntesis).

✔ El autor nos plantea que existen tres mordientes (o actitudes) para aprender: el interés, la emoción y la atención obstinada. Lamentablemente, hoy, no se desarrollan adecuadamente, pues vivimos en una sociedad que no tiene “tiempo” para profundizar o concentrarse en sus aprendizajes, por ejemplo, cuando leemos, hoy en día se nos hace más difícil, pues no podemos concentrarnos mucho en algunas lecturas, sobre todo en aquellas que son extensas o con un lenguaje denso. (Síntesis y relación con la realidad).

✔ Si bien el autor plantea que nuestro cerebro tiende a la distracción, yo creo que quizás nuestro cerebro se ha adaptado a un mundo más mediático, en donde tenemos que hacer más de una tarea a la vez. No es que hayamos perdido nuestra capacidad de concentrarnos, sino que el mundo actual exige que hagamos las cosas más rápido y varias a la vez, esto, muchas veces, hace que seamos más superficiales y que todo se reduzca la lectura de textos cortos, resúmenes y prevalezca la imagen (que suele ser más fácil de procesar y comprender) antes que el texto escrito. (Crítica y valoración).

 

Podemos CONCLUIR entonces que…

✔ Los textos argumentativos tienen la intención comunicativa de convencer o persuadir a un lector.

✔ Tres elementos son la base de estos textos: Una tesis, una serie de argumentaciones que defiendan nuestra tesis y una conclusión o síntesis de nuestro punto de vista o tesis.

✔ El análisis de un texto argumentativo consiste en identificar la tesis, el argumento central y la conclusión a la que llega el autor.

✔ El análisis no agota nuestra comprensión del texto, también debemos realizar un ejercicio de entendimiento significativo o interpretación del mismo (darle un significado, valoración y relacionarlo con nuestra vida y realidad).