Práctica de comprensión lectora: Leemos un texto argumentativo que reflexiona sobre EL AMOR
Práctica
de comprensión lectora: Leemos un texto argumentativo que reflexiona sobre EL
AMOR
LECTURA:
Sobre
el Eros y la violencia de género
José
Pablo Feinmann
Freud, en el más profundo de sus
libros, propone que la cultura surge de la represión de los instintos, que esa
represión produce un malestar insoluble en las sociedades y que la historia se
desarrolla en la modalidad de un antagonismo incesante entre los dos elementos
constitutivos de la condición humana: la pulsión de muerte y el Eros. Entregado
a un pesimismo que era el de los mejores sujetos de su tiempo (el ensayo es de
1930, sólo tres años antes de la llegada de Hitler a la Cancillería del Reich),
termina por confesar el casi imposible triunfo de Eros sobre su enemigo: la
pulsión de muerte. La que se establece entre Eros y pulsión de muerte no es una
simple relación binaria. Los dos elementos están internamente sobredeterminados.
Sin embargo, como tantos otros grandes pensadores, la propuesta es la de la
lucha entre el Bien y el Mal. Eros es el Bien. Eros es el amor, la vida, la
valoración de los otros. Eros es la lucha contra el sufrimiento y contra la
violencia que lo provoca. Entre los hombres y las mujeres
que habitan este cascote que gira alrededor del sol son muchas las relaciones
que se establecen dentro del campo del Eros. Eros es la fuerza del amor. El
erotismo es el lazo que une a dos sujetos libres, a dos cuerpos sexuados, y
hace de ellos una pareja, es decir: una dualidad que forma una unidad en la
diferencia. El habitual concepto de pareja expresa eso y algo más: una pareja
es la relación de dos seres parejos. El amor es una paridad consentida entre
dos sujetos dispares. La pareja, sin embargo, es una ardua construcción. Los
seres humanos no son parejos. Y menos los hombres y las mujeres. Pero el Eros
impulsa un contrato formidable. El contrato del amor. Yo me entrego al Otro
porque lo/la amo. Pero, ¿puedo entregarme por completo al Otro sin perder mi
centro, mi identidad? La relación de amor requiere –para ser libre– que los dos
sujetos de la paridad se entreguen al Otro sin dejar de ser ellos. Te amo, pero
no me pierdo, no me anulo en vos. Te amo, y lo mejor que puede pasarte es que
te amé desde mi libertad. Te amo, con mi cuerpo y con todo mi espíritu, que son
uno en la pasión. Te amo y ese amor se expresa totalmente en el sexo, cuando el
cuerpo vehiculiza toda mi riqueza y me entrego buscando perderme, llegar al
éxtasis culminante y hasta perder mi principio individuationis, no ser yo, no
tener centro, estallar en ese punto exquisito en que el placer, la muerte y la
locura me llevan más allá de mí. Luego habré de retornar. Y te seguiré amando,
pero sin perderme en vos. La relación de pareja raramente
es pareja. Siempre uno de los dos ama más al Otro de lo que éste la/lo ama. En
el amor, el que menos ama es el que más domina. Hay uno/una que ama hasta
perderse en el ser del Otro, del, precisamente, ser amado. El ser amado, el que
recibe el amor del que se entrega más, manipula y domina. Ese polo de la
pareja, el que se entrega menos, el que mira la relación desde otro lado, es el
que la des–equilibra. La pareja sigue, pero se establece una relación de poder.
Sobre todo si el que más ama acepta su subordinación, el dominio del Otro, que
no necesita dejar de amar para imponer su dominio. Con amar menos le alcanza.
La violencia de género surge cuando el hombre advierte que no logra imponer su
dominio. Si no logra dominar porque la mujer que lo ama no lo ama totalmente,
no se pierde en él, no se anula amándolo, construye un mundo propio, una
subjetividad libre, impenetrable a sus preguntas, a sus pesquizas, buscará
dominar golpeando. Aun al costo de repetirnos
busquemos precisar estas cuestiones. Bastará recordar que lo que se repite se
piensa dos veces. El amor es la libre y apasionada enajenación de la libertad.
Es libre porque es el compromiso que establezco con otra conciencia desde una
situación sustantiva, lúcida, que nace desde mí y expresa mi autenticidad. Es
apasionada porque no es un acto de la razón, o, al menos, no sólo de la razón,
sino que exige el compromiso de las pasiones, y el compromiso del cuerpo, que
las vehiculiza, expresándolas. En el amor mi libertad se enajena, porque toda
relación de amor con otro ser implica una limitación de mi libertad absoluta.
No obstante, es desde esa libertad absoluta que he decidido limitar mi
conciencia entregándome a otro ser, que también se me entrega, y con el que establezco
un juramento, el de amarnos, que nos limita a los dos, pero es también nuestra
superación, nuestro ir más allá de nuestra condición solipcista, de nuestra
soledad. Amar no es caer, no es enceguecer, no es entregarse a la
irracionalidad. Se ama con todo lo que somos. Nuestro amor se construye, se
arma, se trabaja con la pasión, la inteligencia, la paciencia y el laborioso,
arduo, y deslumbrante conocimiento de la persona amada. Lejos de cegar, el amor
es una fuerza de conocimiento. A nadie conoceré mejor que a la persona que amo,
y a través de ese amor descubriré acaso las mejores cosas que ignoraba de mí. Y
digo mejores porque somos mejores cuando amamos. El amor es un pacto de dos
libertades. Muchos le temen a esto. Creen que el pacto que implica el amor les
hará perder la libertad. Pero la libertad está para usarla. Somos libres para,
desde nuestra libertad, comprometernos, entregarnos. La más alta forma del
compromiso y de la entrega es el amor, donde mi libertad se realiza y se
enriquece con la libertad de la conciencia que se me entrega, libremente, para
ser más plena junto a mí. No somos uno. Somos y seremos dos. Nuestro pacto está
alimentado por la cotidiana renovación del juramento. Nadie se condena a amar
ni a ser amado para siempre. Nuestra libertad pone a prueba y fortalece nuestro
juramento. Así, el amor es un trabajo cotidiano. Sé que el ser que me ama
dejará de hacerlo si dejo de ser el ser de quien se enamoró. Esto no significa
que ya no habré de cambiar, sino que hay un pacto esencial que deberá
permanecer a través de todos los cambios y aun las sorpresas de la existencia.
Cada día seré otro, porque eso me permitirá sorprender, enriquecer al ser
amado. Pero, a la vez, cada día seré el mismo porque no habré de traicionar el
juramento primero. Hablamos, desde el primer día, un lenguaje que nos expresa a
los dos. Ese lenguaje se habla con las palabras, con el cuerpo, con las ideas.
Tiene la modalidad de la pasión, de la ternura y hasta de la agresividad. Es
único y existe porque lo he creado junto al ser que amo. No es un lenguaje
cristalizado, sino un lenguaje que incorpora –cada día– palabras nuevas. Cuando
ya no existan las palabras nuevas, cuando el juramento esencial se realice por
medio de las viejas palabras, infinitamente repetidas, el juramento será una
áspera cosa y no una vivencia lúdica y palpitante. Ahí, el amor habrá muerto. Y
cada uno se recluirá en la libertad triste, inútil, estéril, de los solitarios.
El trabajo del amor, del amor entendido como creación constante, es sofocar esa
posibilidad, impedirla por medio de la razón, de la pasión, de la inteligencia
y la libertad. Que nadie confunda agresividad
con violencia. Los amantes pueden agredirse como se agreden los animales al
entregarse al acto de la procreación. Los animales no aman. El amor es el acto
espiritual más hondo al que pueda acceder el sujeto humano. Los animales sufren
como nosotros (de aquí que la violencia contra ellos sea también parte del
Mal), pero carecen de la dimensión espiritual del sujeto humano. Esta dimensión
espiritual no hace superiores a los seres que llamamos humanos, pues es por
ella que amamos y es también por ella que sometemos a los otros al sufrimiento,
a la tortura. Los animales no torturan. Que nadie llame “bestia” a un
torturador. Repetimos esta propuesta: las “bestias” no torturan. Torturar es
parte de la condición humana. Así, también lo es la violencia de género. La
violencia machista. El machista se aterroriza ante la libertad del Otro, de ese
Otro incognoscible, para él, que es la mujer. Hay un título de una vieja
película: el hombre que entendía a las mujeres. Al ser postulada como un sujeto
secreto, ajeno a las posibilidades del conocimiento, la mujer se le vuelve
sospechosa al hombre que castiga. ¿Quién es ella? ¿En qué recóndito, clandestino
lugar, se le escamotea? Aquí nacen los celos. Los celos se basan en la
incapacidad de dominar completamente a la mujer, en la imposibilidad de saber
de ella todo lo que ella sabe. Si no nos engaña ahora, sin duda nos ha engañado
antes. ¿O acaso conocemos su pasado? Sólo lo que ella nos ha dicho. ¿Qué
aventura pasajera, que acto gratuito nos oculta? Cierta vez, una amiga me dijo:
“Las mujeres no tenemos pasado, tenemos prontuario”. El agresor machista siempre se
escuda en una frase que traslada la responsabilidad a la víctima: “Ellas son
las que provocan”. Aquí habrá que reflexionar sobre la relación
moda-mujeres-violencia de género. Los capitostes de la moda –los que dictan las
leyes de cada temporada, ya que cada temporada la moda cambia para que el consumo
aumente– deberán responder por qué durante, al menos, los últimos treinta años,
el arte de la moda se convirtió en el arte de desnudar a las mujeres. Los
“desfiles de modas” sugieren e imponen ya las transparencias, cuando no el
desnudo. Fabulosas mujeres desfilan por una pasarela imposible de abordar y
hasta dolorosa de contemplar. Ver la imposibilidad genera ira. Es la codicia
irresponsable de un capitalismo también irresponsable de las consecuencias que
provoca. Esto habrá que verlo mejor. También la relación entre el cine, la
televisión y la violencia machista. Rita Hayworth se hizo célebre cuando Glenn
Ford le dio una enorme cachetada que sacudió su cabellera pelirroja en Gilda.
Richard Widmark se ganó el estrellato en su debut por tirar a una mujer
paralítica por una larga, interminable escalera de un edificio de los años
cuarenta. Por ahora bastará con insistir en
esto: el castigador machista busca eliminar la libertad de la mujer. Pero las
mujeres, las lúcidas y corajudas mujeres que lo hacen, buscan ser cada vez más
libres.
RESPONDE: 1.Según Freud, la cultura nace: A.Como una forma artificial de vida en
sociedad que genera una relación con otros hombres B.De la represión de los instintos y ello
trae como consecuencia un malestar que genera una lucha entre la vida y la
muerte C.De la evolución de un tipo determinado
de mamífero que creó una condición humana D.De las grandes contradicciones entre la
vida y la muerte que generó a las sociedades 2.¿Qué quiere decir el siguiente fragmento:
"El amor es una paridad consentida entre dos sujetos dispares"?
3.Se infiere que una relación de pareja A.Es una construcción B.Es una relación interna C.Es un estado de igualdad D.Es una actitud de la pulsión de la
muerte 4.¿Qué quiere decir el autor al plantear
que: "Y te seguiré amando, pero sin perderme en vos"? A.Que el amor no es una realidad B.Que el amor seguirá, pero ya no tan intensamente C.Que te amaré, pero sin perder mi
identidad D.Que el amor, podrá entrar de nuevo en mi
corazón 5.Explique con sus propias palabras la
siguiente frase: "La relación de pareja raramente es pareja. Siempre uno
de los dos ama más al Otro de lo que éste la/lo ama. En el amor, el que menos
ama es el que más domina."
6.¿Por qué, según el autor, en el amor mi libertad
se enajena?
7.Se infiere al leer el texto que el amor
debe gozar, principalmente A.De fidelidad B.De libertad C.De compromiso D.De pasión 8.Infiere, ¿por qué el machista se
atormenta con la libertad del Otro?
9.Se infiere del penúltimo párrafo que: A.El sistema machista ha cosificado, es
decir, ha vuelto mercancía a la mujer B.Las modelos de hoy andan casi desnudas C.El machismo es una tendencia mundial D.La libertad de la moda ha hecho que
hagan mejores vestidos para las mujeres 10.Rocío, después de leer el texto opinó lo
siguiente: "Creo que sin libertad, no hay amor." ¿Qué argumentos del
texto usarías para justificar lo que dice Rocío?
SOLUCIÓN: 1B 2.-Que el
amor es un compromiso en libertad que nace de una desigualdad, es decir, de dos
seres distintos entre sí. 3A 4C 5.-Que
las relaciones de parejas hay una desigualdad entre los amantes. Siempre hay
uno que ama más, por ende, resiste más la indiferencia o caprichos del otro y
por está dominado y sufre más. En otras palabras, teme perder lo que ama, por
eso se vuelve esclavo, paradójicamente, de eso que ama. 6.-Porque
ofrezco mi libertad al otro, es decir, me entrego al otro por amor y esta
entrega es mutua pues el otro también entrega parte de su libertad a mí. 7B 8.-Porque
la libertad del otro hace de este un ser autónomo que no puede dominarse, que
puede pensar, crear y ser lo que este quiera. 9A 10.-
Que lo que dice Rocío es correcto, porque sin libertad el amor sería una
dominación, un ejercicio de tiranía, una dependencia emocional. Si no existiría
libertad al amar, esto sería simplemente una obligación esclavizante y no un
compromiso que se genera desde la voluntad de dos personas libres.
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