domingo, 26 de julio de 2015

"Hostias del mal" de Christian Rivera - Paolo Astorga

Hostias del mal

Hostias del mal
Christian Rivera
(Amotape Editores, 2015)


“El poeta sabe que debe beber la cicuta de la existencia, la violencia de los anhelos, sin embargo, también reconoce, en esa sordidez, el amor que se resiste a ser reducido a la miseria de los cuerpos.


Escrito por: Paolo Astorga

Hostias del mal (Amotape Editores, 2015) del poeta peruano Christian Rivera (Lima, 1989) es un libro de poemas donde el aspecto central es la búsqueda de ese paraíso perdido (aquel que se ha disfrutado en su intensa brevedad) y que luego ha degenerado en una profunda desilusión, en una cruel melancolía. El poeta sabe que debe beber la cicuta de la existencia, la violencia de los anhelos, sin embargo, también reconoce, en esa sordidez, el amor que se resiste a ser reducido a la miseria de los cuerpos.

Este libro nos ofrece una serie de poemas donde el signo central es el amor desposeído y la melancolía de la pérdida del “cielo”. El poeta recorre una geografía de la insatisfacción intentando construir un lenguaje sórdido donde el ser amado es efímero paraíso artificial. El poeta sabe muy bien que es urgente escapar de toda ilusión de eternidad mientras se canta la desdicha del momento. Porque la poesía es siempre un cuerpo para establecer los significados de la frustración, el veneno de la desolación y el terrible anhelo de querer satisfacción en un mundo que vanagloria los residuos, la simple superficie de las máscaras.

Ayer te besé en los labios.
PEDRO SALINAS
Tal vez no vuelva a ser el bohemio
que ayer invitaste a recorrer el mar
sentados frente al televisor de tu living
inventando historias antiguas que luego
eran transmitidas en las caricias de la noche
que cerraban nuestras cortinas de angustia
mientras acariciaba tus senos con mis labios
flotando como astronautas sobre la luna
encendiendo las grutas de luz
que en tu cuerpo penetraban incesantes,
el tiempo llenaba de ceniceros tus ojos…
mientras nos mirábamos inmóviles en la playa
arrojados como latas de cervezas vacías
hasta que mis dedos mordieron tus manos
y cerraste los ojos sintiendo el dolor de mi soledad.
Te refugiaste en mi pecho
ante el temor de que la marea nos alcance.
El sol se pulverizaba en el ocaso hasta que sus cenizas
arreboladas estallaban furiosamente entre los farallones.
Estábamos fuera de Lima,
cerca de la eternidad del mundo.
Mientras regresábamos volvimos a quedarnos solos,
no sabíamos qué decirnos y volvimos a besarnos,
parecíamos niños curiosos
jugando en los jardines. (…)

El libro sigue una veta neorromántica, allí donde las imágenes intentan las reconstrucciones. Aunque Rivera apuesta por una poesía dionisiaca, allí donde el gran motivo es la del tránsito, la de la búsqueda, pero también la catarsis que se enfrenta ante la crudeza de la realidad. El que vive se diluye en las nostalgias, pero también se refugia en el desierto de las imágenes que cobran mayor intensidad mientras el dolor es espectacular y los sustitutos del placer, una simple simulación que acrecienta las ausencias.

No podemos negar el estigma de la ciudad y del ruido infernal de las urbes y su indiferencia en los versos de este intenso poemario. La ciudad es también un cuerpo desnudo y en crisis. La ciudad es para el poeta el estoicismo de caminar por los infiernos, es la condena del barro y la traición. Sin embargo, es también la posibilidad para la supervivencia, el cínico retrato de un mundo que ha reconocido su apocalipsis y aun así, sigue perdido en el placer de lo efímero. La ciudad, es pues,  artificialidad de cuerpos múltiples que supondrán la pérdida de toda identidad, de todo don por querer ser algo más que un encuentro clandestino, que un desnudo o copulación anónima:


IV

He visto arrastrarse a los hombres ante los espectros del crack: catástrofes, aspirando tuberculosis en los cigarrillos. Aquellas niñas se convirtieron en fantas­mas drogados que parieron a sus hijos en las calles, crecieron sin descubrir que eran sus padres los que murieron asfixiados en las alcantarillas del alquitrán. Las avenidas son cuarteles controlados por el smog de los vehículos que fumigan a los transeúntes en sus inodoros de Neón. En los engranajes del tráfico. He visto suicidarse a los semáforos; los lustrabotas y los ambulantes son desgajados por los policías.

La negra transpiración de la ciudad serán industrias que se comercializarán en el mundo. Se dispone cada vez de menos esperanzas, los eremitas y mendigos se­rán un peligro para las traducciones de la evolución. Los relojes de las iglesias se teñirán de sangre cuando caigan sobre ellas todas las almas condenadas a la ho­guera por causa de su estoicismo.

Cuantos pecados han sido falsificados en los templos para luego ser traficados por veinte monedas de pla­ta. El poeta debe ser la voz de los sueños que planifi­can las conspiraciones del universo.

Como todo neorromanticismo, el poeta es un escapista, pero no un huidor. Escapar es reinventar, no negar, no eximirse de la culpa de la vida y la tragedia de la libertad. Eso sí, la inconformidad es un lastre que hay que saber arrastrar, no obstante, Rivera tiene un as bajo la manga: el placer de los reencuentros, la metáfora que acerca a los amantes para ser devorados por sus lenguajes, por sus cuerpos de letras nuevamente.

VI

La poesía es la experiencia con la vida: inventar salidas imaginarias, describirlas como un intento de suicidio. Ella creyó descubrir la poesía entre bares y círculos lucrarlos,  monólogos de cuerpos que se resistían abandonarla, creyó conocer la pureza de las palabras entre el soliloquio de sus vestidos cayendo frente al espejo, malecones donde arrojaba botellas de whis­ky de sus úlceras, hasta encontrarse extraviada entre antros subterráneos que ella marcaba en los perió­dicos que utilizaban las prostitutas de la plaza “Bahía Rosa”, para despistar las patrullas de los canchos policiales. Ese aroma de jabón de citas entre sucios vagos esperándola. Ella pasaba minuciosamente ante el estado de estupor de sus desnudos hombros, re­cobrando el color de sus mejillas, la firmeza de sus labios donde pronuncié mi primer verso, entre aceras y hoteles perfumados por la fragancia de las solitarias calles en busca del amor, el aloe de sus cabellos entre las columnas de vientres transeúntes que se detenían a contemplarla perdiéndose entre la puesta del sol y las alamedas del comercio sex exprés.

El poeta sabe que el erotismo no es jamás el mostrarlo todo, sino que busca, antes que nada, el sugerir, la construcción simbólica de un estado de gracia mientras se reconoce la profundidad de las heridas y la violencia del tiempo. Lo erótico en Rivera es siempre un deseo por interpretar el caos que se engendra en las inconsecuencias, en el absurdo de los que transitan la ciudad con sus corazones digitales, con sus ansiadas ganas de absoluto, con el cuerpo que es llave e imposibilidad a la vez.

X

La tristeza es una grieta donde miramos escondidos el paso del amor. Y así conocí tu ciudad de la que tanto me hablaste perdidamente, ocultándonos en el elevador se transmutaban nuestros cuerpos en fetos.
Muchachas desvestidas ofreciendo sus habitaciones Inicia otro abismo donde el cielo ofrece la entrada al infierno. Desesperados encuentros reflejados en nuestra abstinencia.

Tengo que pensar en mi salud, dejar de escribir en tu piel mientras la noche incendia la ciudad, borrar tu nombre que escribiste en mi mano, soportando este tráfico donde los puentes han sido crucificados en medio de este caos donde la ciudad es arrollada.
Y nosotros volvemos a callar ante este silencio que nos aprisiona como una visión de estrellas en una carretera secuestrada por los automovilistas.

El objeto amado siempre es esquivo y se lo percibe líquido, vaporoso e inconstante. Amar es para el poeta una actitud de supervivencia, más que la de una simple excitación de los sentidos. El amor es la esperanza ante la muerte, el final del juicio de las indiferencias. Amar en una ciudad que devora las ilusiones y la necesidad de vida, es un acto heroico, pero anónimo. El poeta lo sabe por ello el verdadero sobrevivir es aquel que se va inventando mientras la muerte se ofrece sensual y seductora como un juego:


VII
A Rober, por tocar las puertas del infierno

Si tengo dos veces tu vida entre mi
única vida,
y juego a morir dentro de una de esas
vidas,
sobreviviendo con la vida que aún
quedaba en ti.
La muerte entonces parecerá otro juego
que la vida ha de jugar ante nosotros,
o nosotros hemos de jugar ante ella.
El amor ha inventado muchas muertes
para sobrevivir en esa vida que
siempre queda.

El amor es patente a lo largo del libro. La intensidad y sus múltiples significados enriquecen el viaje poético, pero también ofrecen la oportunidad para la reflexión. La paradoja es amar, acercarse es intervenir, es construir puentes que se inician en el ensueño y terminan en el deguste de lo corpóreo. El grado más intenso de este libro son quizás las referencias que el poeta hace a esa Beatriz indecible que habita la ciudad. El ideal es lo único que no se mancha con la grasa de las capitales, con la soledad de los semáforos, de los incautos robots que se consuelan con la sensualidad de las sombras, con la ilusión de lo obsolescente.

Sin embargo, el poeta es siempre un inconforme y busca en todo momento una ritualidad que se puede observar de manera más clara al final del libro. La redención es el amor, el amarse, el vaciarse en la intensidad del otro que también pierde el alma y se fusiona en uno. Ser uno es lo que estas hostias desean. El mal no es Tánatos, sino el mensaje de la realidad. Amar conlleva al sacrificio, a la conciencia de morir para acrisolar los espíritus. En un mundo donde morir es lo que se niega, Rivera nos ofrece, sin equivoco, sus imágenes sombrías y directas, sus vísceras azules que conmueven y ensordecen. Pues lo que se busca en el amor es la libertad, por eso lo que se quiere liberar con el amor, no es solo la absoluta eternidad, sino la unidad y sus contradicciones. La gran victoria del amor es pues, la gran victoria de ese cuerpo que ha vencido a la ciudad:


XX

"Y trató de decirles que el silencio es la única verdad
que las palabras tratan de desmentir, y volviendo los
ojos sobre ella le dijo: ve en paz y no peques más"
EL ÚLTIMO SERMÓN DEL MONTE
C.R.
He liberado mi corazón de su cárcel
y lo he dejado volar
para que así aprenda
la soledad de los hombres,
y he dejado mi mente en blanco
para que el mar reconstruya tu cuerpo
sobre la arena que empozan mis manos.
Una mujer haciendo el amor
no el reflejo del sol sobre un parabrisas
ni un parabrisas es el contacto de las olas sobre
los arrecifes.
Una mujer haciendo el amor
sobre la arena es el mar
un lecho de sudor ahogando la piel,
los órganos mutilados
de la excitación de los cuerpos celestes.
La carretera no existe
sin próximos avisos de ciudades.
Un hotel es la entrada a una gran ciudad
llena de casas con jardines regados de niños,
llena de escuelas.
Una mujer haciendo el amor
es el reflejo del sol sobre el hielo.

En suma, Hostias del mal es un libro dinámico y confesional. Su mensaje es la creación, el acercamiento y el retrato de lo corpóreo la clave para la vida misma. La celebración es el amor y la muerte como dos caras de la misma moneda. La hostia-sangre es la comunión directa con lo amado absoluto o el vacío de las frustraciones. El poeta no espera respuestas, sino que arremete con su ritualidad y soporta intensamente el peso del tiempo y el olvido.

"Países extranjeros" de José Miguel Junco - Paolo Astorga

Países extranjeros


Levitaciones: Delirios del ánima
José Miguel Junco
(Ediciones La Discreta, 2014)


Países extranjeros es un poemario rítmico e intenso, donde las palabras son impactos de bala sobre el espíritu angustiado. La revolución de este libro es el misterio de la soledad y la vida misma que se derrama cual lluvia disconforme, cual símbolo de los desmoronamientos.


Escrito por: Paolo Astorga

Países extranjeros (Ediciones La Discreta, 2014) del poeta José Miguel Junco (Las Palmas, 1951) son un conjunto de poemas de corte existencial, donde el anhelo de vivir es siempre una posibilidad contradictoria. El poeta intenta constituir un universo donde la muerte y la vida son espacios posibles para la expresión de los anhelos. Vivir es siempre un tránsito que va acumulando diversos significados, diversas experiencias que no culminan con la muerte, sino que cobran un sentido, a veces violento e irracional, a veces sosegado y profundo, pero siempre, la vida, es un viaje hacia el abismo, hacia la fusión de nuestra ceniza con el universo. El poeta lo sabe, por ello nos arroja a observar la siguiente escena donde la muerte es el escape, pero también el significado de las insatisfacciones:

A LOS CABALLOS SE LES REMATA, ¿NO?

They shoot horses, don't they?
Horace McCoy

En qué resignación terminará esa rabia,
dónde hallará solaz esa mirada
rebelde como un río innavegable.
En qué estación, de pronto, una mañana
se bajará impasible esa ansiedad
que ahora agita los brazos sin mesura.
Dónde ajustará el pulso para siempre
ese músculo arrítmico que impide
serenidad a un pecho atribulado.
En qué recodo de tu larga vida
se quedará dormido boca abajo
ese torrente de palabras locas.
Con qué ilusión, entonces,
recorrerás el alba inexplorada
para llorar, avergonzado,
por tus limitaciones inmutables.
Entenderás, al fin, por qué rematan
a los caballos que se caen de viejos.

El tiempo es carnicero de inocencias, es siempre la tensión de lo inevitable. Al tiempo se lo nombra, se lo metaforiza, pero no se lo puede detener. No hay mayor absoluto que el tiempo que va combando nuestras ilusiones, que va acrecentando nuestras frustraciones y nos acerca a lo inevitable. La muerte, nuevamente, es imagen de una contemplación, de un cuerpo inmóvil:

EL CADÁVER

Él yace, pero el sol le mortifica, impúdico,
el estado letárgico del músculo vencido.
Sin armas, indefenso, mezclado con el barro,
proyecto irreversible de fósil del futuro.
Ah, ese viento fatídico, insensato,
no respeta siquiera el descanso forzado.
Yace como una duna voluble, sin sentido,
desembocando, sabe Dios hasta cuándo,
en interrogaciones y angustias de otros ojos.

El mundo que habitamos es imperfecto e ineludible. Vivir es siempre deicidio. Un suicido prolongado que va madurando los lenguajes y se refuerza con la irracionalidad de los deseos. Ni el amor, ni la proyección de la fantasía y los sueños pueden escapar de ese país extranjero que es la muerte, las huellas de una lucha cruel y desigual donde cualquier estrategia, es solo un discurso para el olvido.

EL MUNDO QUE HABITAMOS       

Tan lejano e impreciso el mundo que habitamos,
imperfecto y ajeno en su extraña amalgama
de guerras intestinas, ambiciones y olvidos.
Nos viene con sus horas apresurado y tenso
escalando montañas o bajando a los valles
a empujarnos a metas fabricadas sin tino.
¿Dónde están las caricias espontáneas durmiendo?
¿Dónde el abrazo amigo perdió forma y sentido?
¿Ocultos en qué aspecto las palabras y el grito?
¿Sepultado en qué zanja el sueño colectivo?
El mundo que habitamos camina y nunca mira
más allá del sendero que le nace en los ojos;
insensible tropieza con las flores y sigue
un rumbo sin nostalgias, ni ternura, ni afectos.
El mundo que habitamos sin lados ni matices
nos obliga a enfrentarnos a deberes absurdos
fabricados en noches de delirio y sudores
cuando el tedio trabaja su estrategia en lo oscuro.

Y entonces nos encontramos ante las máscaras de lo absurdo y la fortuna que secuestran los deseos por constituirnos autónomos. La tragedia es siempre un viaje de conocimiento, el poeta lo sabe, por eso acepta su destrucción, sus eternos desdoblamientos.


SURELY SOME REVELATION IS AT HAND

The Second Corning
W.B.Yeats.

No es posible aceptar que todo se reduce
a administrar sin voluntad esta tormenta liberada
con la sola intención de pervivir al miedo
que atenaza el impulso naciente en lo más hondo.
Tendrá que ser el mar el encargado anónimo
de iniciar silencioso una corriente que, libre de las olas,
se propague más allá de las tierras conocidas.
Tendrá que ser el mar o será nada: lago domesticado,
cementerio de peces y pelícanos muertos de inanición,
muertos de muerte artificial, sin otras estridencias
que un murmullo creciendo en las orillas huérfanas.
Esas nubes, rosadas de repente, serán los gladiadores
que tuertos y tullidos retornen a la arena
con nuevas estrategias adictas a un combate
que ya no tendrá fin ni paz por ser firmada.
Será una eterna rebelión entonces, palmo a palmo
ganada al equilibrio que rompe por las ramas.
Palmo a palmo, de nuevo el cataclismo vendrá
con dinosaurios recobrados a soportar el agua
que se expanda cuando la tuerca, ya oxidada, quiebre.
Será así otro latir, otra esperanza,
mero eslabón de un tiempo impredecible,
cordial en el relevo necesario.

No obstante, el poeta también construye un espacio para la esperanza. El cuerpo y el amor son las llaves para la resurrección de lo posible (o imposible). La muerte aunque siempre patente, es vencida o superada por el movimiento vital del Eros que se esfuerza por constituirse, por empoderarse frente a las irracionalidades de la vida:

INVENTARIO

Allí, donde el dolor dejó su cuerpo inerte,
nació una decisión que no fue escrita
ni en libros ni en periódicos.
Sólo un pájaro blanco inadvertido
grabó para olvidar la extraña escena:
rosas poniendo espinas en los ojos
del cuerpo atormentado, sin sentido,
sin ropa ni ilusiones que ponerse
ese día a la orilla de la playa.
Se sabe o se presume que un instante
bastó para que un sueño de colores
recobrara entre nieblas los momentos
más tiernos, más intensos de su vida.
Tan joven, tan hermosa en la espesura
del súbito temblor y la impotencia:
ni el parque le hacía sombra a su mirada
ni el sol tenía la fuerza de su rostro.
Quiso, por un capricho delirante,
encontrarle razones a la pena
que habitaba su pelo alborotado.
Se le quebró la risa en el momento
en que su viejo amor resplandecía
como sacado de un tesoro oculto.
Lo demás fue volar por un momento
junto a viejas cigüeñas que pasaban
ocultando su rostro entre las alas,
encogidas y frías como un invierno.


En suma, Países extranjeros es un poemario rítmico e intenso, donde las palabras son impactos de bala sobre el espíritu angustiado. La revolución de este libro es el misterio de la soledad y la vida misma que se derrama cual lluvia disconforme, cual símbolo de los desmoronamientos. El poeta es un artífice de realidades, pero también quien desnuda las heridas, quien desenmascara las apariencias, quien tiene el don para entrar en la charca y salir más heroico, más vital.

"Levitaciones: Delirios del ánima" de Edwin Fi - Paolo Astorga

Levitaciones: Delirios del ánima


Levitaciones: Delirios del ánima
Edwin Fi
(Verde Blanco Ediciones, 2014)


“El poeta dota de vida a todo lo amado y lo anima, les da voluntad y significado. El poemario, constituido por una serie de poemas cortos, es un contemplar profundo desde la visión del que desea, del que intenta la fusión y la excitación de los sentidos.


Escrito por: Paolo Astorga

Levitaciones: Delirios del ánima  (Verde Blanco Ediciones, 2014) del poeta Edwin Fi (Moca, Puerto Rico 1990) son un conjunto de poemas donde el erotismo como tema central es magia, es ritual que construye el mundo y la vitalidad de la existencia. El poeta dota de vida a todo lo amado y lo anima, les da voluntad y significado. El poemario, constituido por una serie de poemas cortos, es un contemplar profundo desde la visión del que desea, del que intenta la fusión y la excitación de los sentidos.

Por otro lado, el cuerpo es el gran protagonista de este libro. Es el signo de los subjetivo del elegir, de la acción. El cuerpo es siempre una posibilidad creadora, es una manifestación de vitalidad. La poesía de Edwin entiende que las imágenes no son simples artilugios del lenguaje, sino las necesarias llaves para desnudar el orden y desatar el tan anhelado caos placentero. Por eso el poeta nos dice:

Detrás de los cuerpos
se engendran los manifiestos,
se acobardan las mentiras,
se afilan los cuchillos,
se concentra el placer.

El placer es suspenso, es detener la eternidad en un atómico instante. El placer no es movimiento, sino gesto. La manifestación del darse todo, del despliegue. El poeta lo sabe por ello construye un universo donde el dolor y la fascinación son íconos de un mismo ser: el hombre que sigue su travesía vehemente hasta la explosión de un absoluto:

Gritaré lo que pienso de ti
dentro de una botella de vino,
la reventaré contra la pared
como un cóctel molotov.

Aunque la violencia y el dolor acrecientan el deseo de la satisfacción, es el amor un signo patente en el libro. El amor siempre se manifiesta como cuerpo o naturaleza, como partícula de Dios. El creador es partícipe de los deseos del amante y por ello partícipe de la soledad, de la melancolía. No obstante, la intimidad, el cuerpo mostrado como sugerencia de imágenes, como metáfora de vida y absoluto don, nos ofrece un mensaje certero: El amor siempre es:

La sinceridad,
ese temible monstruo canallesco
que nos atormenta

El poeta amplía sus visiones ofreciéndonos una vasta metáfora de la vida, de la existencia. Nuevamente el vacío y la confrontación con nuestros egos; la angustia por poseer o mantener, nos convierte en seres que se reducen a meras máquinas, “en marcas registradas” que son copias exactas de otras copias exactas que a su vez son copias de las copias exactas que son, finalmente, una grandiosa masa de nada. Por eso el poeta desnuda el principio de toda irracionalidad: Al yo, que busca siempre cerrar los ojos y abrir las apariencias para multiplicarse en los espejos del egoísmo:

ARCHINARCISO

No me gusta mirarme
en los espejos,
ni en las translúcidas aguas
porque me imitan;
me multiplican.

A la mitad del libro notamos un giro: La presencia de una certera crítica a la hipocresía y a la soberbia de nuestra incapacidad para ser otro. La muerte cada vez más poderosa y sensual es protagonista, pero también lo es la corrupción moral del hombre que ha perdido su identidad, su tendencia humana, su espíritu creador:

Aparece la muerte
en el espejo veteado
como olvidado presagio
con su perfume de rosa.

Pero el poeta no se reconforta con mostrarnos sus desmoronamientos, muy por el contrario, hay un profundo rasgo de vitalidad en estas letras. La levitación es un multiplicarse, un tentar a lo imposible: La muerte de la muerte:

Ven Muerte, arrímate a mis brazos.
No seas una niña remilgada.
Ven acurrúcate y descansa,
ya has jugado bastante.

¿Y entonces que queda al final? El viaje termina siempre en el misterio del lenguaje, en ese irremediable acertijo de la vida: Incertidumbre que nos permite seguir brillando la belleza de la inconformidad. La palabra poética es, nuevamente, la traidora sensual que nos conmueve, que nos paga con posibilidad, con fantasía, con el poder de hacer de nuestros gestos un universo de bolsillo y además, la vida, la vida que comprueba su aspecto más importante: La expresión en el caos.

En suma, Levitaciones: Delirios del ánima, es un libro sincero e intenso, donde las imágenes que giran entre el amor corporal y la sordidez del tiempo y el olvido, constituyen un acto heroico, allí donde las palabras posibilitan el transporte de la vida misma, allí donde los delirios son signos de la vida bajo presión Edwin Fi demuestra con valentía y diestro manejo del lenguaje que el mundo es siempre una eterna lucha dual de nuestro lado salvaje y el deseo por ser eternos. 

"Tengo un amante" de Estefanía Farias Martínez - Paolo Astorga

Tengo un amante

Tengo un amante
Estefanía Farias Martínez
(MRV Editorial Independiente, 2015)


Estefanía Farias Martínez con su Tengo un amante, ha entendido el mensaje: Vivir es siempre un desgaste. Por eso las ilusiones lo son solo cuando el inicio se intenta hacer absoluto y existe un anhelo explorador, pero una gran lejanía.


Escrito por: Paolo Astorga

Tengo un amante (MRV Editor Independiente, 2015) de la escritora Estefanía Farias Martínez (Cartagena - Murcia, 1970) es un conjunto de quince relatos cuyo tema central es el amor y sus inconsecuencias. Con una prosa ágil y desenfadada Farias nos transporta por la psicología de mujeres y hombres que sufren el peso del tiempo y el desencanto de lo que se creía eterno. Sin embargo, dentro del conjunto hay muy buenos cuentos que nos enfrentan ante realidades contradictorias y la violencia encerrada en la frustración de la belleza. El cuento que da nombre al libro “Tengo un amante” nos relata la historia de un amor prohibido al borde del abismo. El amante, un expresidiario de alto rango tiene encuentros clandestinos con Cristina, una bella mujer de mediana edad. No obstante, esto no es lo sustancial del relato, sino que lo interesante, es la visión de Sara la amiga de esta quien observa la descomposición moral de Cristina y cómo esta es devorada por la violencia de las obsesiones. El amor es entonces siempre un bien imposible, una coartada del destino para mantenernos entretenidos hasta que la muerte venga con su conciencia y nos doblegue.

Otro de los cuentos intensos de este libro es “Las tribulaciones de un literato insomne”, cuyo signo central es la del artista incomprendido, un escritor que ha venido a menos, pero que intenta resurgir “aunque la rutina diaria lo fue asfixiando”. Los fracasos, el bloqueo existencial y la necesidad de querer reconstruir los paraísos artificiales que creía eternos hacen de este personaje un ser patético que destruye su vida. El egoísmo es lo que lo mata, la pérdida de la fama, la soledad, la terrible soledad.

Pero uno de los cuentos que, en mi opinión tienen un rasgo exacto respecto a la teoría de las desilusiones es, sin duda, “¡Santa Bárbara Bendita!” La violencia y las incomunicaciones, no solo se pueden observar en la calle, sino es el hogar la cuna infernar de la desilusión. Mateo es un ser rutinario que contempla lo banal del mundo. Él es el portero de un edificio hace quince años y conoce a todos los habitantes del edificio. El relato construido de forma magistral nos permite contemplar dos mundos: el privado (lleno de inconsecuencias, de violencia, de profundas frustraciones) y el público (el carnaval, la fiesta de Santa Bárbara Bendita y el disturbio realizado por las bombardas de los mineros). El cuento es una fábula de vida que desnuda la imposibilidad del hombre para entender que el amor muere en las costumbres.

A lo largo del libro los relatos acrecientan su veta erótica. El erotismo que nos presenta Estefanía, no se contenta con el simple mostrar del cuerpo que es devorado por el otro, sino que también podemos contemplar la psicología, los estados de ánimo y hasta las contradicciones de los personajes. Erotismo no es solo sexo, sino que es una tendencia hacia la vitalidad. Sin embargo, la narradora nos ha dejado la puerta abierta para deleitarnos. El mayor signo es la contemplación del éxtasis, la ruptura de lo cotidiano y la exploración de la geografía corpórea. Cuentos como “El Nazi” o “Solo quería entrar en calor” nos demuestran la solvencia de Estefanía para mantener una narración dinámica y profunda respecto al tema del erotismo.

En suma, creo que Estefanía Farias Martínez con su Tengo un amante, ha entendido el mensaje: Vivir es siempre un desgaste. Por eso las ilusiones lo son solo cuando el inicio se intenta hacer absoluto y existe un anhelo explorador, pero una gran lejanía. El desencanto siempre vence cuando el acercamiento nos permite reconocer que hay demasiadas grietas y los deseos son apagados por la venenosa responsabilidad y la costumbre. Tener un amante no es faltar a nada, es querer vivir, sin embargo, los personajes desposeídos y en constantes frustraciones solo pueden reconocer dos cosas: el placer del cuerpo y la soledad de los alejamientos. Cada uno de los cuentos busca mostrarnos la complejidad y multiplicidad de las relaciones, pero sobre todo, la toma de una conciencia del ser que ama ante la encrucijada de encontrar sus vacíos, el malestar de las insatisfacciones.

domingo, 19 de julio de 2015

"La cocina del infierno" de Fernando Morote - Paolo Astorga

La cocina del infierno

La cocina del infierno
Fernando Morote
(MRV Editorial Independiente, 2015)


Estos relatos, sin duda, confirman la madurez de Fernando Morote, para mostrarnos sin aspavientos, la realidad que nos castra, que nos deja cicatrices y una gran posibilidad para reconstruirnos y seguir instituyendo nuevas identidades, nuevas ansias por ser más que un sobreviviente.


Escrito por: Paolo Astorga

La cocina del infierno (relatos de un mundo inhóspito) (MRV Editorial Independiente, 2015) del escritor peruano radicado en Estados Unidos Fernando Morote (Piura, 1962) nos ofrece tres relatos medianamente largos cuya temática general es el aprendizaje. Los protagonistas de los tres relatos son un grupo de jóvenes que en un primer momento se harán llamar “Los ingobernables” y luego, ya después de muchos años y una mayor madurez se denominarán “Comando Meón”. El libro nos enfrenta ante la idea de progreso, marginalidad, violencia y frustración a través de una narración por la fluidez y el lenguaje coloquial. En el primer cuento Los ingobernables, contemplamos una constante en la obra de Morote: La mezcla de ironía, humor y violencia. El debacle de las ilusiones, la pérdida de la humanidad y la moral por la crisis económica, son constantes que marcan las tres partes del libro. El libro se mueve desde la carencia, la indiferencia y la otredad que no puede insertarse a vivir de otra manera. La prosa de Morote en esta ocasión busca reflejar las tensiones de los migrantes por querer tentar el sueño del progreso, pero que al darse de golpe con esa realidad terrible y frustrante, además de la falta de oportunidades y la crisis económica y la violencia política que sufrió el Perú en los años ochenta, termina siendo solo una ilusión, un sueño para el desencanto. Pompeya es el lugar de origen, pero también el signo de la marginalidad. Los protagonistas lo saben por ello dicen: “Llegar a una urbanización como Pompeya, ubicada en el corazón de la capital, representaba un símbolo de progreso para nuestros padres. La mayoría proveníamos de viejos distritos, algunos de lejanas provincias.” Como vemos Pompeya es el lugar del aprendizaje, del crecimiento, el símbolo de la posibilidad. Sin embargo, estos ingobernables son adolescentes que tratarán de escapar de la cruenta realidad de los años de violencia de los 80. Los apagones, los cochebomba, los atentados terroristas, la hiperinflación, la marginación generalizada y la indiferencia del Estado, harán que el relato se torne un tanto picaresco y de humor negro.

El libro juega con la dualidad de acercamiento y alejamiento. La realidad es siempre el estado de la urbe como infierno, allí donde la peor violencia es la indiferencia. El doctor, El champero, El narizón y El conde los héroes de este libro sufrirán de manera distinta la marginación y la esperanza de querer progresar, pero también por crecer. Cada quién experimentará la violencia y la marginación de distintas maneras. Todos encontrarán posibilidades de vida diversa, pero tendrán un signo en común: La insatisfacción y la desilusión. Los relatos nos muestran una evolución de la tempestad a la calma, pero también de la insatisfacción a la conformidad. Los protagonistas viven en un mundo que los reduce a ser siempre los inferiores.

En el relato la Cocina del infierno, asistimos a una confrontación: “Los ingobernables”, que en el relato anterior vivían su adolescencia contradictoria y vital, en esta narración se tornará más comprometida. El alejamiento de muchos del grupo será el quiebre que desgarrará las ilusiones. El mismo narrador nos da la señal del sufrimiento cuando sentencia: “Pierdes la corona cuando desciendes de las escalinatas del avión”. Esa simple frase que inicia el relato tiene una significatividad profunda. Por un lado es la pérdida del poder  y, por otro, la nueva identidad. A diferencia del primer cuento, La cocina del infierno, es una narración muy ágil de oraciones cortas, donde las acciones se superponen velozmente. Una de las palabras que se pueden detectar en este relato es “No”. La negación es fundamental en la esencia del cuento, pues hay un ánimo introspectivo, una especie de confrontación, pues el protagonista se encuentra en un  país que lo margina y disminuye a un simple “migrante”. Nuestro héroe ya no es aquel jovencito visitante de los bares, los burdeles o un pichanguero de los fines de semana. La realidad que lo espera es tan o igual de cruel que la que ha dejado al otro lado del continente. La marginación de ser un “ilegal”, sin documentos, sin una identidad legitimada, es el calvario común que podría enlazar todo el libro de Morote. Ese calvario en el cual uno intenta ser libre, uno intenta sobrevivir.

Por otro lado, en el cuento que cierra el libro denominado Comando meón, asistimos a una narración que alterna la historia de crecimiento y madurez de Los ingobernables y la violencia generalizada que se vivió en los años ochenta. Sin embargo, también contemplamos una gran transformación. El doctor, El champero, El narizón y El conde esta vez han encontrado su forma de “adaptarse” al mundo. Muchos ya son profesionales y otros han regresado de los Estados Unidos en pos de dar su granito de arena para mejorar a su querida Pompeya. No obstante, Morote, fiel a su estilo de humor negro e ironía, construye el relato “moral y educativo”, a partir de la constitución del Comando meón, que no es otra cosa que la unión de Los ingobernables, pero esta vez no para mataperrear, sino para grabar infraganti y denunciar a los meones que suelen miccionar en las paredes de su querida Pompeya. Su labor cívica resultará profundamente quijotesca y hasta grotesca. En este relato asistimos también a una introspección colectiva del grupo. Cada quien ha vivido su dosis de violencia, de marginalidad, pero también ha tomado partido por la vida. Todos pasan por un trauma que construye su aprendizaje.

En suma, La cocina del infierno es una obra ágil, con un lenguaje que mantiene los giros con profundos atisbos de humor negro, de ironía que nos deja un halo de irracionalidad y absurdo. Morote no se contenta con delinear la historia, sino que hay una poética de la vida y las contradicciones de llegar a la acumulación de la memoria. Sus ingobernables son románticos seres que pululan en las cuerdas de un abismo que la indiferencia hace vibrar. Estos relatos, sin duda, confirman la madurez de Fernando Morote, para mostrarnos sin aspavientos, la realidad que nos castra, que nos deja cicatrices y una gran posibilidad para reconstruirnos y seguir instituyendo nuevas identidades, nuevas ansias por ser más que un sobreviviente.

"La poesía debe ser como la bala que mató a Kennedy" de Pedro Flores - Paolo Astorga

La poesía debe ser como la bala que mató a Kennedy


La poesía debe ser como la bala que mató a Kennedy
Pedro Flores
(VI Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Santa Cruz de La Palma”, 2010 – Ediciones La Palma, 2010)


El amor es el tema central del libro. Un sentimiento que casi siempre es trágico e irreconocible. Sin embargo, el poeta desde la ironía y la metáfora busca en la cotidianidad esa belleza del misterio, pero también la violencia de lo fortuito.


Escrito por: Paolo Astorga

La poesía debe ser como la bala que mató a Kennedy (VI Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Santa Cruz de La Palma”, 2010 – Ediciones La Palma, 2010) del poeta español Pedro Flores (Las Palmas de Gran Canaria, 1968) Nos ofrece una poética donde la presencia de la muerte se nos muestra como un símbolo de lo absurdo, pero también como ese misterio que permite crear la fantasía de las ilusiones. El poeta es nuevamente ese atormentado, ese insatisfecho que busca en lo incognoscible la belleza de lo puro, pero también sabe, irónicamente, que el mundo que intenta conocer, es desolador e irracional.

Una profunda angustia existencial puebla todo el poemario. El amor es el tema central del libro. Un sentimiento que casi siempre es trágico e irreconocible. Sin embargo, el poeta desde la ironía y la metáfora busca en la cotidianidad esa belleza del misterio, pero también la violencia de lo fortuito. La labor poética de Pedro Flores es la de reconocer –cual francotirador- el ambiente y el preciso instante en donde se nos revela la majestuosidad de lo misterioso. Sin embargo, la frustración y la futilidad es más y permite conocer la condición humana, mutilada y desesperada por querer expresar, por querer enunciar un todo que, simplemente, es imposible.

Ahora bien, el amor, nuevamente, es una historia, es un tiempo, un significado. El poeta lo sabe por ello busca el símbolo por el cual pueda enunciar sus significados. De esta manera asistimos, por ejemplo, a la lectura de uno de los mejores poemas del libro:

De cuando Juan Pablo II no dejó
que el poeta (y sin embargo sacerdote)
Ernesto Cardenal besara sus pontificias
manos en el aeropuerto de Managua


Tú pudiste inspirar mejor poesía
Ernesto Cardenal

9:30A.M.
La plana mayor del gobierno sandinista llega al aeropuerto de Managua.
Juan Pablo II despierta de una cabezada en el avión.

10:00A.M.
El poeta y ministro de cultura del gobierno sandinista Ernesto Cardenal
decide que se arrodillará ante el Papa de Roma y
     besará su pontificio anillo,
su temblorosa mano.
Juan Pablo II discute con sus asesores los últimos detalles
antes de ser recibido por aquella caterva de rojos y de cholos.

10:30A.M.
Los miembros del gobierno sandinista de Nicaragua forman en la pista.
El avión de Su Santidad baja del cielo como un ángel negro cualquiera.

10:45A.M.
Se abre la puerta del avión.
Ernesto y los demás miran como Su Santidad
recibe en su colorado rostro el golpe de calor del tercer mundo.

10:48A.M.
Juan Pablo besa el suelo.
Ernesto traga saliva.

10: 51 A.M.
El polaco saluda con un mohín de empacho a la cúpula del gobierno.
Ernesto se arrodilla y se descubre la blanca cabellera
(si alguien parece un santo esa mañana es ese nombre arrodillado).

10: 52 A.M.
El poeta ministro sacerdote trata de besar las rosadas manos de Karol
pero éste las aparta como a un leproso en Ben-Hur
e increpa al poeta con el dedo admonitorio de los dibujos del catecismo.

10: 53 A.M.
El beso cae al suelo como una lágrima cayó en la arena.
Cardenal se acuerda de las mujeres desdeñosas de sus epigramas
y piensa aquéllas sí eran formas de no amarme.
El Papa se acuerda de Tacho Somoza y piensa
aquéllos labios si sabrían besar mis manos.

Yo me acuerdo de una noche con luna en Getsemaní,
eso sí que fue un beso.

Como observamos el simple acto simbólico de un beso, es el pretexto para hablar sobre la condición de amante y la vida misma que se pierde en las contradicciones, en las más grandes pasiones y violencias. No obstante, hay que entender que es allí, en esa dualidad contradictoria, donde lo fortuito muestra nuestra verdadera cara, nuestra más transparente realidad sin espejos.

Por otro lado, el dolor envuelve nuestras imperfecciones. El dolor es la tensa desilusión del suicida que ama su cadáver y que lo muestra, cual espectáculo, para reconocerse humano. El poeta lo sabe, por ello en el poema “Lo que un gato a un verdugo”, hay un homenaje a César Vallejo, poeta del dolor, que mezcla un lenguaje crudo con la inocencia de los niños que ven en la crueldad, a veces, la frágil verdad del mundo. Leamos:

Lo que un gato a un verdugo

¡Pobre mono!... ¡Dame la pata!...
No. La mano, he dicho.
¡Salud! ¡Y sufre!
CÉSAR VALLEJO

COMO UN ASPIRANTE a matarife
aprende en la íntima geografía de los gatos
qué nervio, qué tendón y qué recuerdo
desencadenan el alarido, sueltan el esfínter,
qué tenaza en qué cartílago recóndito
de puro pánico nace mendigar la muerte.
Del modo en que aprende el cadetito
hasta dónde ahogar, hasta dónde ensartar,
la penosa frontera entre pesadilla y locura.
Como un niño inocente en su crueldad
amputa ensimismado las alas a la mosca,
le arrebata el cielo,
pero también la trampa del cristal,
así Vállejo a la poesía. Entiéndaseme.

Y entonces es la vida lo que nos destruye de a pocos y el premio consuelo es la simple memoria, la nostalgia y la melancolía. A veces, ni eso, sino solo la desilusión de no poder ya. Y es que el mundo entero fluye y lo que se hace mito apenas prevalece en frágiles memorias que el tiempo se encargará de borrar lentamente:

Antonio en Accio

DESDE EL PRINCIPIO sabías que esto
no podía salir bien;
no porque las sinuosidades de tu reina
escondan más cocodrilos que los recodos del Nilo.
No porque Octavio,
el frágil muchacho,
tenga en realidad más escamas
que un viejo centurión fronterizo.
No porque el poder de Roma sea eterno,
ni los dioses envidiosos,
ni el destino tenga lengua de áspid.
Mira a lo lejos la playa,
Alejandría, brillante y apestosa,
¿ves al hombrecillo con levita y con lentes?
¿Puedes ver su dudosa apostura entre el humo del desastre?
Se llama Konstantino
y estabas condenado porque él
cuando tú sólo seas mito y derrota,
escribirá, con la caligrafía impecable de los comerciantes,
El Dios abandona a Antonio.

Nuevamente asistimos a la dicotomía recuerdo-olvido. El tiempo que te muestra la belleza del movimiento, pero también la ceniza de lo ya ido, la derrota. El poeta sabe que su tiempo es tan ínfimo como la de un grano de arena en el universo, sin embargo, es esa desesperación nacida del apuro, lo que le permite decir, crear, existir. La angustia, otra vez, es una maestra de mundo y el poeta, con cada movimiento, el profético vigía que señala el absurdo mientras la muerte lo devora.

¡Cómo el olvido ha ido destruyendo
el mundo aquel que edificamos juntos!
GASTÓN SAQUERO

YA NO EXISTE LA CALLE en que nos vimos,
ni el pequeño y oscuro restaurante
donde por vez primera nos comimos,
mi diosa deseada y deseante.

Ya no existe la música que oímos,
el camino secreto, apasionante,
que llevaba a los cuerpos que tuvimos.
Ya no existe un lugar exuberante

en la árida extensión de mi declive.
Ya no existe aquel nombre al que quisiste;
soy su reflejo pírrico, iracundo

en el agua verdosa de un aljibe.
Soy el fantasma lunático y triste
que vaga por las ruinas de tu mundo.

En suma, La poesía debe ser como la bala que mató a Kennedy es un libro intenso y coloquial. El deseo por la inmortalidad o lo imperecedero es la ilusión de plasmarse en la inmovilidad del tiempo. La poesía de Pedro Flores es intensa, pero también desencantada de los objetos amados. Con cada poema somos partícipes de una nueva lejanía. El mensaje, es sin duda, morir aprendiendo a morir.