domingo, 1 de febrero de 2015

"Trenes" de Roxana Crisólogo - Paolo Astorga

Trenes



Trenes
Roxana Crisólogo
(Ediciones El billar de Lucrecia, 2010)


“Las imágenes respecto a la naturaleza pueblan este poemario. El anhelo por conectar el mundo que se vive con el mundo que nos rodea construye un discurso que dispara las experiencias, la necesidad de explicarlo todo o por lo menos llenar de preguntas ese vacío que nos puebla”.


 Escrito por: Paolo Astorga



Trenes (Ediciones El billar de Lucrecia, 2010) de Roxana Crisólogo (Lima, 1966) nos adentra a un mundo donde la coloquialidad y la cotidianidad afloran con un estilo sobrio y reflexivo. Crisólogo intenta una poética del instante, del disparo de la memoria y la melancolía. Su poesía tiende a una narratividad fragmentaria donde los momentos son motivos para que la palabra genere el símbolo del viaje, del tránsito que entre asombro, relaciones y una profunda soledad, se nos va presentando como vida. El canto es siempre “como un tapiz de ahogadas voces/ en mi lengua” y es que estos poemas tienen la característica de la búsqueda o del encuentro. El ir como signo de descubrimiento se recrea en el lenguaje que aprisiona el tiempo y lo hace discurso de reminiscencias. Estar en otros lugares, en otros hemisferios y sentirse forastero, es allí donde la poesía no solo busca las expresividades, el escape de lo insustancial, sino el encuentro (el reencuentro) con la dualidad de los deseos y la memoria que lo dinamita todo, que no nos deja escapar de nuestras raíces.

una peruana en el tren
camino a Moscú
y el acicalado frío
de unos labios
que no necesitarán de palabras
el asomo graso desde la espuma
copiosa
de una cerveza
que me invita a un trago
y me hace pensar en ti
madre
y después de intercambiar
algo más
que algunas cervezas
tu nombre se me viene leeeento
como las músicas humildes
y de tus ojos vuelan palomas blancas
exactamente
como en el poema

quiero besar tu voz
tu voz
que canta en todas las ramas
de esta mañana

Las imágenes respecto a la naturaleza pueblan este poemario. El anhelo por conectar el mundo que se vive con el mundo que nos rodea construye un discurso que dispara las experiencias, la necesidad de explicarlo todo o por lo menos llenar de preguntas ese vacío que nos puebla. Por otro lado, el signo de la madre como reminiscencia de lo que se pierde con la distancia es patente y permite mezclar no solo el devenir de la vida y la ternura de lo amado, sino también, es un vehículo para reconocerse y repartirse en esos momentos que intentan ser reconocidos, asimilados, cantados. La poeta describe este viaje como una serie de puntos, como pequeños relámpagos que se funden para generar ese contacto con la patria y “la otra tierra” que nos acoge mostrándonos sus diferencias. El migrante es un ser que explora y añora, la poeta lo sabe por eso nos dice:

Aquí no se escucha cumbia
aquí no se escucha nada
y cada paso de baile es un cuento chino
una pisada de pies

una mezcla de tragos
y lo que los latinos
despreocupadamente
ordenan
y me hará volar

los latinos
el guetto de los colores
algunos
fugamos en el heavy metal
que se escucha como un idioma secreto
detrás del baño

los latinos
bailan algo parecido a este sótano
sin luz
algo más o menos cercano
a un desierto

Lo pausado, tan característico de la poesía de Crisólogo es un recurso para desmontar la cotidianidad que nos devora, que nos salta a la cara y nos somete con sus imágenes incitando a nuestros deseos y frustraciones. Y entonces, la poeta expurga su conciencia y su corazón. Las metáforas son en este libro recorridos de situaciones donde lo enigmático e íntimo se desnudan y mezclan generando una atmósfera melancólica. Los personajes que hace alusión la poeta giran en entornos dobles: por un lado el espacio europeo conlleva a una abstracción frente a lo extraño, lo nuevo, las costumbres ajenas, la vida “diferente” que apartan el discurso hacia ese otro lado donde se vive la miseria, la desigualdad, las injusticias, pero también la esperanza frente a las adversidades y el dolor: “no tenemos plata pero tenemos honor/ no tenemos carpetas pero cantamos/ el sol debe ser igual al oro/ que no se ve”. Es en ese estado, entre la miseria y la esperanza, donde la poeta puede lanzarnos sus imágenes. Un desdoblamiento, una duplicidad del que es oriundo y del extranjero que hace de la poeta un megáfono de voces insistiendo su decir, mostrando su propia magia, la vida misma:


me ha tomado más
de lo que hubiera imaginado
el camino de regreso
reunir las enseñanzas del paisaje

es un hecho
no hay tren
y de Pacasmayo a Chilete
ahora se viaja en bus
o a lomo de acémilas

aunque mi otro abuelo
el camionero
jure que un silbato de tren
arruina su sueño
no creí que fuera tan difícil
volver a empezar
darle vuelta a este desierto

recoger azúcar, querosene y velas
y repartirlas por
pueblos que parecen hacerse polvo
en las alturas
y que el sol
convierte en mecheros humanos

es lo que un arriero
acostumbra hacer
y no le queda más que el privilegio
de sus palabras

En suma, la poesía de Trenes es intensa, serenada, pero enigmática y sencilla. Hay en ella un desgarramiento, una sensibilidad agazapada en las evocaciones y los cuerpos que viajan uniendo las lejanas fronteras de la soledad y la imposibilidad de volver a beber de ese tiempo perdido. Esta es una poesía que intenta exponernos la observación más sincera de un mundo que se construye con fragmentos de vida, de tierra, de sudor y ternura, eminente ternura que nos deja sumidos en el hondo misterio de las palabras y la existencia.

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